jueves, 26 de diciembre de 2024

¿Quién fue Sinforiano López?

 

La calle Real se llamó durante mucho tiempo Sinforiano López. Hablamos de décadas entre el siglo XIX y casi mediados del XX, cuando una vez finalizada la contienda civil, el rótulo fue sustituido por el de General Franco. Lo curioso del caso es que no era ferrolano, ni siquiera gallego. No prestó ningún servicio a esta ciudad y hasta es posible que no la haya visitado. O, al menos, no parece existir este dato en las fuentes consultadas. Este era un hombre liberal, que se vino a vivir a la vecina ciudad coruñesa en donde se levantó contra la invasión francesa. Tenía un extraordinario don de la palabra con la que movilizaba masas. Terminó en la horca ejecutada en el Campo de la Leña de la vecina ciudad, al conspirar, tras defender la independencia, contra el absolutismo de la época. Así lo recoge A. Villar Ponte en “Algunos Temas Gallegos, II volumen”. Sinforiano López Alía fue un mártir más de la libertad. Trataré de abundar en la información, bebiendo fundamentalmente de lo que escribió José de Pato en el Almanaque de Ferrol para 1907 y de periódicos de la época.

Relata De Pato que “el modesto patriota cuyo nombre lleva la principal de las vías públicas ferrolanas vivió en períodos de onda agitación social. Hijo del pueblo encarnó sus anhelos y aspiraciones traduciéndolos con una fogosa verbosidad que conmovía y arrastraba las muchedumbres y este prestigio y esta fuerza que le daban sus cualidades naturales eran incompatibles con el modo de ser de una época en que el despotismo más cruel y sanguinario establecía el régimen de la sumisión y del silencio en los dominios de Fernando VII”.

Sinforiano López Alía era natural de Madrid y se hallaba establecido en La Coruña ejerciendo el oficio de guarnicionero cuando la invasión francesa de 1808 originó el vigoroso y unánime alzamiento de las regiones españolas contra las hasta entonces invencibles huestes del gran Napoleón. Sus ideas liberales y su elocuencia tribunicia le habían granjeado el cariño de la multitud hasta el punto de que esta cogía con absoluta conformidad las inspiraciones del popular artesano.

Sinforiano López que en la exaltación de sus ideas liberales debía encontrar más odioso el sistema de tiranía imperante secundó en La Coruña una conjuración a la que no era ajeno el general don Juan Díaz Porlier. Sus trabajos se dirigían principalmente a ganar la voluntad de las tropas de la guarnición, pero denunciado por unos soldados del Regimiento Imperial Alejandro fue preso y sometido a un proceso durante el cual se le ofreció el perdón de su culpa si revelaba los nombres de sus cómplices.

Persuadidos los jueces de que este ofrecimiento no quebrantaba la entereza del reo fue condenado a morir en la horca siendo ejecutado en abril de 1815 y uniéndose de este modo un nuevo nombre a la larga lista de los mártires de la libertad española. Poco tiempo tardó en figurar también en ella el nombre del mismo general Porlier

José de Pato (foto) matiza “al grabar su nombre en las lápidas de la calle Real se ha querido sin duda confirmar las tradiciones liberales de este pueblo con motivo de una personalidad cuyo recuerdo aparece en la historia realzado con la aureola del martirio”. El que se le haya dado el nombre de una calle se debió a la iniciativa de la Sociedad Constitucional de Ferrol, instituida después de los sucesos mencionados y cuyos estatutos aprobó la Junta Suprema de Gobierno de Galicia en abril de 1820. Los ciudadanos presidente y secretario de la misma Francisco Paula Madrazo y Carlos Fuster, respectivamente, firmaron la exposición que fue presentada al ayuntamiento en sesión de 20 de julio solicitando que se sustituyese el nombre de la calle Real por el de Sinforiano López, el de la calle Magdalena por el del Brigadier Romay y el de la calle de la Cárcel Vieja por el de Olmos “en atención a los sacrificios que han hecho estos individuos y trabajos que han padecido por su adhesión al régimen constitucional hasta llegar el primero al extremo de perder la vida en un cadalso y los segundos a vagar errantes fuera de su patria”.

El Ayuntamiento acordó que para perpetuar la memoria se inscribiera en la calle Real el nombre de don Sinforiano López, teniente que fue de las milicias urbanas de La Coruña, “pero para evitar los daños que pudieran seguirse de una total mutación en los nombres de las calles dispuso que se prevenga al arquitecto de la villa que cuide que en las dos rotuladas de dicha calle Real se añada a este nombre lo siguiente: “y del mártir de la patria don Sinforiano López”.

Empero, con respecto a distinguir en igual forma los nombres de Romay y Olmos, el Ayuntamiento optó por hacer un manifiesto público de alta consideración, pero que como todavía estaban vivos no le pareció oportuno dar el mismo trato que al que había perdido la vida.

La oración fúnebre

Todas las referencias encontradas por quien esto subscribe ratifican el valor y las altas virtudes de Sinforiano López. De Antonio Benito Fandiño, un destacado periodista muy reconocido en la Galicia de 1820, en “Algunos temas gallegos, II volumen” Andrés Martínez Salazar escribe:

“De los trabajos que Fandiño se proponía publicar, sólo poseemos el primer pliego de la «Oración fúnebre, que, a la inmortal memoria del nunca bien celebrado español y heroico patriota, D. Sinforiano López Alía, víctima de la verdad y mártir de la justicia, compuso y da a la prensa su grande amigo D. Antonio Benito Fandiño para que, ya que no predicaba, a lo menos sea leída y dedicada a las Cortes españolas del año de 1821. Laméntase (Fandiño) en este escrito -sigue diciendo Martínez Salazar- de que para todos aquellos que se distinguieron en aquellos sucesos, hubo un predicador adecuado, que pregonase sus glorias, se les hicieron honras y honores, y nadie se ha acordado del Benemérito hijo de la patria en el grado más heroico, a quien nadie ha excedido; protomártir glorioso y archirestaurador de la libertad, el célebre español y esclarecido patriota D. Sinforiano López Alía. Si más por descuido que malicia, no se hizo de tí, hasta ahora, el debido recuerdo por la gran nación á que perteneciste, y que tanto has servido, aún vive, superando vicisitudes y trabajos, tu grande amigo, para clamar que tienes tanto derecho a verte inscrito con letras de oro en el salón de Cortes, como Catón a su estatua en Senado de Roma.»

José de pato recupera, finalmente, el hilo del relato para señalar que esta “Oración fúnebre”, incompleta, y una calle de Ferrol, que lleva su nombre, son los únicos recuerdos que han quedado en Galicia del célebre patriota Sinforiano López Alia; “é ignoramos si Madrid, su villa natal, le ha hecho algún honor, y si le conoce siquiera”.

Conviene precisar que, posteriormente, La Coruña también daría su nombre a una calle que todavía se mantiene, no así la de Ferrol que al ser suplida por el nombre del dictador, perdió la identidad para siempre.

 Publicado no Diario de Ferrol, supl. dominical Nordesía, 22 de decembro de 2024.

sábado, 14 de diciembre de 2024

De Benito Vicetto a Álvaro Paradela: Dous personaxes no esquecemento.

 

Cúmprense dúas efemérides, o bicentenario de Vicetto no ano que remata, e o 45 aniversario do falecemento, tal día como hoxe, de Álvaro Paradela.

Salvando distancias no tempo e tamén nos perfís dos mencionados, ao meu modo de ver danse, a pesar de todo, algúns puntos en común. Por exemplo, trátase de dúas personalidades que amaban a Galicia, que deixaron pegada no mundo da literatura, a poesía, o xornalismo e que non teñen o privilexio de reinar na memoria colectiva, unha maneira sutil de sinalar que están condenados ao silencio, ao esquecemento.

Entrando ao detalle, cando leo as cartas de Vicetto a Murguía, acho actitudes moi semellantes na (aparente?) displicencia con que Vicetto trataba a Murguía e Paradela ao seu biógrafo e sonetista, César Michelena. Vexamos: Vicetto a Murguía : Chico, eres un infame, ni me escribes, nin me corriges [...] y, por fin, de postre, me comes las palabras que en la plana 104 Amaro dirige a Íldara” (Badaxoz, 22 de abril de 1857).

Paradela ao seu amigo e biógrafo César Michelena: “Somentes teño medo de ler ou seu galego. Lémbrame foneticamente e sen esforzos ou tubo de escabe dun coche-cacharro [:::] Teño que ler ou seu idioma sentado para non caer de cu”. Poño displicencias entre interrogantes porque máis ben este tipo de diálogos entran no plano da confianza, do privado.

Destacar o amor a Galicia por parte de Vicetto é unha obviedade. Se algo lle recoñecen todos, fieis e detractores incluído o seu “inimigo íntimo”, Manuel Murguía -Xosé Fandiño, dixit- é a súa paixón e loita por dar valor e entidade a Galicia, paixón representada nos sete tomos da Historia de Galicia e unha inxente obra narrativa histórica e novelística, iso a pesar da súa morte prematura, con só 54 anos.

No caso de Álvaro Paradela haberá que subliñar que na súa obra poética, como tamén a xornalística e os seus “Cadernos de Amaro Orzán”, palpita ostensiblemente a súa alma e identidade patrióticas. De feito o seu cadleito foi á tumba envolvido na bandeira galega. Vicetto como Murguía prodigaron a súa presenza na prensa para proxectar as súas respectivas producións, concretamente á hora de “tocar a lira” que diría Paradela en clave de humor, referíndose ao apartado da composición poética. O historiador ferrolán deixou “sementadas” diversas publicacións polas que discorreu tamén cos seus folletins, mentres que Paradela Criado fíxoo fundamentalmente en La Voz de Ortigueira, pero tamén en publicacións galegas e máis aló en países de fala hispana.

Existen, abondando nasa coincidencias, senllos episodios que non parecen moverse nas esencias do onírico, antes ao contrario foron reais e deixaron marcada pegada en ambos os personaxes. Refírome á intervención de ambos en casos de fusilamentos, Vicetto como militar ao mando dun pelotón, en tempos da guerra carlista e Paradela actuando como médico nun axustizamento, no caso da Guerra Civil española.

 En fin, Álvaro Paradela e Benito Vicetto, dúas personalidades para tempos distintos con circunstancias distantes, pero algunhas “cousiñas” en común e un signo semellante, o esquecemento. Hoxe cúmprense 45 anos da morte do médico, escritor e poeta, ao resultar atropelado cando, de mañá, nun día moi chuvioso, sacaba a pasear o seu can e ao atravesar a estrada de Castela, en cuxas proximidades vivía, produciuse o fatal accidente.

Publicado no Diario de Ferrol, venres, 13 de decembro de 2024 (pax. 10)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

De Benito Vicetto a Álvaro Paradela: Dos personajes dados al olvido.


Se cumplen dos efemérides, el bicentenario de Vicetto en el año que finaliza, y el 45 aniversario del fallecimiento, tal día como hoy, de Álvaro Paradela.

Salvando distancias en el tiempo y también en los perfiles de los mencionados, a mi modo de ver se dan, a pesar de todo, algunos puntos en común. Por ejemplo, se trata de dos personalidades que amaban a Galicia, que dejaron huella en el mundo de la literatura, la poesía, el periodismo y que no tienen el privilegio de reinar en la memoria colectiva, una manera sutil de señalar que están condenados al silencio, al olvido.

Entrando al detalle, cuando leo las cartas de Vicetto a Murguía, hallo actitudes muy semejantes, verbigracia en la (¿aparente?) displicencia con que Vicetto trataba a Murguía y Paradela a su biógrafo y sonetista, César Michelena. Veamos: Vicetto a Murguía :”Chico, eres un infame, ni me escribes, ni me corriges […] y por fin, de postre, me comes las palabras que en la plana 104 Amaro le dirige a Ildara” (Badajoz, 22 de abril de 1857).

Paradela a su biógrafo César Michelena: “Somentes teño medo de ler o seu galego. Lémbrame fonéticamente e sen esforzos o tubo de escabe dun coche-cacharro […] Teño que ler o seu idioma sentado para non caer de cú”. Pongo displicencias entre interrogantes porque más lo situaría en el plano de la confianza, de lo privado.

Destacar el amor a Galicia por parte de Vicetto es una obviedad. Si algo le reconocen todos, fieles y detractores incluido su “enemigo íntimo”, Manuel Murguía -Xosé Fandiño, dixit- es su pasión y lucha por dar valor y entidad a Galicia, pasión representada en los siete tomos de la Historia de Galicia y una ingente obra narrativa histórica y novelística, ello a pesar de su muerte prematura, con solo 54 años.

En el caso de Álvaro Paradela habrá que subrayar que en su obra poética, como también la periodística y sus “Cuadernos de Amaro Orzán”, palpita ostensiblemente su alma e identidad patrióticas. De hecho su féretro fue a la tumba envuelto en la bandera gallega.

Vicetto como Murguía prodigaron, mejor dicho multiplicaron, su presencia en la prensa para proyectar sus respectivas producciones, concretamente a la hora de “tocar la lira” que diría Paradela en clave de humor, refiriéndose al apartado de la composición poética. El historiador ferrolano dejó “sembradas” diversas publicaciones por las que discurrió también con sus folletines, mientras que Paradela Criado lo hizo fundamentalmente en La Voz de Ortigueira, pero también en publicaciones gallegas y más allá en países de habla hispana.

Existen, a mayor abundamiento de coincidencias, sendos episodios que no parecen moverse en las esencias de lo onírico, antes al contrario fueron reales y dejaron marcada huella en ambos personajes. Me refiero a la intervención de ambos en casos de fusilamientos, Vicetto como militar al mando de un pelotón, en tiempos de la guerra carlista y Paradela actuando como médico en un ajusticiamiento en el caso de la Guerra Civil española.

 En fin, Álvaro Paradela y Benito Vicetto, dos personalidades para tiempos distintos con circunstancias distantes, pero algunas “cosillas” en común y un signo semejante, el olvido. Hoy se cumplen 45 años de la muerte de “Amaro Orzán”, al resultar atropellado cuando, de mañana, en un día muy lluvioso, sacaba a pasear su perro y al atravesar la carretera de Castilla, en cuyas proximidades vivía, se produjo el fatal accidente.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


viernes, 13 de diciembre de 2024

 

El antiguo Hospicio costó 250.000 pesetas en 1896

 



A diario vemos y leemos actividades que tienen como sede el antiguo Hospicio Municipal. Habiendo acopiado algún material, pensé que no estaría de más recordar y describir lo que fue ese centro de beneficencia y nada mejor que hacerlo partiendo, precisamente, de los datos que fueron publicados en vísperas de su inauguración, allá por el mes de octubre de 1896.

El nuevo asilo se proyectó para doscientos acogidos, niños y ancianos. Fue considerada en su día muy acertada la ubicación, hoy calle Méndez Núñez, y la orientación, una para gozar del calor solar en el invierno y la otra para librarse del calor del estío. Todo pensado y previsto por el arquitecto Sr. Belmás. Una gran escalinata daba acceso desde la calle al edificio que constaba de cuatro plantas, o sea, sótanos, piso bajo, principal y segundo. En la planta baja, seis balcones correspondientes a otros tantos huecos, en el principal, nueve y en el segundo seis, frente 60 metros y fondo de 62. El inmueble ocupa una extensión de 3750 metros cuadrados, con espacio para jardines. En suma, el establecimiento cuenta con 90 metros por individuo, diez más de la máxima que exigían los higienistas de la época.

Cada dormitorio, 24 camas

En el cuerpo central estaban los servicios generales, mientras que los pabellones laterales se destinaban a escuelas en la planta baja y dormitorios en los pisos principal y segundo. Cada dormitorio disponía de 24 camas, una de ellas para el inspector y otra para los alumnos formando una sección. Un pabellón correspondía a un sexo y el pabellón opuesto al otro. Hay cuatro secciones para varones y cuatro para mujeres cada una de ellas tiene retrete, cuarto de baño, cuarto de duchas y cuarto de servicio.

Los cuartos de aseo eran amplios, con una serie a su alrededor de grifos y palanganas en igual número al de alumnos. A la cabeza de cada cama se contemplaba un armarito para que el alumno respectivo guardase allí los objetos de su uso, juguetes y otras cosillas de su propiedad “que les den parientes, amigos o personas caritativas”, matiza el periodista de El Correo Gallego, no identificado, que elabora el reportaje. Y añade “así, adquirirán hábitos de personalidad. Es un principio de respeto que debe dejarse resida hasta en el aislado más pobre”.

Un pozo, en previsión de que fallase el servicio de agua

Para el caso de que la población estuviese desabastecida de aguas se prevé un pozo, pues el ensayo hecho allí por el arquitecto ha sido satisfactorio, encontrando agua en bastante cantidad. Propone el señor Belmás, a mayor abundamiento, la colocación de un aeromotor en la cubierta del edificio, estableciendo unos depósitos en los distintos puntos de la misma y haciendo por añadidura unos aljibes en el exterior del edificio, a los cuales fuesen a parar las aguas de lluvias desde los tejados. Agua que sería elevada por medio del aeromotor, teniendo así con grandísima facilidad instalado el abastecimiento de aguas con relativo poco gasto y con abundancia.

Se harán plantaciones de arbolado en la huerta y alrededores del establecimiento. Los retretes serán de cierre hidráulico. El suelo del sótano ha de ser de hormigón y cemento portland, los muros de la fábrica de ladrillo, los pavimentos de madera inyectada. De materia antiséptica por ser menos fría en invierno, la cubierta de teja plana “para impedir que sea, como la mayoría de los tejados del Ferrol, casi campo de cultivo”.

Las escuelas, museos, bibliotecas

Las escuelas estarán divididas por edades y sexos. La sala de actos es un espacio central dispuesto a fin de que pueda servir para los oficios del culto y conferencias y pláticas religiosas, y al propio tiempo para entrega de premios y otros actos escolares u oficiales. Los alumnos estarán a un lado y las alumnas a otros. Para personas invitadas se dispondrá de una tribuna, que puede ser sitio de lectura y librería.

Subiendo por la escalinata y después de pasar la puerta principal, estará el salón de espera, que dará paso al propio tiempo al de actos. A la derecha, entrando a la portería, la administración y la sala de visitas de mujeres, a la izquierda.

Habrá una escalera privada solo para el director, administrador, médico y alguna que otra persona más y comunicará todos los pisos desde el sótano a lo más alto, de suerte que la vigilancia superior se puede hacer en todo el establecimiento sin que nadie se aperciba. Escaleras generales, ahora dos, una a la derecha para la comunicación de los niños y otra a la izquierda, para la de las niñas. Los comedores, 21 para cada sexo. Para los Juegos se destinará siempre, con la conveniente separación de niños y niñas, la huerta o jardín del edificio y en días de lluvia, la galería. La administración interior ocupará los sótanos a la derecha, todo lo relativo a las ropas y a la izquierda, lo que se relaciona con la alimentación, dando a la galería general de comunicación, anchura, luz, ventilación e independencia.

En la citada parte derecha estará el lavadero, amplia dependencia de 10 m de latitud por 6 de longitud para lavar, colar y secar la ropa con un aparato secador de rotación y un armario, secador, el salón de costura y plancha de cinco metros de longitud y cuatro de latitud y el guardarropa.

A la izquierda, la cocina, que es un salón de 10 m de largo por 6 de ancho, la leñera y carbonera, la despensa, el cuarto de entrega de alimentos y el almacén. Estos salones tienen perfectas cualidades para ser habitados. Hay habitaciones para las hermanas de la caridad.

Como se ve, todo está dispuesto para que la vida interna se realice con independencia y facilidad. Las comidas ascenderán de la cocina a los comedores automáticamente. El arquitecto indica la conveniencia de que se instalen relojes eléctricos en todas las clases y dependencias para que todo movimiento se haga de una manera silenciosa y sin necesidad de campanas, timbres y otros auxiliares análogos.

Se propone la iluminación eléctrica en todo el edificio y el rodearlo de plantaciones y jardines bien estudiados.

Presupuesto.

El de contrata de las obras del edificio, a excepción de la planta de sótanos, era el siguiente. Presupuesto de las obras, 217.388,67, pesetas, dirección y administración 1.086,93. Imprevistos 2.173,58. Beneficio industrial 19.562,28. Total 249.962,46 pesetas.

  Publicado en el suplemento dominical Nordesía/Diario de Ferrol, 08-12-2024

miércoles, 4 de diciembre de 2024

 Rafael Permuy, in memoriam




Hoy es Santa Bárbara, patrona del arma de Artillería. Inevitable el recuerdo del amigo Rafael Permuy, artillero profesional y periodista vocacional. No acabo de procesar su reciente y case repentino fallecimiento. Éramos buenos amigos. Entre nosotros existían muchos lugares comunes y también muchas complicidades. Siempre en la memoria!!

Lo que sigue aparece publicado en este blog el 15 de febrero de 2014.


Arriba, encima de la foto actual, se puede ver a un jovencito
Rafael Permuy, block en ristre, tomando declaraciones de un
interlocutor vecinal. A la izquierda, parte superior, en recuadro,
la firma del reportero.
Rafael Permuy es un ferrolano, vinculado al periodismo militar, director de publicaciones de la editorial Galland Books, diplomado especialista militar en comunicación social, fue adjunto a la dirección de la Revista Española de Historia Militar, es comandante de artillería en la reserva, escribió más de 20 libros, es, con el que suscribe, columnista de Mundiario.com...y para qué seguir. Brillantísimo curriculum, para aburrir, de seguir desmenuzándolo. Pero me voy a detener en sus orígenes, porque el amigo y colega es producto de la escuela de Ferrol Diario, como también los somos otros, aunque con una trayectoria más modesta. Se ha hablado muchas veces, con polémica servida en su tiempo, de la escuela de pintores ferrolanos, de la escuela de actores ferrolanos, etc., a la que, sin duda, hay que añadir la escuela de periodistas ferrolanos, que nos desbravamos en aquel entrañable y añorado Ferrol Diario de los Jovalo (José Varela Losada), Mario Couceiro, Vicentón, Arturo Lezcano, Bieito Rubido, José Manuel Orriols, Manuel Torrente, Manuel Beceiro, Andrés París, Carlos Agulló, Cristobo Ramírez, Xoán Barro, Chisco, Coque Bruquetas, Antonio Martínez Barcón (Ambar), etc. Como hoy se puede hacer teniendo como referencia el Diario de Ferrol. A Rafael Permuy hay que ubicarlo en los primeros años de la década de los setenta, despachando páginas y páginas del FD, luciendo, ya de jovencito, raza, llamada vocacional y recursos y habilidades para hacer frente a cualquiera de los géneros. Lo que se dice un "todoterreno". El reportaje era uno de los géneros apetecidos, muy gratificante. Una doble página, bien ilustrada gráficamente, con foto y firma en recuadro del periodista "oficiante", era un trabajo que lucía, estimulaba el coraje profesional, alimentaba la autoestima. Aunque, en un periódico pequeño y en aquellas circunstancias acababa uno haciendo de todo, afortunadamente, porque fue un provechoso rodaje que sentó los cimientos para muchos profesionales que luego cobraron prestigio y nombre. Yo, compaginando entonces estudios y periodismo amateur, seguía a Rafael Permuy, lo leía con fruición, tomaba nota de aquellos magníficos despliegues y, cómo no, anhelaba seguir su estela productiva. Curiosamente, se puede decir que en el año 1974 le tomé el relevo. También yo viviría a partir de entonces la emoción de un periodismo de calle, entregado, sin condiciones, ni horarios, ni cortapisas. Nos faltaba, eso sí, la libertad, deshacernos de la dictadura. Objetivo que también se lograría. Rafael Permuy, un periodista como la copa de un pino, un amigo de siempre.


lunes, 2 de diciembre de 2024

 

                Las históricas riadas de Esmelle, Neda y Ares


Al hilo de la tragedia que vive la comunidad de Valencia, hemos hecho un rastreo por las hemerotecas porque, salvando las grandes distancias, entre ellas la ausencia de víctimas mortales, también por esta zona han ocurrido a lo largo de la historia graves inundaciones.

Si hemos de echar mano de la cronología y de lo que encontramos en nuestras modestas investigaciones, ya en el año 1859 se registró un temporal, curiosamente en pleno mes de agosto, que estuvo a punto de llevarse vidas por delante en Esmelle y aldeas colindantes, episodio del que me hice eco en el libro “Curiosidades Ferrolanas II” (Embora, 2024).

Tal fue la cantidad de agua caída que llegaba hasta el techo de las viviendas. Existe un relato, recogido en la publicación Esperanza, firmado por el cura párroco (que se identifica como un suscriptor)  en  el que, entre otras apreciaciones, señala que si el aguacero  hubiera durado media hora más, “seguramente la mayor parte de los vecinos de estas parroquias (Esmelle y San Jorge) de las que soy párroco, hubieran sido víctimas del torrente de las aguas en términos que en esta iglesia de Esmelle llegaron a inundar el altar mayor”.

Las piedras más enormes de los montes y las tapias de piedra más arraigadas, que eran la división de los cercados y caminos, han desaparecido por el diluvio, quedando estos con hoyos y aberturas inmensas que interceptaron las comunicaciones de vecino a vecino, de tal modo que los trabajos de labranza no pueden ejercerse ni a pie ni con carro, como igualmente no pueden concurrir a misa ni administrarles los auxilios espirituales sin grave peligro de vida”.

La Iberia, de Madrid del 19 de agosto de 1859 también se hace eco de esta catástrofe, señalando que causó grandes estragos en las parroquias de Cobas, Esmelle, San Jorge y Doniños. “Las aguas -explica el mencionado rotativo madrileño- subieron hasta los techos de las casas y arrasaron los sembrados de maíz destruyendo así el porvenir de aquellos infelices labradores”.

 

Las inundaciones de Neda

En El Correo Gallego de 21 de diciembre de 1878, se publica una carta que dice que al amanecer del día 19, algunos vecinos de los Castros y lugares de Santa María de Neda preveían dejar sus casas y salvar sus ganados de una terrible inundación, provocada por las crecidas del Belelle. Sin embargo, sobre las 9:00 horas circulaban noticias de que el temporal no tendría tan serias consecuencias.

Las nieblas que durante toda la mañana coronaron las montañas y la abundante lluvia que no cesó un instante -detalla la información publicada- hicieron que a las 13:00 horas volviera el Belelle a registrar nuevo incremento, pero con tales proporciones que saliendo de sus cauces se desbordó por los campos, inundando la parte baja de Santa María, obligando, ahora sí, a los vecinos a abandonar sus casas, llevando consigo sus ganados.

“La posesión del Sr. Seselle y la fábrica de curtidos del Sr. Serrano ofrecieron muy serios cuidados por hallarse situadas en el sitio de mayor peligro y porque entre estas dos propiedades se interponía el Basteiro, puente que desde la riada anterior (aquí se ve que no era la primera) carece de estribo en una parte y hoy su arco se halla sostenido por puntales de pino. En fin, la ruina del Basteiro hubiera causado muchos y muy graves daños, pero felizmente empezó a decrecer el caudal a las seis de la tarde, si bien haciendo esperar nueva crecida por la continua y no interrumpida lluvia de la noche”, subraya el citado periódico.

Añade que algunos malhechores, aprovechando el sobresalto de los vecinos de Santa María, la oscuridad de la noche y el ruido del viento y de la lluvia, forzaron la puerta de la sacristía de la parroquia y penetraron en el templo para ejecutar un robo. En dicha puerta se veían, además de las inequívocas señales de grandes golpes, diversos daños. “Los tabernáculos o custodias de todos los altares se hallaban abiertos y en el del mayor faltaba el copón, pero las sagradas formas quedaron depositadas sobre los corporales. En este mismo altar se encontraba la Virgen sin corona, sin pendientes y sin clavillo, pero de estas prendas la primera se encontró rota y golpeada, sin duda por ser de mal metal. Hecho el reconocimiento, se declara que faltaban el copón, un porta-viático, dos pesos del cepillo de San Antonio y una caja de metal amarillo, hecha y grabada hace años en la fábrica de Jubia y en la que guardaba las partículas el sacristán”, precisa la crónica que firma Antonio Carballido.

La pluma de Wenceslao Fernández Flórez        

Otra inundación ocurrió en los primeros días de febrero de 1910 y, curiosamente, quedó en los "almacenes" de la prensa escrita una crónica firmada por Wenceslao Fernández Flórez, entonces director del "Diario Ferrolano", que llevaba el título "Agua trágica", reportaje relacionado con el área de la villa de Neda, en la que los ríos Belelle y Basteiro arrasaron con lo que encontraban por delante.

En los prolegómenos, WFF llega a escribir "El espectáculo de una inundación es algo grande y bello, como toda catástrofe". Sorprende -disculpe el lector una breve digresión- cuando menos, esta afirmación del periodista, más tarde ilustre cronista parlamentario y escritor. ¿Es posible abstraerse del lado trágico y angustioso que él mismo relata para quedarse con la supuesta grandeza y belleza de toda catástrofe?
En efecto, da la impresión de que el autor nada en las aguas desbordadas entre lo sublime y lo terrible. Es capaz de aunar catástrofe y belleza, también de alcanzar la belleza del caos.
Volviendo al relato, el ilustre reportero señala que “las aguas han subido medio metro sobre la carretera de Neda. Ha llovido pavorosamente. El huracán ha pasado su escuadrón de ráfagas por toda la ciudad, dominándola. Las calles son torrenteras; el soplo gigantesco ha apagado todas las luces y hay una angustia de miedo en las almas ante el horror de la noche [...] A un lado y a otro, los campos se han convertido en lagunas y los árboles de los bosquecillos emergen del agua, duplicándose en ella, dejando islitas de verdor [...] Santa María de Neda ha sido la parte de la comarca más castigada por la inundación [...] Las casas de un lugar, en Valvís, muestran sus tejados sobre la masa líquida de un color de lodo [...] Por las ventanas abiertas de las casuchas se ven los muebles amontonados."
Otros periódicos dan cuenta también de dichas inundaciones, aunque con un tratamiento menos relevante, en las que narran que las aguas se desbordaron a las puertas de Ferrol, pereciendo muchas cabezas de ganado y numerosas aves de corral.

 También la villa de Ares sufrió los efectos del mismo temporal. El Correo  Gallego de 24 de febrero de 1910 subraya en un suelto que se inundaron más de cincuenta casas. Los ríos tuvieron gran crecida desbordándose por las calles y en una de estas se derrumbaron dos casas y en varios comercios hubo pérdidas considerables. Los más ancianos testimoniaron que no recordaban algo semejante.

 Publicado en el suplemento dominical Nordesía/Diario de Ferrol, 01-12-2024

lunes, 25 de noviembre de 2024

 

El astillero de Vila y Cia., oro en la Exposición Regional de Lugo

 

 


En agosto de 1896, los astilleros de los señores Vila y Cía. de La Graña preparaban su presencia en la Exposición Regional de Lugo, que se llevaría a cabo entre los últimos días de agosto y el mes de octubre. La maqueta -pena de una foto, elemental en este caso- era considerada como una muestra de los adelantos que en pocos años ha hecho dicho establecimiento naval, “digno por todos conceptos del favor público y de la protección del Estado para el que está trabajando en la actualidad, pues a la perfección con que allí se ejecutan los trabajos, se une también la economía si se atiende a los precios bajísimos a que está construyendo los avisos torpederos de 823 toneladas “Doña María de Molina”, “Don Álvaro de Bazán” y “Marqués de la Victoria”, subrayaba el periódico de la época La Monarquía.

Dicha maqueta consistía en una mesa forrada por sus costados y tapa de paño encarnado con cantoneras de pino barnizado de 8,40 metros de largo, 2'00 de ancho y 0,90 de altura. Sobre dicha mesa descansaba una elegante urna de pino barnizado de 6,90 metros de largo, 1,35 de ancho y 1,30 de altura, cuyas caras laterales estaban divididas en tres marcos que cerraban tres grandísimos cristales y cuyas cabezas lo formaba uno solo.

Dentro de la urna y figurando una grada, asienta sobre sus picaderos el modelo del cañonero “Doña María de Molina”, compuesto de dos cuerpos separados, el de proa y el de popa. Este modelo, que es todo de cedro sin barniz alguno, está forrado por un costado y completamente abierto por el otro a fin de dejar ver todos los detalles de construcción, como cuadernas, bajos, mamparos y distribución interior, apreciándose los menores detalles “ejecutados con una perfección y acabamiento tal que dudamos pueda presentarse un ejemplar mejor en ningún astillero de los más afamados del extranjero”, enfatiza la crónica.

 

La historia, en cuadros de nogal

Por las dimensiones de la vitrina, la tapa de esta deja desde el asiento hasta los bordes un espacio de unos cincuenta centímetros todo alrededor. Este espacio ha sido ocupado del modo siguiente: en las cabezas se han colocado dos magníficos cuadros de nogal barnizados, en uno de los cuales va en breves líneas la historia del Astillero, el más antiguo de los particulares de España, historia formada en extracto con los nombres de los barcos que construyó en su primera época, barcos de madera y vela; segunda de barcos de madera y de vapor y tercera de barcos de acero, de guerra y mercantes, “que acusan cuanto ha contribuido y contribuye la casa de Vila al progreso de las industrias navales españolas”.

El otro cuadro recreaba los cañoneros que en ese momento construía la casa para la Marina de guerra, con una descripción sumario de sus partes más importantes como dimensiones principales, casco, máquinas, distribución de mamparos, artillería, etc. Este trabajo hecho por el delineante Tomás Lorenzo Pardo “revela en su autor grandísima paciencia por los minuciosos y diminutos detalles que encierra y, al mismo tiempo, la delicadeza de sus líneas pone muy alto el nombre de ese delineante entre los de su clase por la perfección del trabajo”.

Encima de la mesa y a un costado y otro, artísticamente colocados, se ubican dos modelos de despiece del “María de Molina” y de los tres cañoneros “Marqués de Molíns”, “Vicente Yañez Pinzón” y “Galicia”, construidos tres años atrás por la casa Vila y a esa altura prestando servicio en la Isla de Cuba. También se han repartido, en los huecos que dejan los modelos, fotografías del astillero y de los talleres y gradas, así como dos modelos al natural de remachado de plancha, uno representando los remaches de punta de diamante usado para las calderas de vapor uniendo dos planchas solapadas y otro de dos planchas a tope con cubrejuntas de dos filas de remaches con cabeza a nivel de la cara vista.

Llamaba la atención en esta plancha el calafateo de su junta, “la cual es imposible de percibir ni aun para la mejor vista acusando una notable habilidad en los operarios que lo han ejecutado”. Completan el espacio sobrante sobre la mesa, un sombrero de teja y una montera hechos con plancha de acero de tres milímetros repujada en la fragua y sin soldadura alguna,” trabajo notable que acredita una vez más que los operarios ferrolanos de metales no tienen que envidiar en cuanto a destreza e inteligencia a los de ninguna parte”. Las caras verticales que cierran la mesa ostentan en sus cabezas un rótulo que dice: «Astillero de Vila y Cía—LaGraña. Ferrol» y en los tres marcos de las laterales "se han formado otros tantos trofeos hechos con herramientas de herreros, armadores, remachadores, carpinteros y algunos atributos de marina.

Candelabros de bronce

Rodean, finalmente, la instalación unos candeleros de bronce unidos por un cabo de abacá, formando a una distancia de medio metro de la mesa una valla que impide que los visitantes de la exposición puedan aproximarse demasiado y tocar los objetos expuestos.

Insistimos, vista la descripción de la maqueta a exposición, cuánto desearíamos tener una fotografía que, realmente, economizaría palabra escrita y reflejaría, huyendo de un texto, tal vez algo tedioso, el arte de las personas que han participado en su diseño y construcción. Tal es así que el articulista de La Monarquía terminaba de esta guisa:

“Al terminar nuestra reseña, no podemos menos de felicitar con entusiasmo verdadero a los señores Vila, a sus ingenieros, y a su inteligente y laboriosa maestranza, porque todos no solo contribuirán sin duda alguna a dejar en la próxima exposición bien sentado el pabellón de la industria ferrolana, sino que serán allí un testimonio para los de otras provincias que no la conocen de cuan digna es de admiración y respeto por todos los españoles y sobre todo por sus Gobiernos, que si no la han atendido siempre cual se merece, habrá sido tal vez por no conocerla de cerca y de una manera práctica y tangible”. Dicho queda y añadamos que la artística maqueta fue medalla de oro en la citada Exposición Regional de Lugo, junto con el Arsenal y Escuela de Artes y Oficios, entre otros.

Publicado en el suplemento dominical Nordesía/Diario de Ferrol, 24-11-2024

martes, 19 de noviembre de 2024

 

        Un recorrido por las antiguas Casas Consistoriales


Esta fue la sede del Ayuntamiento anterior a la actual

La crónica de la época señala que, en vísperas de inaugurarse el nuevo Palacio Municipal que hoy conocemos, “se van apagando las polémicas que con referencia al mismo se habían originado. Empezaron estas por el asunto del emplazamiento del edificio. Se discutió luego sobre su aspecto y estilo de facto arquitectónico, para tomar después la crítica popular como blanco, las esculturas que adornan su fachada y sobre todo, las dos sirenas colocadas en ambos lados del escudo de armas de la ciudad. Por si fuera poco, todavía el comadreo callejero, tan dado a señalar parecidos, casi llegó a negar la paternidad de la obra a su proyectista, encontrando la ascendencia del futuro consistorio en otras construcciones congéneres”.

Dejando a un lado la polémica, será ilustrativo lanzar una mirada retrospectiva para apreciar las características de los locales que han ido ocupando sucesivas corporaciones municipales a través de los tiempos.

Consta en acta del Ayuntamiento, que en el año 1613 se habían realizado varias libranzas para construir en la puerta del Castro, la llamada Torre Antigua, con el objeto de colocar en ella el reloj público, y para que sirviese además de sala consistorial y de cárcel. Esta edificación debió de ser reducida e incómoda en grado sumo, puesto que el Conde de Lemos, en carta-orden del 4 de marzo de 1716, mandó establecer por cuenta del municipio otro presidio, disposición que se llevó a efecto adquiriendo de la obra pía Virgen del Rosario una casa situada entre las señaladas con los números 22 y 25 de la calle, que por la causa antedicha, se llama de la cárcel vieja. A este edificio se trasladó también el concejo, cuyas facultades quedaban reducidas poco más que a la provisión de cargos subalternos, pues el nombramiento de alcalde y procurador general lo hacía al Conde de Andrade. Las asambleas de vecinos se celebraban en el atrio de la capilla de San Roque ya que el edificio municipal era insuficiente para su función.

Así las cosas, aparece la Real Cédula de 21 de diciembre de 1733, en virtud de la cual las nobles casas de Andrade y Lemos cesaron en el dominio que había ejercido por espacio de 392 años sobre la villa, pasando esta con sus 222 vecinos a depender de la Corona. El monarca entonces se reservó el derecho de nombrar al alcalde mayor letrado que a la vez sirva de auditor de guerra del departamento. Decreto dado por Felipe II el 7 de junio de 1734. Varias personas pasaron sin pena ni gloria por este puesto hasta que el Rey Carlos III nombró para ocuparlo a Manuel Álvarez Caballero. La descripción que del edificio municipal hace este ilustre corregidor en el acta del 4 de noviembre de 1786 no puede ser más elocuente y desconsoladora. En ella expone que cuando al tomar posesión de su cargo pasó a visitar a los presos, se encontró con que aquellos desgraciados estaban sepultados en una lóbrega triste y húmeda bodega sin separación cuando ya el Emperador Constantino dijera que la cárcel había de ser lugar seguro y saludable.

Su impresión no mejoró al ver que las reuniones del concejo tenían que celebrarse en la propia habitación del alcalde, desprovista de todo ornamento, de forma que ni silla de Presidencia había. El archivo lo formaban unas viejas arcas en las que estaban metidos sin orden ni método los documentos.

En vista de lo que antecede, realizó gestiones cerca del monarca para la construcción de una nueva casa consistorial, con arreglo a los planos hechos por el coronel de ingenieros y sargento mayor de la plaza, don Dionisio Sánchez Aguilera. “Pero entonces, como ahora, empezaron algunos timoratos a decir que la obra proyectada era de una envergadura exagerada para Ferrol”. Como consecuencia, el señor Álvarez Caballero dijo que quien más ennoblece a los pueblos son los magníficos edificios cuya memoria aún después de su ruina duran los futuros siglos. Y reforzaba su aserto con obras como el templo de Diana en Éfeso; en Cartago el monumento en honor de Juno; en Bizancio, sus nobles murallas a Babilonia, etc., y a España, el monasterio de San Lorenzo del Escorial.

Por otra parte, nuestro municipio, que no hacía muchos decenios había recibido a doña Ana María de Neoburgo, esposa de Carlos II, era un lugar muy visitado, no solamente por altos dignatarios de la Corte, a los que era preciso dar un alojamiento en consonancia con su alcurnia, sino incluso por extranjeros, los cuales se temía que podrían llevarse una mala imagen. La realidad era que la única construcción digna de alabanza eran sus arsenales.

A pesar del celo y de la actividad desplegada por el señor Álvarez Caballero en favor de la edificación del nuevo consistorio, no pudo ver su propósito convertido en realidad por haberse trasladado a Valladolid para desempeñar el cargo de oidor de aquella chancillería. No obstante, antes de su marcha reparó la sala de la Torre antigua, donde volvieron a celebrarse las sesiones desde 1784 a 1788. En este periodo, reconociéndose la imperiosa necesidad de proporcionar instalación adecuada a una cátedra de latinidad y a una escuela pública, se acordó construir en el llamado campo de la horca, frente a la calle del Desengaño, un edificio. Ocupada la planta baja del mismo por los centros docentes citados y quedando vacíos en el primer piso unos salones amplios, trasladó a ellos el ayuntamiento, su sala de sesiones y su archivo.

Tres años más tarde se aprobaba el proyecto de casa consistorial que había mandado confeccionar el señor Álvarez Caballero. Dicha obra, que se pretendía hacer en la Plaza de Dolores, se llevó a cabo al fin en el corralón destinado a la custodia de las astillas del arsenal. Se trata de la cárcel nueva, edificio que posteriormente fue ocupado por el Instituto de Enseñanza Media y después Gobierno militar, hoy Abanca. Comenzaron los trabajos el 17 de marzo de 1794, para terminar a principios del 1802, instalándose inmediatamente en el nuevo edificio, las dependencias municipales y los presos de la cárcel vieja.

Pero el Ayuntamiento no había de encontrar todavía aquí su alojamiento definitivo y así, en 1847 volvió a establecer sus oficinas en la casa que había dejado antes, debiendo esperarse a 1953 para hacer el traslado al actual Palacio Municipal, ahora renovado.  El inmueble que dejaba se convirtió durante la dictadura franquista en el sindicato vertical.

Publicado en el suplemento dominical Nordesía/Diario de Ferrol, 17-11-2024

domingo, 10 de noviembre de 2024

 

El Liceo de Artesanos utilizaba a mediados del s. XIX las bolas negra y blanca a la hora de resolver la admisión de socios.

 


 El Liceo de Artesanos tenía su sede en la c/Real a la altura de la plaza de Armas

A mediados del siglo XIX se funda El Liceo de Artesanos. Llegaron a ser miembros desde las autoridades superiores del departamento y los más elevados funcionarios de la administración local hasta los braceros más humildes, si tenían la fortuna de que la bola blanca les otorgase el ingreso como socios.

Lo de la bola blanca pone de relieve el riguroso filtro que había que superar para formar parte de la familia liceísta. Casi se exigía una especie de limpieza de sangre. No bastaba ser hombre de bien al que nadie pudiera tachar sino que era menester que los informes reservados relativos a su madre, esposa e hijos fuesen excelentes, criba que terminaba con fallo sin apelación.

Sus socios se contaban por varios centenares. La modesta cuota de una peseta mensual pagada por los asociados de recreo y la de 1,25 primero y 1,50 después, que satisfacían los llamados socios de socorro, bastaban a cubrir las atenciones sociales.

Eran dos las categorías de recreo y de socorro con derecho los de la segunda, al disfrute de dietas y médico en caso de enfermedad. Esta sección ponía a veces en apuros económicos a la caja social, cuando los céntimos cotizados sumaban menos que los gastos del auxilio prestado a los enfermos. De aquí que surgían controversias en las juntas generales convocadas para la reforma del reglamento, con objeto de armonizar las dos tendencias y proveer a las necesidades del socorro con mayor desahogo.

Destacan las referencias consultadas, fundamentalmente un trabajo firmado por Manuel Comellas, publicado en El Correo Gallego (“Recuerdos de antaño”), que de las disensiones entre recreo y socorro vino la disolución del reconocido Liceo de la que resultaron el Nuevo Liceo de Artesanos y el Centro Recreativo. La primera virtud que honraba al Liceo de Artesanos, a diferencia de otros, es que, en su sede, calle Real a la altura de la plaza de Armas, no se jugaba a los “prohibidos”.  La segunda ventaja que la distinguía era el poseer una selecta biblioteca de algunos centenares de volúmenes, entre los que sobresalían los 71 tomos de la Biblioteca de Autores Españoles. Y, por último, funcionaba un gabinete de lectura dotado de numerosos diarios.

Dice Comellas que “en aquellos días en que no existía en Ferrol la circulación callejera de periódicos, era la lectura de esas hojas volanderas, patrimonio casi exclusivo de los consagrados a la política, contados por los dedos de las manos y aún sobraban dedos. Y a algunos socios se les concedía la merced de llevarle a domicilio el periódico del día anterior para engolfarse en su lectura”.

Famoso fue durante largo tiempo el cuadro de declamación y de zarzuela que esta entidad organizó, sosteniendo en el antiguo Teatro Filarmónico, más tarde convertido en Cocina Económica, varias temporadas “de gratísimo solaz”.

Un aparte merece las cátedras nocturnas, precursoras en más de medio siglo, de la Escuela de Artes y que Manuel Comellas las describe así:

“Recordamos a los señores don Prudencio de Urkullu, comandante de ingenieros de la Armada, don Manuel Estrada y Madan, Jefe del mismo cuerpo, don Andrés Avelino Comerma, cuya larga vida y permanencia entre nosotros hízole ser conocido de la actual generación, don Buenaventura Pueyo, Don Juan Velasco, los hermanos señores Fontenla, maestros del Arsenal y, en fin, don Jesús Veres, profesor de música y pianista de la sociedad. Porque es bien que se sepa como aquellos buenos artesanos mostraron su gusto por el arte, sosteniendo con decorosa remuneración un pianista a diario. En aquella Academia se explicaban matemáticas, física, química, gramática castellana, dibujo lineal de figura, paisaje y adorno y solfeo. Entre los alumnos de dibujo haré mención del honradísimo obrero de ideas extremistas, señor Peña, “Peñita” le decíamos familiarmente, que tomó parte en la intentona revolucionaria de Pozas y uno de los 14 que sorprendieron a la autoridad del Arsenal y que al emigrar a la Argentina pereció en el naufragio del Borussia”.

Una sociedad con proyección mediática

Medios de la época hacían un especial seguimiento a la sociedad liceísta. Del Álbum Literario extraemos algunos fragmentos, por ejemplo, la atención prestada a la inauguración brillando “los espaciosos salones del piso principal, lujosa y confortablemente decorados”. Añadía que la Junta directiva, “que además de una acertada administración, había demostrado exquisito gusto para la elección de alfombras cortinajes y cuánto con el decorado de dicho salón se refiere, era digna de plácemes por las reformas realizadas”.

En el Álbum Pintoresco del Ferrol se comentaba que al Liceo le venía mejor el nombre de Casino. Destacaba que esta sociedad “tiene por objeto procurar a sus socios el recreo honesto y agradable que les permiten sus facultades y también tiende a procurar la instrucción de estos y de sus hijos por medio del establecimiento de cátedras de enseñanza”, a las que acabamos de hacer referencia. Describe el inmueble constituido en dos casas unidas en el frente Sur de la Plaza de Armas. Hace notar igualmente, que, contiguo a este local, había otro departamento con distintos servicios. Hasta aquí los aspectos destacados por el Álbum Pintoresco del Ferrol, de José Baamonde y Ortega. Añadiremos que fueron presidentes, entre otros, Manuel de la Riva y Soto, Lorenzo de Castro, José Fernández Lamaza…

 La ruptura

Señalábamos líneas atrás que eran motivo de disensiones los intereses entre las secciones de recreo y de socorro que, finalmente, llevó a la desintegración del Liceo de Artesanos, resultando de la ruptura entre socios el nacimiento de dos entidades el Nuevo Liceo de Artesanos y el Centro Recreativo. Esto sucedía en el año 1884. El 4 de mayo El Correo Gallego se hacía eco de los rumores que apuntaban al mal momento por el que estaba atravesando el citado Liceo. Se decía incluso que se había producido un embargo sobre unos muebles que se le habían servido recientemente.

El 4 de junio ya se anunciaba la creación de una comisión organizadora que indicaba que la sede provisional del antiguo Liceo de Artesanos, ahora Nuevo Liceo de Artesanos, sería el “Café Universal”, que había cerrado y que el propietario lo había cedido a la apurada (económicamente) sociedad. Al día siguiente se podía leer que en breve quedaría entregado en la alcaldía un ejemplar del reglamento orgánico de la nueva sociedad Centro Recreativo. Por su parte, el Nuevo Liceo de Artesanos da cuenta de haber adquirido las casas números 56 y 58 de la calle Real, a la sazón llamada de Sinforiano López. Y de esta manera, surgiendo de las cenizas del Liceo de Artesanos, las nuevas entidades Nuevo Liceo que se quedaba con la sección de socorro y Centro Recreativo se encaminaban con sendos y renovados horizontes.

La ruta que siguieron estas nuevas sociedades quedarían, en todo caso, para otro capítulo.

Publicado en el suplemento dominical Nordesía/Diario de Ferrol, 10-11-2024

 

 

martes, 5 de noviembre de 2024

 

El ayunador Papuss, en Ferrol

 

                                            Papuss haciendo ayuno en una urna de cristal

El 29 de julio de 1901, El Correo Gallego anunciaba en la primera página la actuación de Papuss en Ferrol. Explicaba que se trataba de un ayunador que se pasaba ocho días sin comer ni beber, metido en una urna de cristal y que practicaba números de fakir. Decía la nota que este personaje tenía 35 años y que había recorrido una gran parte del mundo. Se embarcó para las Indias en 20 de agosto de 1887, a fin de estudiar los indios fakires. Allí, en relación directa con una tribu de frailes fakires, estuvo dos años. De vuelta a Europa, decidió exhibirse en público.

El espectáculo consistía en introducirse en una urna de cristal triangular como una camilla. Una vez dentro de la urna, esta se cerraba con 25 tornillos. La urna se sumergía luego en el interior de un tanque de hierro de 2,5 metro de ancho por 3 de largo, que se llenaba de agua con cabida para 6.000 litros. En el fondo del tanque había un ventilador eléctrico que comunicaba directamente con la urna. Dentro de esta había varias bombillas eléctricas que a la vez prestaban calor a Papuss y permitían que el público pudiera verlo durante la noche. Así permanecía el ayunador los ocho días y el público podía entrar y salir a verlo pagando la entrada correspondiente.

Papuss, que a aquella altura había pasado por Madrid, Barcelona, Zaragoza, Vigo y Coruña, explicaba en sus comparecencias ante la prensa que tenía que, previamente, evacuar de su cuerpo toda materia sólida y seguir un tratamiento especial. Decía también que quedaba en estado cataléptico y que absorbía éter sulfúrico y bebía antes de dormir una materia especial “que no es evacuada de mi cuerpo o estómago hasta que las experiencias terminan”. Al salir, al cabo de ocho días, aún le quedarán fuerzas para levantar un peso de 100 kg.

La urna fue colocada en el teatro Jofre

Y con esta carta de presentación, viajó a Ferrol el 18 de agosto del citado año 1901 para exhibir su ayuno en el teatro Jofre. A las 22:00 hizo su entrada en la urna con grandes preparativos que sostenían la atención del público. Cuenta el cronista que al ser introducido en la urna esta se empañó con el vapor condensado de la respiración del ayunador. La urna se depositó en el vestíbulo del referido coliseo. Durante la madrugada fue visitado por bastantes curiosos. Durmió de un tirón hasta las 4:00 horas.

Dos días después, se comentaba que la “encerrona de Papuss tenía intrigada a mucha gente porque había quien no estaba dispuesto a creer ni concederle mérito”. No obstante, la curiosidad por saber de qué manera saldría de aquella experiencia mantenía en vilo a un sector importante de la población. El último día fue muy visitado. A las 21:00 horas fue conducida la urna al centro de la sala del teatro Jofre y colocada en dos caballetes de madera. Poco después se quitaron los tornillos que sujetaban la entrada de la urna y empezó a sacar su cuerpo con ayuda de dos empleados del teatro, actuando siempre de espalda al público. Seguidamente, dando muestras de tambalearse, se acercó al escenario, retirándose para hacer un rápido aseo. Luego cumplimentó el programa dando una vuelta al escenario portando un peso de 100 kg, mientras el público allí presente le dedicó una gran ovación.

Revelado el secreto

Unos días después, concretamente el 9 de septiembre, la Gaceta de Galicia, revelaba el secreto de Papuss. Cuenta que poca gente creía que pudiera mantener el ayuno durante ocho días “y ahora todo se ha descubierto gracias a haber reñido el supuesto ayunador y su empresario. Este pensaba exhibirlo en Gijón, Santander, Bilbao y San Sebastián, para lo cual se había dirigido a dichas poblaciones y puesto al habla con los dueños de los respectivos teatros. Ocurrió que, durante la clausura del espectáculo en Ferrol, Papuss tuvo la agudeza de dirigirse por su cuenta a los puntos referidos contratándose directamente y por lo tanto en mejores condiciones.

“Cuando terminado su experimento en la ciudad departamental, salió al aire, le dijo el empresario que se iban para Gijón y Papuss le contestó, “Me voy yo solo porque me contraté directamente para exhibirme en aquel teatro”.

Despechado, el empresario pensó en vengarse revelando el secreto de aquel número de circo de Papuss que consistía en que por un tubito colocado cerca de la cabeza recibía con mucho sigilo “y engullía con destreza trozos de pan, queso y mortadela”. El cabreado empresario contó aquello a los gerentes de los teatros a visitar y Papuss se quedó sin contratos, teniendo que marchar a Sevilla. Cuenta la Gaceta de Galicia que aquel episodio “dio lugar a escenas violentas entre ambos, enfrentamientos que hubieron de tener desagradables consecuencias”.

Detenido en Alemania

Realizado por mi parte un rastreo en otros periódicos de la provincia, Galicia y resto de España, observé que siempre se hablaba de Papuss pero no se aportaban sus señas de identidad, su procedencia, incluso cuanto pagaba el público por acudir a ver este número. En unos casos se le denominaba como Jorge Papuss, en otros, Mr.  Charles Bobill. En El Correo Gallego se le adjudicaba la edad de 35 años. En un periódico de Zaragoza se decía que el precio de entrada era de dos reales. Al fin, en una información en la que se destacaba que el ayunador había sido detenido por la policía en Alemania, hallé algunos datos sobre su personalidad.

Los agentes fueron a sacar a Papuss de la urna, denunciado por estafar al público. Su nombre era Jorge Vaillat, nacido en un pueblo de Francia y, según su pasaporte, había pertenecido al Regimiento de línea de África. En el documento figuraba como “artista lírico”. La propia policía denunció que Papuss se alimentaba por un tubo

Los ayunadores y Kafka

Los ayunadores se prodigaron a finales del siglo XIX y principios del XX. El médico Grande Covián decía que estos “padecen hambre varios días con el propósito de ganar dinero para poder seguir comiendo”. En definitiva, el ayuno como medida de supervivencia. Entre los más famosos, la literatura periodística destaca al italiano Giovanni Succi, además de Papuss en España.

Al respecto, para terminar, he de añadir que Kafka publicó en 1922 un relato titulado “Un artista del hambre”, inspirado precisamente en el italiano Succi.

 Publicado en el suplemento dominical Nordesía/Diario de Ferrol, 03-11-2024, bajo el título genérico de "Curiosidades ferrolanas", apartado de Historia.

lunes, 28 de octubre de 2024

 

La sociedad ferrolana lideró hacia finales del s. XVIII el abandono de los templos como lugares de enterramiento

 

                    Recreación de la puerta principal del cementerio de Canido, obra de Xoan X. Braxe
Estamos en vísperas del día por antonomasia dedicado a la memoria de los difuntos, motivo propicio para recordar que Ferrol fue la primera ciudad en Galicia que abandonó el hábito de enterrar los cadáveres en las iglesias habilitando, en el último tercio del siglo XVIII, un cementerio, el de Canido, que sería clausurado en 1945 al ser relevado por el de Catabois. La razón, entre otras, el súbito crecimiento poblacional a raíz del asentamiento de los astilleros en el monte de Esteiro.

Fernando García González en la revista FerrolAnálisis número 9, año 1996, editada por el Club de Prensa de Ferrol, firmó un trabajo titulado “Las sepulturas en las iglesias ferrolanas”, del que extraigo algunos fragmentos.

“El hecho más interesante de este período (último tercio del siglo XVIII) es ese 11% de testantes que elige para ser sepultado en el cementerio municipal de Canido, pues rompe una tradición secular de preferencia por la Iglesia, y más cuando no era entonces un hecho habitual la sepultura en este tipo de lugares, ni en Galicia ni en el resto de España”.

Este cementerio fue construido en 1775, antes de que fuese promulgada la Real Cédula de 1787, que ordenaba la construcción de los cementerios en todo el Reino. El autor trata sobre los posibles motivos de este tipo de servicio y señala la escasa disponibilidad de lugares de enterramiento, también el hecho de ser Ferrol un puerto militar, con las probabilidades de contagio de epidemias y, finalmente, la circunstancia de que Ferrol se construyó prácticamente ex novo según modelo racionalista, que dotó a la ciudad de una serie de servicios entre los cuales se puede contar el propio cementerio.

Según los testamentos otorgados en 1805, año siguiente a la prohibición municipal de ser sepultados en lugares de templos, exceptuando un caso, todos los solicitantes piden ser sepultados en el citado cementerio. “Y más elocuentemente podemos comprobar el alcance de esta medida en la petición que hace el sepulturero del templo de San Francisco por ser contratado como enterrador del camposanto de Canido, pues se había quedado sin trabajo, al igual que el de San Julián. La razón guarda relación con el rápido crecimiento de su población que hizo que las iglesias resultasen insuficientes”.

Hemos consultado también, como no podía ser de otra manera, la historia de Ferrol de Montero Aróstegui, que nos pone en contexto acerca de la creación de esta necrópolis. De allí tomamos las notas siguientes.

“Pensó el ayuntamiento en construir un cementerio separado y con la ventilación necesaria para evitar los males que a la salud pública afectaban con la perniciosa costumbre de sepultar los cadáveres en los templos. Adquirió en 1775, en el sitio que hoy ocupa el camposanto y que se denominaba O Bacelar, tres ferrados de tierra, que cerró con tapias formando el nuevo cementerio, en cuyas obras se han gastado más de 32.000 reales de vellón”.

Pero la novedad chocaba con las preocupaciones de aquella época y ni las disposiciones tomadas en 1801, con motivo de la epidemia que sufrían las provincias de Andalucía, fueron bastantes para conseguir el objetivo de la municipalidad. Al respecto Aróstegui continúa:

“Las repetidas órdenes que el Gobierno diera sobre el particular en los años siguientes volvieron a causar nuevos conflictos en el año de 1804, “pero todo lo venció entonces la energía del jefe de escuadra don Diego Martínez de Córdoba, gobernador político militar de la plaza. Si el establecimiento de cementerios es tan útil en las grandes ciudades, en ninguna podía serlo más que en Ferrol, pues contaba en aquel año con una población de más de 40.000 almas, sin incluir las tropas de la plaza y la marinería de las escuadras surtas en el puerto. El considerable número de cadáveres que se sepultaban en las iglesias y capillas las ponían en un estado de fetidez insoportable y se temía un inmediato contagio”.

Según dicha fuente, el gobernador de Ferrol fue entonces el primero en Galicia y tal vez el único que, venciendo las preocupaciones, logró evitar los enterramientos en los templos, aprovechando la ocasión de haber llegado al puerto la escuadra francesa procedente de la isla de Santo Domingo, con las enfermedades propias de aquel país. Para ello y con el fin de vencer en parte la repugnancia del vecindario, trató de adornar y ampliar el cementerio, levantando en él una capilla.

Cuenta Aróstegui que el primer cadáver que se enterró en el cementerio fue el de Marcos Paz, carpintero de la maestranza del Arsenal “y después fueron tan activas y eficaces las disposiciones de aquella autoridad que todos sin distinción han sido enterrados en el camposanto, incluso los religiosos del convento de San Francisco, no obstante, la oposición que hizo la comunidad”.

Adquirió el ayuntamiento más terreno para dar mayor extensión, se construyó la calzada de la iniciación de la puerta de Canido, por cuya calle se conducían los cadáveres, se nombró enterrador y se dieron las instrucciones convenientes para el buen orden de aquel lugar sagrado. Las obras se fueron ejecutando por contratas bajo la dirección del arquitecto municipal don Miguel Ángel de Uría.

La figura del cementerio es un espacio cuadrilongo de 4.962 metros, cercado de una tapia. Tiene la entrada por una puerta de hierro adornada con emblemas dorados alusivos a su triste objetivo. Sobre ella se lee esta inscripción:

“Este es el lugar al que todo católico debe venir a meditar sobre la eternidad para aprender la importante y difícil ciencia de morir”. Hay que añadir, siempre según Montero Aróstegui, que los cadáveres de los extranjeros que fallecían en el pueblo y que no pertenecían a la religión católica, eran enterrados en la parte exterior del cementerio, al lado de su pórtico y con motivo de ser crecido el número de extranjeros avecindados en la ciudad, especialmente ingleses, protestantes, empleados en la factoría naval, se tenía en estudio, en ese momento histórico, construir un cementerio particular para ellos, dando al mismo tiempo mayor ensanche al camposanto católico. Antes del año 1834 se acostumbraba a depositar los cadáveres en los diversos templos de la población, oficiándose las exequias de cuerpo presente y llevándolos después descubiertos hasta el cementerio, pero a continuación de la aparición del cólera morbo en aquel año, en la mayor parte de la península se eliminó aquella costumbre. Desde entonces todos los cadáveres se llevan cubiertos desde las casas al cementerio por la mañana temprano o a la tarde, haciéndoseles después en las respectivas parroquias, los funerales correspondientes.

Así como hubo reticencias -según que autores, mayores o menores- para aceptar el enterramiento en el cementerio de Canido, luego, a la hora de clausurarlo, en el año 1945, también se mostró en el periódico local El Correo Gallego una importante controversia a través de una tribuna pública abierta al respecto. No obstante, habiendo quedado prohibido dar sepultura en el camposanto de Canido, este se mantuvo abierto a la ciudadanía al que acudía a orar por sus deudos y no fue hacia los años setenta que, después de ser trasladados los restos de vecinos cuyos familiares así lo solicitaron, quedó inhabilitado totalmente.

Habrá que recordar, para terminar, que el 11 de agosto de 1967 se exhumaron los restos del insigne historiador ferrolano Benito Vicetto Pérez para llevarlos a la necrópolis municipal de Catabois. Como también subrayar que en este cementerio fueron ejecutados ciudadanos al desatarse la Guerra Civil, entre ellos el que era alcalde a esa altura, Jaime Quintanilla Martínez.

Publicado en el suplemento dominical Nordesía/Diario de Ferrol, 27-10-2024, bajo el título genérico de "Curiosidades ferrolanas", apartado de Historia.