Realmente, si hacemos caso a las informaciones que
circulan, lo de Navantia es patético. Se mueve entre los desaciertos y un
hipotético maleficio para los menos críticos y acaso màs supersticiosos,
los de ¡qué mala suerte!Veamos. Los gestores de la compañía naval llegan tarde a las adjudicaciones,
caso de los gaseros de Repsol, que allá se van para Japón y Corea. Los
contratos de Pemex, aunque creo que me repito, parecen responder al guión del
cuento de la buena pipa, que un día le contaron
las petroleras mexicanas al presidente gallego Núñez Feijóo, quien
ahora, lógicamente, carga con las consecuencias de la alegría que le
transmitieron en su día los ejecutivos de aquel país. La Armada que, por
razones de crisis, no puede encargar más barcos. (Por cierto, dicho sea entre
paréntesis, esta es la gran paradoja o la contradicción existencial de un
pueblo que defiende la paz, pero construye barcos para la guerra. El acero y el
gris naval son señas de identidad históricas. Los buques, civiles y militares
son los que nos han dado de comer desde que los Borbones se fijaron en nuestra
privilegiada ría). Retomando la cuestión, de ser ciertas las noticias que ayer
cobraban titulares en algunos medios digitales, la cúpula de Navantia debería
de caer fulminantemente por no dar palo al agua. Feijóo alguna penitencia ha de pagar. Cada vez que le
hablan de Pemex le salen ronchas ya que sobre él pesa la responsabilidad
política y el, hasta ahora al menos, fracaso de la gestión de los dichosos
floteles. Y la Marina, que de buena gana seguiría con el plan de modernización
de las fragatas, pero que ha de limitarse a la cristiana resignación, porque la
situación es la que es. Y así como en Ferrol tiraríamos cohetes con la
adjudicación de contratos para la Armada, otros sectores de la ciudadanía, más allá de
Pedrafita, protestarían por el empleo de millones de euros en Defensa cuando
hay un 20% de españoles en situación de exclusión social. Mientras tanto, a los
trabajadores de los astilleros los entendemos y nos sumamos en su indignada
reacción de movilizarse por calles y plazas, ante el riesgo que corren miles de
familias de engrosar las escandalosas listas del paro.
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