Edificio consistorial del antiguo Ayuntamiento de Serantes
A estas alturas se habla de
fusionar ayuntamientos, no de segregar. Mi intención no es hacer apología de lo
segundo sino, al hilo de la actualidad, aportar algunos datos retrospectivos de una anexión, no
fraguada democráticamente sino impuesta manu militari en el año 1940, como fue la del
Ayuntamiento de Serantes. Un ejemplo de lo que nunca deberá de hacerse. Es curioso como se jugó a lo largo de la historia con
este particular asunto que intentó resolverse hacia finales del siglo XIX de
manera caciquil y merced a la oposición de los vecinos quedó sobre la mesa
hasta que llegó la dictadura y fue entonces cuando se llevó a cabo sin que,
obviamente, nadie rechistara. Pobre de aquel que lo hiciera. Podría dar con sus
huesos en el penal o ser fusilado al amanecer. Veamos sucintamente la
secuencia. En el año 1899, los caciques, que dominaban a la sazón Serantes, para
satisfacer intereses particulares -¡dichosas corruptelas!- idearon anexionar Serantes a Ferrol y lograron
que este ayuntamiento rural lo solicitara, fundándose en que debía una cantidad
"superior a las fuerzas contributivas del municipio", reza una información
del antiguo periódico El País de fecha 17-07-1910. Sin embargo, el pueblo de
Serantes formuló una protesta y en vista de ella la Diputación Provincial de A
Coruña, que iba a favor de los caciques, archivó el expediente instruido. Una década
después, 1909, "un día por sorpresa fue desarchivado el expediente y
aprobada la anexión, previa declaración de urgencia del asunto en una sola sesión
de aquella corporación provincial", seguimos textualmente tirando de la
hemeroteca. El Ayuntamiento ya había resuelto sus débitos y vivía una situación
desahogada económicamente hablando, empero, de nuevo, los vecinos tuvieron que
movilizarse para defender la independencia de Serantes y a tal efecto una
comisión se desplazó a Madrid y solicitó el apoyo del Centro Gallego, presidido
por Alfredo Vicenti. A la comisión vecinal la respaldaban Rodrigo Sanz, miembro
de la Solidaridad Gallega y Basilio Álvarez. Allí se acordó nombrar otra comisión
que se entrevistase con el ministro de la Gobernación y con el ferrolano Canalejas, diputado
por el distrito. En suma, tampoco prosperó en esta ocasión el intento de la
Diputación. Tuvo que ser en la dictadura de Franco cuando se escenificó un
supuesto acuerdo entre los dos municipios y, por fin, Serantes quedó integrado
en Ferrol, aportando 15.503 habitantes, con lo que Ferrol en el año 1940, una
vez consumada la fusión, registraba 59.829 habitantes. Esperemos que las fusiones que
ahora se puedan originar por razones de la crisis imperante lleven el sello
democrático, con consulta a los vecinos, huyendo de decisiones del tenor que
comentamos.
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