Aquellas masivas asambleas de trabajadores de Astano, de finales de los años setenta y principios de los ochenta, que se celebraban en la barriada de San Valentín (Fene), son ya páginas para la historia |
Una generación, quienes ahora tienen
veinticinco años, no ha tenido la oportunidad de asistir a la botadura de un
barco en Astano, después de que este astillero cubriera páginas gloriosas en la
construcción naval mundial. "Sic transit gloria mundi". Hoy, un cuarto de siglo
después de que el gobierno de Felipe González nos inmolara ante la exigencia de
la UE de reducir capacidad de producción, estamos en vísperas -será el año que
viene- de que necesariamente haya de levantarse el dichoso veto y nada ni nadie
se mueve preguntando qué va a ocurrir. En estos años de atrás, se ha estado
reivindicando insistentemente el fin de la prohibición, mociones, acuerdos,
unanimidades, el propio ZP hizo bandera de la demanda, todos a favor de que
contra la crisis que nos carcome nos autorizasen a construir barcos, pero en
vano fue el esfuerzo y ahora que se acerca la hora de la verdad da la impresión
de que estamos absolutamente desorientados. ¿Que va a ocurrir pasado mañana,
dicho sea en tono metafórico? Es la pregunta del millón que, sin embargo, los
partidos parecen tener miedo o temor a hacerse y tramitar en los foros
parlamentarios pertinentes. Se levanta el veto ¿y ahora qué? Claro, la
respuesta no es nada fácil y si nos ponemos realistas casi diríamos que ahora
que se nos autoriza no podemos y si vamos más allá podríamos añadir que para
las grandes formaciones políticas el viejo, Astano hoy Navantia-Fene, ha quedado ya
amortizado. El centro fabril cuenta
actualmente con unos doscientos trabajadores. Los mandos cualificados, la ingeniería,
colectivos elementales para poner a andar la grúa pórtico, han quedado borrados
del mapa. Es posible que esta sensación que uno transmite sea la que vive mucha
gente de Ferrolterra. ¿Cómo recomponemos ahora lo que se ha desmantelado con
premeditación y alevosía? La venta o alquiler de las instalaciones puede que
sea el destino final, una vez que haya caducado el vigor del dichoso veto. Y si
alguien activa la fuerza de la imaginación y contempla otras posibles
soluciones que las vaya poniendo a remojo porque el 31 de diciembre está a la
vuelta de la esquina. De todas maneras, uno que ya tiene cierta edad, está
convencido de que los ferrolanos o ferrolterranos suelen crecerse ante las
adversidades y tampoco es el momento de arrojar la toalla. Veremos a ver, vienen elecciones europeas, qué milongas nos cuentan y como juegan con nuestro futuro. ¿Hasta dónde
el compromiso leal? ¿Hasta cuándo la falacia y la demagogia?
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