Alumnos del curso 1954, entre ellos el que suscribe, señalado con un circulo |
Parece que los años terminados en 4 marcan hitos importantes
de mi vida. En el año 1944 nací; en el 1954, ingresé en el Seminario para hacer
la carrera de cura; en el 1964, me incorporé a filas (mili); en el 1974,
ingresé en Ferrol Diario y ¡lástima!
que fuera en el 1983 cuando ingreso en La Voz de Galicia. Por un año no se cumplió la constante. Se rompe absolutamente cuando soy llamado para poner en marcha y
dirigir Diario de Ferrol, año 1999.
Quiero quedarme, no obstante, en el 54. Todavía hoy dudo en los motivos que me
llevaron al Seminario. No tengo conciencia de haber estado bajo presiones
familiares. Es más, mi madre cuando se acercaba la fecha de marcharme, solo con
diez años, allá por el año 1954, me preguntaba con insistencia si de verdad
estaba decidido a irme al internado. Estoy convencido de que aquella pregunta
repetida machaconamente buscaba una negativa mía. De hecho alguna vez me tiene
recriminado mi testarudez. Mi padre no recuerdo que interviniera ni en un
sentido ni en el otro. Es verdad que la carrera de cura daba prestigio a la
familia y, además, era barata, se acomodaba a los recursos de cada cual, dato
este muy importante si pensamos que estábamos a quince años del final de la
contienda civil. Lo que guardo en la memoria es que de niño me
impresionaban las solemnidades litúrgicas, el liderazgo del cura en la
parroquia, el mensaje solidario con los más débiles, etc. Como muchos niños, me
gustaba ayudar a misa y estar cerca de las actividades que en ese escenario se
desarrollaban. Con este bagaje afronté el ingreso en Lourenzá en donde se
cursaban los dos primeros años y con la vista puesta en el traslado a Mondoñedo
para continuar los estudios. Alcanzar el Seminario mindoniense de Santa Catalina era toda
una aspiración. Me imagino que para un seminarista empezar a vestir la sotana
causará la misma sensación que, por ejemplo, para un alumno militar enfundarse en el primer
uniforme de cadete. Luego pasarían siete años -en el 1961 planté la carrera-
jalonados de numerosas experiencias y vivencias personales y colectivas. Me
vine al finalizar el primer curso de Filosofía. Si ya esta materia tiene su
complejidad de comprensión por el lenguaje conceptual y de la razón que la caracteriza, si, además, la clase se impartía en Latín, cualquiera se puede imaginar el esfuerzo que
había que hacer. A mi modo de ver, un despropósito. En definitiva, este es el
año del sesenta aniversario de mi ingreso en el Seminario de Mondoñedo, efeméride que
celebro escribiéndola antes de que pasemos al 2015.
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