Una de las calamidades que tuvo que soportar la villa de Ferrol durante el dominio de los condes de Lemos fue, además de una peste, un horroroso incendio que se declaró el 19 de junio de 1568 y que redujo a cenizas 370 casas de las 400 que había, según relata el historiador Montero Aróstegui en la "Historia de Ferrol".
Contaba entonces la primitiva villa unos cuatrocientos vecinos "y sobre dos mil almas", que vivían de la pesca y salazón. "Amaneció el sábado 19 de junio y, como de costumbre, los pescadores salieron a la mar. Eran las seis de la mañana cuando a la voz de fuego cundió la alarma por la población". El siniestro comenzó en una vivienda de la calle llamada Ferrería. Sus llamas se propagaron rápidamente. "El incendio era tan voraz y tan recio era el viento que soplaba de levante que hacía avanzar las llamas tres y cuatro casas más adelante del punto donde llegaba", subraya la crónica de Aróstegui.
Dice también el historiador que todos clamaban por sus padres, esposos y sus deudos que, ajenos a aquella terrible desgracia, se encontraban en la mar. El fuego no duró más de siete horas con el resultado ya narrado. De las aldeas limítrofes acudieron muchas personas para prestar auxilios "pero no bastaron salvar siquiera todos los muebles y ajuares de las casas".
Esta desgracia hundió a los antiguos vecinos de Ferrol en una espantosa miseria. Sin casas donde albergarse, desgarrados y perdidos, andaban errantes por los pueblos comarcanos implorando caridad pública y acogiéndose algunos en las casas de sus amigos y familiares. Se calculó el daño en más de ciento cincuenta mil ducados. Subraya el historiador que era tanta la importancia que ya entonces tenía el puerto de Ferrol y de tal magnitud el fomento de la salazón..."que no pasó mucho tiempo sin que se hubiesen en parte reparado las grandes pérdidas".
Contaba entonces la primitiva villa unos cuatrocientos vecinos "y sobre dos mil almas", que vivían de la pesca y salazón. "Amaneció el sábado 19 de junio y, como de costumbre, los pescadores salieron a la mar. Eran las seis de la mañana cuando a la voz de fuego cundió la alarma por la población". El siniestro comenzó en una vivienda de la calle llamada Ferrería. Sus llamas se propagaron rápidamente. "El incendio era tan voraz y tan recio era el viento que soplaba de levante que hacía avanzar las llamas tres y cuatro casas más adelante del punto donde llegaba", subraya la crónica de Aróstegui.
Dice también el historiador que todos clamaban por sus padres, esposos y sus deudos que, ajenos a aquella terrible desgracia, se encontraban en la mar. El fuego no duró más de siete horas con el resultado ya narrado. De las aldeas limítrofes acudieron muchas personas para prestar auxilios "pero no bastaron salvar siquiera todos los muebles y ajuares de las casas".
Esta desgracia hundió a los antiguos vecinos de Ferrol en una espantosa miseria. Sin casas donde albergarse, desgarrados y perdidos, andaban errantes por los pueblos comarcanos implorando caridad pública y acogiéndose algunos en las casas de sus amigos y familiares. Se calculó el daño en más de ciento cincuenta mil ducados. Subraya el historiador que era tanta la importancia que ya entonces tenía el puerto de Ferrol y de tal magnitud el fomento de la salazón..."que no pasó mucho tiempo sin que se hubiesen en parte reparado las grandes pérdidas".
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