domingo, 3 de febrero de 2013

La timba del Casino Ferrolano


Reproducción parcial de la columna
de Ricardo Nores publicada en el
desaparecido Ferrol Diario
En este afán o avidez mía de hurgar en papeles y hemerotecas hallé hace ya algún tiempo un suelto en el periódico ABC de fecha 15-12-1926 que decía "Se clausura el Casino Ferrolano por tiempo indefinido a causa de haberse comprobado que en él se jugaba a los prohibidos". Desconocía yo, seguro que no así por parte de los historiadores locales, este lunar en la historia de esta entidad de imagen acrisolada frecuentada por lo que podíamos llamar las elites de la sociedad ferrolana. El caso es que recientemente en el "barrido" que estoy haciendo del desaparecido rotativo Ferrol Diario, sin buscarlo me encontré con una de las colaboraciones de Ricardo Nores que ejercía de Cronista Oficial de la Ciudad allá por los años setenta. Dice Nores Castro, contextualizando su aportación, que hasta el año 1923 el juego estaba arraigado en la sociedad española hasta que la dictadura del general Primo de Rivera tomó cartas -nunca mejor dicho con aire irónico- en este tibio asunto. El caso es que un buen día el juez de instrucción, acompañado de fuerzas de la Guardia Civil, se personó en el Casino para sorprender "la magna partida de timba". Relata el Cronista que previamente para poder sorprender a los jugadores mandó entrar a un alguacil en el local y so pretexto de hacer éste una pregunta a uno de los camareros, se colocó delante precisamente del botón del timbre de dar el aviso de alarma a la sala de juego. Entretenido así el camarero citado, cuando advirtió la entrada del juez y sus acompañantes no pudo dar la señal convenida pues aun cuando lo intentó lo impidieron los agentes de la Benemérita. Cuenta asimismo que entre las personas detenidas que fueron diez o doce figuraban algunas  de destacada distinción y una que días antes censuraba públicamente el juego recomendando a la policía que extremara la vigilancia. En el transcurso de la redada uno de los "puntos sorprendidos", oficial de la Armada, hizo cuadrar a uno de los guardias civiles que trataba de detenerle (muy propio de una extinguida y rancia sociedad local que se prodigaba en "no sabe usted con quien está hablando"), terciando entonces el juez y mandando a uno de los agentes de vigilancia que prendiese al marino. "A presencia del juez se destruyó aquella noche el timbre de alarma y la mesa de juego".

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