miércoles, 19 de mayo de 2021

Jesús Bescos y el fatal abismo de la desmemoria

 


Si la muerte es la negación de la vida, el mal de alzheimer es la negación de la “vida” en vida, algo que no sabría decir si es tan doloroso o más que la propia muerte para los seres queridos del enfermo, quien se enfrenta al vivo sin vivir en mi, expresión cargada de dramatismo y desnuda de misticismos.

Es triste y penoso -uno lo vivió en la familia- ver como una persona va cayendo en el vacío, en el abismo de la desmemoria, en la profundidad de la zona cero existencial, en la que se pierde el juicio y la conciencia de la realidad personal y del entorno social. En la que el recuerdo no existe. Simplemente, uno o una no es, a pesar de ser. Es triste y penoso ver como el sujeto humano acaba habitando en la irracionalidad, la incongruencia, el contrasentido, acaba por ser el que no era.
Recientemente, nos dejaba Jesús Bescos Couceiro (Melide, 1931. Ferrol, 2021) con el que mantuve en la “otra vida” (antes de que sucumbiera al alzheimer) fuertes lazos de amistad. Jesús, con una aguda inteligencia, con una clarividente capacidad de observar y discernir, con un alto nivel cultural, de sólida formación e información, con un manejo magistral de las claves a la hora de trabajar con el método, el análisis y el desarrollo del pensamiento, también acabó precipitándose a la zona abisal en donde simplemente dejó de ser.

Las circunstancias del tardofranquismo y la llamada Transición nos reunió a muchos ciudadanos y ciudadanas en plena comunión antifascista y en la lucha por la democracia y las libertades.
En ese mundo de amaneceres, proyectos, ilusiones, cruce de emociones y fuertes planes ideológicos nació nuestra amistad, que perduraría. En los repasos periódicos que hacíamos a la realidad cotidiana, yendo de lo local a lo universal, brillaba la mente lucida de este hombre al que era un gusto escuchar y al que difícilmente se le podía pillar en el argumentario. A veces con el sarcasmo, otras con la mordacidad, con frecuencia con gran sentido del humor, el suyo era siempre un verbo progresista y crítico, un discurso hábilmente construido desde una concepción de izquierdas. Un heterodoxo del marxismo.

Durante muchos años transcurrieron horas de tertulias, de encuentros y debates, junto con amigos comunes, “arreglando” el país y, más allá, el mundo. Nada se dejaba a la improvisación, todo era sometido nuestra interpretación.
Ha sido un privilegio gozar de su sincera amistad.
La vida profesional de Jesús estuvo siempre asociada al servicio de Correos del que llegó a ser jefe en la ciudad de Ferrol. Ya jubilado y afectado por la enfermedad pasó unos años en la residencia de mayores de Esteiro hasta su muerte. Siempre a su lado, su compañera, Juana Iglesias.
Las personas que cuidan, que afrontan cada día la enfermedad y el sufrimiento demuestran ser aún más grandes que el amor. Dominique Lapierre escritor francés, 1931).

Va por ti, amiga Juana.
En mi pensamiento también sus hijos Oa y Jesús.
Nota.-En la foto, un Jesús Bescos, joven empleado de Correos, hace una “demo” para la prensa con un teletipo, máquina que rompió en los años sesenta con los tradicionales herramientas de la comunicación.

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