Así
describía el trágico episodio Montero Aróstegui en su Historia de Ferrol.
Eran los dos
barcos más preciados de la Armada española. Todo empezó con una especie de
barbacoa a bordo del Invencible. Lo relata así el investigador Alejandro Anca
Alamillo:
[…] “Al
anochecer del 29 de octubre mandaron encender fuego en un fogón-horno portátil
bajo el casco de proa, donde sus rancheros comenzaron a freír unos huevos y
algunos trozos de pescado. Cuando se terminó de cocinar, uno de los
«accidentales» cocineros, con una asta de buey de las que se utilizaban a modo
de vaso, echó agua sobre las brasas. Al terminar de cenar, el segundo
contramaestre ordenó a uno de sus inmediatos subordinados bajar a comprobar que
el horno estaba apagado, y un poco más tarde, como a las nueve de la noche, dio
la misma orden al citado contramaestre, que también bajó para asegurarse de
ello.
Poco antes
de las dos y media de la madrugada, uno de los centinelas del muelle del
arsenal, que se encontraba haciendo la ronda a la altura de la «esquina de los
almacenes grandes», se dio cuenta de que del interior del Invencible salían
llamas, por lo que corrió hacia el cuerpo de guardia para dar parte. A bordo
del buque, uno de los miembros de la dotación dio simultánea mente también la
voz de alarma. Cuando la dotación acudió al lugar del siniestro, toda la proa
del navío, hasta el cabestrante, era ya pasto de las llamas”
Alamillo
sigue contando que a pesar de la gravedad se intentó proceder a su extinción
utilizando agua de mar. Pero el galopante incendio pronto alcanzó el «Palomar»,
impidiendo la evacuación por los portalones, por lo que se vieron obligados a
abandonar el navío en una de las lanchas abarloadas. Estos, en vez de dirigirse
al trozo de muelle más cercano, se alejaron rumbo al puerto de Mugardos, donde
desembarcaron para dirigirse a pie al monasterio de Montefaro.
Las
campanas repican a fuego
Mientras
tanto, personado el oficial de guardia en el muelle, vio cómo el fuego salía en
llamaradas por las puertas de la batería baja de proa del buque, de manera que,
cerciorado de la magnitud del suceso, ordenó que las campanas repicaran a fuego
y tocar generala para que la gente de tropa y de maestranza acudiese a apartar
el navío de los demás para evitar la propagación de las llamas. A pesar de
todos los esfuerzos, pronto se constató que ya era tarde para intentar sofocar
las llamas del Invencible, así que a partir de ese momento lo prioritario era
separarlo de su inmediato, el navío Vencedor. Se dio aviso entonces al capitán
de fragata Francisco del Valle y a otros oficiales del navío que se alojaban en
el Arsenal, quienes acudieron con prontitud con pilotos y otros oficiales de
mar y gente para intentar dar remolque. “Pero, justo cuando se preparaba la
maniobra, comenzaron a arder la toldilla, el alcázar y el combés. Fue entonces
cuando el Vencedor dio dos vueltas sobre sí mismo y, aunque se intentó por
medio de las lanchas a él abarloadas humedecerle la popa, el fuego avanzó con
extraordinaria rapidez, de suerte que la poca tripulación a bordo apenas tuvo
tiempo de desalojarlo. Aun así, algunos lograron embarcarse en los botes,
mientras que otros no tuvieron mejor opción que tirarse por la borda al mar”
El
Invencible quedó a la deriva porque las estachas que lo mantenían unido al
muelle se habían quemado, arrumbando hacia La Cabana. Este fue el panorama que
se encontró el comandante general del departamento, Cosme Álvarez de los Ríos y
Anocete, que, recién llegado de Ferrol acompañado por todos los oficiales
departamentales, dio las oportunas instrucciones para que, dando ya por
perdidos al Invencible y al Vencedor, se pusiera a salvo un tercer buque, el “Tigre”.
El caso es que el Invencible acabó varando en la playa de Serantes y el
Vencedor fue arrastrado por la corriente hasta la playa inmediata al por
entonces embarcadero de Curuxeiras, donde sus restos se consumieron.
En busca
de la dotación del “Invencible”
Controlada
la situación, se ordenó a la Infantería de Marina buscar a la dotación del
Invencible, ya que era más que evidente que se había dado a la fuga. La lancha
de los fugados apareció a las pocas horas en la ribera de Mugardos. En la
búsqueda de los prófugos, los perseguidores lograron capturar a dos pajes, que
les informaron de que el resto de la dotación se había dirigido al monasterio
de Montefaro, donde la tropa, tras rodear el edificio y conminarles a salir,
aprehendió sin resistencia a los huidos y los condujo a La Graña. En la
búsqueda de las responsabilidades en la causa que instruyó Bernardino Freyre de
Moscoso y Rabaner, Intendente General de Marina del departamento, para la
averiguación de los hechos, se tomó declaración a todos los miembros de la
dotación del Invencible.
El asunto ya
derivó por el debate sobre cuestiones, deberes y obligaciones en materia de
seguridad, de quien había dado la orden de prender el fuego, etc. Anca Alamillo
concluye: “Por desgracia, el legajo que hemos manejado para elaborar este
artículo acaba aquí, pero no hay que ser adivino para suponer que tanto el
segundo contramaestre, Miguel Reñasco, como los guardianes 1.º y 2.º, Miguel
Roca y Francisco Enhebro Sotomayor, serían condenados por los hechos. El
suceso, por lo evitable, debió de enojar muchísimo al Marqués de la Ensenada,
pues todos sabemos de su obsesión por dotar a la Armada, en el menor tiempo
posible, de una poderosa flota, y la pérdida de estos dos navíos, prácticamente
recién construidos, representó un duro golpe en su incipiente reconstrucción”.
Un episodio
más que unir a la serie de “Curiosidades ferrolanas”. Al que suscribe, el
relato le suscitó interés. Espero que también a los lectores y lectoras.
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