En cierta ocasión escribí ("O ferrolanismo: as nosas
señas de identidade". FerrolAnalisis nº 2/1991) "Aos ferroláns
xungueos a historia que os separa ideolóxicamente" traducido "a los
ferrolanos los une la historia que los separa ideológicamente". Habiendo
hecho relectura de algunos de aquellos ensayos cortos de los años noventa, cuando
presentábamos en sociedad la revista, hoy prestigiosa publicación de
pensamiento y cultura que edita el Club de Prensa, me percato de que, aunque
puse algunos ejemplos -me refería a los personajes que ha dado Ferrol a lo
largo de la historia- tal vez tendría que haber desbrozado un poco más el
sentido de la afirmación. No obstante, nunca es tarde para volver sobre lo
andado y explicar lo que quise decir cuando puntualmente abordaba el perfil del
"ser" ferrolano. Lo que quise significar, que probablemente hubo
lectores que lo entendieron, pero por si acaso, es que los ferrolanos estamos
unidos por nuestra historia en términos genéricos, si bien al descender al
detalle algunos episodios nos separan, y mucho, ideológicamente. Es que hemos
dado a un dictador, Francisco Franco, a una figura emblemática en el terreno
del liberalismo, José Canalejas y nada menos que al fundador del PSOE y la UGT,
Pablo Iglesias, por fijarme en los casos más notorios y que representan modos
de entender la vida absolutamente encontrados en el plano de las ideas. La
historia no tiene vuelta atrás y por más que nos incomode a unos u otros, según
el color, ha de convenirse que esta ciudad, que como tal tiene un recorrido muy
corto en el tiempo, algo más de dos siglos, en tan breve período, para bien o
para mal, ha sido la cuna de personas que han dejado huella en el devenir de
España e incluso de Europa. Y no hemos de quedarnos en los tres personajes
mencionados, porque en el campo penalista tenemos a Concepción Arenal y en
tiempos más próximos, si nos detenemos en la literatura, añadiremos a Gonzalo
Torrente Ballester y a Ricardo Carballo Calero para el que insistentemente se
viene solicitando un año de las Letras Galegas, pero en vano, al menos hasta el
momento, porque hay en la RAG quien no le perdona su tesis del
reintegracionismo o acercamiento en las normas ortográficas al portugués. Pero
esta es harina de otro costal. Simplemente, volviendo al nudo de la exposición,
era mi intención recuperar aquel aserto, en el que el lenguaje se utiliza intencionadamente
como artificio literario buscando la aparente contradicción para llamar la
atención sobre un rasgo definitorio de nuestra intrahistoria. Naturalmente,
aunque hablamos linealmente de tres o más personajes, sobra precisar que a uno
de ellos, el dictador, no ha de concedérsele el pie de igualdad porque a
quienes no respetan la vida de las personas, secuestran la libertad y violan
los derechos humanos mejor es abrirles un espacio en las mazmorras de la memoria
colectiva, dicho sea en clave metafórica, porque, lamentablemente, es
inevitable mencionarlos.
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