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Mario Couceiro con Torrente Ballester en el ciclo inaugural del Club de Prensa
de Ferrol que tuvo lugar en el mes de octubre del año 1987 |
Hay episodios que deberían de ser rememorados puntualmente,
pero falla la memoria y aunque los papeles contienen la referencia estos no se
miran y así pasa lo que pasa. El 6 de enero se cumplieron diez años del
fallecimiento del periodista, escritor y poeta, Mario Couceiro (Marius).
Ocurrió en el 2003. Tenía entonces 83 años y era a la sazón Cronista Oficial de
la Ciudad. Había sido compañero mío en el Ferrol Diario. Ahora que estoy
revisando este histórico periódico local para ver de editar un libro con mis
modestas memorias vuelvo a los años setenta y me encuentro con el amigo Mario
que durante un tiempo alimentó la sección de "Feitos". Procedo a
acopiar todos los artículos. Quien sabe, a lo mejor algún día podíamos
publicarlos. Sería una nueva oportunidad de honrar su memoria. "Carta de
algunas islas y varios ríos" (Ediciós do Castro, 1982) es el único
poemario salido de imprenta. En su faceta de prosista llegó a ver la luz "Primeira
fase e outras narracións" (Tambre 1996) de relatos breves. Su trayectoria
periodística se mueve entre
El Correo Gallego de los años cincuenta y
Ferrol
Diario (1969-1981). Fue uno de los animadores de la revista poética
Aturuxo, de los años cincuenta. El último acto al que asistió en público
fue la presentación del libro de mi autoría "Diálogos con Álvaro
Paradela", el 7 de agosto de 2002, ocupando mesa con la presidenta
entonces del
Club de Prensa de Ferrol (editor del opúsculo) Julia Díaz Sixto y un
servidor. Simplemente quería con este post recordar a esta interesante figura a
la que, a su muerte, dediqué un texto ¿prosa poética? del
que entresaco este fragmento.
Tal vez porque te
movías en las honduras del presentimiento, quizás porque palpabas la
proximidad, acaso porque era hora de romper barreras, de desnudar el alma, de
eliminar pudores y prejuicios, quizás por eso habías aceptado el brindis. Pero
el destino, por decir algo, puso puertas a tu vida. Las circunstancias,
irreversibles, nos han obligado a cambiar el verbo, y el tono. Y el semblante
se nos tornó sombrío. No hay más remedio que echar mano de ese hierático
adjetivo (que no escribiré), que pesa como una losa, que hiere las emociones,
que etiqueta la existencia, que nos sitúa frente al después, al más allá, en el
hecho metafísico y "metahumano",
que acuñaría nuestro común Amaro Orzán. ¿Recuerdas que cada
vez que la conversación nos conducía a la reflexión sobre el tránsito final
nos mirábamos y al unísono elevábamos la voz: Por qué no hablamos de otra
cosa?...Entre incómodos y exasperados poníamos proa a las islas del silencio, a
ese mundo azul en el que la muerte es menos muerte, que tú decías. Y dejábamos
a popa la realidad de lo intangible, la evidencia de lo inexplicable, la lógica
de lo ilógico.¿Para qué
introducirnos en la espesura del bosque si éste ni siquiera existe? ¿Para qué edificar el
puente si falta el río? ¿Para qué sumergirnos
si no hay profundidad? Y abandonábamos lo
trascendente para recuperar el escenario
habitual, aquel que olía a plomo fundido, a aceites y grasas, a periódicos, a
tintas, a papeles usados, a imprenta antigua...
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