lunes, 3 de febrero de 2014

Ferrol, pionero en el s.XVIII en abandonar la costumbre de los entierros en iglesias y capillas

El solar en el que se levanta el instituto de
Canido fue, hasta el año 1945, el cementerio
municipal de Ferrol
Sin dejar el capítulo de las efemérides, daré cuenta de que se cumplen 210 años de haberse cursado la orden definitiva para enterrar a los muertos en el cementerio, abandonando la costumbre de hacerlo en las iglesias y capillas. Dicen algunas fuentes que Ferrol fue ciudad pionera en Galicia en romper con la costumbre y edificar un camposanto en el extrarradio del centro urbano. Ricardo Nores Castro (1907-1979), que fue Cronista Oficial de la Ciudad, escribió en el desaparecido Ferrol Diario que la orden inexcusable, después de varios intentos del Ayuntamiento -intentos que se prolongaron durante 28 años, de 1776 a 1804-  fue dada por  Diego Martínez de Córdoba, gobernador político-militar de la plaza y que el primer ciudadano que se enterró en el cementerio de Canido, tras esta disposición, fue Marcos Paz, carpintero del Arsenal, perteneciente a la hermandad de San José, aunque, de hecho, al abrirse la necrópolis en 1776, el primero realmente en ser sepultado fue Pedro Piñeyro, feligrés de San Francisco. Nores dice "fueron tan activas y eficaces las disposiciones de aquella autoridad, en alusión al gobernador político-militar de la plaza, que todos, sin distinciones, han sido sepultados en aquel lugar, incluso los religiosos del convento de San Francisco, no obstante la oposición que hizo la comunidad". Contaba la población de la época con 40.000 habitantes, sin incluir las tropas que guarnecían la plaza y dotaciones de los buques y dependencias de la Marina y era tan  elevado el número de inhumaciones que diariamente se verificaban en las iglesias y capillas "que las ponían en un estado de fetidez insoportable, temiéndose al propio tiempo que se desarrollara una epidemia", señala R.N.C. en su sección de "Ferrol de ayer". Sin embargo, todos los esfuerzos de las autoridades locales se estrellaban en la cerril resistencia que oponían los vecinos, resultado de las preocupaciones de la época, y ni las disposiciones tomadas en 1801 con motivo de la enfermedad que diezmaba las provincias de Andalucía fueron suficientes para que el Ayuntamiento lograse su objetivo, hasta que, como queda dicho, intervino el gobernador de la plaza dictando instrucciones tajantes al respecto. Hay que precisar que el cementerio de Canido, en donde luego se alzó el actual instituto , fue clausurado en 1945 y costó 300 ducados de vellón. Originalmente era una parcela ( "O Bacelar") de 1650 metros cuadrados con 1625 tumbas para adultos y 27 para niños. Luego se sometería a sucesivas ampliaciones.

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