viernes, 26 de julio de 2013

Apreciaciones sobre la tragedia ferroviaria de Santiago


A tenor de la virulencia que se aprecia en el descarrilamiento del tren Alvia, grabado por la cámara de seguridad, cualquiera diría, cual siniestro aéreo, que habría perecido todo el pasaje. A pesar del elevado número de víctimas mortales, afortunadamente hay otras muchas personas que han logrado sobrevivir, si bien unas treinta han sido pronosticadas en estado crítico y puede, lamentablemente, que la cifra de muertos aumente en estos próximos días. Dentro del mayor respeto al dolor de heridos y familiares de los fallecidos, mi observación quiere quedarse en aquello que, a lo largo de las últimas horas, me ha llamado la atención y que entra más, si se quiere, en el terreno anecdótico que en el análisis de las posibles causas del gravísimo siniestro, toda vez que carezco de los datos necesarios. Doctores tiene la materia para que nos vayan haciendo llegar sus conclusiones, con independencia de los informes oficiales que todo el mundo leerá con la mosca detrás de la oreja. Los ejemplos de comisiones y expedientes abiertos son muchos y la credibilidad es poca o nula. Aprecio un primer fenómeno que no es otro que el linchamiento a que es ya sometido el maquinista del tren. Si la velocidad era controlable por la mano humana, el maquinista entraría en la clasificación de kamikaze o de haber sufrido enajenación mental, haberse dormido o desmayado, de lo contrario en un piloto en estado normal, veterano y que hace habitualmente ese recorrido, no podría entenderse lo sucedido.  Hay que hablar, en todo caso, de causas, en plural y en dicho contexto está por ver si lo que falló fue el sistema inteligente y sus alertas, quedando aquella "bala" a casi 200 km/hora fuera del control del susodicho operador de máquina o qué fue lo que realmente ocurrió. Dejo ahí la cuestión porque eso es lo que hay que esclarecer, más que cargarse de antemano al maquinista. También me ha sorprendido la pelea desatada, por lo visto y leído en twitter, entre los propios profesionales de la información. Periodistas versus periodistas. El tema de debate era la controvertida línea roja de las escenas que, según el estereotipo, pueden herir la sensibilidad de las personas, sobre todo de los familiares afectados. En este punto la polémica está garantizada. Portadas de periódicos y tomas de imagen de la TVG fueron objeto de abiertas discrepancias, si bien, por otro lado, el canal gallego de televisión fue puesto como ejemplo de trabajo voluntarioso y digno frente a las duras críticas vertidas sobre las cadenas públicas y privadas de mayor alcance que en la noche de la gran tragedia no se "enteraron". En este caso, a título personal y como profesional, he de confesar que en mi misión de hacer una narración, a través de radio, televisión o prensa escrita, lo más fielmente posible, prefiero pecar por exceso que por defecto sin que eso suponga la eliminación de límites éticos o criterios que siempre deben prevalecer, para evitar el efecto del sensacionalismo o amarillismo, que es harina de otro costal. Por descontado, algo en lo que todos coincidimos, la reacción humana y solidaria de vecinos de Angrois, médicos, policías, bomberos, donantes de sangre y todos cuantos no dudaron ni un instante en aportar su concurso para salvar vidas y atender a heridos y familiares. La grandeza humana de los pueblos se muestra ante las grandes catástrofes y Galicia es un pueblo grande. Lo ha demostrado antes y lo demuestra ahora.


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