Ramón Castro recibió en nombre de José Luis Alvite, en el ángulo superior izquierdo, el Premio Diego Bernal de periodismo 2014 |
La verdad es que este año hice el
doblete celebrando el patrón de los periodistas San Francisco de Sales. El
viernes acudí al almuerzo, el tradicional cocido, que organiza anualmente la
Asociación de la Prensa de A Coruña (en la que llevo casi treinta años
asociado) y ayer no falté al acto que promueve la Asociación de Periodistas de
Galicia en cuyo marco se entrega el prestigioso Premio Diego Bernal, que en la
versión 2014 recayó en un fenómeno del periodismo y de las letras, el
santiagués José Luis Alvite. Y aún podía llegar al "triplete" si el
Club de Prensa de Ferrol lo programase al pie de la fecha, pero es costumbre
organizarlo en el mes de febrero. Como convenimos algunos de los asistentes a
ambos encuentros, la gran ventaja de estas reuniones de carácter anual es que,
además de tener la oportunidad de aplaudir a colegas premiados, las
aprovechamos para volver la vista sobre compañeros y compañeras que en el resto
del "ejercicio" no nos encontramos. Mayormente para los que, como yo,
se mecen en ese estado de ánimo que es la jubilación y ya ni siquiera nos vemos
por coincidencia en el desempeño del trabajo, porque, claro, no trabajamos. El
patrón celebrado en el hotel Finisterre estuvo como siempre muy concurrido y
animado. A los postres se sortean tantos regalos que casi resulta imposible que
alguien pueda marcharse sin que le sonría la fortuna. Y aunque suele decirse
que periodistas y políticos se repelen, en estas celebraciones se hace tregua.
En la cita de Coruña no falta nunca el alcalde, Carlos Negreira, y en la de
Santiago, el presidente de la Xunta, Núñez Feijóo. La celebrada en el Puerta
del Camino compostelano estuvo presidida por una tensa emoción, ya que el
agasajado no compareció debido a problemas de salud. Padece lo que
eufemísticamente se denomina grave dolencia, es decir, lucha contra un cáncer
del que esperamos todos, asistentes y ausentes,
que salga victorioso. El autor de "Historias del Savoy", para el que
el lenguaje se convierte en una esplendorosa sesión de fuegos de artificio,
para el que la metáfora cobra un escalón en la categoría literaria, para quien
domina el género del relato como Rafa Nadal maneja su muñeca en la alta
competición, no estuvo ayer entre
nosotros, pero sí en nosotros.
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