El tempranero árbol florido, en la carretera de Papoi
He recuperado las caminatas
diarias después de un período inmovilizado por la pereza.Estas caminatas cubren dos objetivos: el
primero, como cualquier mortal intuirá, mover el esqueleto y pelearme con las
"goteras" y en segundo término hacer una tregua en lo que son mis
ocupaciones habituales para dedicarme exclusivamente a pensar. Sí, sí, mientras
camino, durante una hora y cuarto (si hago la caminata corta) con música de
fondo que me trae y lleva el mp3 inalámbrico, suelo dejar aclaradas algunas
cuestiones, exploro en argumentos para cargarme de razones, trazo las líneas de
una inminente intervención, reviso criterios para un futuro trabajo, maduro
posibles iniciativas...es decir, tampoco caminando pongo en reposo las neuronas
que, por otro lado, todos los facultativos aconsejan mantener en actividad,
llegados a determinadas edades, como es mi caso. Parafraseando al poeta, hago
camino al pensar. Hoy rompió mi "línea de trabajo", un árbol que a
mediados de febrero anuncia la primavera. Es un árbol que acaba de florecer. El único que
localicé en el trayecto. "Ipso facto" le disparé un par de fotos, una
de las cuales ilustra esta serena reflexión. Me dio una gran alegría. La
primavera, época del año en la que, como todo el mundo sabe, la naturaleza se
manifiesta en su apoteósico esplendor, es mi estación preferida: Pero, con
mucha distancia de cualquier otra. Pues, iba yo recreándome imaginariamente en
un bucolismo, siempre presente en la zona rural en la que habito, y en el
milagro de la naturaleza regenerada cuando el propio vocablo -regeneración- se
instaló en mi pensamiento causando el efecto de una imagen en movimiento que,
de repetente, se congela. Claro, suelo salirencima de comer y después de ver toda la panoplia de sinvergüencerías
que, como es su deber,relatan los
informativos. Resulta inevitable la asociación de ideas.Al pie del árbol florido, opté por entonar una oración
laica, invocando la regeneración, acariciando la primavera de las ideas, soñando con el
amanecer de una sociedad limpia y el fin de la democracia del pelotazo, de los
recortes, de los endemoniados desahucios y de las injusticias sociales. Reza el refranero popular que la primavera
la sangre altera. Pues a ver si es verdad. A ver si el árbol florido que ayer
descubrí es el preludio de un tiempo diferente, de un tiempo mejor. Amén.
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