Este día circulaba por la
calle Dolores y vi ese letrero que ilustra la foto. No sé
si porque era de dimensiones considerables o vaya usted a saber, porque no es
novedad alguna lo que dice, pero ni corto ni perezoso tiré de móvil, seleccioné
cámara y capté la imagen. No sin que unas señoras que tomaban café en una
terraza aledaña se me quedaran mirando, primero a mi y después torcieron la
cabeza buscando lo que yo retrataba. Lógica curiosidad. Yo también lo haría.
Seguí camino pensando que como este comercio que anuncia su cierre por
liquidación muchos otros han echado el candado con anterioridad. El barrio de
la Magdalena, el ejemplo del urbanismo racionalista y cartesiano, la famosa
tableta de chocolate, joya deiciochesca, con calles en línea y perpendiculares,
se nos cae a pedazos, se desertiza, se deshumaniza. La decadencia asoma desde
hace tiempo su peor cara. La pujanza de aquel comercio de antaño de la zona
centro es ya historia, pura nostalgia, en todo caso. En parte por la crisis,
que Ferrol y su comarca sufren con doblete -primero fue la de la construcción
naval y ahora la de la burbuja inmobiliaria- y en parte porque tiene
uno la sensación de que los guardianes y
tutores de las esencias del patrimonio histórico no han sabido conjugar la
defensa de la tipología urbanística con las necesidades que planteaba un sector
en constante modernización, azuzado por
las grandes áreas, como es el comercio. Preservar la fachada no excluye con
flexibilizar la norma con el objeto de habilitar espacio en consonancia con la
imagen y demanda actual. Ahora nos quedamos con las galerías en ruinas y un casco
histórico cada vez más deshabitado, con una penosa imagen de penuria y en
muchos casos hasta de abandono. ya me dirán que hemos ganado. De verdad, al ver
el anuncio de esa tienda, me entró la pena y cierta indignación. En plazo
breve, la Magdalena, para las gaviotas.
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