jueves, 13 de noviembre de 2014

Mi primera corresponsalía

Equipo de colaboradores de La Voz de Galicia (1965)
Esta foto, que ayer circuló por las redes sociales y que yo guardo enmarcada, es del año 1965. Por aquellas fechas no existía plantilla, propiamente dicha, de periodistas en la delegación de Ferrol de La Voz de Galicia, a la que pertenece la gráfica. La delegación local del periódico estaba regida por Francisco Valle Romero, que era, por las mañanas, Oficial Mayor del Ayuntamiento de Ferrol y por las tardes, periodista. Quienes cubríamos las páginas locales con gacetillas respondíamos a la típica figura de colaboradores o corresponsales. Los recuerdo a casi todos. Por la izquierda, de pie, un chaval que hacía de recadero, seguido de Couce Pereiro, que aportaba sus comentarios y luego sería alcalde; Vergara y César, que se encargaban de los asuntos administrativos; Gonzalo Fernández, economista, que pasó a residir en Madrid y escribió unos treinta libros sobre la economía agraria gallega; Paadin, fotógrafo; Antonio Martínez Barcón (Ambar), columnista y poeta; Man Castro, corresponsal para Covas, Esmelle y Marmancón; Orjales, que escribía crónicas de Fene. Sentados, por el mismo orden, Pita da Veiga, columnista de prensa y radio (en Radio Popular "Ferrol de noche" por Pita da Veiga); a continuación un señor que creo que tenía una panadería y era amigo de Valle Romero, que es el siguiente que se sienta al centro; luego viene un tal Jara, maestro de alguna escuela de Valdoviño ¿tal vez de Pantín? y corresponsal de esa zona y el médico forense Alfonso Couce Doce, que también era articulista y también fue alcalde hasta que en una moción de censura le arrebató el cetro su primo antes mencionado, Manuel Couce. Falta en esa foto el médico, escritor y poeta, Álvaro Paradela.  Mi trayectoria periodística comenzó precisamente en La Voz de Galicia. Estudiaba y era a la sazón el secretario de una sociedad ya desaparecida, el Club Asociación de Cobas, Esmelle y Marmancón y como quiera que la entidad generaba sus noticias de tipo cultural y social que yo llevaba ya redactadas a Francisco Valle Romero para que las publicase, a este no se le ocurrió otra cosa, viendo mis aptitudes, que nombrarme corresponsal para esas comunidades parroquiales de manera que a partir de ese momento empezó a aparecer la firma de Man Castro en el citado diario. Pero antes de que mandase la primera crónica, a Valle Romero le pareció oportuno presentarme haciéndome una entrevista. Nadie se puede imaginar la alegría, la satisfacción, las sensaciones que circularon por mi cuerpo y cabeza el día en que apareció la interviú. Mi nombre en letra impresa, en plan "figura" de relieve, tal como me dibujó Valle Romero marcó un antes y un después en mi juventud. Me alimentó la autoestima de cara a un horizonte profesional que anhelaba, estatus que años más tarde lograría.

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