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Antes de que se erigiera la estatua al marqués de
Amboage (en la foto, en obras) la plaza era un
espacio dedicado al mercadeo |
Siguiendo con el relato del Ferrol del siglo XIX y para
rematar con este segundo capítulo,
el
cronista de
El Correo Gallego que nos
lleva de la mano cita también algunos establecimientos hosteleros. Recordaréis
que recientemente mencionábamos los cafés cantantes de los años 20, pues sobre
el 1860 había el
café Basanta,
"único famoso solaz de desocupados"...Y tras
el Liceo de Artesanos y la
Tertulia,
vinieron el
Circo de Recreación, el
moderno
Casino, la entusiasta
Peña con su confort magnífico, con sus
espléndidas fiestas". El periodista en un momento de su relato invita a
divulgar a las nuevas generaciones que la plaza de Amboage, "esa amplia
esplanada, en cuyo centro se alza la estatua del magnánimo bienhechor de este
pueblo" era ayer el lugar del mercado y de las ferias mensuales, con
aquellos tinglados en donde lo mismo se afeitaba al aire libre que se armaban
puestos de
pan de peso y de calzado
de baratillo, "uniformado sobre blanca tela, con su célebre repeso o
alhóndiga, con sus asquerosos despachos de carne al Norte y las canastas y
patelas de pescado al Sur". Después
vendría el elegante Mercado Central y el antiguo se convertiría en "ameno
lugar de jardines y paseos". Recalca también el narrador que ya cerca de
1900 se había dado un paso de gigante en la enseñanza y para probarlo habla de
las "lastimosísimas" escuelas de
Espinales
y Guidillín de las que apenas quedaban vergonzantes recuerdos.
"Entonces ser alumno de la escuela de la Villa era el
desideratum de los padres celosos de la buena educación de sus
hijos y más tarde la primitiva academia
Dequit
en la que se enseñaba tan hermosa letra inglesa y francés". Las cosas
habían cambiado mucho, en efecto, porque en el tiempo presente (1896) existían
ya numerosos centros de instrucción primaria y secundaria, acreditadísimas
academias de preparación, reputada Escuela de Artes y Oficios y el centro
educativo
La Enseñanza, "gloria
y orgullo de nuestra ciudad".
De esta guisa terminaba el periodista no identificado esa
comparativa de "El Ferrol de ayer y el de hoy", que nos puso en
situación y marcó los avances que se producen en esa franja de tiempo que va
entre el 1860 y el 1900. "Cuando vuelvo atrás la vista y reconstituyo con
la imaginación y a favor de mis vivos recuerdos el Ferrol de ayer y lo comparo
con el de hoy, no soy dueño de dominar la emoción que me embarga al ver qué
paso de gigante ha dado nuestra ciudad", concluía la crónica.
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