Antonio Rodríguez Pena, segundo por la izquierda, de pie, en la cita anual de exseminaristas |
Me duele hacer la necrológica de un amigo, excompañero, y excura
que me casó. Hablo de Antonio Rodríguez
Pena, hasta ayer, que falleció, presidente de Mensajeros de la Paz, mano derecha del popular Padre Ángel. Rodríguez Pena estuvo vinculado a Ferrol como cura
castrense (capellán de la Armada) etapa en la que nos reencontramos después de
haber sido condiscípulos en el Seminario de Mondoñedo. Fue en ese período
cuando el que suscribe decide casarse (1968) y elige, cosa que no le gustó
mucho al cura de la parroquia de Esmelle, a Antonio Rodríguez para que
bendijera la unión, emplazamiento que éste aceptó de muy buen grado, como yo esperaba. Por cierto, le había pedido a otro sacerdote, también
fallecido, Javier Méndez Pérez, sobrino del que fuera capellán de la antigua
Bazán y promotor de la Polifónica Ferrolana, que amenizara la liturgia, papel
que desempeñó a las mil maravillas. Permítaseme un paréntesis. La figura del P.
Javier Méndez es de especial recuerdo para los aficionados racinguistas, ya que
fue el autor de la música del himno del histórico club de fútbol ferrolano. Recuperando el
hilo de la narración, añadiré que anualmente nos veíamos con Rodríguez Pena en
la reunión que los exseminaristas de la promoción del 1954 ¡qué lejos queda!
celebramos en la urbe mindoniense. Siempre me preguntaba "¿sigues
manteniendo la pareja que yo casé?" Le respondía afirmativamente y acto
seguido concluía en tono de broma "hice, entonces, un buen trabajo. Con otros no ocurrió lo mismo". Rodríguez Pena
andando el tiempo llegó a colgar la sotana, se casó, formó familia y el Padre Ángel
de Mensajeros de la Paz lo fichó para la ONG en la que acabó siendo su
presidente, como ya se dijo. Solía acudir al centro de acogida de mayores
"Mi Casa" de Ferrol, dependiente de dicha organización, con motivo de
un festival que programan para los internos anualmente. Antonio era muy querido
por todos sus excompañeros. Tenía un carácter afable, derrochaba simpatía y
carisma, sobresaliendo por encima de todo su gran talla humana. Extraordinario
el trabajo que venía haciendo con Mensajeros de la Paz, viajando constantemente
de aquí para allá, interesándose por el buen funcionamiento de los
establecimientos geriátricos. Estamos convencidos de que el Padre Ángel lo va a
echar mucho de menos. Lo mismo que nosotros, sus antiguos compañeros. Lo
recordaremos siempre, de manera particular en la cita agosteña de Mondoñedo. Hoy, jueves, se oficiará a las cuatro de la tarde un funeral en Burela (Lugo) de donde era natural. Descanse
en paz el amigo.
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