A principios del siglo XIX, a punto estuvo de prosperar el título de Conde de Ferrol si se hubiera aceptado una solicitud que apelaba a los méritos contraídos por el general Juan Joaquín Moreno en la guerra contra los ingleses de 1800. Veamos.
Al término
de la batalla de Brión en la que se derrotó al ejército de los ingleses, sobrevino
gran euforia y satisfacción en la Corte española. Por cierto, al enterarse Napoleón de la victoria lo celebró
con el famoso brindis «por los valientes ferrolanos». A raíz de la señalada gesta surgieron
inmediatamente las felicitaciones a los generales José Joaquín Moreno y
Francisco Melgarejo y al Conde del Donadío, Vicente María de Quesada, repartiendo luego premios y ayudas en metálico a los
combatientes, así como a las viudas y huérfanos de los defensores muertos.
Además, a todos los que se habían hallado en primera línea de fuego se les
concedió un escudo de distinción que habría de lucirse en la manga izquierda de
la casaca.
Nos vamos a
fijar en el general Juan Joaquín Moreno por lo que luego se verá.
Cuando los navíos ingleses asomaban por la costa ferrolana,
el comandante de la flota estacionada, Teniente General Juan Joaquín Moreno,
acudió a verificar la información, y él mismo observó entonces cómo fondeaban
los británicos en las playas de Doniños y San Jorge, al norte de la entrada de
la ría de Ferrol y a continuación destruían la artillería defensiva española
más cercana, entre ellas el fortín de Doniños y la batería de Viñas.
Lo primero que hizo Moreno fue marchar a su buque insignia,
el Real Carlos, y ordenar desembarcar
en El Vispón a unos 500 infantes de marina, que a continuación tomaron
posiciones en Brión y La Graña. A ellos se sumarían poco después unos pocos
soldados más enviados por el Tte. General Francisco Melgarejo, ya puesto al
corriente de la situación.
Otras medidas tomadas por Moreno consistieron en alejar sus
barcos de las posiciones enemigas, instalar artillería en el Castillo de San
Felipe y situar lanchas cañoneras en la bocana de la ría para impedir una
posible entrada de buques británicos. Además, reforzó el contingente apostado
en La Graña con 200 marineros más. Melgarejo avisó a las guarniciones cercanas,
y a las 5 de la tarde partió hacia el frente la División de Granaderos y
Cazadores de Jubia, que arribaría a Catabois al anochecer.
No procede continuar con
el relato ya perpetuado en otras publicaciones, pero sí seguirle la pista a
Juan Joaquín Moreno que
confirmó después de estos hechos su brillante carrera en la Armada, arbolando
su insignia en diversos navíos y a pesar de un grave incidente en aguas de
Algeciras, donde se perdieron dos navíos en 1801, resultó absuelto con todos
los pronunciamientos favorables y recibió la gran Cruz de la Real y distinguida
orden de Carlos III en 1802.
Luego fue
durante varios años capitán general del departamento de Cádiz. Lo era al tiempo
del desastre de Trafalgar en 1805, y también cuando en la primavera de 1808 se
produjo el alzamiento nacional contra los franceses, distinguiéndose
notablemente en la rendición de la escuadra del Almirante Rosily. Este suceso
le valió el distintivo de la Banda Roja propia y privativa de los miembros de
la Junta Suprema Gubernativa del Reino. A principios de enero de 1809 fue
nombrado ministro del Consejo Supremo de Guerra y Marina, en cuyo desempeño
murió en Cádiz el 4 de septiembre de 1812.
El general
Moreno se había casado con María Isabel Fabro. De esta unión hubo por hija primogénita
a María del Carmen Moreno y Fabro, que fue la esposa de uno de los más célebres
liberales y revolucionarios de aquella época: Nicolás de Santiago Rotalde y
García del Viso, caballero de la Orden de Calatrava, nacido en Cádiz hacia 1784
y muerto en París en abril de 1833.
Tras el
triunfo de los liberales, desempeñó cargos en el Madrid del Trienio, escribió
obras de teatro y textos políticos y se opuso a la masonería triunfante, afiliándose
a los Comuneros, lo que, junto a su carácter irascible, le produjo algunos
disgustos y persecuciones. Los Cien Mil Hijos de San Luis le llevaron
prisionero a Francia y tras quedar en libertad, pasó a París y a Londres, donde
siguió escribiendo y publicando textos radicales sin poder regresar nunca a su
patria, ya que falleció pocos meses antes de la muerte de Fernando VII.
Escrito a
la reina Isabel II
Pues bien, María
del Carmen Moreno y Fabro, ya viuda, quiso reivindicar y enaltecer la memoria
de su padre y dirigió -estamos en 1849- un escrito a la reina Isabel II,
solicitando la creación del título de Conde de Ferrol, con
el vizcondado previo de San Juan para su hijo
Leonardo de Santiago Rotalde y Moreno, del cuerpo de artillería de Marina y
entonces teniente coronel del Estado Mayor, cuya hoja de servicios militares
acompañaba a la instancia.
Todo fue debidamente
documentado mediante tres certificaciones de la antigua Secretaría de Estado y
del Despacho de Marina, que contenían un detallado resumen de los sucesos
acaecidos en Ferrol en agosto de 1800, suscritas por los generales José
Baldasano, Casimiro de Vigodet y Antonio Fernández-Cavada. La instancia fue
reforzada mediante otra de la misma señora, en la que, tras justificar la
nobleza y las rentas de su hijo y los antecedentes de concesiones nobiliarias,
acompañaba un segundo informe emitido por el general Francisco de Hoyos, director
general de la Armada, con la recomendación favorable a la concesión del propio
ministro de Marina, que era a la sazón el Marqués de Molins.
Rechazada
la petición
Sobre lo
anterior informó el 24 de diciembre de 1849 el Consejo Real en sentido
desfavorable, estimando que no procedía la concesión de esta merced nobiliaria,
por considerar que el general Moreno ya había sido premiado en su día con el
grado de capitán general de la Armada y que los méritos del nieto no bastaban
tampoco, ya que eran los ordinarios de su carrera militar y también habían sido
recompensados mediante la concesión de varios grados. Y aquí terminó el intento
de creación del título nobiliario ferrolano, ya que Su Majestad la reina hizo
suyo el informe del Consejo Real y mandó archivar las instancias de doña Carmen
Moreno,
“El
frustrado Conde de Ferrol, era un personaje sin duda poco común, como acredita
su carrera marítima, militar y civil, que fue ciertamente pintoresca”, señala Alfonso
de Ceballos-Escalera y Gila en “Un título nobiliario nonato: el del
Conde de Ferrol, recogido en la Historia Naval número 116, año 2012, al que
hemos seguido fielmente en esta crónica.
Este artículo se publicó en Diario de Ferrol el 01/06/2025
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