Alturas, vértigo, suciedad, paisaje irreconocible...la playa de Santa Comba ya no es la misma tras los temporales que asolaron nuestras costas en los meses precedentes.(Fotos del autor) |
Recuerdo a aquellos mayores que cuando algo inusual sucedía
solían exclamar "en los años de mi vida recuerdo algo semejante". Era la crónica en primera persona de un tiempo
transcurrido. Las tornas han cambiado, el relevo generacional está aquí. Hoy
soy yo el que he de afirmar que las playas que he visitado ayer tarde están
irreconocibles. En mi ya larga vida no recuerdo una cadena de temporales como
la que vivimos este invierno y menos con el grado de violencia con que se han
mostrado. La playa de Santa Comba, una de las más frecuentadas por mi y por mi
familia en las últimas décadas ofrece un aspecto que impacta, casi diría que
asusta. Las dunas se han transformado en una especie de acantilados de arena,
cortados en vertical con una altura de cuatro o cinco metros. El pasillo de
madera que facilitaba el acceso al arenal ha quedado como descolgado y la playa
tiene un aspecto negruzco, como de marea negra. ¿Dónde aquella arena blanca y
fina? ¿Dónde las dunas que en gradiente discurrir desembocaban allí en el lugar en que las olas marcan la frontera, según el curso de las mareas? Numerosas
piedras y rocas han quedado al descubierto y la suciedad: palos, latas,
cartones, todo tipo de objetos que vomitó el mar hacen hoy por hoy
impracticable aquel espacio de solaz tan entrañable, testigo mudo de tantas y
tantas historias íntimas, personales, familiares, de propios y foráneos. Y la
venerada Santa Comba, que reina en la ermita -se salvó ¿de milagro?-situada en lo alto del islote ¿no
se habrá encogido ante los días y las noches de ira marina que golpeó y arrasó
todo lo que encontraba a su paso? Otro tanto se puede afirmar de la playa de
Ponzos, más al norte, en la que imperan auténticas mantas de cantos rodados y emergen
rocas hasta ahora ocultas que dibujan en el arenal un paisaje tan desconocido
como desolador. Ya sé que mucho peor es el daño causado en otros lugares de la
costa cantábrica en donde se han registrado cuantiosas pérdidas por afectar a
bienes inmuebles, paseos marítimos, espigones, etc. que quizás se han
aproximado al mar de manera osada y sin pensar que algún día podía suceder lo
que en realidad ha ocurrido. Dentro de cuatro meses estaremos en
verano. Vamos a ver como los bañistas y asiduos asimilan la situación. La playa
de Santa Comba ya no es la misma, nos la han cambiado.
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