Los intelectuales locales publicaban en "El Correo Gallego"sus reflexiones y colaboraciones en torno a la Nochebuena |
Hice un repaso a mi hemeroteca
(fundamentalmente "El Correo Gallego") para ver como se vivían las
fiestas navideñas hacia finales del siglo XIX. Claro, el voraz consumismo
actual no operaba por aquel entonces y eso se acusa en que apenas había
referencias a las actividades programadas y si se insertaban se quedaban en
meros sueltos informativos, sin titulares destacados lo que, dicho sea de paso,
me obligó a afinar el ojo. Se prestaba más relevante atención a la Nochebuena
de otros países. O, en todo caso, se cubría el expediente con reflexiones más o
menos traídas al caso por escritores locales de la época: Joaquín de Arévalo,
V. Novo y García, Eduardo de Pato...
Las
"turcas" en las misas del gallo
Rompían el ambiente anodino de las fiestas
navideñas decimonónicas los "pifostios" que se organizaban en las
misas del gallo. Por ejemplo, 1885, misa del gallo en la capilla
del Hospital Militar. El cronista dice "mucha gente como de costumbre y
como de costumbre también alguna que otra "turca" exhibiéndose
estúpidamente en lugar sagrado". El periodista sigue y precisa "se
comprende que la misa del gallo haya sido suprimida de las iglesias porque aun
celebrándose en capillas que podríamos llamar reservadas y limitando mucho el
permiso de entrada, no se puede evitar el escándalo de los que "cenan
fuerte".
En el año 1885, la crónica señala "es
mucho el consumo de peleón (¿?) y otros líquidos lo que hace que los cerebros
funcionen en casos tales con mayor excitación que de ordinario". Sobre la
misa del gallo "hubo misa en los dos hospitales, de Caridad y Militar. La
primera no fue pública y varios individuos apedrearon las ventanas del
hospital".
Año 1900, misa del gallo en el convento de
la Enseñanza "en la que se promovió un pequeño tumulto con intervención de
la policía municipal".
¿Qué balances se hacían en el tránsito de
año?
Me quedé con el fin de año de 1880. El periodista de "El Correo Gallego" señala que durante los doce meses, Ferrol no ha sentido los efectos de mejora alguna. Añado textuales:
"Sin ferrocarril estábamos y sin
ferrocaril seguimos; sin alumbrado de gas comenzamos el año y con alumbrado de
petróleo lo terminamos...siguen paralizados los trabajos del Teatro nuevo y la
plaza del mercado". Como dato, tal vez más pintoresco que de interés
general, reseña que "nos ha visitado un yate imperial ruso, el
"Livadia" en el que, por cierto, la leyenda dice que viajaba el
compositor musical Rimsky Korsacov. Pero esta historia la dejo para otra
ocasión. La referencia periodística acusa igualmente que no se colocó la
estatua de Sánchez Barcaiztegui "y no se derribaron aquellos vejestorios
de casas que dan frente al muelle Curuxeiras. Esto ya no es tan decimonónico, diría
yo, vista la situación actual de Ferrol Vello.
Ahora bien, aflora en este tiempo el Ferrol
de los matemáticos. En este período se imprimieron "Geometría
analítica", de Julio Meirás, "Ejercicios de trigonometría", de
Ángel García, "Aritmética elemental" del mismo autor, algunos de los
cuales se elevaron a la categoría del ibros de texto. También empezó a
publicarse un periódico diario "El Brigantino". Finalmente, el
cronista concluía "Si el año que hoy termina no nos trajo grandes males,
tampoco se puede afirmar que nos trajera grandes bienes".
Las
parrandas nocturnas
Antaño
como hogaño, la gente, después de la cena en familia, salía a la calle, unos a
pasear arriba y abajo en plan "troula", otros refugiándose en las
salas de los liceos recreativos. Así se escribía en 1890: "las calles de
la ciudad estuvieron toda la noche animadas de gente de bueno humor. Parrandas
y grupos de familias pasearon calles y calles...bofetadas se repartieron
algunas entre un grupo de ciudadanos que armados de guitarra recorrían la
población. Un individuo agredió a otro descargándole un fuerte garrotazo en la
cabeza "regalo de pascuas", apostilla el cronista. En la Nochebuena
se daba una comida extraordinaria a los hospicianos y una pese o dos a los
presos de la cárcel pública.
En el año
1900 se marcaba también un premio de 50 pesetas a cada uno de los niños o
niñas, hijos de padres pobres, que vinieran al mundo en el nuevo siglo.
Funcionaban el teatro y el cinematógrafo y los café, cafeterías y colmados
estaban repletos de gente.
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