Los electores
reflexionaron el sábado y los resultados han quedado de manifiesto anoche.
Ahora falta que reflexionen las formaciones políticas y vamos a ver cuales son
sus conclusiones. Si hablamos de fracasos, el primero hay que adjudicárselo a
la demoscopia. Los resultados y encuestas, en claro desencuentro. Deben de
hacérselo mirar los estudiosos. En segundo lugar, el descalabro del
bipartidismo, que no ha quedado en la calle, pero ha empezado a bajar las
escaleras. Es evidente que estamos ante un fin de ciclo, que el papelón de las
dos grandes formaciones, como Gobierno y como oposición han provocado el
fenómeno del que ya se venía hablando, que no es otros que la desafección y,
por consiguiente, la regeneración es una
exigencia perentoria. Pero está claro que esta no puede venir de la mano de
quienes se han sumergido en las cloacas de la corrupción, el desenfreno y el
despilfarro. La credibilidad ha caducado. Y en esto tienen mucho que ver los
dos grandes partidos. Era penoso ver el gesto de María Dolores de Cospedal y
Arias Cañete que queriendo transmitir la imagen de celebración porque a fin de
cuentas han sido los ganadores, pero la pose antes la cámaras de televisión
traicionaban sus intenciones. La prueba más evidente del malestar de sus
seguidores es que, según narraba una periodista, solo acudieron a la sede de
Génova en número de seis. Hubo que retirar el tenderete y apagar las luces de la "fiesta". El
horno no está para bollos. Elogiada en las tertulias la actitud de Elena
Valenciano. Admitió el mal resultado y punto. Lo que ha venido sucediendo en la
dirección de este partido no tiene justificación alguna. Rubalcaba y los suyos
se han empeñado en dar la espalda a la realidad, amarrarse a la poltrona y
hacer una oposición totalmente flácida. La gran noticia o la gran novedad viene
dada sin duda por el éxito alcanzado por Podemos, que en cuatro meses ha logrado nada menos que cinco representantes. Ha surgido otro Pablo
Iglesias que parece querer encabezar una rebelión cívica para
desalojar del poder a "los partidos de la casta", como él ha venido
adjetivando al PP y PSOE. Y en Madrid se ha convertido en la tercera fuerza y
por muchas ciudades de España han cosechado, en mayor o menor medida, votantes.
Esperemos que este líder y movimiento emergentes administren como es debido al
triunfo, de lo contrario, el globo, dicho sea en plan metafórico, puede
desinflarse y ya sería una pena porque hacen falta otras formaciones, con ideas
renovadoras y programas de cambio que acaben con el hartazgo que se percibe en
la ciudadanía. Hay otros aspectos que quedan por comentar como el triunfo de
ERC, el independentismo galopa, o del propio PSOE en Andalucía, Extremadura y Asturias. Versos sueltos, pero indicadores de la necesidad de nuevas ideas y nuevos líderes. Habrá tiempo a ahondar, si fuere el caso.
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