lunes, 2 de marzo de 2015

Él y su laúd, yo y mi armónica



Luís Fernández Paz aparece con su laúd en el recuadro formando parte de un
elenco escénico en el Seminario de Mondoñedo, años 50 del siglo pasado
(La fotografía pertenece a la Web
http://www.homenaxeseminariomondonedo.com/
Uno de los impactos emocionales más negativos que sufrí en el Seminario de Mondoñedo fue la muerte de un condiscípulo vilalbés, Luis Fernández Paz. Un día, a la vuelta de uno de los habituales paseos por la comarca mindoniense, se encontró mal, con algunas molestias intestinales. Se acostó y al día siguiente, un compañero que ocupaba una habitación contigua, José Ramón Franco Trashorras (Riotorto, Mondoñedo), hoy abogado con residencia en Madrid, viendo que no se levantaba, que no oía ruido alguno en el habitáculo que tenía al lado, se asomó para ver y se encontró a Luis en la cama, donde yacía ya cadáver. Nunca olvidé este trágico episodio -me imagino el shock de Franco Trashorras- de muerte súbita en una persona tan joven, tendría 15 ó 16 años, muy apreciada por todos los alumnos. Fue un hecho luctuoso que sumió en la tristeza a toda la comunidad de seminaristas.
            En la retina me quedó una fotografía: Luis Fernández Paz punteando su laúd. Comentando el caso recientemente -con motivo de la puesta en marcha de un acto de reconocimiento al Seminario de Mondoñedo, que se celebrará en el último trimestre del año- otro compañero de Seminario y de oficio, el periodista ortegano residente en Madrid, Ramón Barro Bello, me decía "era rubio, tenía cara de angelote y mostraba una especial sensibilidad por el arte y, particularmente, por la música en la que se realizaba a través de su laúd. No le hablaras de fútbol y otras actividades en las que nos
sumergíamos la mayoría", precisaba Ramón Barro.
            En algunas ocasiones, yo, que tocaba la armónica, me reunía con Fernández Paz en el intento de combinar ambos instrumentos, cuerda y viento, y, si el recuerdo no quedó desvirtuado por el tiempo transcurrido, creo que el resultado era bastante aceptable. Tengo también presente que estaba muy unido en la amistad con su paisano Manuel Cillero Hermida, que luego, ya cura, tendríamos por aquí, por Ferrol, hasta su fallecimiento. Naturalmente, entre los elegidos contaba, asimismo, el también recordado Bernardo García Cendán.
            Ha pasado mucho tiempo, medio siglo largo, y muchas vivencias se han difuminado en nuestro particular "disco duro" y en las páginas, ya color sepia, del libro de la vida en común desarrollada en los años cincuenta entre las paredes claustrales de Vilanova de Lourenzá, primero, y Seminario de Santa Catalina de Mondoñedo, después. Luís Fernández Paz, siempre en el recuerdo: él y su laúd, yo y mi armónica.

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