jueves, 12 de junio de 2025

Una barbacoa a bordo acabó por destruir dos buques de la Armada en A Graña

“Hallábanse desarmados a las inmediaciones del arsenal de la Graña, los navíos Invencible de porte, 70 cañones, construido en La Habana en 1744 y el Vencedor de 74 (cañones) construido en el mismo punto en 1749. Corría el día 30 de octubre de 1750 cuando se reconoció el fuego dentro del Invencible. Con la mayor prontitud y echando mano de los recursos que entonces presentaban los nacientes arsenales, se acudió a sofocar el incendio, pero en vano. El fuego era ya tan voraz que, comunicándose también rápidamente al navío Vencedor, por hallarse ambos muy próximos, tomó las más horribles proporciones y en poco tiempo se vieron los dos bajeles entregados al furor de las llamas, presentando un cuadro imponente y desgarrador sobre las mansas aguas de la ría”.

Así describía el trágico episodio Montero Aróstegui en su Historia de Ferrol.

Eran los dos barcos más preciados de la Armada española. Todo empezó con una especie de barbacoa a bordo del Invencible. Lo relata así el investigador Alejandro Anca Alamillo:

[…] “Al anochecer del 29 de octubre mandaron encender fuego en un fogón-horno portátil bajo el casco de proa, donde sus rancheros comenzaron a freír unos huevos y algunos trozos de pescado. Cuando se terminó de cocinar, uno de los «accidentales» cocineros, con una asta de buey de las que se utilizaban a modo de vaso, echó agua sobre las brasas. Al terminar de cenar, el segundo contramaestre ordenó a uno de sus inmediatos subordinados bajar a comprobar que el horno estaba apagado, y un poco más tarde, como a las nueve de la noche, dio la misma orden al citado contramaestre, que también bajó para asegurarse de ello.

Poco antes de las dos y media de la madrugada, uno de los centinelas del muelle del arsenal, que se encontraba haciendo la ronda a la altura de la «esquina de los almacenes grandes», se dio cuenta de que del interior del Invencible salían llamas, por lo que corrió hacia el cuerpo de guardia para dar parte. A bordo del buque, uno de los miembros de la dotación dio simultánea mente también la voz de alarma. Cuando la dotación acudió al lugar del siniestro, toda la proa del navío, hasta el cabestrante, era ya pasto de las llamas”

Alamillo sigue contando que a pesar de la gravedad se intentó proceder a su extinción utilizando agua de mar. Pero el galopante incendio pronto alcanzó el «Palomar», impidiendo la evacuación por los portalones, por lo que se vieron obligados a abandonar el navío en una de las lanchas abarloadas. Estos, en vez de dirigirse al trozo de muelle más cercano, se alejaron rumbo al puerto de Mugardos, donde desembarcaron para dirigirse a pie al monasterio de Montefaro.

Las campanas repican a fuego

Mientras tanto, personado el oficial de guardia en el muelle, vio cómo el fuego salía en llamaradas por las puertas de la batería baja de proa del buque, de manera que, cerciorado de la magnitud del suceso, ordenó que las campanas repicaran a fuego y tocar generala para que la gente de tropa y de maestranza acudiese a apartar el navío de los demás para evitar la propagación de las llamas. A pesar de todos los esfuerzos, pronto se constató que ya era tarde para intentar sofocar las llamas del Invencible, así que a partir de ese momento lo prioritario era separarlo de su inmediato, el navío Vencedor. Se dio aviso entonces al capitán de fragata Francisco del Valle y a otros oficiales del navío que se alojaban en el Arsenal, quienes acudieron con prontitud con pilotos y otros oficiales de mar y gente para intentar dar remolque. “Pero, justo cuando se preparaba la maniobra, comenzaron a arder la toldilla, el alcázar y el combés. Fue entonces cuando el Vencedor dio dos vueltas sobre sí mismo y, aunque se intentó por medio de las lanchas a él abarloadas humedecerle la popa, el fuego avanzó con extraordinaria rapidez, de suerte que la poca tripulación a bordo apenas tuvo tiempo de desalojarlo. Aun así, algunos lograron embarcarse en los botes, mientras que otros no tuvieron mejor opción que tirarse por la borda al mar”

El Invencible quedó a la deriva porque las estachas que lo mantenían unido al muelle se habían quemado, arrumbando hacia La Cabana. Este fue el panorama que se encontró el comandante general del departamento, Cosme Álvarez de los Ríos y Anocete, que, recién llegado de Ferrol acompañado por todos los oficiales departamentales, dio las oportunas instrucciones para que, dando ya por perdidos al Invencible y al Vencedor, se pusiera a salvo un tercer buque, el “Tigre”. El caso es que el Invencible acabó varando en la playa de Serantes y el Vencedor fue arrastrado por la corriente hasta la playa inmediata al por entonces embarcadero de Curuxeiras, donde sus restos se consumieron.

En busca de la dotación del “Invencible”

Controlada la situación, se ordenó a la Infantería de Marina buscar a la dotación del Invencible, ya que era más que evidente que se había dado a la fuga. La lancha de los fugados apareció a las pocas horas en la ribera de Mugardos. En la búsqueda de los prófugos, los perseguidores lograron capturar a dos pajes, que les informaron de que el resto de la dotación se había dirigido al monasterio de Montefaro, donde la tropa, tras rodear el edificio y conminarles a salir, aprehendió sin resistencia a los huidos y los condujo a La Graña. En la búsqueda de las responsabilidades en la causa que instruyó Bernardino Freyre de Moscoso y Rabaner, Intendente General de Marina del departamento, para la averiguación de los hechos, se tomó declaración a todos los miembros de la dotación del Invencible.

El asunto ya derivó por el debate sobre cuestiones, deberes y obligaciones en materia de seguridad, de quien había dado la orden de prender el fuego, etc. Anca Alamillo concluye: “Por desgracia, el legajo que hemos manejado para elaborar este artículo acaba aquí, pero no hay que ser adivino para suponer que tanto el segundo contramaestre, Miguel Reñasco, como los guardianes 1.º y 2.º, Miguel Roca y Francisco Enhebro Sotomayor, serían condenados por los hechos. El suceso, por lo evitable, debió de enojar muchísimo al Marqués de la Ensenada, pues todos sabemos de su obsesión por dotar a la Armada, en el menor tiempo posible, de una poderosa flota, y la pérdida de estos dos navíos, prácticamente recién construidos, representó un duro golpe en su incipiente reconstrucción”.

Un episodio más que unir a la serie de “Curiosidades ferrolanas”. Al que suscribe, el relato le suscitó interés. Espero que también a los lectores y lectoras.

 Este artículo fue publicado en el Diario de Ferrol el domingo, 08-06-2025.

 

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