sábado, 15 de febrero de 2014

Ferrol Diario, escuela de periodistas: Rafael Permuy

Arriba, encima de la foto actual, se puede ver a un jovencito
Rafael Permuy, block en ristre, tomando declaraciones de un
interlocutor vecinal. A la izquierda, parte superior, en recuadro,
la firma del reportero.
Rafael Permuy es un ferrolano, vinculado al periodismo militar, director de publicaciones de la editorial Galland Books, diplomado especialista militar en comunicación social, fue adjunto a la dirección de la Revista Española de Historia Militar, es comandante de artillería en la reserva, escribió más de 20 libros, es, con el que suscribe, columnista de Mundiario.com...y para qué seguir. Brillantísimo curriculum, para aburrir, de seguir desmenuzándolo. Pero me voy a detener en sus orígenes, porque el amigo y colega es producto de la escuela de Ferrol Diario, como también los somos otros, aunque con una trayectoria más modesta. Se ha hablado muchas veces, con polémica servida en su tiempo, de la escuela de pintores ferrolanos, de la escuela de actores ferrolanos, etc., a la que, sin duda, hay que añadir la escuela de periodistas ferrolanos, que nos desbravamos en aquel entrañable y añorado Ferrol Diario de los Jovalo (José Varela Losada), Mario Couceiro, Vicentón, Arturo Lezcano, Bieito Rubido, José Manuel Orriols, Manuel Torrente, Manuel Beceiro, Andrés París, Carlos Agulló, Cristobo Ramírez, Xoán Barro, Chisco, Coque Bruquetas, Antonio Martínez Barcón (Ambar), etc. Como hoy se puede hacer teniendo como referencia el Diario de Ferrol. A Rafael Permuy hay que ubicarlo en los primeros años de la década de los setenta, despachando páginas y páginas del FD, luciendo, ya de jovencito, raza, llamada vocacional y recursos y habilidades para hacer frente a cualquiera de los géneros. Lo que se dice un "todoterreno". El reportaje era uno de los géneros apetecidos, muy gratificante. Una doble página, bien ilustrada gráficamente, con foto y firma en recuadro del periodista "oficiante", era un trabajo que lucía, estimulaba el coraje profesional, alimentaba la autoestima. Aunque, en un periódico pequeño y en aquellas circunstancias acababa uno haciendo de todo, afortunadamente, porque fue un provechoso rodaje que sentó los cimientos para muchos profesionales que luego cobraron prestigio y nombre. Yo, compaginando entonces estudios y periodismo amateur, seguía a Rafael Permuy, lo leía con fruición, tomaba nota de aquellos magníficos despliegues y, cómo no, anhelaba seguir su estela productiva. Curiosamente, se puede decir que en el año 1974 le tomé el relevo. También yo viviría a partir de entonces la emoción de un periodismo de calle, entregado, sin condiciones, ni horarios, ni cortapisas. Nos faltaba, eso sí, la libertad, deshacernos de la dictadura. Objetivo que también se lograría. Rafael Permuy, un periodista como la copa de un pino, un amigo de siempre.

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