martes, 18 de febrero de 2025

Ángel Boado, lejos de la memoria colectiva

En no pocas ocasiones, el castigo que han de sufrir los grandes humildes, los (las) que no van por la vida pagados de su vanidad, es que la historia los ha de eclipsar injustamente. Eso parece haberle ocurrido al personaje del que hoy nos ocupamos, al que, lamentablemente, hacemos lejos de la memoria colectiva.

El 23 de julio de 1905 fallecía Ángel Boado y Montes, un genio de la pintura y significado marino, héroe de la guerra de Cuba, nacido en Ferrol el 27 de octubre de 1855. “Solo aquella sangrienta página de nuestra moderna historia conturbó el sosiego de amante familia y allí el militar pundonoroso cumplió con los deberes que la patria le imponía, sufriendo también la aciaga suerte de la derrota. Se inició entonces la terrible dolencia que le arrebata de entre nosotros”

De esta manera iniciaba El Correo Gallego un emotivo obituario, al día siguiente de su muerte, subrayando que para Ferrol y para Galicia, la muerte de Ángel Boado era “desgracia inmensa porque nos priva de un amigo excelente, de un artista meritísimo y genial, de excepcionales dotes, honra de la patria que le vio nacer”.

Agrega el cronista que “si Ángel Boado sintiera el acicate de la notoriedad, si su modestia excesiva no hubiera sido siempre obstáculo, para él infranqueable, su nombre perduraría, figurando cual se merece entre los dibujantes españoles de mayor habilidad e ingenio”.

De la referencia en prensa se deduce que estamos ante un artista dotado de un temperamento equilibrado y sano, erudito y correcto, destacándose por su gusto intachable. “Fiel observador de la realidad, sagaz en sus atisbos, certero y claro en la expresión del rasgo, hallaba siempre para sus intencionadas y saladísimas caricaturas, la nota justa, cómica o picaresca, sin exageraciones ampulosas”.

El Correo Gallego da fe recordando haber contado en sus páginas con “la estimadísima y asidua colaboración de Ángel Boado, desde el año 1883, en que ilustró la no terminada historia de Ferrol de Vitorino Novo con una hermosa portada, editada al cromo, y las artísticas cabezas de capítulo constituidas por alegóricos y militares atributos de afortunado acierto en la composición y factura”.

Además, se cuenta que no ha habido en Ferrol festejo en el que no se solicitara con empeño el concurso de Ángel Boado, que cooperó siempre al éxito brillante con su fecunda inventiva e inagotable ingenio.

Y así, queriendo huir de la exhibición, del elogio, del aplauso, sintiendo horror no fingido por los plácemes que en la prensa y en los círculos se le tributaban, estimando excesivo lo que era justo y encerrado en su modestia, se captó las simpatías o las amistades de todos los que le trataban y el cariño profundo de sus íntimos. “Porque estos jamás han de olvidar aquel corazón noble y leal, el trato franco y caballeroso, la sensibilidad exquisita y la sinceridad sin artificio alguno que le adornaban”.

Al año de fallecer, Ángel Boado y Montes fue objeto de una conferencia impartida en el Ateneo por el socio, también militar, Luis Mesía, quien reforzó su palabra con citas de expertos:

“Yo creo firmemente que si Boado se hubiese dedicado exclusivamente a la pintura y hubiese producido sus obras en otro medio, habría alcanzado tal renombre que sus apuntes y dibujos que hoy guardan con cariño los que fueron sus amigos, se cotizarían como joyas de inestimable valor”.

El conferenciante hizo también alusión a la Peña Artística periódico manuscrito, ilustrado por varios aficionados y en el que a primera vista se destacaban vigorosamente las caricaturas de Boado. Quienes en Ferrol han contemplado el periódico (cuyo número único que se publicaba en la extinta sociedad la Peña era solicitado para leerlo y, sobre todo, para mirar los trabajos de Boado, no tan solo por la inmensa mayoría de los socios, sino también por muchas familias ajenas a la sociedad) no encontraban frases con que alabar la belleza y perfección de los trabajos”.

Refiriéndose a su perfil de militar, Mesía puso de relieve la caballerosidad y dignidad extremada de Boado, a quien los médicos habían pronosticado que el clima de Cuba sería fatal a su salud y que eso, no obstante, partió a la guerra a bordo del Oquendo, en el que asistió a la hecatombe de Santiago de Cuba, siendo uno de los últimos en abandonar el buque y viéndose en inminente peligro de perecer porque no sabía nadar.

Dijo también el conferenciante que el afán de oscurecerse era el mayor y único defecto que le conocía, “y su extremada modestia ha sido causa de que el arte haya perdido obras meritísimas y que sus amigos no conserven mayor número de recuerdos, pues destruía o inutilizaba, por considerarla sin valor alguno, la mayor parte de su producción. Nada suyo encontraba bueno, nunca firmaba sus obras como no fuesen en absoluto originales. Los elogios le molestaban y era tan enemigo de la exhibición que, si él pudiese prever que después de su muerte yo habría de alabarlo, me hubiera prevenido y rogado que no lo hiciera”.

Con motivo de esta conferencia, el Ateneo ferrolano acogió una exposición de la obra de Ángel Boado.

“Guardaba las excelencias de un maestro”

Por su parte, Norberto Piñeiro para el Almanaque de Ferrol de 1907 escribió: “Ángel Boado poseía las especiales cualidades de un buen pintor. Todos debieran ser como él, puros, geniales, espontáneos. […] Guardaba en sí las excelentes condiciones de un maestro. […] Tenía una sagacidad visual capaz de retener por mucho tiempo los detalles y pormenores de todo cuanto observaba. Llevaba el compás en los ojos, como pedía Miguel Ángel, en la firmeza y vigor de los contornos. Acusaba una rara facilidad al precisar la línea en todas sus inflexiones, sin notarse en los perfiles la más ligera indecisión. […] Daba a sus figuras una gracia y encanto particulares. Trazándolas siempre en expresiva y característica postura, era una de las manifestaciones más propensas a sentir la belleza. […] El lápiz, la pluma y la acuarela bastaban para fijar sus impresiones. Muy raras veces usaba la paleta, era un improvisador feliz de rápida ejecución y escogía los procedimientos menos engorrosos. […] Si fuera posible dar a conocer todos los dibujos ejecutados por Ángel Boado, repartidos y estimadísimos hoy entre sus deudos y amigos, mi juicio se honraría con la expresión del unánime asentimiento. […] La portada de la historia de Ferrol, que empezó a publicarse en 1883 es una alegoría de gran expresión y sentimiento. Una matrona envuelta en amplio y flotante ropaje dirige sus escrutadoras miradas hacia la costa, donde se levanta un torreón Sur, montado de luminoso fanal, el emblema de la ciudad. A sus pies, sobre densas nubes, el tiempo y la verdad. La rueda alada y la antorcha encendida disipan las tinieblas que rodean el grupo. El asunto está tratado admirablemente inspirado en las fantásticas creaciones de Gustavo Doré. Muchos dibujos y viñetas ostentan la misma obra en el comienzo de varios capítulos ejecutados también por Boado con el delicado gusto y corrección. Los editores hubieran hallado en él un excelente ilustrador. […] cuando en el terreno satírico lució también su habilidad con notables caricaturas, aunque no debieran llamarse así, porque son más bien retratos festivos exentos de malicia”.

Finalmente, refiriéndose a su trayectoria como marino, Norberto Piñeiro relata que en una de las torres del Oquendo asistió al combate naval de Santiago de Cuba. “Su espíritu, sus ideas, su delicado organismo, hondamente agitado por escenas de desolación y de muerte, recibieron allí una fuerte impresión. Buscó luego en las costas levantinas alivio a su profundo malestar. Inútil recurso, pues aumentaron con los nuevos horizontes su viva imaginación y su sentimiento artístico, pero disminuyeron visiblemente sus decaídas fuerzas”.

Este artículo fue publicado en el suplemento Nordesía/Diario de Ferrol, 16-02-2025

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