Colores para la guerra (1898): rojos, los del centro, amarillos de Ferrol Vello y azules los de Esteiro
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Grabado del siglo XIX |
Durante el siglo XIX, los ferrolanos vivían angustiados ante
los intentos de invasión de países extranjeros: La Gran Bretaña, Francia, EEUU.
Era un puerto codiciado por su situación geoestratégica. Recordemos al mariscal
inglés Pitt: "Si Inglaterra tuviera un puerto como este lo rodearía de
murallas de plata". Bueno, pues en esta ocasión los que parece que
pretendían adueñarse de nuestro "ferroliño" eran los norteamericanos.
¿Vienen o no vienen los yanquis? titulaba El
Correo Gallego un día del mes de junio de 1898. Y la cosa no era de broma.
En la crónica se decía que quedaban instalados los hospitales de sangre de los
tres distritos. Esteiro ocupaba la planta baja de la casa 14 de la calle San
Carlos, conocida por la barriada de Piña. Hospital dotado de seis camas. Ferrol
Viejo, en la casa de la calle San José, esquina a la de Espartero, número 27,
con dos camas. La Graña, escuela de niñas, con dos camas. A cada distrito se le
asignaban cuatro camilleros y dos ordenanzas. "Todos" estos recursos
se ponían en marcha, además de la Casa de Socorro y el Hospital de Caridad.
Para la evacuación, el personal sanitario llevaba por divisa unos lazos en la
solapa...la comisión de defensa se reunía un día sí y otro también y convocó a
doscientas personas con el objetivo de crear una fuerza cívica que velase por
los intereses del vecindario que, a la vista de todo este plan se manifestaba
"agitadísimo", según expresión del periodista que narraba este
episodio. Uno de los detalles que, particularmente, me resultó curioso y que
vale para gastar bromas hoy, es que los ferrolanos tenían que llevar unos
distintivos de diversos colores, según el barrio al que pertenecían: los del
centro eran rojos, Ferrol Viejo, amarillos y Esteiro, azules. Abundando en la crónica, se decía también
que en los alrededores de la comarca había muchas habitaciones pedidas,
"muchos tratos cerrados" para el supuesto de un bombardeo. Por otro
lado, los alimentos subían de precio. Por ejemplo, los huevos que un par de
meses antes se vendían a tres reales, ahora a cinco. En fin, como podrá ver el
amable lector, nuestros ancestros han vivido en ascuas ante la amenaza de las
bombas extranjeras. Les gustábamos y querían tomar posesión de nuestro
territorio. Menos mal que tirábamos de cadenas entre los castillos que
flanquean la bocana de la ría y les lanzábamos con nuestros cañones unos
cuantos "recados" y la cosa no se les presentaba tan facilona. Véase
el caso de los ingleses, cuya poderosa escuadra quiso ocuparnos en el 1800 y,
finalmente, huyeron despavoridos ante la resistencia numantina ofrecida por
nuestros antepasados, que no disponían de medios militares eficazmente
disuasorios, pero sí grandes dosis de coraje y valentía. ¿Vienen o no vienen los yanquis?
Al final no vinieron.
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