lunes, 14 de abril de 2025

Los correos marítimos de los siglos XVIII y XIX: El pulso de Ferrol por evitar la dependencia de Coruña

 

Vapor Alfonso XII, 1875

Por Real Cédula del 14 de mayo de 1514, el Rey Fernando el Católico, que era II de Aragón y V de Castilla, estableció el primer "Correo Mayor de las Indias y de las Islas y Tierra-Firme del Mar Océano descubiertas y por descubrir". Por otra Real Cédula dada en Toledo en octubre de 1525, el Rey Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico, refrendó el cargo de Correo Mayor de las Indias. También se reafirmaron sus funciones y los privilegios anteriormente concedidos, al tiempo que se ordenaba el estricto cumplimiento y respeto de sus disposiciones.

Un Real Decreto emitido por Carlos III en agosto de 1764, establecía la creación de los "Correos Marítimos de Indias", despachados desde España por el puerto de A Coruña. A partir de entonces, el correo considerado no era solamente el oficial, también entraba el correo particular en todos sus aspectos.

Y ¿qué sucedía en Ferrol a esas alturas? No tardaron los notables de la ciudad en emprender acciones que evitara su dependencia de la ciudad coruñesa, aunque el pulso echado tuvo un largo recorrido, con innumerables vicisitudes. Cuenta Montero Aróstegui en su historia de Ferrol que a medida que las necesidades fueron aumentando con la población emergente y con el gran consumo, que ocasionaba el considerable número de buques, tropas, empleados y obreros del Arsenal, fueron también acudiendo diversos comerciantes, mercaderes y capitalistas que fijaron aquí su residencia. Pero el comercio estaba limitado al consumo del pueblo por falta de habilitación, desde que, establecido el riguroso sistema fiscal, se fijaron puntos para este o el otro tráfico y Ferrol se veía en la precisión de abastecerse de todos los géneros en el inmediato puerto de La Coruña, habilitado ya para el tráfico con las Américas en virtud de gracia concedida por el emperador Carlos V en el año 1525.

Agrega Aróstegui que, para evitar los perjuicios que aquella dependencia mercantil causaba a la capital del departamento, “que era entonces el pueblo de mayor consideración de Galicia” y a un puerto como el del Ferrol, “que, por su capacidad, seguridad y limpieza, estaba reconocido por uno de los mejores de Europa”, acudió el Ayuntamiento a S.M. en 18 de marzo de 1778 solicitando la habilitación para el libre comercio. Pero esta petición no halló por entonces respuesta favorable y aunque se repitió en 1788, proponiendo al mismo tiempo el arbitrio para la construcción del nuevo muelle, solo se pudo conseguir por Real Orden de 23 de septiembre del mismo año, la habilitación para la entrada de buques extranjeros que condujesen efectos navales.

Las limitaciones del consumo

El comercio tuvo que limitarse al consumo de los individuos de la plaza, Marina y Maestranza, “pero -insiste el historiador ferrolano-bajo la dependencia del puerto de La Coruña, que era el más próximo, habilitado para el comercio general”.

Inasequibles al desaliento, las negociaciones, por parte de las autoridades locales, prosiguieron por medio del Ministerio de Marina, solicitando la gracia que ya se concediera incluso a puertos como los de Marín y Gijón. Por fin, en virtud de los pasos e influencia que, en la Corte, ejerció Juan José Caamaño, pudo conseguirse en 1797 la habilitación para el comercio extranjero, gracia que después no solo se amplió a la libertad general por Real Orden de 27 de mayo de 1802, sino que a consecuencia del Reglamento del 6 de abril del mismo año, mandando reunir los correos marítimos a la Marina Real, se trasladaron a Ferrol los buques, oficialidad y empleados de aquel ramo que, por espacio de 40 años, habían residido en la vecina Coruña.

No pararon aquí las concesiones, señala Aróstegui, pues, por Real Orden de 19 de junio de 1803, se mandó construir la carretera que, enramando con la general de Castilla, debía poner a Ferrol en comunicación con los pueblos del interior, favoreciendo de esta manera las necesidades y requisitos de un verdadero puerto mercantil. Tal era el deseo que existía en aquella época de dar vida “a la capital del mejor departamento naval de nuestra península” que, al ver el naciente comercio del Ferrol, el halagüeño porvenir que se le presentaba, el cuerpo municipal remitió a Su Majestad una razonada exposición, solicitando el establecimiento de un consulado de mar y tierra extensivo a todos los puertos y pueblos comprendidos en la Diócesis de Mondoñedo, con el fin de proteger y fomentar su agricultura e Industria y Comercio. Pero, en este caso “todas las ilusiones, que los ferrolanos habían formado a la vista de tan brillante porvenir, desaparecieron como el humo con la paralización de las obras de aquella carretera, que se reanudarían más tarde.

El pueblo siguió incomunicado y su comercio tuvo que limitarse al consumo ordinario por no tener medios de ensanchar el campo de sus previsiones. Solo el Arsenal proporcionó a contratas de la construcción naval víveres, maderas y otros artículos, evitando en cierta manera la especulación.

 Nuevo reglamento

Retomando el asunto de los correos marítimos, será preciso añadir que, para continuar con este servicio, el 10 de septiembre de 1809 se firmó un nuevo Reglamento en Sevilla, que estuvo en vigor hasta el año 1827, de acuerdo con el cual, los correos marítimos siguieron dependiendo de la Real Armada. “Fue un período difícil y convulso, con la Guerra de la Independencia contra los franceses en España al principio, y las Guerras de Independencia de las tierras del continente americano y de Filipinas contra la Metrópoli, España, después. Hasta que, en el antes citado año 1827, el inmenso imperio español quedaba reducido a algunas islas en el Caribe y en el Pacífico, y a ellas quedaban reducidos los Correos Marítimos”, subraya Marcelino González Fernández en su discurso de ingreso en la Real Academia de la Mar (22/03/2022).

Tras numerosos avatares y adaptación a las exigencias de cada momento histórico, finalmente, desde 1861 hasta la pérdida de las últimas tierras en el Caribe en 1898, los servicios de correos con aquellas tierras corrieron a cargo de la Compañía Transmediterránea. Y tras las independencias de las últimas tierras españolas en América y el Pacífico, los correos marítimos continuaron amoldados a las nuevas situaciones y a las nuevas reglamentaciones, con acuerdos bilaterales y multinacionales. “Aunque no está de más recordar la 23 regularización del correo a nivel mundial, alcanzada por la Unión Postal General nacida el 9 de octubre de 1874, que en 1878 pasó a llamarse Unión Postal Universal (UPU)”, precisa el mencionado autor, quien termina su discurso de esta guisa:

Supresión de los cañonazos

“Solo resta decir que los Correos Marítimos con las Indias Occidentales, las Américas, han sido muy importantes para las relaciones de todo tipo entre España y las tierras al otro lado del Atlántico, primero como colonias, y después como estados independientes, con los que siempre se han mantenido, o se han tratado de mantener, unos fuertes lazos de amistad, en muchos casos reforzados por la gran cantidad de emigrantes españoles que se iban a "hacer las Américas”.

Y para terminar, la anécdota: La Gaceta de Madrid, equivalente al BOE, en fecha 28 de marzo de 1913, recogía una Real Orden por la que se ordenaba que se suprimiesen las señales del cañonazo que se disparaba cada vez que entraba o salía de puerto el correo marítimo. Entendían las autoridades superiores que dichas señales no tenían fundamento práctico alguno. Cabe suponer que se arrastraba de etapas anteriores como un aviso al contorno.

Este artículo fue publicado en el suplemento dominical Nordesía/Diario de Ferrol en fecha 13-04-2025

lunes, 7 de abril de 2025

El Pájaro de la Marola y Los héroes del Pacífico

                 En la foto, el vapor Comercio, similar al Pájaro de la Marola

Curiosamente, siguiéndole la pista al vapor Pájaro de la Marola (embarcación de pasaje Ferrol-Coruña y viceversa) fui a dar con un acontecimiento singular que también me llamó la atención, como fue el gran recibimiento hecho a la fragata Blanca, que retornaba victoriosa de la campaña del Pacífico en la segunda década del siglo XIX. La euforia popular le adjudicó a la tripulación el apodo de “Los héroes del Pacífico”, de ahí el titular de esta colaboración.

Inicialmente traté de investigar lo del “Pájaro de la Marola”, porque me parecía un hallazgo -el historiador Bernardo Máiz lo registra en su obra As embarcacións de pasaxe das rías galegas, Xerais, 2000- y porque me hizo gracia el nombre.

He observado que, generalmente, se parte del vapor Hércules y de ahí al Comercio, Marqués de Amboage, El Ferrolano y otros. Pues, resulta que el Hércules tuvo como antecesor inmediato precisamente al Pájaro de la Marola y este, a su vez, a los vapores Tigre y León.

Sigamos un orden. Encontré el vapor que me ocupa en la crónica de los festejos celebrados para recibir a la fragata Blanca, crónica publicada en El Buscapié el 04-11-1866.

A remolque del relato periodístico de la época reproduzco […] “Púsose también en marcha el vapor de la carrera Pájaro de la Marola. La barca atravesó a la distancia por frente del muelle y se dirigió a la fragata. Al llegar a su altura un gran resplandor iluminó la bahía. La Blanca y el Pájaro de la Marola se iluminaron con luces de bengala hasta los topes”.

A raíz del recibimiento tributado a la Blanca, la cita del vapor se multiplicó en los distintos medios de alcance local y nacional. En este último caso mencionaremos a título de ejemplo: La Reforma, La España, El Español, La Corona, Alcance, Diario Oficial de Avisos, entre otros.

En el año 1868 advertimos el siguiente aviso: “El vapor Pájaro de la Marola, que hacía el servicio entre La Coruña y Ferrol, ha reanudado sus interrumpidos viajes”. Once años más adelante, en El Correo Gallego de fecha 14 de agosto de 1879, volvemos a ver citado el vapor Pájaro de la Marola, con motivo de las fiestas organizadas para la inauguración del Dique de la Campana. En la página 3 leemos un anuncio: los días 18-19-20 y 21, salida de La Coruña a las 08:00 y 12:00 horas; salida de Ferrol a las 10:00 y 24:00 horas.

En la narración de una especie de cuento “El Trasno”, también en El Correo Gallego (21-01-1897), leo: “No lejos del muelle de la ciudad hallábanse fondeados varios buques de guerra y mercantes sumándose entre estos últimos el Hércules, el ligero y lindo vaporcillo sucesor del Pájaro de la Marola, el Tigre y el León, que diariamente va y vuelve a La Coruña”.

Otra novela “El retorno de Pedro”, del que es autor el médico Díaz Rubio, obra que se sitúa temporalmente entre 1869 y junio de 1918, sobre la emigración, se cita igualmente al Pájaro de la Marola. Por último, en una lista de inscripción de buques publicada en la Gaceta de Madrid se puede leer: “Pájaro de la Marola, antes catalán, vapor con fecha de asiento de enero de 1860, construido en los astilleros de Barcelona que, en octubre de 1866, pasa a La Coruña”. En el trabajo de Máiz Vázquez se cita al armador Requejo y posteriormente Eduardo Seijas Cabral, concreta que se trata de un vapor de 60 metros de eslora y 80 hp “de gran lentitude”. También se dice que fue baja en 1899, si bien el que suscribe lo pierde de vista como vapor de carrera Ferrol-Coruña-Ferrol en 1879.

Como queda escrito y a mayor abundamiento, el Pájaro de la Marola sucedió a los vapores Tigre y León. Ningún dato pude extraer de mis investigaciones acerca del segundo, pero sí tengo algunas notas del Tigre, por ejemplo que en el año 1874 trata de establecer una sociedad por medio de la cual todo aquel que se suscriba con 20 0 10 reales mensuales tendrá derecho a hacer en un mes seis viajes de ida y vuelta a La Coruña, “en popa o en proa” Se deduce que “cohabita” con el Pájaro de la Marola.

El Tigre aparece también en diciembre de 1878 como protagonista de un episodio al soltar amarras debido al temporal, aunque no sufrió daños de consideración. En ese mismo año, en agosto, se anuncia subasta pública del citado vapor, tasado en 40.000 pesetas y al mes siguiente se denuncia públicamente, apelando al capitán del Puerto para que tome medidas, su estado deteriorado, sin botes salvavidas y “con muchos agujeros”, lo que obligó a que se sometiera a algunas reparaciones.

 

Llegada de la fragata Blanca

 

Recién entrada en servicio, la fragata Blanca (foto) participó en operaciones en la Guerra de África y posteriormente en la escuadra que convoyó la expedición del general Prim a México, “pero en donde su papel resaltaría con más fuerza fue durante la Guerra del Pacífico en 1865-66”, señalan Agustín Ramón Rodríguez González y Juan Luis Coello Lillo en el libro “La fragata en la Armada española. 500 años de historia”, editado por la antigua Empresa Nacional Bazán en el año 2003.

Agregan los autores que tras la victoriosa campaña y el duro viaje de vuelta “con una reparadora escala en Río de Janeiro, el 6 de septiembre de 1866 partió la Blanca de vuelta a España, llegando a Ferrol el 19 de octubre, pues era el primer buque de la Escuadra del Pacífico que regresaba a la patria”.

Acerca del recibimiento que se le tributó, varios periódicos locales y nacionales se hicieron eco del episodio, unos con más generosidad de espacio y tipografía que otros. Por ejemplo, La Reforma de Madrid cuenta que unos días después de su arribada, concretamente el 26 se le sirvió al comandante y oficiales, en la Sala de Armas, un popular banquete en el que estaban representadas todas las clases “y al lado de un jefe de alta graduación se veía sentado a un humilde artesano”. Más adelante, el citado periódico señala “ha sido una verdadera fiesta continua. Los nueve días se pasaron en bailes, convites y serenatas”. Cuando de día bajaba a tierra la tripulación, “iban las músicas a recibirla y de todas partes llovían ramos, flores y dulces. Cuando bajaban de noche dos larguísimas hileras de jóvenes del pueblo, confundiéndose fraternalmente todas las clases, la precedían siempre con hachas encendidas”. El cronista de La Reforma hace referencia igualmente a la “noche mágica” protagonizada por la serenata a la veneciana que dio a la fragata el Liceo de Artesanos.

Por su parte, a la tripulación se le rindieron dos convites, uno del Ayuntamiento y otro de la Marina.

En el plano urbano, se improvisaron himnos y barcarolas, se levantaron arcos de triunfo y se construyeron templetes alegóricos. En todas estas actividades “estaba representada La Coruña por el vapor Pájaro de la Marola”. La imprenta del Brigantino se distinguió particularmente por haber adornado la fachada con una iluminación de buen gusto y El Eco Ferrolano por haber tirado un número con letras de oro consagrado a la Blanca, número especial que se repartió entre la oficialidad, autoridades civiles y militares y notables de la ciudad.

La quilla de la Blanca se puso en Ferrol el 4 de abril de 1855, fue botada el 24 de febrero de 1857 y puesta en servicio en septiembre del mismo año. Tras algo más de tres décadas de vida activa, fue apartada del servicio hacia 1889.

 Este artículo fue publicado en el suplemento dominical "Nordesía" de Diario de Ferrol el domingo 06-04-2025