lunes, 28 de octubre de 2024

 

La sociedad ferrolana lideró hacia finales del s. XVIII el abandono de los templos como lugares de enterramiento

 

                    Recreación de la puerta principal del cementerio de Canido, obra de Xoan X. Braxe
Estamos en vísperas del día por antonomasia dedicado a la memoria de los difuntos, motivo propicio para recordar que Ferrol fue la primera ciudad en Galicia que abandonó el hábito de enterrar los cadáveres en las iglesias habilitando, en el último tercio del siglo XVIII, un cementerio, el de Canido, que sería clausurado en 1945 al ser relevado por el de Catabois. La razón, entre otras, el súbito crecimiento poblacional a raíz del asentamiento de los astilleros en el monte de Esteiro.

Fernando García González en la revista FerrolAnálisis número 9, año 1996, editada por el Club de Prensa de Ferrol, firmó un trabajo titulado “Las sepulturas en las iglesias ferrolanas”, del que extraigo algunos fragmentos.

“El hecho más interesante de este período (último tercio del siglo XVIII) es ese 11% de testantes que elige para ser sepultado en el cementerio municipal de Canido, pues rompe una tradición secular de preferencia por la Iglesia, y más cuando no era entonces un hecho habitual la sepultura en este tipo de lugares, ni en Galicia ni en el resto de España”.

Este cementerio fue construido en 1775, antes de que fuese promulgada la Real Cédula de 1787, que ordenaba la construcción de los cementerios en todo el Reino. El autor trata sobre los posibles motivos de este tipo de servicio y señala la escasa disponibilidad de lugares de enterramiento, también el hecho de ser Ferrol un puerto militar, con las probabilidades de contagio de epidemias y, finalmente, la circunstancia de que Ferrol se construyó prácticamente ex novo según modelo racionalista, que dotó a la ciudad de una serie de servicios entre los cuales se puede contar el propio cementerio.

Según los testamentos otorgados en 1805, año siguiente a la prohibición municipal de ser sepultados en lugares de templos, exceptuando un caso, todos los solicitantes piden ser sepultados en el citado cementerio. “Y más elocuentemente podemos comprobar el alcance de esta medida en la petición que hace el sepulturero del templo de San Francisco por ser contratado como enterrador del camposanto de Canido, pues se había quedado sin trabajo, al igual que el de San Julián. La razón guarda relación con el rápido crecimiento de su población que hizo que las iglesias resultasen insuficientes”.

Hemos consultado también, como no podía ser de otra manera, la historia de Ferrol de Montero Aróstegui, que nos pone en contexto acerca de la creación de esta necrópolis. De allí tomamos las notas siguientes.

“Pensó el ayuntamiento en construir un cementerio separado y con la ventilación necesaria para evitar los males que a la salud pública afectaban con la perniciosa costumbre de sepultar los cadáveres en los templos. Adquirió en 1775, en el sitio que hoy ocupa el camposanto y que se denominaba O Bacelar, tres ferrados de tierra, que cerró con tapias formando el nuevo cementerio, en cuyas obras se han gastado más de 32.000 reales de vellón”.

Pero la novedad chocaba con las preocupaciones de aquella época y ni las disposiciones tomadas en 1801, con motivo de la epidemia que sufrían las provincias de Andalucía, fueron bastantes para conseguir el objetivo de la municipalidad. Al respecto Aróstegui continúa:

“Las repetidas órdenes que el Gobierno diera sobre el particular en los años siguientes volvieron a causar nuevos conflictos en el año de 1804, “pero todo lo venció entonces la energía del jefe de escuadra don Diego Martínez de Córdoba, gobernador político militar de la plaza. Si el establecimiento de cementerios es tan útil en las grandes ciudades, en ninguna podía serlo más que en Ferrol, pues contaba en aquel año con una población de más de 40.000 almas, sin incluir las tropas de la plaza y la marinería de las escuadras surtas en el puerto. El considerable número de cadáveres que se sepultaban en las iglesias y capillas las ponían en un estado de fetidez insoportable y se temía un inmediato contagio”.

Según dicha fuente, el gobernador de Ferrol fue entonces el primero en Galicia y tal vez el único que, venciendo las preocupaciones, logró evitar los enterramientos en los templos, aprovechando la ocasión de haber llegado al puerto la escuadra francesa procedente de la isla de Santo Domingo, con las enfermedades propias de aquel país. Para ello y con el fin de vencer en parte la repugnancia del vecindario, trató de adornar y ampliar el cementerio, levantando en él una capilla.

Cuenta Aróstegui que el primer cadáver que se enterró en el cementerio fue el de Marcos Paz, carpintero de la maestranza del Arsenal “y después fueron tan activas y eficaces las disposiciones de aquella autoridad que todos sin distinción han sido enterrados en el camposanto, incluso los religiosos del convento de San Francisco, no obstante, la oposición que hizo la comunidad”.

Adquirió el ayuntamiento más terreno para dar mayor extensión, se construyó la calzada de la iniciación de la puerta de Canido, por cuya calle se conducían los cadáveres, se nombró enterrador y se dieron las instrucciones convenientes para el buen orden de aquel lugar sagrado. Las obras se fueron ejecutando por contratas bajo la dirección del arquitecto municipal don Miguel Ángel de Uría.

La figura del cementerio es un espacio cuadrilongo de 4.962 metros, cercado de una tapia. Tiene la entrada por una puerta de hierro adornada con emblemas dorados alusivos a su triste objetivo. Sobre ella se lee esta inscripción:

“Este es el lugar al que todo católico debe venir a meditar sobre la eternidad para aprender la importante y difícil ciencia de morir”. Hay que añadir, siempre según Montero Aróstegui, que los cadáveres de los extranjeros que fallecían en el pueblo y que no pertenecían a la religión católica, eran enterrados en la parte exterior del cementerio, al lado de su pórtico y con motivo de ser crecido el número de extranjeros avecindados en la ciudad, especialmente ingleses, protestantes, empleados en la factoría naval, se tenía en estudio, en ese momento histórico, construir un cementerio particular para ellos, dando al mismo tiempo mayor ensanche al camposanto católico. Antes del año 1834 se acostumbraba a depositar los cadáveres en los diversos templos de la población, oficiándose las exequias de cuerpo presente y llevándolos después descubiertos hasta el cementerio, pero a continuación de la aparición del cólera morbo en aquel año, en la mayor parte de la península se eliminó aquella costumbre. Desde entonces todos los cadáveres se llevan cubiertos desde las casas al cementerio por la mañana temprano o a la tarde, haciéndoseles después en las respectivas parroquias, los funerales correspondientes.

Así como hubo reticencias -según que autores, mayores o menores- para aceptar el enterramiento en el cementerio de Canido, luego, a la hora de clausurarlo, en el año 1945, también se mostró en el periódico local El Correo Gallego una importante controversia a través de una tribuna pública abierta al respecto. No obstante, habiendo quedado prohibido dar sepultura en el camposanto de Canido, este se mantuvo abierto a la ciudadanía al que acudía a orar por sus deudos y no fue hacia los años setenta que, después de ser trasladados los restos de vecinos cuyos familiares así lo solicitaron, quedó inhabilitado totalmente.

Habrá que recordar, para terminar, que el 11 de agosto de 1967 se exhumaron los restos del insigne historiador ferrolano Benito Vicetto Pérez para llevarlos a la necrópolis municipal de Catabois. Como también subrayar que en este cementerio fueron ejecutados ciudadanos al desatarse la Guerra Civil, entre ellos el que era alcalde a esa altura, Jaime Quintanilla Martínez.

Publicado en el suplemento dominical Nordesía/Diario de Ferrol, 27-10-2024, bajo el título genérico de "Curiosidades ferrolanas", apartado de Historia.

viernes, 25 de octubre de 2024

 

Ferrol, a la cabeza de la creación de sociedades de inquilinos a principios del s. XX

 

El problema de la vivienda está de plena actualidad. Manifestaciones en la calle, anuncios de huelgas…La realidad es que la historia se repite. A principios y a lo largo del siglo XX también se denunciaban precios elevados de alquiler, abusos e incumplimientos.

Volviendo la vista atrás, habrá que referir que ya en el año 1931, en Barcelona, se llegó también a celebrar una huelga de estas características, en las que unas 90.000 familias se declararon en huelga y dejaron de pagar sus alquileres. Los gobiernos y los ayuntamientos de la dictadura de Primo de Rivera tampoco habían hecho gran cosa para evitar su deterioro ni para evitar los desahucios, así que, una vez proclamada la Segunda República, grupos vecinales y libertarios se organizaron para elevar sus protestas y reivindicaciones.


Es a partir de 1902 cuando se constituye la primera sociedad de inquilinos en la ciudad Suiza de Berna y a partir de ahí la iniciativa comienza a extenderse por toda Europa. En Barakaldo, en 1904, se crea la que pudiera ser la primera en España, que al año siguiente ya protagonizaría la primera huelga de inquilinos. En Galicia, la primera referencia que se encuentra en el mismo año de 1904 hay que situarle en Ferrol.

El Correo Gallego de 13 de mayo del citado año recoge la siguiente información:

“En el local que ocupa el centro obrero, en la plazuela de las Angustias número 4, tuvo lugar ayer una reunión pública con objeto de constituir la Sociedad de Inquilinos. Presidió el acto don Bernardino Seijo y ejerció de secretario don Francisco Bescos Pérez. El presidente manifestó el objeto de la reunión y seguidamente el secretario dio lectura al reglamento de la nueva sociedad, el cual consta de 6 capítulos y 36 artículos. El objeto de aquélla es hacer cumplir a los propietarios todos los preceptos que marca la higiene en beneficio de la salud pública, tales como el blanqueo y pintado de habitaciones cuando las casas quedan vacías, la desinfección de estas, cuando en ellas muera algún tuberculoso o de cualquier otra enfermedad contagiosa y el conseguir una rebaja prudencial en los alquileres de las mismas”.

Continúa la crónica del periódico local subrayando que habrá socios activos y honorarios. Los socios activos pagarán la cuota mínima de 10 céntimos de peseta cada mes. Todos los asistentes estuvieron conformes con el reglamento. Después se acordó que la junta provisional de la sociedad quedará constituida en la siguiente forma: presidente, Don Bernardino Seijo. vicepresidente, Don José A. Montero; secretario, Don Francisco Bescos; vicesecretario, Don Federico Vidal; contador, Don Emilio Pérez; Vicecontador, Don José Lorenzo; depositario, Don Francisco Pérez; vicedepositario, Don Rafael Rojo. Vocales, primero don Manuel Morado, segundo Don Adolfo Rodríguez y tercero don Francisco Fernández. En la reunión hicieron uso de la palabra varios individuos con el fin de demostrar lo conveniente que es la sociedad para la clase proletaria.

Amortiguador social

La iniciativa prosperó y ya diez días después, el 24 del citado mes de mayo, se elige la primera Junta Directiva. Del éxito de esta da cuenta el hecho de que, transcurrido el tiempo, ya en los años veinte, encontramos una proclama en la que la Sociedad de Inquilinos reivindica su papel de amortiguador social ante el clima de abusos e incumplimientos. Dice así:

“Los señores jueces, a medida que pasa el tiempo, se van percatando de que la sociedad de inquilinos es de puro orden social, pues de no existir es seguro, y pruebas pueden darse, hubiera habido que lamentar alguna desgracia. A tal colmo han llegado y llegan los abusos”. La nota se hace seguir de una relación de inquilinos que ganaron juicios frente a los propietarios.

Antes de continuar con los años 20, hemos de señalar que el 30 de noviembre de 1919, el mencionado diario local se ocupaba de una noticia que era titulada “La Equilátera. Asociación General de Inquilinos”. Se trataba de una carta que era dirigida al director Don Eladio Fernández Diéguez que decía lo siguiente:

“Muy señor nuestro. Con el simbólico y equitativo título que encabeza estas líneas, un grupo de honrados ciudadanos venimos realizando los trabajos necesarios para llevar a cabo la organización de una sociedad de inquilinos en esta localidad. Los motivos que nos animan a tal decisión bien conocidos son de todos los que tenemos que pagar habitación. Así pues, para conocimiento de los numerosos lectores del diario de su digna dirección, le suplicamos la inserción en las columnas de El Correo Gallego de algunos artículos del proyecto de reglamento”.

El carácter obrero, un matiz

Solo vamos a citar el segundo, que viene a justificar el anuncio de esta nueva entidad, a la que, dicho sea de paso, no se le conoce recorrido a juzgar por el rastreo de los periódicos antiguos que hice al respecto.

Ese artículo segundo decía que esta colectividad “será escrupulosamente ajena a toda federación social, obrera y entidades, así políticas como religiosas, conservando rigurosamente su carácter de independencia. Firma el secretario de la comisión organizadora, Enrique Mascaró. Esta viene a ser como una reacción a la Sociedad de Inquilinos, dado que, como se deriva de las informaciones aquí recogidas, esta sociedad nace en el seno de las organizaciones obreras.

De las vicisitudes que la referida Sociedad de Inquilinos tuvo que ir superando da cuenta la nota informativa publicada el 20 de mayo de 1922 en El Correo Gallego:

“Llegó a Ferrol el inspector provincial de sanidad, don Rafael Fernández, a quien acompañaba el oficial del Gobierno Civil don Jesús Merelas para intervenir en la cuestión suscitada entre la Alcaldía y la Sociedad de Inquilinos sobre desalojo del bajo de la casa número 48 de la calle Galiano. Dichos señores, en unión del alcalde, señor Sánchez Calviño, inspector de Sanidad, señor Pérez Vidueiro y arquitecto, Sr. Ucha Piñeiro se constituyeron en la referida casa que fue reconocida sanitariamente por el señor Fernández Fernández conviniéndose en proceder a desalojar el bajo para llevar a cabo las reparaciones necesarias y dejarlo en las debidas condiciones higiénicas”. Esta acción se debió a la actuación de la Sociedad de Inquilinos de Ferrol, que llegó a cruzar duras acusaciones con el Ayuntamiento por no haber resuelto el problema, teniendo que mediar el Gobernador Civil de la provincia.

La regulación

En los periódicos de la época, febrero de 1929 se recoge de la “Gaceta”, antecesor del BOE, una real orden que trata de regular las sociedades de inquilinos. Dice lo siguiente:

“Se constituirán Cámaras Oficiales de Inquilinos en las poblaciones donde las haya o corresponda crear las de la propiedad urbana.

Las asociaciones acogidas al Real Decreto del 17 de octubre de 1927 e inscritas en el registro especial creado en este ministerio, se denominarán Cámaras Oficiales de Inquilinos.

Las asociaciones de inquilinos actualmente constituidas con arreglo a la ley que regula el decreto de asociación podrán adherirse a este régimen, supeditándose a él en absoluto y debiendo recordarlo así dentro de los 30 días siguientes a la publicación de esta Real Orden en la Gaceta de Madrid, acompañando los documentos determinados en la Real orden de 29 de octubre de 1927.

En las poblaciones donde no exista la sociedad de inquilinos constituida o no se recogiese la existente al régimen que establece esta Real Orden, se procederá a formar cámaras oficiales de inquilinos, si las hubiere o debiera haberlas de propiedad urbana, procediéndose para ello en armonía con lo establecido en la disposición transitoria segunda del Real Decreto de 6 de mayo de 1927”. Hasta aquí el texto legal de la citada R.O.

Muchas de estas asociaciones desaparecieron a raíz de la sublevación de los militares en el 1936 y consiguiente Guerra Civil. Actualmente, las asociaciones de inquilinos en España, como cualquier otra asociación, están reguladas por la Ley Orgánica 1/2002, de 22 de marzo, reguladora del Derecho de Asociación.

  Publicado en el suplemento dominical Nordesía/Diario de Ferrol, 20-10-2024, bajo el título genérico de "Curiosidades ferrolanas", apartado de Historia.

 Recortes de prensa: El Correo Gallego

 

martes, 15 de octubre de 2024

 

 

Ferrol, pionera en en Galicia, en los años veinte del siglo pasado, en la creación de las Cantinas y Colonias Escolares

 

                                                Un comedor de las Cantinas Escolares de Ferrol

A finales del siglo XIX, Francia puso en marcha las colonias escolares, un proyecto encaminado a suministrar comida caliente a niños de familias menos favorecidas. En el último tercio del mencionado siglo se celebró un congreso pedagógico en Turín que en la octava propuesta planteaba la difusión universal de la idea de las cantinas escolares. La primera, si hablamos de España, se puso en marcha en Madrid en el año 1901, impulsada por profesores de la Asociación de Caridad Escolar.

El creciente interés por la infancia, la higiene y la sanidad escolar provocó que las cantinas escolares empezasen a proliferar. En España para 1917 ya había 144 cantinas escolares, sostenidas con fondos públicos y privados, apoyadas fundamentalmente por los socialistas, lo mismo que había ocurrido en el país vecino.

En Galicia, Ferrol fue, en los años veinte del siglo pasado, la ciudad pionera en establecer las cantinas escolares. Patronato de Cantinas y Colonias Escolares, se llamaba la institución, que se constituyó con un representante del Ayuntamiento, el inspector de primera enseñanza de la zona como vocal asesor, un maestro nacional, un médico municipal, el presidente del Centro Obrero de Cultura y varios vecinos luchadores en el campo de la infancia desvalida. La corporación municipal facilitó amplio local para instalación de los comedores y concedió una subvención. En lo que respecta a la participación ciudadana, la organización hizo un llamamiento a través de una circular de la que entresacamos algunos fragmentos:

“Quien llore la pena del vástago prematuramente fallecido, asocie este piadoso recuerdo al indigente vivir de los niños de las cantinas escolares […] Aquel que no tenga hijos considere el bien que sin sacrificio puede hacer a los padres que carecen de recursos para alimentar a los seres que trajeron a la vida. El escrito terminaba con algunas máximas de Concepción Arenal: “Tiene hambre y frío, en tanto otros niños comen y se calientan; está cubierto de andrajos y otros lucen costosas galas; se ve despreciado y otros disfrutan todas las consideraciones; cuando otros niños lloran, hay quien cariñosamente enjugue sus lágrimas, mientras que cuando él que ha llorado sus lágrimas las secó el viento o su mano sucia”.

Obviamente, la institución recién creada trataba de despertar la sensibilidad del vecindario y a continuación mostraba posibles cuotas de ayuda, desde 50 céntimos, con la que se evitaría un día de hambre a un niño, hasta una de 50 pesetas, cantidad que supondría el gasto que en la cantina ocasionan en un día 5 niños y otras tantas niñas, o bien permiten comer 10 días a un pequeño.

 El pueblo ferrolano respondió generoso a la invitación y el 6 de enero de 1925 inauguró la cantina escolar con 58 niños, comensales de uno y otro sexo. Las ayudas provenían de otras instituciones, entre ellas la Fundación Amboage, lo que permitió ir aumentando el número de acogidos. Dos años después de la creación de las Cantinas eran 180 los alumnos admitidos procedentes de las escuelas nacionales. Asimismo, pudo ser implantado el desayuno escolar, si bien limitándolo a los 3 meses de invierno.

Condiciones para la admisión

Con arreglo a las posibilidades de la institución fluctúa el número de admitidos con lo que es preciso establecer las condiciones en función de la necesidad del aspirante, de mayor a menor grado. Al efecto se facilitan a los maestros unos formularios en los que han de consignar la edad del aspirante, si es huérfano de padre o de madre, en caso negativo en que se ocupan los padres, jornal que perciben y número de hermanos menores de 15 años que tiene el candidato. El Patronato hace luego la selección. Es de advertir que los niños inscritos han de presentar diariamente a su entrada en los comedores una papeleta del maestro, de modo que, si el muchacho no asistió a la escuela, no puede concurrir ese día a la cantina, siendo sustituido por un suplente.

 

 

Menús

No está demás ver con cierta concreción los menús que a esas alturas podían ofrecer las Cantinas. Al desayuno, un tazón de café con leche y un bollo de pan. Al mediodía toman dos platos cuya variación puede verse de la siguiente manera. Lunes, caldo gallego, bacalao con arroz; martes, sopa de fideos, carne con patatas; miércoles, potaje, bacalao con patatas; jueves, caldo gallego, carne con arroz; viernes, sopa de arroz, bacalao con patatas y garbanzos; sábado, potaje, carne con arroz.

El Papá Noel en las cantinas escolares.

En la época oportuna envía el Patronato unas carteleras a los comercios de juguetes, invitándoles a que no olviden a los niños acogidos en la institución. Siempre los llamamientos a la colaboración van acompañados de consejos, reflexiones, máximas moralistas, éticas y cívicas. “Padres, que la alegría que proporciona a vuestros hijos la posesión del juguete soñado no pueda despertar la envidia de los niños sin ventura. Adquirís un juguete más y lo enviáis a los niños de las Cantinas Escolares”. El resultado ha sido siempre exitoso. Los mismos comerciantes remiten partidas de juguetes que, cuando menos, permiten regalar dos a cada niño.

 

Las colonias a Valdoviño y Cedeira

Durante los dos primeros años de vida del Patronato tan solo pudo atenderse al sostenimiento de la Cantina. En 1927 salió al campo en Valdoviño la primera colonia y aún para ello hizo necesario interesar el auxilio del comercio ferrolano, ya que además de los gastos de transporte y manutención de los colonos, había que equipar estos. Al año siguiente, ya sin tener que depender de la generosidad del comercio local, fueron organizadas una colonia de 20 niños y otra de igual número de niñas, permaneciendo cada colonia durante un mes en las playas de Cedeira.

Un magnífico edificio en Cabanas

En años sucesivos fue Cabañas (ahora Cabanas) el lugar elegido, instalándose las colonias en un magnífico edificio construido para escuelas particulares por cuenta de la sociedad constituida por los naturales de aquel municipio rural residentes en Cuba. El inmueble no había llegado a ser utilizado. La sociedad de referencia había sido disuelta y aquellos locales fueron estrenados por las colonias escolares ferrolanas mediante el precio de alquiler de 600 pesetas por los dos meses, si bien, finalmente fue adquirido por la institución en pública subasta. Rodeaban la casa 30 áreas de terreno a campo y árboles frutales. En la planta baja se hallaban los comedores y dormitorios, cuatro amplísimos salones, lavabos, el cuarto de baño y las cocinas. En la planta alta, las habitaciones del personal encargado de la colonia.

Régimen de la Colonia.


Los colonos se levantan a las 9:00 horas y proceden a su aseo. Realizado este, practican la gimnasia respiratoria durante 3 minutos. A continuación, se le sirve el desayuno, saliendo seguidamente por el pinar a la playa. Toman el baño a las 12:00 horas y a la salida del baño y en la misma playa practican la “gimnasia sueca”. A las 13:00 horas se sirve la comida y tras esta van al pinar en donde tienen 30 minutos de reposo, dedicándose luego al juego libre y espontáneo, siempre vigilados por el director de la colonia. La cena es servida a las 21:00 y se acuestan a las 22:30 horas. En cuanto a la alimentación no difiere en esencia a la citada con anterioridad para las Cantinas.

Sabido es que actualmente el servicio de las Cantinas es suplido por el de los comedores escolares.

Para terminar, anotar que los datos utilizados en este trabajo fueron extraídos del Boletín de Educación de La Coruña. Septiembre de 1934

 Publicado en el suplemento dominical Nordesía/Diario de Ferrol, 13-10-2024, bajo el título genérico de "Curiosidades ferrolanas", apartado de Historia.

Fuente y fotos: Boletín de Educación de La Coruña.

martes, 8 de octubre de 2024


Medio siglo después, memoria para Ángel Bouza Carballeira


Ángel y su mujer María Jesús fueron padrinos de bautizo de mi hija Sara. Cuando recibió la orden de trasladarse a Pasajes vino a despedirse a nuestra casa, entonces en Pintor Máximo Ramos (Canido). Mi compadre que, como queda escrito en la necrológica, era sargento buzo, iba con la misión de realizar tareas de revisión en los cascos de los barcos de la Armada, surtos en el citado puerto. Pegaba duro ETA y los militares tomaban sus precauciones.
Lo curioso del caso es que ese papel había sido adjudicado a un compañero de la misma especialidad, pero este, ignoro las razones, pidió que se derivase el destino y el destino fue el final para A. Bouza.
No recuerdo si se había abierto una investigación sobre las causas. El hecho fue que Ángel se sumergió y unas bombas de agua salada del buque en funcionamiento arrastraron violentamente el cuerpo de Ángel que resultó aplastado contra el casco. Terrible muerte.
Ángel Bouza Carballeira, vecino de Canido, era un gran profesional y una magnífica persona, dotado de una gran empatía lo que le generaba numerosos amigos. Nuestra relación, obviamente, era muy estrecha. Me había convencido para comprar un bajo pequeño en las casas de la cooperativa de viviendas de Canido, casi frente a mi domicilio en la citada calle M. Ramos. Aquel bajo lo dividimos en dos. Mi compadre quería montar un pequeño estudio porque era un gran amante de la fotografía, proyecto que no llegó a realizar debido al fatal suceso. El inmueble llegó a convertirse en una pequeña tienda y a mi parte, inicialmente, le adjudiqué uso de garaje particular y, mira por donde, acabó siendo la sede de la delegación del Faro de Vigo que ejercí durante dos años (1981-1983), hasta pasar a la plantilla de La Voz de Galicia.
Acompaño la necrológica publicada en Ferrol Diario (08-10-1974) y una foto de una paellada en la playa de Punta Penencia (Doniños, 1973) en la que participó un numeroso grupo de vecinos y vecinas del barrio de Canido. Ángel es el tercero por la izquierda en la fila de atrás, haciendo voces con el resto de personas que formaban ese corrillo y al compás que marcaban unos guitarristas improvisados, entre ellos Man Castro, al centro en esa misma fila.
                                                                    
Ángel Bouza Carballeira murió joven,  a los 41 años de edad. Siempre en la memoria.                                                             

 

                                               El Ferrol chocolatero

                           Talleres de la fábrica de chocolates El Hórreo (Guía de la Ciudad, 2ª época 1945)
Recientemente se celebraba el día mundial del chocolate, lo que nos podría valer de justificación para el tema de hoy. Pero, además de la efeméride ¿quién mejor para hablar y presumir de chocolate que Ferrol? Tengamos en cuenta, simplemente, que el céntrico barrio de la Magdalena se define de manera gráfica como tableta de chocolate. Es decir, lo llevamos en nuestras señas de identidad, aunque sea tirando del lenguaje figurado.

Por si fuera poco, no hemos de echar de menos que Ferrol fue una de las ciudades de Galicia, pionera en la fabricación de chocolate. Avalemos el aserto con alguna documentación.

En el periódico diario La Monarquía, de fecha 2 de abril de 1895, leemos:

“Nunca con mejor satisfacción que cuando tenemos que dar cuenta a nuestros lectores de los progresos que la industria hace en esta ciudad, tomamos la pluma para cumplir con nuestro deber de periodistas, pues es axiomático que a medida que crece el movimiento industrial, adquieren los pueblos mayor bienestar y logran conseguir elementos propios de vida e independencia. Un paso importante en esa senda se ha dado hoy en nuestro pueblo, estableciendo la fabricación de chocolate, que nos relevará de ser feudatarios de las fábricas de las grandes capitales, obteniendo así la doble ventaja de la economía particular y del enriquecimiento del Ferrol.

Don Luis Rey Castro ha montado con todos los adelantos del arte y de la mecánica una gran fábrica de tan necesaria materia alimenticia. En la Plaza de Armas número 38, antigua casa Taboada y titulada El Heraldo de Ferrol, en la que no ha omitido gasto alguno, para que dicho artículo, ya sea elaborado a máquina o a brazo, reúna no solo las condiciones de pureza cuya cualidad haya dispuesto el señor Rey a mantener aún a costa de sacrificios, sino el aroma y propiedades características de las primeras materias que entran en su elaboración.

Para conseguirlo, ha adquirido los más modernos aparatos, contratado reputados oficiales y en breve recibirá de Barcelona esos pequeños detalles que tanto realzan la presentación de los géneros, pero que el señor Rey no ha tenido inconveniente en prescindir de ellos para abrir su establecimiento, porque sabe que al público le convencen más los hechos que las apariencias.

Para mayor comodidad de los aficionados al buen chocolate, que suponemos seremos muchos, el Heraldo de Ferrol”-el nombre de este periódico es más apropiado para una cabecera periodística-  ha abierto un despacho en la calle Real número 147, en donde se reciben también los encargos para la fabricación de tareas particulares.

Al poner punto a estas líneas, no sabemos si felicitar al señor Rey por la apertura de su gran fábrica a la que auguramos un brillante porvenir o si felicitar al Ferrol por poder contar con un centro de trabajo tan importante”.

Tan solo al año siguiente de su puesta en marcha, en la exposición de Lugo la marca El Heraldo de Ferrol fue medalla de oro. El propietario había desplegado una gran campaña publicitaria en la prensa local, esto es, “La Monarquía” y “El Correo Gallego”:

“Chocolates el Heraldo de Ferrol, de Luis Rey Castro, fábrica María 38, Plaza de Armas, antigua de Taboada, Depósito en Real ,147.  Chocolates exquisitos elaborados a máquina y a brazo desde una peseta el paquete hasta 2,50 pesetas. Elaboración esmerada, se garantiza su pureza aún en las clases económicas. Se hacen tareas de encargo… “

Queda en el aire, porque no hallé el dato, la duración de esta “dulce” experiencia empresarial. Todavía el 2 de diciembre de 1901, “El Correo Gallego” insertaba un suelto en el que se dice que “la fábrica de chocolates El Heraldo de Ferrol obsequió a sus parroquianos con bonitos almanaques de bolsillo. Siguiendo el rastro de sus publicidades, no parece que vaya más allá del año 1910. Sí cabe resaltar que deja la máquina de vapor en el año 1907 ya que se anuncia como “Gran fábrica de chocolates con motor eléctrico”.

Unos años después, en el 1918 aparece una nueva firma “Chocolates Helvetia” a la que le seguimos la pista a través del sello publicitario en la prensa local, concretamente en “El Correo Gallego”, ya que “La Monarquía” dejó de salir en el año 1896:

Chocolates Helvetia marca y nombre registrado. El éxito alcanzado por estos chocolates es el mejor testimonio de su bondad. Cada día son más solicitados por el público, que ha sabido reconocer desde un principio la superioridad de su clase y convencerse no solamente de la excelente calidad de las primeras materias que entran en su fabricación, sino también de la irreprochable limpieza con que son elaborados. Esta casa, queriendo corresponder a ese favor del público y sin omitir sacrificio alguno, ha venido perfeccionando día a día su producción, pudiendo hoy asegurar que los Chocolates Helvetia no tienen rival. Solicítelo usted en todos los buenos ultramarinos y en su fábrica, María 54 (Plaza de Armas) Se venden a 1, 1,25; 2, 2,50; 3 y 4 pesetas el paquete”

Esta marca utilizaba todos los recursos en su introducción en el mercado ferrolano. Es así que se anunciaba como favorecedor de la inmunidad contra la gripe. “Esta (la inmunidad) se obtiene exclusivamente con el uso de los chocolates Helvetia y para los convalecientes de aquella enfermedad no hay ningún otro reconstituyente que pueda superarle, teniendo en cuenta los excelentes artículos que entran en su fabricación y los grandes cuidados con los que se elabora”, reza su publicidad.

Helvetia llegó a regalar a sus consumidores una magnífica y rica escultura de la Virgen del Carmen. De pasta de madera, de metro y medio de alto, la cual se exhibió en uno de los escaparates de don Saturnino Montalvo. La escultura se adjudicaría al poseedor del número igual al del premio mayor del sorteo de la Lotería Nacional. El favorecido, si no quería la imagen, sería abonado con 800 pesetas.

El propietario de esta industria era Segundo Cotovad, que había sido alcalde de Ferrol y cuyo hermano, Antonio, componía una especie de ripios, para llamar la atención, como recurso publicitario:

Está apenado, don Bruno

y para aliviar su pena

Toma HELVETIA al desayuno.

y… Toma HELVETIA  a la cena.

Antonio Cotovad anunciaba también los víveres finos Amador tirando de este tipo de fórmula poética "sui generis".

Señalar que todavía en los años 50 se anunciaba Chocolates Helvetia en las páginas de “El Correo Gallego”, rivalizando a esas alturas, como luego veremos, con chocolates El Hórreo. En 1955 incluso se disputa un trofeo de fútbol que patrocina Helvetia.

En la guía de la ciudad de enero de 1945 se incluye, en el capítulo de industrias de Ferrol, a Chocolates El Hórreo. Dice así la referencia:

“Muchísimos son los requisitos que precisa una industria de cualquier tipo que sea para que el nuevo Estado español le otorgue el título de Industria modelo. Su producción ha de tener unas mínimas garantías de asepsia y bondad. Su personal obrero y técnico ha de estar a cubierto de todo riesgo propio de su profesión y con la protección social que el Estado exige. Su elaboración ha de ser rápida, necesaria y beneficiosa para la economía nacional, etcétera. Todos estos requisitos y otros muchos concurren en los Chocolates el Hórreo, única industria de este tipo de la región gallega que ha sido galardonada por la superioridad como “industria modelo”.

 Fundada en 1928 por don Manuel Romero y Don Germán Seijas, emplearon todos sus entusiasmos en mejorar las instalaciones, el material y su capacidad de fabricación, hasta el extremo de que llegó a alcanzar sin dificultad alguna las 12.000 tabletas en las 8 horas de trabajo. El sistema que se empleaba para la fabricación era el sistema en serie o sistema de cadena, que permitía conseguir el máximo aprovechamiento con la cantidad mínima de esfuerzo.

“Durante el funcionamiento de la fábrica -señala la publicación- da esta una sensación, a la que afortunadamente nos vamos acostumbrando, de limpieza y cuidado al ver a los obreros y obreras convenientemente uniformados con sus cofias, a la vez que desprovistos de toda clase de adornos y joyas, que, en un momento dado, pueden ser causa de un accidente. Esta industria por algo es modelo, adelantándose a las conquistas de nuevo Estado en la cuestión social. Antes de instituirse las leyes de seguros obligatorios, ya ofrecía estas mejoras a sus empleados y en la actualidad nada les descuenta por este concepto, pasando ese cargo a la cuenta de pérdidas y ganancias, con lo que salen indudablemente muy beneficiados los obreros”.

Faltaría por añadir que La razón social de Chocolates El Hórreo se llamaba La Industrial Gallega.

 Publicado en el suplemento dominical Nordesía/Diario de Ferrol, 06-10-2024, bajo el título genérico de "Curiosidades ferrolanas", apartado de Historia.