Los trabajadores de los astilleros de la ría se
manifestaron ayer en Santiago. El personal del sector se subió al tren de la
movilización allá por los años ochenta y no solo no se ha apeado desde entonces
sino que, de nuevo, ha de apretar el acelerador de la protesta como
"eterno" recurso ante la carencia de pedidos debido a la
inutilidad de los gestores. La brillante ingeniería, la mano de obra
cualificada, la principal, las auxiliares, lo que quedaba de todo esto después
de varias reconversiones va a entrar, en corto espacio de tiempo, en vida contemplativa, mirando al cielo a ver si la Providencia obra el milagro y suple la
incapacidad de aquellos que en teoría tienen la obligación de vender lo que
mejor sabemos hacer en Ferrol, que son los barcos. Lo escribíamos el otro día.
Hasta aquí se ha venido hablando de los floteles para Pemex, los gaseros para
Repsol, la continuidad de las fragatas para la Marina, el dique flotante para
el gran centro de reparaciones... Humareda y solo humareda. Claro, quienes
tendrían que estar apoyando con el ejercicio de alta política operaciones de la
envergadura de contratos de grandes y sofisticadas unidades navales, han de
estar, sin embargo, deshaciendo un día sí y otro también la madeja de la
corrupción, de las donaciones ilegales, de las dobles contabilidades, etecé. En
otros países es el propio presidente del gobierno de la nación el que media y
apoya gestiones de gran factura porque no solo hay que presentar una buena
oferta sino que hay trabajarla desde la diplomacia y la acción institucional. Por
arriba, nadie se mueve y en todo caso cuando alguien habla, como el ministro
Soria este día, la caga, con perdón. No sabe ni de lo que va la historia. Si
descendemos un peldaño en la Administración y nos quedamos en el gobierno autonómico
habrá que decir que a Núñez Feijóo le doraron un día la pildora con los
cacareados contratos de Pemex, con fotos para la posteridad, manos entrelazadas
simbolizando el pacto, declaraciones ilusionantes, pero hasta el momento, y el
tiempo pasa y pesa para las familias que se ven a las puertas del paro, el
resultado es de cero patatero. Por eso, al presidente gallego le ha tenido que llegar el clamor de los trabajadores de Navantia.
Es el grito de la desesperación. El personal del Naval no va a explorar sobre
las causas: si a Feijóo lo engañaron o si el Presidente se lanzó a la piscina
en su día para sacar de delante la presión. El personal lo que sabe es que no
existe carga de trabajo y así lo han puesto de manifiesto en su viaje-protesta a Compostela.
La movilización, ayer Foto de Jorge Meis (Diario de Ferrol) |
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