martes, 18 de noviembre de 2014

Seminarista

Alumnos del curso 1954, entre ellos el que suscribe, señalado con un circulo
Parece que los años terminados en 4  marcan hitos importantes de mi vida. En el año 1944 nací; en el 1954, ingresé en el Seminario para hacer la carrera de cura; en el 1964, me incorporé a filas (mili); en el 1974, ingresé en Ferrol Diario y ¡lástima! que fuera en el 1983 cuando ingreso en La Voz de Galicia. Por un año no se cumplió la constante. Se rompe absolutamente cuando soy llamado para poner en marcha y dirigir Diario de Ferrol, año 1999. Quiero quedarme, no obstante, en el 54. Todavía hoy dudo en los motivos que me llevaron al Seminario. No tengo conciencia de haber estado bajo presiones familiares. Es más, mi madre cuando se acercaba la fecha de marcharme, solo con diez años, allá por el año 1954, me preguntaba con insistencia si de verdad estaba decidido a irme al internado. Estoy convencido de que aquella pregunta repetida machaconamente buscaba una negativa mía. De hecho alguna vez me tiene recriminado mi testarudez. Mi padre no recuerdo que interviniera ni en un sentido ni en el otro. Es verdad que la carrera de cura daba prestigio a la familia y, además, era barata, se acomodaba a los recursos de cada cual, dato este muy importante si pensamos que estábamos a quince años del final de la contienda civil. Lo que guardo en la memoria es que de niño me impresionaban las solemnidades litúrgicas, el liderazgo del cura en la parroquia, el mensaje solidario con los más débiles, etc. Como muchos niños, me gustaba ayudar a misa y estar cerca de las actividades que en ese escenario se desarrollaban. Con este bagaje afronté el ingreso en Lourenzá en donde se cursaban los dos primeros años y con la vista puesta en el traslado a Mondoñedo para continuar los estudios. Alcanzar el Seminario mindoniense de Santa Catalina era toda una aspiración. Me imagino que para un seminarista empezar a vestir la sotana causará la misma sensación que, por ejemplo, para un alumno militar enfundarse en el primer uniforme de cadete. Luego pasarían siete años -en el 1961 planté la carrera- jalonados de numerosas experiencias y vivencias personales y colectivas. Me vine al finalizar el primer curso de Filosofía. Si ya esta materia tiene su complejidad de comprensión por el lenguaje conceptual y de la razón que la caracteriza, si, además, la clase se impartía en Latín, cualquiera se puede imaginar el esfuerzo que había que hacer. A mi modo de ver, un despropósito. En definitiva, este es el año del sesenta aniversario de mi ingreso en el Seminario de Mondoñedo, efeméride que celebro escribiéndola antes de que pasemos al 2015.


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