Se va a
cumplir en el próximo mes de mayo casi un cuarto de siglo (1991), de un viaje
que hice a Finlandia (5,4 millones de habitantes) y que hoy evoco porque me dejó un grato recuerdo. El
desplazamiento estaba pagado por las celulosas Enso Ibérica y Tetra Pak. Éramos
siete periodistas españoles, yo el único gallego, representando entonces a La Voz de Galicia. El objetivo era
acercar a los invitados a las modernas técnicas de silvicultura y,
paralelamente, introducirnos en los procesos industriales, con especial atención a las medidas protectoras del medio ambiente de las que nuestros anfitriones
eran pioneros y de ello presumían.
Vuelo Madrid-Helsinki, de cuatro horas, y de aquí
fuimos trasladados a la pequeña ciudad de Varkaus, con 25.000 habitantes,
crecida alrededor de este tipo de ingenios papeleros y "perdida" en
la espesura y frondosidad de aquellos bosques forestales, exquisitamente cuidados y racionalmente
explotados, no en vano hablamos de la principal riqueza del país. Los bosques
ocupan el 65% de las tierras y los campos de cultivo un 8%. Viajamos en barco de recreo por los lagos, en autobús por tierra y también volamos en aerotaxi.
Aparentemente no nos quedó nada -que a ellos les interesase- por ver durante
casi una semana.
En Varkaus visitamos un
extraordinario complejo de fábricas de papel, cartón, celulosa, y de envases y
allí muy cerca, nos invitaron a subir a una embarcación para que navegáramos por uno de los 188.000 lagos, e incluso hiciéramos un lance de pesca para que comprobáramos los
resultados de la lucha contra la contaminación. Por cierto, un colega llegó a
pescar un salmón de buena factura. Nos entrevistamos con políticos,
sindicalistas y científicos, además de directivos de empresas.
Las especies más prolíficas en el
bosque finlandés son el pino, el abeto y el abedul. El que suscribe, lo mismo
que los otros seis periodistas, tuvimos la oportunidad de plantar un pino en
aquellos bosques, tal como lo refleja la foto que ilustra la fotografía.
No voy a echar mano de datos y
estadísticas porque han pasado 24 años y habría que actualizarlos. Mi deseo es, simplemente, recordar, casi en tono anecdótico, aquel viaje en el que nos
embutieron de carne de reno y alce, salmón, arenque del báltico y, por
supuesto, no faltaron los chupitos de vodka, además de invitarnos a las saunas en caseríos estratégicamente situados a las orillas de los lagos.En las fechas en que viajamos, mes
de mayo, existen solo tres horas de noche.
Nos mostraron, como no podía ser de
otra manera, la obra del gran icono de la arquitectura Alvar Aalto, uno de cuyos
exponentes es la Casa de Finlandia, en la que se firmó la célebre Acta o
Declaración de Helsinki sobre la Seguridad y la Cooperación en Europa en 1973. La
arquitectura se basa en el uso del cobre, cristal, madera y granito.
Hoy que se habla tanto del modelo finlandés, quede este testimonio. Hace ya 24 años un pequeño grupo de periodistas quedamos gratamente impresionados de la honestidad y sencillez de los políticos, de la sensibilidad con el medio ambiente, de la explotación con criterios racionales y científicos de su riqueza forestal, de la generosa inversión en tecnologías anticontaminantes y también del amor por su cultura y tradiciones. Como anfitiriones, intachables.
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