La música en las bandas militares, las charangas, los salones del siglo XIX, funcionaron bajo el control de la saga de los Arana ferrolanos, constituida por Joaquín Epifanio, Eduardo y Ramón, que firmaba con el seudónimo de “Pizzicato”. El tema despertó mi curiosidad, nunca mejor dicho, dado el título de esta sección. En lo indagado salta a la vista el papel relevante de Eduardo de Arana, que era el padre de Ramón de Arana y Pérez, (único hijo) que, declinó la milicia para ejercer como periodista, desarrollando su faceta de musicólogo y folclorista. Hasta ahora, al menos un servidor, tenía más datos de Ramón que de su padre, cuando resulta que este describe una trayectoria también muy digna de mención como se refleja en sendos ensayos que he consultado y que citaré más adelante.
Eduardo de
Arana nace en Ferrol el 31 de enero de 1832. Su madre fue Natalia Fernández,
también ferrolana. Su padre, Joaquín Epifanio, estaba en ese momento alistado
en la Artillería de Marina como artillero. En 1845, los Arana, Joaquín y
Eduardo, ingresan como músicos contratados en el batallón provincial de
Almería. Eduardo, que tenía trece años, lo hace «para tocar el flautín». El
batallón se disuelve en 1846, para fundirse con el regimiento de Infantería
Aragón núm. 21, de guarnición en La Coruña, donde su padre y él pasan a servir.
Los Arana
estuvieron a las órdenes de Miguel Sarasate -padre del famoso violinista y
compositor Pablo Sarasate- que en 1848 es destinado como músico mayor del
regimiento Aragón. Pablo fue asiduo de los ensayos de la banda del regimiento. Poco
después de cesar en el regimiento Aragón, los Arana causan alta en el 2.º
batallón de Infantería de Marina de Ferrol (octubre de 1851), Eduardo, como
músico de contrata, y su padre (abuelo de Pizzicato), como Músico Mayor. En
1855, Joaquín Epifanio de Arana es destinado a Ferrol como sargento 2.º y en
1858 se retiraría como sargento 1.º.
Oficialización
de las músicas
Tras casi
tres décadas de unión de los cuerpos de Infantería y Artillería de Marina, la
reforma Lersundi, de 1857, (Real Orden de 6 de mayo de 1857), los separa,
convirtiendo la Artillería en un cuerpo facultativo. La Infantería se organiza y
es entonces cuando se oficializan las músicas. Las de los batallones de los
cuerpos ligeros se denominaban «charangas». No utilizaban instrumentos
embarazosos, ya que participaban con las unidades en campaña. Se componían
básicamente de instrumentos de viento-metal. Las charangas habían aparecido en
1847 en el Ejército, donde se prohibió expresamente que utilizaran bombo,
platillos y el chinesco (perteneciente a la familia de la “cítara”).
Por otro
lado, las músicas de los batallones de Infantería de Marina también se
denominaron «charangas», pero para constituirlas no era suficiente con los
músicos llamados de contrata, sino que hubo que aumentar la plantilla de cada
una de las ocho compañías del batallón en un sargento 2.º, y admitir hasta 12
jóvenes menores de edad como educandos. Estos militares eran denominados
«músicos de plaza», por contraste con los de contrata, y constituían una manera
económica de cubrir las plazas de las charangas.
El 1 de
enero de 1858, Eduardo Arana pasa a desempeñar el puesto de Músico Mayor -más
adelante “director”- del 5.º batallón de Ferrol. Eduardo está desde el primer
momento participando de la organización de las agrupaciones musicales de
Infantería de Marina.
No me voy a
detener en las numerosas vicisitudes puntuales de su trayectoria, que, además
del riesgo de caer en un texto cansino, darían para un libro mientras que he de
moverme en unos siete mil caracteres. Solo me detendré en aquellos aspectos
susceptibles de ser subrayados en la obra de este ferrolano, que pasó por
África, Portugal y dos veces estuvo en Cuba, en total diez años, y siempre como
un gran “activista” de la música tanto de las charangas como las bandas,
aportando impulsos, creación y talento.
Su trabajo
viene resumido en un denso artículo publicado en la Historia Naval titulado En
la gestación de las músicas de Infantería de Marina tuvo un papel fundamental
Eduardo de Arana Fernández, que firma Francisco Javier Miranda Freire,
coronel de Infantería de Marina (reserva).
Este destaca
los esfuerzos continuos de Arana para mantener el nivel artístico, “empeño que
es reconocido por el público y sus superiores. Como ejemplo de ello -añade-
podemos citar el concierto que dio a beneficio del hospital civil canónigo de
Santiago de Cuba, en abril de 1876. Interpretó el Stabat Mater de Rossini y Las
siete palabras de Haydn, obras para orquesta de cuerda, cuya adaptación para
banda hizo Eduardo Arana, quien compuso también para la ocasión una marcha
fúnebre.
Las músicas
de este cuerpo sumaban los instrumentos tradicionales de las músicas militares
europeas, formadas principalmente por clarinetes, fagotes, oboes, trompas,
cornetas y percusión. Precisamente, para la compra de los instrumentos de la
música del 2.º regimiento se decide acudir a prestigiosas fábricas
centroeuropeas. Arana, comisionado para ello, sale de viaje en julio de 1869
hacia Königgrätz, localidad de Bohemia, en ese momento parte del imperio
austrohúngaro, sede de la casa Ceverny. Allí estuvo dos meses a la espera de
que terminaran de construir los pedidos que llevaba en cartera. Luego se fue a
París para gestionar la compra de los saxofones de la casa Buffet, regresando
finalmente a Ferrol.
Francisco
Javier Miranda en su epílogo señala:
[…] “Eduardo
de Arana fue una figura fundamental en la génesis y desarrollo de las músicas
de Infantería de Marina, tanto desde el punto de vista organizativo como desde
el musical”.
Redes de
contacto
He acudido,
como decía al inicio, a otra fuente, en este caso la investigadora Montserrat Capelán
que firma el trabajo: Eduardo y Ramón Arana: Redes y movimiento musical en
Galicia (1857-1909). Esta autora dice en el resumen de su estudio:
“Entre las
redes de contacto desarrolladas en la Galicia de la segunda mitad del siglo XIX
y principios del XX, tuvieron especial relevancia las llevadas a cabo por
Eduardo y Ramón Arana, padre e hijo respectivamente. Ejercieron éstos no sólo
una importante actividad de dinamización musical de la ciudad sino, también, de
vínculos con buena parte de los músicos gallegos de la época”.
En otro
momento Capelán señala que existieron numerosos salones llevados a cabo por
gallegos. “Conocidos eran, por ejemplo, los soirees que organizaba
Emilia Pardo Bazán tanto en Coruña como en su residencia madrileña. Aparte de
los realizados en las casas de la aristocracia o la burguesía incipiente,
tuvieron especial relevancia los salones dirigidos por músicos. La compositora
santiaguesa Eugenia Osterberger, mientras vivió en Coruña, realizaba veladas
musicales en su casa los miércoles”. En A Coruña, la Sala Berea tuvo especial
relevancia.
Parte de la
actividad musical de la ciudad de Ferrol se puede seguir- justifica Montserrat
Capelán- precisamente, gracias a la correspondencia mantenida por los Arana con
la Casa Berea. Eduardo habla en sus cartas de la sala que tenía Francisco
Piñeiro en Ferrol, “que constituía una verdadera competencia para el teatro de
la ciudad”. Otras salas importantes eran las que organizaban las sociedades
recreativas, como “La Tertulia”, en la que la gente se reunía a conversar y
escuchar música y “La Peña” de la que hablará Ramón de Arana años después.
También se
daba el caso de la organización de reuniones especiales (es decir, no
presentadas en una sala de manera periódica) que, en la ciudad de Ferrol,
consistían, generalmente, en agasajar a militares de alto rango.
Para
terminar, añadiré que Eduardo Arana fallece a los sesenta y cuatro años, en su
casa de la ferrolana calle del Carmen, «tras largo y penoso padecimiento». Su
certificado de defunción dice que tenía carcinoma de estómago. Fue enterrado en
el cementerio de Ferrol. De su hijo Ramón (Pizzicato) puede que me ocupe en un
futuro capítulo.
Este artículo ha sido publicado el doningo 15/06/2025 en Diario de Ferrol
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