El solar en el que se levanta el instituto de Canido fue, hasta el año 1945, el cementerio municipal de Ferrol |
Sin dejar el capítulo de las
efemérides, daré cuenta de que se cumplen 210 años de haberse cursado la orden definitiva
para enterrar a los muertos en el cementerio, abandonando la costumbre de
hacerlo en las iglesias y capillas. Dicen algunas fuentes que Ferrol fue ciudad
pionera en Galicia en romper con la costumbre y edificar un camposanto en el
extrarradio del centro urbano. Ricardo Nores Castro (1907-1979), que fue
Cronista Oficial de la Ciudad, escribió en el desaparecido Ferrol Diario que la orden inexcusable, después de varios intentos
del Ayuntamiento -intentos que se prolongaron durante 28 años, de 1776 a 1804- fue dada por
Diego Martínez de Córdoba, gobernador político-militar de la plaza y que
el primer ciudadano que se enterró en el cementerio de Canido, tras esta
disposición, fue Marcos Paz, carpintero del Arsenal, perteneciente a la
hermandad de San José, aunque, de hecho, al abrirse la necrópolis en 1776, el
primero realmente en ser sepultado fue Pedro Piñeyro, feligrés de San
Francisco. Nores dice "fueron tan activas y eficaces las disposiciones de
aquella autoridad, en alusión al gobernador político-militar de la plaza, que
todos, sin distinciones, han sido sepultados en aquel lugar, incluso los
religiosos del convento de San Francisco, no obstante la oposición que hizo la
comunidad". Contaba la población de la época con 40.000 habitantes, sin
incluir las tropas que guarnecían la plaza y dotaciones de los buques y
dependencias de la Marina y era tan
elevado el número de inhumaciones que diariamente se verificaban en las
iglesias y capillas "que las ponían en un estado de fetidez insoportable,
temiéndose al propio tiempo que se desarrollara una epidemia", señala
R.N.C. en su sección de "Ferrol de ayer". Sin embargo, todos los
esfuerzos de las autoridades locales se estrellaban en la cerril resistencia
que oponían los vecinos, resultado de las preocupaciones de la época, y ni las
disposiciones tomadas en 1801 con motivo de la enfermedad que diezmaba las
provincias de Andalucía fueron suficientes para que el Ayuntamiento lograse su
objetivo, hasta que, como queda dicho, intervino el gobernador de la plaza
dictando instrucciones tajantes al respecto. Hay que precisar que el cementerio de Canido, en donde luego se alzó el actual instituto , fue clausurado en 1945 y costó 300 ducados de vellón. Originalmente era una parcela ( "O
Bacelar") de 1650 metros cuadrados con 1625 tumbas para adultos y 27 para niños.
Luego se sometería a sucesivas ampliaciones.
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