Ahora que estamos en tiempo de carnaval, de culto al dios Momo, en mis cotidianos paseos por el siempre interesante cosmos de la prensa antigua hallé una entidad que despertó mi curiosidad. Se trata del llamado “Club Recreativo”, que no me sonaba. Todo me moviliza, me llama la atención, pero si la cosa va de sociedades culturales, el asunto añade un plus.
En mi
afanosa investigación, tardé bastante tiempo en conocer a qué intereses
respondía porque la narrativa cronológica me llevaba siempre adelante,
exponiendo las actividades que año tras año, sólo por carnaval, el citado club
desenvolvía, mientras que el periodista que suscribe trataba de ir a los
pilares fundacionales para conocer razones y objetivos.
Ya dije que
esta sociedad entraba en funcionamiento en los primeros meses del año, de cara
a las actividades propias de la época de las carnestolendas y luego se
eclipsaba hasta el año siguiente. Pero, ojo, que, finalmente, vi que duró desde
el año 1910 hasta que se desató la sublevación de los militares en el 36 y a
partir de ahí solo aparece en las efemérides.
Gran
agitador cultural
Logré,
naturalmente, saber a qué obedecía aquel “Club Recreativo”, gran agitador
cultural de los bailes de disfraces, actividades que cosechaban buenos
titulares en la prensa local y constituían una prueba de fuego para el cronista
que había de elaborar el relato a base de manejar con machacona insistencia la
hipérbole, el ditirambo, la lisonja literaria con el fin de reunir los más
concurridos aforos, siempre utilizando el mejor, el gran coliseo ferrolano, el
teatro Jofre.
No podía ser
de otra manera. Obedecía a objetivos altruistas. Las recaudaciones iban
directamente a los pobres enfermos que se canalizaban a través del Hospital de
Caridad cuando dicha institución estaba vinculada a la gestión del teatro
Jofre.
El 14 de
noviembre de 1910, El Correo Gallego, periódico local, titulaba “Nueva sociedad
de bailes para el teatro Jofre”. En esta columna informativa señalaba que se
había registrado una reunión de “crecido” número de conocidas personas “para
dar forma a la plausible idea de organizar una colectividad que celebrará
magníficos festivales, incluso bailes, cuyos productos se destinarán al
Hospital de Caridad para los fines benéficos del Santo Asilo”. Agrega la nota
que la idea halló una favorable acogida, nombrándose ya, por aclamación, la
primera junta directiva, que formó de la siguiente manera:
Aniceto
Cortés, presidente
Presidente,
Aniceto Cortés; vicepresidente, Pascual Rey; contador, Pablo Rodríguez;
vicecontador, Ricardo Nores; depositario, Fernando Fernández; vicedepositario,
Alfonso Piñón; secretario, Manuel Naya; vicesecretario, Manuel Martín y
vocales: Emilio Jordán, Dionisio Larraya, Herbet Aihinssn, Alec Sweny, Luis
Castro, Manuel Díaz, Juan Cervera, Emilio Otero, Manuel F. Barreiro, Francisco
Rodríguez, Manuel Leira, Miguel Fernández, Rafael Álvarez, Eduardo Roibás,
Bernardino Edreira, Vicente Álvarez y Alejandro Rodríguez.
Por la
composición tanto en número como de personas es fácil deducir que se trataba de
una directiva muy representativa de diversos estamentos ciudadanos. En los días
siguientes, ante posibles habladurías, fue necesario recalcar que ninguna de
las personas que formaban la directiva del Club Recreativo pertenecían a otras
sociedades de bailes. “El club no persigue idea alguna de lucro personal, ni
más fin que el altruista y generoso de aumentar el caudal de los pobres
enfermos”.
En lo
sucesivo, las crónicas de ambiente auguraban un gran éxito, como así fue, del
primer festival que se llegó a celebrar coincidiendo con el fin de año, el 31
de diciembre de 1910. En adelante y hasta el año 1936, el Club Recreativo hacía
acto de presencia en la prensa local para organizar distinguidos bailes de
disfraces con magníficos premios. Siempre tirando de buenas formaciones
musicales para amenizar las veladas, incluso llegando a contar en un par de
ocasiones con la tuna compostelana.
De entre
toda la literatura periodística, destacamos el alarde de El Correo Gallego, el
26 de febrero de 1928, con el que ilustramos esta colaboración.
¿Por qué la
relación del club recreativo con el Hospital de Caridad?
Las penurias
de la hacienda pública repercutían en la financiación del Hospital de Caridad,
puesto que en el año 1859 el Estado se incautó de todas las fincas propiedad
del establecimiento, entregando a cambio deuda pública. El cobro de los
intereses de esta deuda fue muy problemático, recurriendo el hospital a la
intercesión de ferrolanos establecidos en Madrid. Así, gracias a la
intervención del ministro de Marina, se consigue el cobro de parte de los
intereses.
La rifa
del cerdo
A partir de
1872, el Gobierno de la nación ordena la suspensión del pago de intereses de la
deuda pública. Se mantienen durante este período las acciones populares que
ayudan a la financiación, como son la celebración de los bailes de carnaval y
la rifa del cerdo de San Martín en los salones del hospital, acciones que se
encadenan con las del Club Recreativo.
Por cierto,
aunque hoy parezca curioso lo de la rifa de un cerdo, no lo era en aquellas
fechas. De hecho, en la prensa de la época, encontramos esta actividad
organizada con fines recaudatorios en beneficio de entidades religiosas, asilos
de la beneficencia, ejército en tiempos de guerra, soldados heridos o enfermos
que regresaban de Cuba, etc.
Casualmente,
vemos como al final del relato confluyen disfraces y cerdo, tan presentes ambos
fenómenos en las costumbres y tradiciones de estas fechas.
Este artículo fue publicado en Nordesía, suplemento dominical de Diario de Ferrol, con fecha 02-03-2025
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