A tenor de la virulencia que se aprecia en el
descarrilamiento del tren Alvia, grabado por la cámara de seguridad, cualquiera
diría, cual siniestro aéreo, que habría perecido todo el pasaje. A pesar del
elevado número de víctimas mortales, afortunadamente hay otras muchas personas
que han logrado sobrevivir, si bien unas treinta han sido pronosticadas
en estado crítico y puede, lamentablemente, que la cifra de muertos aumente en
estos próximos días. Dentro del mayor respeto al dolor de heridos y familiares
de los fallecidos, mi observación quiere quedarse en aquello que, a lo largo de
las últimas horas, me ha llamado la atención y que entra más, si se quiere, en
el terreno anecdótico que en el análisis de las posibles causas del gravísimo
siniestro, toda vez que carezco de los datos necesarios. Doctores tiene la materia para
que nos vayan haciendo llegar sus conclusiones, con independencia de los
informes oficiales que todo el mundo leerá con la mosca detrás de la oreja. Los
ejemplos de comisiones y expedientes abiertos son muchos y la credibilidad es
poca o nula. Aprecio un primer fenómeno que no es otro que el linchamiento a
que es ya sometido el maquinista del tren. Si la velocidad era controlable por
la mano humana, el maquinista entraría en la clasificación de kamikaze o de
haber sufrido enajenación mental, haberse dormido o desmayado, de lo contrario
en un piloto en estado normal, veterano y que hace habitualmente ese recorrido,
no podría entenderse lo sucedido. Hay
que hablar, en todo caso, de causas, en plural y en dicho contexto está por ver
si lo que falló fue el sistema inteligente y sus alertas, quedando aquella
"bala" a casi 200 km/hora fuera del control del susodicho operador de
máquina o qué fue lo que realmente ocurrió. Dejo ahí la cuestión porque eso es
lo que hay que esclarecer, más que cargarse de antemano al maquinista. También
me ha sorprendido la pelea desatada, por lo visto y leído en twitter, entre los
propios profesionales de la información. Periodistas versus periodistas. El
tema de debate era la controvertida línea roja de las escenas que, según el
estereotipo, pueden herir la sensibilidad de las personas, sobre todo de los
familiares afectados. En este punto la polémica está garantizada. Portadas de
periódicos y tomas de imagen de la TVG fueron objeto de abiertas discrepancias,
si bien, por otro lado, el canal gallego de televisión fue puesto como ejemplo
de trabajo voluntarioso y digno frente a las duras críticas vertidas sobre las
cadenas públicas y privadas de mayor alcance que en la noche de la gran
tragedia no se "enteraron". En este caso, a título personal y como
profesional, he de confesar que en mi misión de hacer una narración, a través
de radio, televisión o prensa escrita, lo más fielmente posible, prefiero pecar
por exceso que por defecto sin que eso suponga la eliminación de límites éticos
o criterios que siempre deben prevalecer, para evitar el efecto del
sensacionalismo o amarillismo, que es harina de otro costal. Por descontado,
algo en lo que todos coincidimos, la reacción humana y solidaria de vecinos de
Angrois, médicos, policías, bomberos, donantes de sangre y todos cuantos no
dudaron ni un instante en aportar su concurso para salvar vidas y atender a
heridos y familiares. La grandeza humana de los pueblos se muestra ante las
grandes catástrofes y Galicia es un pueblo grande. Lo ha demostrado antes y lo
demuestra ahora.
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