"Semana Santa ferrolana 1987" |
De una
Semana Santa vacía de los años 50
a una Semana Santa declarada Fiesta de Interés Turístico
Internacional de nuestros días va un largo trecho, que cuenta como hitos
principales la catalogación en los años ochenta como la mejor del Norte, la declaración en 1995 como Fiesta de Interés Turístico Nacional y en el 2014, Fiesta de
Interés Turístico Internacional. Cuentan las crónicas de la época, mediados del
siglo pasado, que los actos de la Semana Santa hasta entonces se reducían
exclusivamente a las funciones litúrgicas señaladas en el Ritual Romano para
todas las iglesias católicas.
Fray
Ricardo Sanlés, mercedario, relata que los misales para los fieles aún no
estaban extendidos, aunque ya el Lefebre comenzaba a propagarse, de suerte que
las funciones de iglesia no se vivían "ni saboreaban" como, sin embargo, comenzó a suceder, superada la segunda mitad del siglo XX. Las personas
pudientes abandonaban la ciudad y se dirigían al Sur para contemplar la Semana
Santa andaluza en todo su esplendor. Otras preferían las solemnidades de las
grandes abadías y monasterios donde estas funciones litúrgicas alcanzaban un
espíritu y una vida que solo los monjes podían comunicar con sus voces, sus
ceremonias, su unción y su espíritu, a la vista de las cuales "toda alma,
sea cristiana o pagana, era arrebatada en éxtasis, con ansias de lo
infinito", escribe Sanlés.
El resto
de las personas que se quedaban en la ciudad, que era casi la totalidad de la
población no podían darse a otra cosa, además de las funciones de culto, que el
barroquismo de los monumentos del Jueves Santo, la oficialísima procesión del
Santo Entierro y "la siempre muy devota de "Os Caladiños".
Ya sería
a partir de los años 50 cuando empieza a cobrar relevancia la Semana Santa
ferrolana con unos programas que se van ampliando y que poco a poco van
enriqueciendo los procesionarios, al tiempo que las cofradías multiplican sus
esfuerzos organizativos. En el año 1958, por ejemplo, se cubrían los siete días de la semana,
aunque el calendario estaba hegemonizado mayoritariamente por los cultos religiosos y pocas procesiones todavía, entre las que
destacaban el Cristo de los Navegantes, Santo Entierro y "Os
Caladiños".
No
pretendo hacer un recorrido exhaustivo por todos los años que median hasta la
actualidad, que sería prolijo y aburrido, simplemente hacer referencia a tramos
de tiempo para ver la evolución de este fenómeno. En el año 1987 firmaba un servidor un cuadernillo especial de La Voz de
Galicia, integrado por 16 páginas y que estaba
dedicado a la Semana Santa. Conservo el documento porque creo recordar que era uno de los primeros de su género que se hacían en la delegación de Ferrol. Abría este especial con unos titulares que contabilizaban trece
procesiones. En un antetítulo indicaba que
la Semana Santa movilizaba a unas cien mil personas. En tres décadas se
había dado un salto de gigante y las nuevas corporaciones democráticas
afrontaban la programación con ayudas económicas en la medida de las posibilidades que permitían los presupuestos municipales y dispuestos a remar todos en la
misma dirección teniendo en cuenta, por encima de credos, que era un
acontecimiento que podía dejar sus buenas divisas sobre todo al gremio de la
hostelería. Añadiré que a esas alturas ya se consideraba la mejor Semana Santa
del Norte de España. Pues bien, de las trece procesiones del
año 1987 hemos pasado actualmente a veinticinco, organizadas por cinco
cofradías, según obra en la web de la Junta General de las Cofradías.
A la vista está el espectacular salto que, sobre todo, de los años ochenta del siglo pasado a esta parte, ha dado a Semana Santa local que ha alcanzado ya el mayor grado de reconocimiento oficial. Un fenómeno cultural y religioso, que se ha convertido, a tenor de las cifras multitudinarias de visitantes, en una importante fuente de ingresos, con gran animación en las calles y plazas, pujanza que valoran en su justa medida tanto creyentes como agnósticos.
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