No es que no esté deseando la recuperación, la deseo fervientemente, como todo el mundo, sin duda,
pero tengo la sensación estos días de que estoy viendo la sesión de fuegos
artificiales que se lanza al aire en mi pueblo en la noche del 31 de agosto.
Montoro que vamos a asombrar el mundo, las exportaciones que se duplican, una
agencia que deja de ponernos el suspenso, la prima que baja, el precio del bono
a 10 años que se sitúa a niveles del 2010, algunos parados menos, "aterrizaje"en
nuestra propia ciudad ferrolana de
grandes áreas comerciales, como ya comenté, que levantan la paletilla a
quinientos convecinos...en fin, qué queréis que os diga, amigas y amigos, que
todo está muy bien, o regular, o como sea, pero la incredulidad me tiene
maniatado y en tanto no vea realmente, con signos claros, bajar los índices del
desempleo y erradicar con datos convincentes las estadísticas de pobreza severa
y mientras no dejen de apretar las tuercas de la desdichada austeridad y hasta que reactiven las prestaciones sociales para los más desfavorecidos, el I+D, la sanidad, la educación, la cultura...yo no celebro nada. Además, también lo confieso, mientras no vea que los partidos
políticos y las organizaciones sindicales se regeneran y rompen con el pasado,
de palabra y obra, y que la Justicia deja de dar la imagen patética -afortunadamente
hay excepciones-de jueces y fiscales que actúan de correa de transmisión del
poder establecido y mientras no vea a todos los "chorizos" que nos han estado robando
y presumen de ello, metidos entre rejas... pues va a ser que no voy a celebrar
nada. A pesar de que se extingue la luz del final del túnel, que incluso el
túnel ya no existe, que el periscopio de los gobernantes avista tierra firme y
horizontes despejados...no tengo ganas de celebrar nada. Veo un país decadente
económica, social y moralmente, con el fenómeno de corrupción metido hasta las entrañas
del propio Estado, sin distinción de colores, haciendo bandera de la mentira de
la manera más reprobable y descarada... Es que aquí y ahora no puedo celebrar
nada. Ah, pero nadie me va a arrancar la esperanza de que vamos a salir de este
lodazal, pagando, eso sí, un alto
precio, pero saldremos porque creo en el papel corrector de la sociedad y en la recuperación
de valores perdidos, imprescindibles para una convivencia democráticamente
sana. Actualmente, soy un agnóstico del sistema, pero me aferro a la esperanza. Vuelo en las alas de la utopía.
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