jueves, 26 de diciembre de 2024

¿Quién fue Sinforiano López?

 

La calle Real se llamó durante mucho tiempo Sinforiano López. Hablamos de décadas entre el siglo XIX y casi mediados del XX, cuando una vez finalizada la contienda civil, el rótulo fue sustituido por el de General Franco. Lo curioso del caso es que no era ferrolano, ni siquiera gallego. No prestó ningún servicio a esta ciudad y hasta es posible que no la haya visitado. O, al menos, no parece existir este dato en las fuentes consultadas. Este era un hombre liberal, que se vino a vivir a la vecina ciudad coruñesa en donde se levantó contra la invasión francesa. Tenía un extraordinario don de la palabra con la que movilizaba masas. Terminó en la horca ejecutada en el Campo de la Leña de la vecina ciudad, al conspirar, tras defender la independencia, contra el absolutismo de la época. Así lo recoge A. Villar Ponte en “Algunos Temas Gallegos, II volumen”. Sinforiano López Alía fue un mártir más de la libertad. Trataré de abundar en la información, bebiendo fundamentalmente de lo que escribió José de Pato en el Almanaque de Ferrol para 1907 y de periódicos de la época.

Relata De Pato que “el modesto patriota cuyo nombre lleva la principal de las vías públicas ferrolanas vivió en períodos de onda agitación social. Hijo del pueblo encarnó sus anhelos y aspiraciones traduciéndolos con una fogosa verbosidad que conmovía y arrastraba las muchedumbres y este prestigio y esta fuerza que le daban sus cualidades naturales eran incompatibles con el modo de ser de una época en que el despotismo más cruel y sanguinario establecía el régimen de la sumisión y del silencio en los dominios de Fernando VII”.

Sinforiano López Alía era natural de Madrid y se hallaba establecido en La Coruña ejerciendo el oficio de guarnicionero cuando la invasión francesa de 1808 originó el vigoroso y unánime alzamiento de las regiones españolas contra las hasta entonces invencibles huestes del gran Napoleón. Sus ideas liberales y su elocuencia tribunicia le habían granjeado el cariño de la multitud hasta el punto de que esta cogía con absoluta conformidad las inspiraciones del popular artesano.

Sinforiano López que en la exaltación de sus ideas liberales debía encontrar más odioso el sistema de tiranía imperante secundó en La Coruña una conjuración a la que no era ajeno el general don Juan Díaz Porlier. Sus trabajos se dirigían principalmente a ganar la voluntad de las tropas de la guarnición, pero denunciado por unos soldados del Regimiento Imperial Alejandro fue preso y sometido a un proceso durante el cual se le ofreció el perdón de su culpa si revelaba los nombres de sus cómplices.

Persuadidos los jueces de que este ofrecimiento no quebrantaba la entereza del reo fue condenado a morir en la horca siendo ejecutado en abril de 1815 y uniéndose de este modo un nuevo nombre a la larga lista de los mártires de la libertad española. Poco tiempo tardó en figurar también en ella el nombre del mismo general Porlier

José de Pato (foto) matiza “al grabar su nombre en las lápidas de la calle Real se ha querido sin duda confirmar las tradiciones liberales de este pueblo con motivo de una personalidad cuyo recuerdo aparece en la historia realzado con la aureola del martirio”. El que se le haya dado el nombre de una calle se debió a la iniciativa de la Sociedad Constitucional de Ferrol, instituida después de los sucesos mencionados y cuyos estatutos aprobó la Junta Suprema de Gobierno de Galicia en abril de 1820. Los ciudadanos presidente y secretario de la misma Francisco Paula Madrazo y Carlos Fuster, respectivamente, firmaron la exposición que fue presentada al ayuntamiento en sesión de 20 de julio solicitando que se sustituyese el nombre de la calle Real por el de Sinforiano López, el de la calle Magdalena por el del Brigadier Romay y el de la calle de la Cárcel Vieja por el de Olmos “en atención a los sacrificios que han hecho estos individuos y trabajos que han padecido por su adhesión al régimen constitucional hasta llegar el primero al extremo de perder la vida en un cadalso y los segundos a vagar errantes fuera de su patria”.

El Ayuntamiento acordó que para perpetuar la memoria se inscribiera en la calle Real el nombre de don Sinforiano López, teniente que fue de las milicias urbanas de La Coruña, “pero para evitar los daños que pudieran seguirse de una total mutación en los nombres de las calles dispuso que se prevenga al arquitecto de la villa que cuide que en las dos rotuladas de dicha calle Real se añada a este nombre lo siguiente: “y del mártir de la patria don Sinforiano López”.

Empero, con respecto a distinguir en igual forma los nombres de Romay y Olmos, el Ayuntamiento optó por hacer un manifiesto público de alta consideración, pero que como todavía estaban vivos no le pareció oportuno dar el mismo trato que al que había perdido la vida.

La oración fúnebre

Todas las referencias encontradas por quien esto subscribe ratifican el valor y las altas virtudes de Sinforiano López. De Antonio Benito Fandiño, un destacado periodista muy reconocido en la Galicia de 1820, en “Algunos temas gallegos, II volumen” Andrés Martínez Salazar escribe:

“De los trabajos que Fandiño se proponía publicar, sólo poseemos el primer pliego de la «Oración fúnebre, que, a la inmortal memoria del nunca bien celebrado español y heroico patriota, D. Sinforiano López Alía, víctima de la verdad y mártir de la justicia, compuso y da a la prensa su grande amigo D. Antonio Benito Fandiño para que, ya que no predicaba, a lo menos sea leída y dedicada a las Cortes españolas del año de 1821. Laméntase (Fandiño) en este escrito -sigue diciendo Martínez Salazar- de que para todos aquellos que se distinguieron en aquellos sucesos, hubo un predicador adecuado, que pregonase sus glorias, se les hicieron honras y honores, y nadie se ha acordado del Benemérito hijo de la patria en el grado más heroico, a quien nadie ha excedido; protomártir glorioso y archirestaurador de la libertad, el célebre español y esclarecido patriota D. Sinforiano López Alía. Si más por descuido que malicia, no se hizo de tí, hasta ahora, el debido recuerdo por la gran nación á que perteneciste, y que tanto has servido, aún vive, superando vicisitudes y trabajos, tu grande amigo, para clamar que tienes tanto derecho a verte inscrito con letras de oro en el salón de Cortes, como Catón a su estatua en Senado de Roma.»

José de pato recupera, finalmente, el hilo del relato para señalar que esta “Oración fúnebre”, incompleta, y una calle de Ferrol, que lleva su nombre, son los únicos recuerdos que han quedado en Galicia del célebre patriota Sinforiano López Alia; “é ignoramos si Madrid, su villa natal, le ha hecho algún honor, y si le conoce siquiera”.

Conviene precisar que, posteriormente, La Coruña también daría su nombre a una calle que todavía se mantiene, no así la de Ferrol que al ser suplida por el nombre del dictador, perdió la identidad para siempre.

 Publicado no Diario de Ferrol, supl. dominical Nordesía, 22 de decembro de 2024.

sábado, 14 de diciembre de 2024

De Benito Vicetto a Álvaro Paradela: Dous personaxes no esquecemento.

 

Cúmprense dúas efemérides, o bicentenario de Vicetto no ano que remata, e o 45 aniversario do falecemento, tal día como hoxe, de Álvaro Paradela.

Salvando distancias no tempo e tamén nos perfís dos mencionados, ao meu modo de ver danse, a pesar de todo, algúns puntos en común. Por exemplo, trátase de dúas personalidades que amaban a Galicia, que deixaron pegada no mundo da literatura, a poesía, o xornalismo e que non teñen o privilexio de reinar na memoria colectiva, unha maneira sutil de sinalar que están condenados ao silencio, ao esquecemento.

Entrando ao detalle, cando leo as cartas de Vicetto a Murguía, acho actitudes moi semellantes na (aparente?) displicencia con que Vicetto trataba a Murguía e Paradela ao seu biógrafo e sonetista, César Michelena. Vexamos: Vicetto a Murguía : Chico, eres un infame, ni me escribes, nin me corriges [...] y, por fin, de postre, me comes las palabras que en la plana 104 Amaro dirige a Íldara” (Badaxoz, 22 de abril de 1857).

Paradela ao seu amigo e biógrafo César Michelena: “Somentes teño medo de ler ou seu galego. Lémbrame foneticamente e sen esforzos ou tubo de escabe dun coche-cacharro [:::] Teño que ler ou seu idioma sentado para non caer de cu”. Poño displicencias entre interrogantes porque máis ben este tipo de diálogos entran no plano da confianza, do privado.

Destacar o amor a Galicia por parte de Vicetto é unha obviedade. Se algo lle recoñecen todos, fieis e detractores incluído o seu “inimigo íntimo”, Manuel Murguía -Xosé Fandiño, dixit- é a súa paixón e loita por dar valor e entidade a Galicia, paixón representada nos sete tomos da Historia de Galicia e unha inxente obra narrativa histórica e novelística, iso a pesar da súa morte prematura, con só 54 anos.

No caso de Álvaro Paradela haberá que subliñar que na súa obra poética, como tamén a xornalística e os seus “Cadernos de Amaro Orzán”, palpita ostensiblemente a súa alma e identidade patrióticas. De feito o seu cadleito foi á tumba envolvido na bandeira galega. Vicetto como Murguía prodigaron a súa presenza na prensa para proxectar as súas respectivas producións, concretamente á hora de “tocar a lira” que diría Paradela en clave de humor, referíndose ao apartado da composición poética. O historiador ferrolán deixou “sementadas” diversas publicacións polas que discorreu tamén cos seus folletins, mentres que Paradela Criado fíxoo fundamentalmente en La Voz de Ortigueira, pero tamén en publicacións galegas e máis aló en países de fala hispana.

Existen, abondando nasa coincidencias, senllos episodios que non parecen moverse nas esencias do onírico, antes ao contrario foron reais e deixaron marcada pegada en ambos os personaxes. Refírome á intervención de ambos en casos de fusilamentos, Vicetto como militar ao mando dun pelotón, en tempos da guerra carlista e Paradela actuando como médico nun axustizamento, no caso da Guerra Civil española.

 En fin, Álvaro Paradela e Benito Vicetto, dúas personalidades para tempos distintos con circunstancias distantes, pero algunhas “cousiñas” en común e un signo semellante, o esquecemento. Hoxe cúmprense 45 anos da morte do médico, escritor e poeta, ao resultar atropelado cando, de mañá, nun día moi chuvioso, sacaba a pasear o seu can e ao atravesar a estrada de Castela, en cuxas proximidades vivía, produciuse o fatal accidente.

Publicado no Diario de Ferrol, venres, 13 de decembro de 2024 (pax. 10)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

De Benito Vicetto a Álvaro Paradela: Dos personajes dados al olvido.


Se cumplen dos efemérides, el bicentenario de Vicetto en el año que finaliza, y el 45 aniversario del fallecimiento, tal día como hoy, de Álvaro Paradela.

Salvando distancias en el tiempo y también en los perfiles de los mencionados, a mi modo de ver se dan, a pesar de todo, algunos puntos en común. Por ejemplo, se trata de dos personalidades que amaban a Galicia, que dejaron huella en el mundo de la literatura, la poesía, el periodismo y que no tienen el privilegio de reinar en la memoria colectiva, una manera sutil de señalar que están condenados al silencio, al olvido.

Entrando al detalle, cuando leo las cartas de Vicetto a Murguía, hallo actitudes muy semejantes, verbigracia en la (¿aparente?) displicencia con que Vicetto trataba a Murguía y Paradela a su biógrafo y sonetista, César Michelena. Veamos: Vicetto a Murguía :”Chico, eres un infame, ni me escribes, ni me corriges […] y por fin, de postre, me comes las palabras que en la plana 104 Amaro le dirige a Ildara” (Badajoz, 22 de abril de 1857).

Paradela a su biógrafo César Michelena: “Somentes teño medo de ler o seu galego. Lémbrame fonéticamente e sen esforzos o tubo de escabe dun coche-cacharro […] Teño que ler o seu idioma sentado para non caer de cú”. Pongo displicencias entre interrogantes porque más lo situaría en el plano de la confianza, de lo privado.

Destacar el amor a Galicia por parte de Vicetto es una obviedad. Si algo le reconocen todos, fieles y detractores incluido su “enemigo íntimo”, Manuel Murguía -Xosé Fandiño, dixit- es su pasión y lucha por dar valor y entidad a Galicia, pasión representada en los siete tomos de la Historia de Galicia y una ingente obra narrativa histórica y novelística, ello a pesar de su muerte prematura, con solo 54 años.

En el caso de Álvaro Paradela habrá que subrayar que en su obra poética, como también la periodística y sus “Cuadernos de Amaro Orzán”, palpita ostensiblemente su alma e identidad patrióticas. De hecho su féretro fue a la tumba envuelto en la bandera gallega.

Vicetto como Murguía prodigaron, mejor dicho multiplicaron, su presencia en la prensa para proyectar sus respectivas producciones, concretamente a la hora de “tocar la lira” que diría Paradela en clave de humor, refiriéndose al apartado de la composición poética. El historiador ferrolano dejó “sembradas” diversas publicaciones por las que discurrió también con sus folletines, mientras que Paradela Criado lo hizo fundamentalmente en La Voz de Ortigueira, pero también en publicaciones gallegas y más allá en países de habla hispana.

Existen, a mayor abundamiento de coincidencias, sendos episodios que no parecen moverse en las esencias de lo onírico, antes al contrario fueron reales y dejaron marcada huella en ambos personajes. Me refiero a la intervención de ambos en casos de fusilamientos, Vicetto como militar al mando de un pelotón, en tiempos de la guerra carlista y Paradela actuando como médico en un ajusticiamiento en el caso de la Guerra Civil española.

 En fin, Álvaro Paradela y Benito Vicetto, dos personalidades para tiempos distintos con circunstancias distantes, pero algunas “cosillas” en común y un signo semejante, el olvido. Hoy se cumplen 45 años de la muerte de “Amaro Orzán”, al resultar atropellado cuando, de mañana, en un día muy lluvioso, sacaba a pasear su perro y al atravesar la carretera de Castilla, en cuyas proximidades vivía, se produjo el fatal accidente.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


viernes, 13 de diciembre de 2024

 

El antiguo Hospicio costó 250.000 pesetas en 1896

 



A diario vemos y leemos actividades que tienen como sede el antiguo Hospicio Municipal. Habiendo acopiado algún material, pensé que no estaría de más recordar y describir lo que fue ese centro de beneficencia y nada mejor que hacerlo partiendo, precisamente, de los datos que fueron publicados en vísperas de su inauguración, allá por el mes de octubre de 1896.

El nuevo asilo se proyectó para doscientos acogidos, niños y ancianos. Fue considerada en su día muy acertada la ubicación, hoy calle Méndez Núñez, y la orientación, una para gozar del calor solar en el invierno y la otra para librarse del calor del estío. Todo pensado y previsto por el arquitecto Sr. Belmás. Una gran escalinata daba acceso desde la calle al edificio que constaba de cuatro plantas, o sea, sótanos, piso bajo, principal y segundo. En la planta baja, seis balcones correspondientes a otros tantos huecos, en el principal, nueve y en el segundo seis, frente 60 metros y fondo de 62. El inmueble ocupa una extensión de 3750 metros cuadrados, con espacio para jardines. En suma, el establecimiento cuenta con 90 metros por individuo, diez más de la máxima que exigían los higienistas de la época.

Cada dormitorio, 24 camas

En el cuerpo central estaban los servicios generales, mientras que los pabellones laterales se destinaban a escuelas en la planta baja y dormitorios en los pisos principal y segundo. Cada dormitorio disponía de 24 camas, una de ellas para el inspector y otra para los alumnos formando una sección. Un pabellón correspondía a un sexo y el pabellón opuesto al otro. Hay cuatro secciones para varones y cuatro para mujeres cada una de ellas tiene retrete, cuarto de baño, cuarto de duchas y cuarto de servicio.

Los cuartos de aseo eran amplios, con una serie a su alrededor de grifos y palanganas en igual número al de alumnos. A la cabeza de cada cama se contemplaba un armarito para que el alumno respectivo guardase allí los objetos de su uso, juguetes y otras cosillas de su propiedad “que les den parientes, amigos o personas caritativas”, matiza el periodista de El Correo Gallego, no identificado, que elabora el reportaje. Y añade “así, adquirirán hábitos de personalidad. Es un principio de respeto que debe dejarse resida hasta en el aislado más pobre”.

Un pozo, en previsión de que fallase el servicio de agua

Para el caso de que la población estuviese desabastecida de aguas se prevé un pozo, pues el ensayo hecho allí por el arquitecto ha sido satisfactorio, encontrando agua en bastante cantidad. Propone el señor Belmás, a mayor abundamiento, la colocación de un aeromotor en la cubierta del edificio, estableciendo unos depósitos en los distintos puntos de la misma y haciendo por añadidura unos aljibes en el exterior del edificio, a los cuales fuesen a parar las aguas de lluvias desde los tejados. Agua que sería elevada por medio del aeromotor, teniendo así con grandísima facilidad instalado el abastecimiento de aguas con relativo poco gasto y con abundancia.

Se harán plantaciones de arbolado en la huerta y alrededores del establecimiento. Los retretes serán de cierre hidráulico. El suelo del sótano ha de ser de hormigón y cemento portland, los muros de la fábrica de ladrillo, los pavimentos de madera inyectada. De materia antiséptica por ser menos fría en invierno, la cubierta de teja plana “para impedir que sea, como la mayoría de los tejados del Ferrol, casi campo de cultivo”.

Las escuelas, museos, bibliotecas

Las escuelas estarán divididas por edades y sexos. La sala de actos es un espacio central dispuesto a fin de que pueda servir para los oficios del culto y conferencias y pláticas religiosas, y al propio tiempo para entrega de premios y otros actos escolares u oficiales. Los alumnos estarán a un lado y las alumnas a otros. Para personas invitadas se dispondrá de una tribuna, que puede ser sitio de lectura y librería.

Subiendo por la escalinata y después de pasar la puerta principal, estará el salón de espera, que dará paso al propio tiempo al de actos. A la derecha, entrando a la portería, la administración y la sala de visitas de mujeres, a la izquierda.

Habrá una escalera privada solo para el director, administrador, médico y alguna que otra persona más y comunicará todos los pisos desde el sótano a lo más alto, de suerte que la vigilancia superior se puede hacer en todo el establecimiento sin que nadie se aperciba. Escaleras generales, ahora dos, una a la derecha para la comunicación de los niños y otra a la izquierda, para la de las niñas. Los comedores, 21 para cada sexo. Para los Juegos se destinará siempre, con la conveniente separación de niños y niñas, la huerta o jardín del edificio y en días de lluvia, la galería. La administración interior ocupará los sótanos a la derecha, todo lo relativo a las ropas y a la izquierda, lo que se relaciona con la alimentación, dando a la galería general de comunicación, anchura, luz, ventilación e independencia.

En la citada parte derecha estará el lavadero, amplia dependencia de 10 m de latitud por 6 de longitud para lavar, colar y secar la ropa con un aparato secador de rotación y un armario, secador, el salón de costura y plancha de cinco metros de longitud y cuatro de latitud y el guardarropa.

A la izquierda, la cocina, que es un salón de 10 m de largo por 6 de ancho, la leñera y carbonera, la despensa, el cuarto de entrega de alimentos y el almacén. Estos salones tienen perfectas cualidades para ser habitados. Hay habitaciones para las hermanas de la caridad.

Como se ve, todo está dispuesto para que la vida interna se realice con independencia y facilidad. Las comidas ascenderán de la cocina a los comedores automáticamente. El arquitecto indica la conveniencia de que se instalen relojes eléctricos en todas las clases y dependencias para que todo movimiento se haga de una manera silenciosa y sin necesidad de campanas, timbres y otros auxiliares análogos.

Se propone la iluminación eléctrica en todo el edificio y el rodearlo de plantaciones y jardines bien estudiados.

Presupuesto.

El de contrata de las obras del edificio, a excepción de la planta de sótanos, era el siguiente. Presupuesto de las obras, 217.388,67, pesetas, dirección y administración 1.086,93. Imprevistos 2.173,58. Beneficio industrial 19.562,28. Total 249.962,46 pesetas.

  Publicado en el suplemento dominical Nordesía/Diario de Ferrol, 08-12-2024

miércoles, 4 de diciembre de 2024

 Rafael Permuy, in memoriam




Hoy es Santa Bárbara, patrona del arma de Artillería. Inevitable el recuerdo del amigo Rafael Permuy, artillero profesional y periodista vocacional. No acabo de procesar su reciente y case repentino fallecimiento. Éramos buenos amigos. Entre nosotros existían muchos lugares comunes y también muchas complicidades. Siempre en la memoria!!

Lo que sigue aparece publicado en este blog el 15 de febrero de 2014.


Arriba, encima de la foto actual, se puede ver a un jovencito
Rafael Permuy, block en ristre, tomando declaraciones de un
interlocutor vecinal. A la izquierda, parte superior, en recuadro,
la firma del reportero.
Rafael Permuy es un ferrolano, vinculado al periodismo militar, director de publicaciones de la editorial Galland Books, diplomado especialista militar en comunicación social, fue adjunto a la dirección de la Revista Española de Historia Militar, es comandante de artillería en la reserva, escribió más de 20 libros, es, con el que suscribe, columnista de Mundiario.com...y para qué seguir. Brillantísimo curriculum, para aburrir, de seguir desmenuzándolo. Pero me voy a detener en sus orígenes, porque el amigo y colega es producto de la escuela de Ferrol Diario, como también los somos otros, aunque con una trayectoria más modesta. Se ha hablado muchas veces, con polémica servida en su tiempo, de la escuela de pintores ferrolanos, de la escuela de actores ferrolanos, etc., a la que, sin duda, hay que añadir la escuela de periodistas ferrolanos, que nos desbravamos en aquel entrañable y añorado Ferrol Diario de los Jovalo (José Varela Losada), Mario Couceiro, Vicentón, Arturo Lezcano, Bieito Rubido, José Manuel Orriols, Manuel Torrente, Manuel Beceiro, Andrés París, Carlos Agulló, Cristobo Ramírez, Xoán Barro, Chisco, Coque Bruquetas, Antonio Martínez Barcón (Ambar), etc. Como hoy se puede hacer teniendo como referencia el Diario de Ferrol. A Rafael Permuy hay que ubicarlo en los primeros años de la década de los setenta, despachando páginas y páginas del FD, luciendo, ya de jovencito, raza, llamada vocacional y recursos y habilidades para hacer frente a cualquiera de los géneros. Lo que se dice un "todoterreno". El reportaje era uno de los géneros apetecidos, muy gratificante. Una doble página, bien ilustrada gráficamente, con foto y firma en recuadro del periodista "oficiante", era un trabajo que lucía, estimulaba el coraje profesional, alimentaba la autoestima. Aunque, en un periódico pequeño y en aquellas circunstancias acababa uno haciendo de todo, afortunadamente, porque fue un provechoso rodaje que sentó los cimientos para muchos profesionales que luego cobraron prestigio y nombre. Yo, compaginando entonces estudios y periodismo amateur, seguía a Rafael Permuy, lo leía con fruición, tomaba nota de aquellos magníficos despliegues y, cómo no, anhelaba seguir su estela productiva. Curiosamente, se puede decir que en el año 1974 le tomé el relevo. También yo viviría a partir de entonces la emoción de un periodismo de calle, entregado, sin condiciones, ni horarios, ni cortapisas. Nos faltaba, eso sí, la libertad, deshacernos de la dictadura. Objetivo que también se lograría. Rafael Permuy, un periodista como la copa de un pino, un amigo de siempre.


lunes, 2 de diciembre de 2024

 

                Las históricas riadas de Esmelle, Neda y Ares


Al hilo de la tragedia que vive la comunidad de Valencia, hemos hecho un rastreo por las hemerotecas porque, salvando las grandes distancias, entre ellas la ausencia de víctimas mortales, también por esta zona han ocurrido a lo largo de la historia graves inundaciones.

Si hemos de echar mano de la cronología y de lo que encontramos en nuestras modestas investigaciones, ya en el año 1859 se registró un temporal, curiosamente en pleno mes de agosto, que estuvo a punto de llevarse vidas por delante en Esmelle y aldeas colindantes, episodio del que me hice eco en el libro “Curiosidades Ferrolanas II” (Embora, 2024).

Tal fue la cantidad de agua caída que llegaba hasta el techo de las viviendas. Existe un relato, recogido en la publicación Esperanza, firmado por el cura párroco (que se identifica como un suscriptor)  en  el que, entre otras apreciaciones, señala que si el aguacero  hubiera durado media hora más, “seguramente la mayor parte de los vecinos de estas parroquias (Esmelle y San Jorge) de las que soy párroco, hubieran sido víctimas del torrente de las aguas en términos que en esta iglesia de Esmelle llegaron a inundar el altar mayor”.

Las piedras más enormes de los montes y las tapias de piedra más arraigadas, que eran la división de los cercados y caminos, han desaparecido por el diluvio, quedando estos con hoyos y aberturas inmensas que interceptaron las comunicaciones de vecino a vecino, de tal modo que los trabajos de labranza no pueden ejercerse ni a pie ni con carro, como igualmente no pueden concurrir a misa ni administrarles los auxilios espirituales sin grave peligro de vida”.

La Iberia, de Madrid del 19 de agosto de 1859 también se hace eco de esta catástrofe, señalando que causó grandes estragos en las parroquias de Cobas, Esmelle, San Jorge y Doniños. “Las aguas -explica el mencionado rotativo madrileño- subieron hasta los techos de las casas y arrasaron los sembrados de maíz destruyendo así el porvenir de aquellos infelices labradores”.

 

Las inundaciones de Neda

En El Correo Gallego de 21 de diciembre de 1878, se publica una carta que dice que al amanecer del día 19, algunos vecinos de los Castros y lugares de Santa María de Neda preveían dejar sus casas y salvar sus ganados de una terrible inundación, provocada por las crecidas del Belelle. Sin embargo, sobre las 9:00 horas circulaban noticias de que el temporal no tendría tan serias consecuencias.

Las nieblas que durante toda la mañana coronaron las montañas y la abundante lluvia que no cesó un instante -detalla la información publicada- hicieron que a las 13:00 horas volviera el Belelle a registrar nuevo incremento, pero con tales proporciones que saliendo de sus cauces se desbordó por los campos, inundando la parte baja de Santa María, obligando, ahora sí, a los vecinos a abandonar sus casas, llevando consigo sus ganados.

“La posesión del Sr. Seselle y la fábrica de curtidos del Sr. Serrano ofrecieron muy serios cuidados por hallarse situadas en el sitio de mayor peligro y porque entre estas dos propiedades se interponía el Basteiro, puente que desde la riada anterior (aquí se ve que no era la primera) carece de estribo en una parte y hoy su arco se halla sostenido por puntales de pino. En fin, la ruina del Basteiro hubiera causado muchos y muy graves daños, pero felizmente empezó a decrecer el caudal a las seis de la tarde, si bien haciendo esperar nueva crecida por la continua y no interrumpida lluvia de la noche”, subraya el citado periódico.

Añade que algunos malhechores, aprovechando el sobresalto de los vecinos de Santa María, la oscuridad de la noche y el ruido del viento y de la lluvia, forzaron la puerta de la sacristía de la parroquia y penetraron en el templo para ejecutar un robo. En dicha puerta se veían, además de las inequívocas señales de grandes golpes, diversos daños. “Los tabernáculos o custodias de todos los altares se hallaban abiertos y en el del mayor faltaba el copón, pero las sagradas formas quedaron depositadas sobre los corporales. En este mismo altar se encontraba la Virgen sin corona, sin pendientes y sin clavillo, pero de estas prendas la primera se encontró rota y golpeada, sin duda por ser de mal metal. Hecho el reconocimiento, se declara que faltaban el copón, un porta-viático, dos pesos del cepillo de San Antonio y una caja de metal amarillo, hecha y grabada hace años en la fábrica de Jubia y en la que guardaba las partículas el sacristán”, precisa la crónica que firma Antonio Carballido.

La pluma de Wenceslao Fernández Flórez        

Otra inundación ocurrió en los primeros días de febrero de 1910 y, curiosamente, quedó en los "almacenes" de la prensa escrita una crónica firmada por Wenceslao Fernández Flórez, entonces director del "Diario Ferrolano", que llevaba el título "Agua trágica", reportaje relacionado con el área de la villa de Neda, en la que los ríos Belelle y Basteiro arrasaron con lo que encontraban por delante.

En los prolegómenos, WFF llega a escribir "El espectáculo de una inundación es algo grande y bello, como toda catástrofe". Sorprende -disculpe el lector una breve digresión- cuando menos, esta afirmación del periodista, más tarde ilustre cronista parlamentario y escritor. ¿Es posible abstraerse del lado trágico y angustioso que él mismo relata para quedarse con la supuesta grandeza y belleza de toda catástrofe?
En efecto, da la impresión de que el autor nada en las aguas desbordadas entre lo sublime y lo terrible. Es capaz de aunar catástrofe y belleza, también de alcanzar la belleza del caos.
Volviendo al relato, el ilustre reportero señala que “las aguas han subido medio metro sobre la carretera de Neda. Ha llovido pavorosamente. El huracán ha pasado su escuadrón de ráfagas por toda la ciudad, dominándola. Las calles son torrenteras; el soplo gigantesco ha apagado todas las luces y hay una angustia de miedo en las almas ante el horror de la noche [...] A un lado y a otro, los campos se han convertido en lagunas y los árboles de los bosquecillos emergen del agua, duplicándose en ella, dejando islitas de verdor [...] Santa María de Neda ha sido la parte de la comarca más castigada por la inundación [...] Las casas de un lugar, en Valvís, muestran sus tejados sobre la masa líquida de un color de lodo [...] Por las ventanas abiertas de las casuchas se ven los muebles amontonados."
Otros periódicos dan cuenta también de dichas inundaciones, aunque con un tratamiento menos relevante, en las que narran que las aguas se desbordaron a las puertas de Ferrol, pereciendo muchas cabezas de ganado y numerosas aves de corral.

 También la villa de Ares sufrió los efectos del mismo temporal. El Correo  Gallego de 24 de febrero de 1910 subraya en un suelto que se inundaron más de cincuenta casas. Los ríos tuvieron gran crecida desbordándose por las calles y en una de estas se derrumbaron dos casas y en varios comercios hubo pérdidas considerables. Los más ancianos testimoniaron que no recordaban algo semejante.

 Publicado en el suplemento dominical Nordesía/Diario de Ferrol, 01-12-2024