lunes, 2 de diciembre de 2024

 

                Las históricas riadas de Esmelle, Neda y Ares


Al hilo de la tragedia que vive la comunidad de Valencia, hemos hecho un rastreo por las hemerotecas porque, salvando las grandes distancias, entre ellas la ausencia de víctimas mortales, también por esta zona han ocurrido a lo largo de la historia graves inundaciones.

Si hemos de echar mano de la cronología y de lo que encontramos en nuestras modestas investigaciones, ya en el año 1859 se registró un temporal, curiosamente en pleno mes de agosto, que estuvo a punto de llevarse vidas por delante en Esmelle y aldeas colindantes, episodio del que me hice eco en el libro “Curiosidades Ferrolanas II” (Embora, 2024).

Tal fue la cantidad de agua caída que llegaba hasta el techo de las viviendas. Existe un relato, recogido en la publicación Esperanza, firmado por el cura párroco (que se identifica como un suscriptor)  en  el que, entre otras apreciaciones, señala que si el aguacero  hubiera durado media hora más, “seguramente la mayor parte de los vecinos de estas parroquias (Esmelle y San Jorge) de las que soy párroco, hubieran sido víctimas del torrente de las aguas en términos que en esta iglesia de Esmelle llegaron a inundar el altar mayor”.

Las piedras más enormes de los montes y las tapias de piedra más arraigadas, que eran la división de los cercados y caminos, han desaparecido por el diluvio, quedando estos con hoyos y aberturas inmensas que interceptaron las comunicaciones de vecino a vecino, de tal modo que los trabajos de labranza no pueden ejercerse ni a pie ni con carro, como igualmente no pueden concurrir a misa ni administrarles los auxilios espirituales sin grave peligro de vida”.

La Iberia, de Madrid del 19 de agosto de 1859 también se hace eco de esta catástrofe, señalando que causó grandes estragos en las parroquias de Cobas, Esmelle, San Jorge y Doniños. “Las aguas -explica el mencionado rotativo madrileño- subieron hasta los techos de las casas y arrasaron los sembrados de maíz destruyendo así el porvenir de aquellos infelices labradores”.

 

Las inundaciones de Neda

En El Correo Gallego de 21 de diciembre de 1878, se publica una carta que dice que al amanecer del día 19, algunos vecinos de los Castros y lugares de Santa María de Neda preveían dejar sus casas y salvar sus ganados de una terrible inundación, provocada por las crecidas del Belelle. Sin embargo, sobre las 9:00 horas circulaban noticias de que el temporal no tendría tan serias consecuencias.

Las nieblas que durante toda la mañana coronaron las montañas y la abundante lluvia que no cesó un instante -detalla la información publicada- hicieron que a las 13:00 horas volviera el Belelle a registrar nuevo incremento, pero con tales proporciones que saliendo de sus cauces se desbordó por los campos, inundando la parte baja de Santa María, obligando, ahora sí, a los vecinos a abandonar sus casas, llevando consigo sus ganados.

“La posesión del Sr. Seselle y la fábrica de curtidos del Sr. Serrano ofrecieron muy serios cuidados por hallarse situadas en el sitio de mayor peligro y porque entre estas dos propiedades se interponía el Basteiro, puente que desde la riada anterior (aquí se ve que no era la primera) carece de estribo en una parte y hoy su arco se halla sostenido por puntales de pino. En fin, la ruina del Basteiro hubiera causado muchos y muy graves daños, pero felizmente empezó a decrecer el caudal a las seis de la tarde, si bien haciendo esperar nueva crecida por la continua y no interrumpida lluvia de la noche”, subraya el citado periódico.

Añade que algunos malhechores, aprovechando el sobresalto de los vecinos de Santa María, la oscuridad de la noche y el ruido del viento y de la lluvia, forzaron la puerta de la sacristía de la parroquia y penetraron en el templo para ejecutar un robo. En dicha puerta se veían, además de las inequívocas señales de grandes golpes, diversos daños. “Los tabernáculos o custodias de todos los altares se hallaban abiertos y en el del mayor faltaba el copón, pero las sagradas formas quedaron depositadas sobre los corporales. En este mismo altar se encontraba la Virgen sin corona, sin pendientes y sin clavillo, pero de estas prendas la primera se encontró rota y golpeada, sin duda por ser de mal metal. Hecho el reconocimiento, se declara que faltaban el copón, un porta-viático, dos pesos del cepillo de San Antonio y una caja de metal amarillo, hecha y grabada hace años en la fábrica de Jubia y en la que guardaba las partículas el sacristán”, precisa la crónica que firma Antonio Carballido.

La pluma de Wenceslao Fernández Flórez        

Otra inundación ocurrió en los primeros días de febrero de 1910 y, curiosamente, quedó en los "almacenes" de la prensa escrita una crónica firmada por Wenceslao Fernández Flórez, entonces director del "Diario Ferrolano", que llevaba el título "Agua trágica", reportaje relacionado con el área de la villa de Neda, en la que los ríos Belelle y Basteiro arrasaron con lo que encontraban por delante.

En los prolegómenos, WFF llega a escribir "El espectáculo de una inundación es algo grande y bello, como toda catástrofe". Sorprende -disculpe el lector una breve digresión- cuando menos, esta afirmación del periodista, más tarde ilustre cronista parlamentario y escritor. ¿Es posible abstraerse del lado trágico y angustioso que él mismo relata para quedarse con la supuesta grandeza y belleza de toda catástrofe?
En efecto, da la impresión de que el autor nada en las aguas desbordadas entre lo sublime y lo terrible. Es capaz de aunar catástrofe y belleza, también de alcanzar la belleza del caos.
Volviendo al relato, el ilustre reportero señala que “las aguas han subido medio metro sobre la carretera de Neda. Ha llovido pavorosamente. El huracán ha pasado su escuadrón de ráfagas por toda la ciudad, dominándola. Las calles son torrenteras; el soplo gigantesco ha apagado todas las luces y hay una angustia de miedo en las almas ante el horror de la noche [...] A un lado y a otro, los campos se han convertido en lagunas y los árboles de los bosquecillos emergen del agua, duplicándose en ella, dejando islitas de verdor [...] Santa María de Neda ha sido la parte de la comarca más castigada por la inundación [...] Las casas de un lugar, en Valvís, muestran sus tejados sobre la masa líquida de un color de lodo [...] Por las ventanas abiertas de las casuchas se ven los muebles amontonados."
Otros periódicos dan cuenta también de dichas inundaciones, aunque con un tratamiento menos relevante, en las que narran que las aguas se desbordaron a las puertas de Ferrol, pereciendo muchas cabezas de ganado y numerosas aves de corral.

 También la villa de Ares sufrió los efectos del mismo temporal. El Correo  Gallego de 24 de febrero de 1910 subraya en un suelto que se inundaron más de cincuenta casas. Los ríos tuvieron gran crecida desbordándose por las calles y en una de estas se derrumbaron dos casas y en varios comercios hubo pérdidas considerables. Los más ancianos testimoniaron que no recordaban algo semejante.

 Publicado en el suplemento dominical Nordesía/Diario de Ferrol, 01-12-2024

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