sábado, 7 de junio de 2025

Pedían el título de Conde de Ferrol para un militar apelando a los méritos de su abuelo

 

A principios del siglo XIX, a punto estuvo de prosperar el título de Conde de Ferrol si se hubiera aceptado una solicitud que apelaba a los méritos contraídos por el general Juan Joaquín Moreno en la guerra contra los ingleses de 1800. Veamos.

Al término de la batalla de Brión en la que se derrotó al ejército de los ingleses, sobrevino gran euforia y satisfacción en la Corte española. Por cierto, al enterarse Napoleón de la victoria lo celebró con el famoso brindis «por los valientes ferrolanos». A raíz de la señalada gesta surgieron inmediatamente las felicitaciones a los generales José Joaquín Moreno y Francisco Melgarejo y al Conde del Donadío, Vicente María de Quesada, repartiendo luego premios y ayudas en metálico a los combatientes, así como a las viudas y huérfanos de los defensores muertos. Además, a todos los que se habían hallado en primera línea de fuego se les concedió un escudo de distinción que habría de lucirse en la manga izquierda de la casaca.

Nos vamos a fijar en el general Juan Joaquín Moreno por lo que luego se verá.

Cuando los navíos ingleses asomaban por la costa ferrolana, el comandante de la flota estacionada, Teniente General Juan Joaquín Moreno, acudió a verificar la información, y él mismo observó entonces cómo fondeaban los británicos en las playas de Doniños y San Jorge, al norte de la entrada de la ría de Ferrol y a continuación destruían la artillería defensiva española más cercana, entre ellas el fortín de Doniños y la batería de Viñas.

Lo primero que hizo Moreno fue marchar a su buque insignia, el Real Carlos, y ordenar desembarcar en El Vispón a unos 500 infantes de marina, que a continuación tomaron posiciones en Brión y La Graña. A ellos se sumarían poco después unos pocos soldados más enviados por el Tte. General Francisco Melgarejo, ya puesto al corriente de la situación.

Otras medidas tomadas por Moreno consistieron en alejar sus barcos de las posiciones enemigas, instalar artillería en el Castillo de San Felipe y situar lanchas cañoneras en la bocana de la ría para impedir una posible entrada de buques británicos. Además, reforzó el contingente apostado en La Graña con 200 marineros más. Melgarejo avisó a las guarniciones cercanas, y a las 5 de la tarde partió hacia el frente la División de Granaderos y Cazadores de Jubia, que arribaría a Catabois al anochecer.

No procede continuar con el relato ya perpetuado en otras publicaciones, pero sí seguirle la pista a Juan Joaquín Moreno que confirmó después de estos hechos su brillante carrera en la Armada, arbolando su insignia en diversos navíos y a pesar de un grave incidente en aguas de Algeciras, donde se perdieron dos navíos en 1801, resultó absuelto con todos los pronunciamientos favorables y recibió la gran Cruz de la Real y distinguida orden de Carlos III en 1802.

Luego fue durante varios años capitán general del departamento de Cádiz. Lo era al tiempo del desastre de Trafalgar en 1805, y también cuando en la primavera de 1808 se produjo el alzamiento nacional contra los franceses, distinguiéndose notablemente en la rendición de la escuadra del Almirante Rosily. Este suceso le valió el distintivo de la Banda Roja propia y privativa de los miembros de la Junta Suprema Gubernativa del Reino. A principios de enero de 1809 fue nombrado ministro del Consejo Supremo de Guerra y Marina, en cuyo desempeño murió en Cádiz el 4 de septiembre de 1812.

El general Moreno se había casado con María Isabel Fabro. De esta unión hubo por hija primogénita a María del Carmen Moreno y Fabro, que fue la esposa de uno de los más célebres liberales y revolucionarios de aquella época: Nicolás de Santiago Rotalde y García del Viso, caballero de la Orden de Calatrava, nacido en Cádiz hacia 1784 y muerto en París en abril de 1833.

Tras el triunfo de los liberales, desempeñó cargos en el Madrid del Trienio, escribió obras de teatro y textos políticos y se opuso a la masonería triunfante, afiliándose a los Comuneros, lo que, junto a su carácter irascible, le produjo algunos disgustos y persecuciones. Los Cien Mil Hijos de San Luis le llevaron prisionero a Francia y tras quedar en libertad, pasó a París y a Londres, donde siguió escribiendo y publicando textos radicales sin poder regresar nunca a su patria, ya que falleció pocos meses antes de la muerte de Fernando VII.

Escrito a la reina Isabel II

Pues bien, María del Carmen Moreno y Fabro, ya viuda, quiso reivindicar y enaltecer la memoria de su padre y dirigió -estamos en 1849- un escrito a la reina Isabel II, solicitando la creación del título de Conde de Ferrol, con

 el vizcondado previo de San Juan para su hijo Leonardo de Santiago Rotalde y Moreno, del cuerpo de artillería de Marina y entonces teniente coronel del Estado Mayor, cuya hoja de servicios militares acompañaba a la instancia.

Todo fue debidamente documentado mediante tres certificaciones de la antigua Secretaría de Estado y del Despacho de Marina, que contenían un detallado resumen de los sucesos acaecidos en Ferrol en agosto de 1800, suscritas por los generales José Baldasano, Casimiro de Vigodet y Antonio Fernández-Cavada. La instancia fue reforzada mediante otra de la misma señora, en la que, tras justificar la nobleza y las rentas de su hijo y los antecedentes de concesiones nobiliarias, acompañaba un segundo informe emitido por el general Francisco de Hoyos, director general de la Armada, con la recomendación favorable a la concesión del propio ministro de Marina, que era a la sazón el Marqués de Molins.

Rechazada la petición

Sobre lo anterior informó el 24 de diciembre de 1849 el Consejo Real en sentido desfavorable, estimando que no procedía la concesión de esta merced nobiliaria, por considerar que el general Moreno ya había sido premiado en su día con el grado de capitán general de la Armada y que los méritos del nieto no bastaban tampoco, ya que eran los ordinarios de su carrera militar y también habían sido recompensados mediante la concesión de varios grados. Y aquí terminó el intento de creación del título nobiliario ferrolano, ya que Su Majestad la reina hizo suyo el informe del Consejo Real y mandó archivar las instancias de doña Carmen Moreno,

“El frustrado Conde de Ferrol, era un personaje sin duda poco común, como acredita su carrera marítima, militar y civil, que fue ciertamente pintoresca”, señala Alfonso de Ceballos-Escalera y Gila en “Un título nobiliario nonato: el del Conde de Ferrol, recogido en la Historia Naval número 116, año 2012, al que hemos seguido fielmente en esta crónica.

Este artículo se publicó en Diario de Ferrol el 01/06/2025

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