Este artículo fue escrito, pero no publicado, a raíz de una reunión de ateneos celebrada en Gijón en el año 2001. La reflexión (que viene justificada porque recientemente se llevó a cabo en Ferrol un encuentro de directivos de ateneos de Cataluña) fue redactada cuando se van a cumplir dieciséis años de aquel acontecimiento, al que asistí. Creo que la aportación tiene todavía vigencia.
Los ateneístas, en un paseo por la ciudad asturiana |
Vivimos las ventajas de la era del conocimiento y de la comunicación, pero a lomos de un vértigo con innumerables riesgos, entre ellos la frivolización o banalización de determinados valores de signo ético y moral que nos abocan a la mediocridad. Una mediocridad que se manifiesta en las formas de vida, esto es, costumbres, códigos de conducta, rituales, religiones, etc, todos ellos elementos, junto con otros, que conforman el croquis cultural de una sociedad. Si vamos un poco más allá, se advierten síntomas de cierto ostracismo y abdicación por parte de sectores tales como los intelectuales que, por su condición, debieran de actuar como actores críticos ante tanta chabacanería como la que nos envuelve. Pero esto es harina de otro costal.
Es por eso que siempre ha de alfombrarse el camino a iniciativas que
sacudan la inercia colectiva, que sitúen al sujeto ante la realidad cantante y
sonante, que nos lleven, en definitiva, aunque sea por momentos, a la reflexión
y al manejo del diálogo y del debate como instrumentos de comunicación y
enriquecimiento cultural. En ese marco, un significado colectivo de ateneístas
y periodistas iberoamericanos filipinos, en reunión celebrada en noviembre de
2001 en Gijón, hemos podido comprobar como dentro de la diversidad hay
fenómenos que son comunes porque, obviamente, el avance tecnológico permite que
las corrientes de opinión, como el hecho cultural y un infinito caudal de
información se difunda y alcance los confines del planeta a través del gran
panel mediático.
En consonancia con lo anterior, hay que felicitar a ese gran visionario
(Arturo Azuela, dixit) y favorecedor de la interculturalidad que es el
presidente del Ateneo Jovellanos gijonés, José Luis Martínez, actualmente
titular de la Asociación Iberoamericana Filipina de Ateneos, hombre reconocido
y admirado, por lo que hemos podido observar los que teníamos la condición de
foráneos en las recientes jornadas.
El presidente del Ateneo gijonés José Luis Martínez, a la izquierda, entrega un diploma al escritor e historiador mexicano Arturo Azuela (1938-2012) |
No creo que este sea el caso de la sociedad gijonesa, paradigma del
movimiento ateneísta a juzgar por el número de entidades de este género que han
proliferado en la historia contemporánea de Asturias, pero no estará de menos
hacer el recordatorio.
Lo bueno sería que los ateneos fuesen autosuficientes, porque la
dependencia siempre condiciona y coarta la libertad de movimientos, pero
orillemos la utopía para poner los pies en el suelo. Este tipo de sociedades
culturales generalmente requieren el apoyo de las administraciones para
alcanzar lo que no pueden con sus recursos naturales: programas ambiciosos,
publicaciones interesantes, premios y certámenes de prestigio, infraestructuras
dignas en las que desenvolver sus actividades, etc. Es ahí en donde las
instituciones deben/deberían de dar el do de pecho porque al fin y a la postre,
en este caso los ateneos, están dando respuesta a déficits de las propias
administraciones.
Espero que el Ateneo Jovellanos, pletórico de actividades –más de cien
al año- no se encuentre en esos apuros, pero si así fuere invito a los gestores
de la cosa pública a que piensen que la cultura es el antídoto de la
mediocridad y del ostracismo a los que nos referíamos más arriba, que piensen
también que un pueblo cultivado y
abierto tiene muchas más claves para construir una convivencia civilizada y un
futuro en democracia y en libertad.
Germán Castro
Periodista.
Ferrol. Noviembre de 2001
Ferrol. Noviembre de 2001
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.