sábado, 7 de junio de 2025

Juan de Dios Sotelo, un militar ferrolano del XIX poco conocido

 

Leo en la Gran Enciclopedia Gallega.: “Juan de Dios Sotelo y Machín inició su carrera en la Armada como guardiamarina y en 1817, ya con el grado de alférez de navío, coadyuvó al desembarco de Morillo en la isla Margarita, al mando de la fragata mercante Cantabria. Por su coraje en esta campaña fue ascendido a teniente de fragata y se le concedió la Cruz de la Marina de Diadema Real. Tras su ascenso a capitán, pasa a desempeñar en 1836 el cargo de jefe de mesa y secretario de Su Majestad con ejercicio de decretos. En 1840 asciende a brigadier y María Cristina le designa ministro de Marina, Comercio y Gobernación de Ultramar, pero dimite a los cuatro meses debido a la expulsión de España de la Regente. Al año siguiente vuelve a Ferrol, represaliado por su anterior actividad política. A partir de 1843 llegó a ser capitán general de los departamentos de Cádiz, Ferrol y Cartagena, vicepresidente de la Junta del Almirantazgo y senador. Entre otras condecoraciones, poseía la gran Cruz de San Hermenegildo.

Esta introducción viene a ser un resumen biográfico al uso, pero, orillando los numerosos hitos de su carrera, que sería prolijo y cansino, optamos por aquellos pasajes que nos parecieron los más significativos. Nos encomendamos, pues, al periodista, escritor y poeta Teodosio Vesteiro Torres (Vigo, 1847-Madrid, 1876) que nos dice que “apenas cumplidos los 13 años, obtuvo la plaza de guardiamarina el 5 de septiembre de 1806 y entró como tal en el Departamento de su ciudad natal, el 17 de octubre. Siendo joven, tenía concluidos los estudios elementales y esto le sirvió de especial recomendación. La vida de mar comenzó muy pronto para Sotelo”.

Por su parte, el ingeniero de la Armada y escritor Jorge Lasso de la Vega (Cádiz, 1792-Madrid, 1871) relata que el 17 de mayo de 1814 -contaba Juan de Dios 21 años- se transbordó Sotelo a la corbeta Descubierta a petición de su comandante, el teniente de navío don Alonso de la Riva, cuyo buque se preparaba para hacer un viaje de circunnavegación. Salió, en efecto, de Cádiz para Lima el 15 de junio, llegando a su destino el 13 de octubre. De este punto salió para Manila el primero de diciembre, a donde llegó el 9 de febrero de 1815. De aquí salió la corbeta para Cádiz el 16 de enero de 1816, verificando su regreso por el cabo de Buena Esperanza, dando fondo el 13 de mayo en el puerto de su destino, concluyendo con felicidad y acierto este viaje alrededor del mundo. Y aquí De la Vega hace la siguiente reflexión en torno a la indiferencia de escritores que ignoran o niegan las gestas de los marinos españoles. Me recuerda a la científica Ángeles Alvariño que se quejaba de que los ingleses se atribuían el éxito de las primeras expediciones cuando realmente había tomado la delantera Malaspina. Dice de la Vega:

Los viajes científicos de marinos españoles

“No es en este lugar donde podemos convenientemente detenernos a dar a conocer, o más bien repetir lo que ya hemos dicho sobre la importancia de este género de viajes científicos practicados por nuestros marinos y oficiales idóneos y competentes. Tan solo observaremos, insistiendo en protestar contra la injusticia de los émulos de nuestra nación, que no siempre los escritores extranjeros hacen la justicia que a los marinos de España corresponde en tal materia. Antes bien, hay derecho de quejarse no solo de su silencio al enumerar encomiásticamente los viajes científicos de esta especie hechos por marinos de otras naciones, sino también de la poca justificable omisión en que incurren demostrando ignorancia de lo ocurrido. Ocasión, hemos tenido de observar y de quejarnos de este notable olvido y negación de honra que a España se le hace y que también le pertenece, no solo por su primacía en el cultivo y práctica de las ciencias náuticas, sino por haber sido entre todas la primera que consumó aquella gloriosa empresa, cuando estas ciencias y su práctica se hallaban todavía en notable atraso en las demás naciones que limitaban sus viajes y descubrimientos a mares y costas muy conocidas”.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                           Tras el alegato, Lasso de la Vega, retomando el hilo de la azarosa vida del militar, dice que, terminada completamente la guerra civil a mediados de 1840, tomaron incremento las disensiones del Partido Liberal y éstas fueron la causa de la dimisión de Sotelo -como ministro de Marina y Gobernación de Ultramar- presentada el 18 de junio a consecuencia de los sucesos de Barcelona. El 4 de agosto fue nombrado vocal de la Junta Superior de Gobierno y dirección de la Armada, pero rechazó el papel a causa de los episodios políticos que siguieron y fueron objeto de “persecuciones y tropelías”.

Cabe añadir que, en estas circunstancias, Sotelo y Machín expuso su vida en diferentes ocasiones y de un modo más grave en Alicante, donde estuvo a punto de ser asesinado, habiendo sido desalojado violentamente del vapor francés Océano y arrestado con incomunicación en un cuarto alto de la torre del Castillo de Santa Bárbara. En aquel ilegal e infundado arresto permaneció Sotelo desde el 2 de octubre hasta el 2 de noviembre, que lo condujo un ayudante de plaza a Valencia para ponerlo a disposición del capitán general, que lo dejó en libertad “bajo su palabra de honor”, en cuyo estado permaneció hasta el 21 del mismo mes en que, por orden de la Regencia, quedó en libertad, señalándole, no obstante, por cuartel la ciudad de San Fernando, a donde se trasladó el 15 de diciembre.

Contribuciones a la Armada

Finalmente, si hemos de concretar sus contribuciones a la Armada, añadiremos que Juan de Dios Sotelo y Machín dejó en esta una huella importante. Intervino, por ejemplo, en misiones estratégicas en el Atlántico y el Caribe, escoltó convoyes con tropas y artillería hacia Veracruz y participó en operaciones en San Juan de Puerto Rico, La Habana y Tampico. Al respecto, subrayar que, durante el siglo XIX, la Armada Española atravesó un período de declive y transformación. Tras la derrota en la Batalla de Trafalgar (1805), la Marina española perdió gran parte de su poder naval, lo que afectó a su capacidad operativa en conflictos posteriores. Algunos aspectos clave fueron la crisis tras la Guerra de Independencia Española, durante la cual la Armada quedó prácticamente inoperativa debido a la falta de recursos y barcos en buen estado. Se realizaron esfuerzos para revitalizar la flota, incluyendo la compra de buques al Zar de Rusia, aunque muchos llegaron en condiciones deplorables. Por otro lado, la independencia de las colonias en América debilitó aún más la Marina, reduciendo su presencia en el Atlántico y el Caribe.

Durante el reinado de Isabel II intentó reorganizar la Armada, pero los problemas financieros y políticos limitaron su recuperación.

Por último, Teodosio Vesteiro Torres, en el tomo II de “Galería de gallegos ilustres”, señala que, después de la contrarrevolución de 1843, Juan de Dios Sotelo Machín fue nombrado comandante general del departamento de Cádiz. En este puesto cooperó al restablecimiento del Colegio de guardiamarinas, institución de las más representativas de la Armada.

Falleció en Madrid el 15 de mayo de 1860, a los 67 años de edad.

Este artículo fue publicado en Diario de Ferrol el 18/05/2025

En el centenario del Casino de Clases ferrolano

 

Los Casinos de Clases se crearon en 1924, durante la dictadura de Primo de Rivera, con el fin de fomentar la cultura entre las clases de tropa. Los de oficiales, denominados Centros Culturales Militares, se crearon un poco más tarde, en 1937. En estos centros se impartían conferencias y se desarrollaban todo tipo de actividades como luego se verá.

Dependían directamente de los capitanes generales y eran subvencionados por el Ministerio. Los socios, que debían abonar una cuota mensual, eran los suboficiales y sargentos, y sus asimilados. Además, los pertenecientes a la primera clase disponían de una habitación propia. Era obligado asistir de uniforme y se impartían clases para reforzar la cultura de sus miembros. Era común la presencia en los casinos de personalidades que dictaban conferencias y charlas sobre temas que interesaban a los socios y allí se debatían todo tipo de cuestiones sociales, ya fueran militares o no.

 Durante la Segunda República, una vez que se creó el Cuerpo de Suboficiales, los Casinos de Clases fueron convertidos en Casinos de Suboficiales, y a partir de 1935, una vez que los sargentos fueron incorporados al cuerpo, se les permitió la entrada de manera oficial. A partir de entonces «se les prohibieron conversaciones y discusiones sobre temas de carácter político y religioso, además de las que pudieran suscitar desavenencias o antagonismos y relajación de la subordinación o menoscabo de los fundamentos esenciales de la disciplina».

Jerónimo F. Naranjo en “La escala básica de suboficiales. Un nuevo modelo para el Ejército de Tierra (1974-1989)” Tesis doctoral. Ministerio de Defensa. Madrid, 2014, escribió:

“Acudían (a los Casinos de Clases) personalidades políticas, militares e intelectuales y se alcanzaron cotas de libertad sin precedentes entre los suboficiales, que nunca más se han vuelto a lograr. Tenían una publicación propia, de gran éxito entre la intelectualidad, llamada Vida Militar. En esta publicación escribían, sobre todo, los miembros de la segunda clase hasta que en 1931 se creó el Cuerpo de Suboficiales. A partir de entonces continuaron éstos como responsables”.

¿Cómo se traducía esto en Ferrol? La prensa local informaba en 31 de marzo de 1925, al poco de autorizarse, que había sido aprobado por el capitán general del Departamento el reglamento por el cual habrá de regirse el naciente Casino de Clases. El trámite seguiría vía Gobierno Civil de la provincia en cumplimiento de la ley de asociaciones. “El casino en cuestión estará integrado por personal de las clases subalternas, por los retirados de la misma clase, maestros de arsenales, delineantes y escribientes, que pertenezcan a los cuerpos militares del Ejército y de la Armada” señalaba El Correo Gallego, añadiendo que la nueva sociedad se instalará en el bajo de la casa número 1 de la calle Méndez Núñez, esquina a de la Iglesia.

Las vísperas

El 16 de mayo, día anterior al acto fundacional, el capitán general del Departamento visitó las instalaciones del Casino de Clases, llamándole, sobre todo, la atención la biblioteca, que se hallaba nutrida de volúmenes. El presidente, Medin Benasach hizo historia de los anales del casino calificándolo de punto de inflexión en las costumbres de la sociedad ferrolana. Hubo brindis por España, el Rey y la unión del Ejército y la Marina, representados en el seno de dicha entidad.

Al día siguiente, 17 de mayo, como estaba anunciado, en el Casino de Clases se celebró una velada para solemnizar el cumpleaños de Alfonso XIII. Al acto concurrieron las primeras autoridades civiles y militares, encabezadas por el alcalde Usero Torrente, capitán general, Emiliano Enríquez Loño y gobernador militar de la plaza, Francisco Artiñano. De La Coruña se desplazó una comisión de clases de distintas armas del Ejército. La música de Infantería de Marina tocó la Marcha Real a la puerta del casino.

El salón, cuenta la crónica, tenía brillante y animado aspecto y estaba adornado con mucho gusto, destacándose entre las banderas españolas el retrato del Rey. Ocupó la presidencia el almirante Enríquez, que tenía a su derecha al general Artiñano, entre otros oficiales de distintos cuerpos., además de representaciones de la prensa local. En definitiva, el salón estaba totalmente ocupado por las clases del Ejército y la Marina, socios del casino.

El presidente pronunció palabras de gratitud a las autoridades, dedicando elogios al Rey y poniendo de manifiesto el patriotismo, la disciplina y la unión que existe entre las clases de la Marina y el Ejército. Medín Benasach terminó su discurso recitando una poesía que dedicó al monarca. Le siguió en el uso de la palabra un tal Vázquez (no constan más señas de identidad), sargento de Infantería y fundador del casino, que leyó unas “bien escritas y patrióticas cuartillas, siendo muy aplaudido”. Sucedieron distintas intervenciones, con vítores al Ejército y Marina, entre ellas una comisión del Casino de Clases coruñés. A continuación, se sirvió el champán haciendo los honores la junta directiva y tomando la palabra el capitán general Emiliano Enríquez dio varios vivas al Rey, a España, al Ejército y a la Marina.

Como segundo número del programa, el notable coro Ecos da Terra cantó varias canciones gallegas. “Demostró el coro ante el distinguido auditorio tener bien ganado el prestigio de que goza por su afinación, sus variadas voces, su disciplina y sus “encantiños” (las mujeres). Después se retiraron del salón las autoridades, organizándose el baile dedicado a la juventud femenina que remató de madrugada.

En los días siguientes se abrió un ciclo de conferencias. En diciembre del mismo año 1925, el Casino de Clases ya cambia de domicilio, instalándose en el edificio que hasta entonces había ocupado el disuelto Centro de Artesanos, la sociedad más veterana de Ferrol. Dicho edificio constaba de bajo y primer piso, ubicado en la calle Real, con entrada también por la de Dolores. Para festejar la inauguración de este nuevo local se celebró un gran baile.

Esta sociedad participaba en numerosas actividades, además de organizarlas, en muchos casos con objetivos benéficos. Tenía un cuadro de declamación que cosechaba éxito tras éxito, actuaba con exquisita gentileza de anfitrión de militares que llegaban a bordo de buques de guerra extranjeros: franceses, ingleses, italianos, alemanes…Celebraba todos los años los aniversarios de la proclamación de la segunda República y recibía visitas de altas personalidades del Gobierno de la época, incluido el monarca Alfonso XIII, al que se le entregó un pergamino pintado por el artista de O Seixo, Felipe Bello Piñeiro.

El Casino de Clases de Ferrol se vio obligado, obviamente, a cambiar de inercia tras declararse la Guerra Civil, se supone que después de las “purgas” y bajo el control y los filtros de la dictadura. No obstante, mi trabajo se detuvo en el año 1936.

Este artículo fue publicado en Diario de Ferrol, 11-05-2025

 

 

 

 

miércoles, 7 de mayo de 2025

Los “barraqueros” de la plaza de Armas

 


De siempre, los usos y reformas de las plazas públicas, nuestra ciudad no es una excepción, han sido objeto de controversias. Y es que las plazas públicas suelen ser el corazón de una ciudad, por lo que cualquier modificación en su diseño o uso genera opiniones divididas. Por un lado, hay quienes ven las reformas como una oportunidad para modernizar y adaptar el espacio a nuevas necesidades. Por otro, están quienes defienden su valor histórico y social, preocupados por la posible pérdida de identidad o funcionalidad y habrá que dejar una tercera vía para los especuladores profesionales.

Véase como a principios del siglo pasado, concretamente en 1901, surge una de estas polémicas cuando unos concejales se resisten a que abandonen la plaza de Armas unas casetas de pequeños comerciantes de la ciudad, mientras que El Correo Gallego, periódico local,  desata una batalla ante la opinión pública en la que aboga por el desalojo de dichas casetas, no dudando, en el fragor de la contienda, en calificar a los ediles de la resistencia de “barraqueros” y de servir a intereses particulares o de grupos en perjuicio de los intereses generales.

El alegato empieza con un apunte histórico para contextualizar. “Al disponer en el año 1811 el Mariscal de Campo Francisco Javier Abadía, capitán general del Reino de Galicia y protector de Ferrol, la reparación del puente de Xubia, la apertura y construcción de la Puerta Nueva y otras medidas beneficiosas para la entonces villa, dispuso también la construcción de un obelisco en memoria del célebre marino don Cosme Damián de Churruca, que debía emplazarse en la principal y más hermosa plaza de la población, la cual había de ser al mismo tiempo que el lugar de esparcimiento y recreo, Plaza de Armas, para cuyo último objeto se destinara desde su fundación y con cuyo nombre se le distingue desde entonces”, subraya el editorialista de El Correo Gallego.

Sigue diciendo que, por estos motivos, entre otros, el Ayuntamiento, en sesión del 8 de marzo de 1813, acordó dirigir al Mariscal Abadía un voto de gracias y -denuncia- “noventa años después, los sucesores de aquellos concejales se disponen a convertir aquella principal y más hermosa plaza en exhibición perpetua de barracas y trapos viejos”.

Feria del tercer domingo de mes

En otro momento el redactor abunda en razonamientos: “Tal fue el deseo que siempre tuvieron los ferrolanos por el embellecimiento de esta plaza, que, celebrándose en Ferrol desde tiempo inmemorial una feria el tercer domingo de cada mes, nunca se consintió que esta ni parte de ella se estableciese en la plaza de Armas”. Aprovecha la oportunidad, y el que suscribe con él, para desenvolver una breve historia de la que hoy conocemos como tercera feria de mes. Precisa que esta, antiguamente, se celebraba en el campo de la Batería hasta que, habiendo solicitado permiso de los vecinos para trasladarla a otro punto más céntrico, el rey Carlos III por Real cédula de 9 de agosto de 1769 autorizó para que se celebrase en la plaza de Dolores, pero no en la de Armas. De esta autorización se exceptuó el ganado de cerda que debía colocarse en el campo de Batallones.

Las obras de cestería, vasijas de madera y aperos de labranza se situaron en la plaza Vieja y las ruecas, usos, cubiertos de madera y otras obras se colocaron junto a la Iglesia de San Francisco.

“Las vicisitudes por las que atravesó nuestro pueblo y otras causas […] obligaron al municipio a desistir del proyecto de edificar un Palacio Municipal en el frente norte de la Plaza de Dolores, hoy de Amboage, cuyo espacio público y la plaza de Armas habrían de convertirse en artísticos jardines públicos”.

La necesidad de más amplio espacio para mercado público que el que hasta entonces proporcionara la plaza Vieja y la alhóndiga establecida en la plazuela del norte del Palacio del general de Marina, “obligaron a nuestros antepasados, ya que, a pesar suyo, no pudieron realizar su propósito de embellecer la Plaza de Dolores, a instalar en esta la venta de los artículos de primera necesidad, construyendo en 1825 la alhóndiga o Pero Real.

Establecido el mercado en la plaza de Dolores, a ella afluyeron los vendedores de otros efectos que no eran los artículos de primera necesidad, y durante muchos años allí se vendían, especialmente los días de feria, todos los productos de la industria del país, amén de los hierros viejos y trapería, muebles usados, etcétera. Esto hizo que la vida comercial afluyese a aquella parte de la población, vida que perdió cuando se trasladó el mercado a la calle de la Iglesia, llevando a esta el movimiento y animación que antes reinaba en la de Dolores.

El editorialista, recuperando el alegato contra los ediles “barraqueros”, prosigue: “Claro está que los vecinos de esta calle y los demás de las inmediaciones del antiguo mercado resultaron perjudicados con el traslado, pero no pusieron el grito en el cielo ni se metieron a arquitectos haciendo planos, proyectos y memorias para que continuasen las barracas en su Plaza. Lo que hicieron fue convencerse de que el bien general está por encima de los intereses particulares y cambiar de dominio, con lo cual nada perdieron y en cambio ganó mucho el ornato público”.

Legumbres y leña

No obstante, la plaza de Armas, hasta aquel momento, registró algún tipo de actividad como fue el caso de un mercado pequeño de legumbres en las primeras horas de la mañana, y el de leña los miércoles y sábados, que fue suprimido hacia finales del siglo XIX.

Volviendo al caso de la denuncia, el crítico informador especulaba que los “concejales barraqueros” pensaban construir una escalinata en el centro del frente de la calle Real y otra en el de la calle María, establecer un jardincillo o macizo en cada uno de los cuatro ángulos de la plaza y otro alrededor del obelisco, y colocar las consabidas casetas en número de 24 en el frente de la calle María. Todo esto costaría unas 9.000 pesetas.

Al parecer, los propietarios estaban conformes en trasladar sus puestos al sitio designado por la alcaldía y solo pedían que el Ayuntamiento hiciese por su cuenta las casetas, amortizando paulatinamente su coste. A este fin habían redactado una solicitud, se disponían a recoger las firmas de vecinos cuando uno de los concejales protectores recogió el documento y les hizo desistir de su propósito.

“No son, pues, los industriales de las casetas los que se oponen a su traslado y atentarían contra sus intereses si tal hicieran, puesto que estableciéndose cerca del mercado donde afluye más gente, es lógico que aumentan las probabilidades de mayor venta”.

Se dice que suprimiendo de aquel lugar los puestos y el rastro pierde mucho en vida y animación y se perjudica a los industriales establecidos cerca de aquella plaza. Se pregunta el periódico si lo que da vida y lleva gente a la plaza de Armas viene a ser la docena de casetas o es el mercado que se establece en los días feriados.

O plaza o rastro

Termina el editorial “No hay que darle vueltas o aquello ha de ser plaza o rastro. Sí, lo primero prescíndase de casetas y trapos y encárguese al arquitecto un meditado proyecto de embellecimiento que lleve a establecer en las inmediaciones del Mercado Central una bonita instalación de casetas que pueden entregarse a los propietarios de las actuales y ganarán mucho en el cambio”.

Pues, al final, ganaron los “barraqueros”, tal como prueba la foto que se acompaña, de la autoría de Pascual Rey, en la que se ven las escaleras centrales y los jardines en los ángulos de la plaza, que responde al diseño del plan que defendían los propietarios de las casetas.

Convendrá recordar al respecto que, en efecto, hacia finales del siglo XIX y principios del XX la plaza de Armas muestra su uso como mercado. La venta de piñas y leña como combustible se había trasladado al Cuadro de Esteiro en 1886; la venta de colchones, somieres, mobiliario y quincalla se mantuvo, hasta su prohibición en 1901, por un bando municipal. La venta de tejidos y otros géneros se permitió, pero organizándolo en casetas instaladas en un lateral, mientras que el comercio de las aguadoras se mantuvo hasta 1911.

Queda también constancia en el relato que inicialmente se pensó en erigir el Palacio Municipal en la plaza de Dolores. Como es sabido, esta obra se llevó a cabo en la plaza de Armas en los años cincuenta, no sin que despertara duras críticas, pero España, para entonces, era una dictadura y ¡ay de quien osase contravenir a las “fuerzas vivas”!

Este artículo fue publicado en el supl. dominical Nordesía/Diario de Ferrol, el 04-05-2025

martes, 29 de abril de 2025

El médico y político Santiago de la Iglesia, objeto de una “velada necrológica” en diciembre de 1931

 

Las "veladas necrológicas" son eventos conmemorativos que se celebran para honrar y recordar a personas fallecidas. Estos actos suelen incluir discursos, lecturas de poemas o textos escritos por o sobre el fallecido, así como la participación de amigos y familiares que comparten anécdotas y recuerdos. El objetivo principal de estas veladas es rendir homenaje a la vida y obra de la persona fallecida, y ofrecer un espacio para que los seres queridos puedan expresar su duelo y encontrar consuelo mutuo.

Las veladas necrológicas no están necesariamente obsoletas, de hecho, tienen una presencia actual en diversas culturas y comunidades. Estas ceremonias han evolucionado a lo largo del tiempo, adaptándose a las sensibilidades y necesidades contemporáneas.

En la actualidad, las veladas necrológicas pueden variar significativamente según las tradiciones y preferencias de los participantes. Algunas son formales y solemnes, mientras que otras pueden ser más informales y personales. En algunos casos, se utilizan como parte de rituales religiosos o espirituales, mientras que en otros son eventos laicos organizados por familiares y amigos.

Además, con el auge de la tecnología y las redes sociales, algunas veladas necrológicas han incorporado elementos digitales, como la transmisión en vivo o la creación de memoriales virtuales. Esto permite a personas de diferentes lugares del mundo participar y rendir homenaje al fallecido.

Traigo esto a colación al haber recuperado en los periódicos antiguos un acto de estas características llevado a cabo a la muerte de Santiago de la iglesia y Santos en el Ateneo Ferrolano, del que el fallecido fue un ilustre miembro, acto que convocó a una numerosa y selecta concurrencia. Sucedió en los primeros días de diciembre de 1931. Considero que el relato puede ser de provecho para que conozcamos un poco más a este hombre que, aunque nacido en Santiago, hizo la mayor parte de su vida en Ferrol y aquí fue enterrado.

Antes de continuar adelante, quiero señalar que ya me referí en otra ocasión a este insigne personaje, pero entonces (Nordesía/Diario de Ferrol, 12-11-2023, tuvo que ver con el hecho histórico y puntual que se le atribuye al haber frenado un regicidio en Ferrol. Por cierto, de los hermanos Santiago y Alfredo de la Iglesia se ocupa el ilustre profesor Alonso Montero en el número 35 de FerrolAnálisis, que edita el Club de Prensa de Ferrol.

Balás destaca el perfil del homenajeado

Hecha esta digresión y recuperando el hilo de la velada necrológica subrayar que el primer orador fue Emiliano Balás, presidente de la entidad anfitriona, en nombre de la cual tuvo palabras de agradecimiento para los asistentes. A continuación, entró a analizar la vida fecunda de Santiago de la Iglesia, recordando sus interesantes conferencias en el anterior Ateneo ferrolano, “así como las improvisaciones que provocaban en él la controversia, que eran piezas oratorias verdaderamente tribunicias”, reza la crónica.

Habló también de su trabajo como antropólogo, botánico y entomólogo, así como de su labor en el profesorado, explicando física y química durante largos años en distintas academias particulares y en la Escuela de Artes y Oficios, conocimientos extensos de dichas materias que le llevaron al puesto de director del laboratorio municipal, que ocupaba al ocurrir su muerte.

Masones con Canalejas, entre ellos el primero de atrás,
a la izquierda, es Santiago de la Iglesia
Emiliano Balás alude a sus aficiones a la prehistoria, que le proporcionaron notoriedad entre los arqueólogos de la región, siendo notabilísima interesante y valiosa la colección de objetos históricos reunidos por él durante su época de forense en la circunscripción de Ferrol. Balás analiza igualmente la labor política de Santiago de la Iglesia y sus luchas, aludiendo al momento en que presentado candidato para diputado a Cortes, el pueblo de Ferrol le otorgó sus sufragios, “siendo aplastados e inutilizados por las malas artes que los caciques emplearon en un distrito rural (que no identifica), que hicieron imposible el triunfo rotundo obtenido en la capital del distrito”. Termina de la siguiente manera: “Al rendir este modesto tributo a su memoria y al verme viejo, enclenque y abúlico, pienso en lo efímero de nuestra existencia y exclamo: ¡admirado e ilustre compañero y amigo, hasta luego”.

Otro de los significados intervinientes fue el presidente del Centro Obrero de Cultura, Vázquez Galán, quien destacó del extinto homenajeado la condición de incansable obrero “y de su amor a los trabajadores; la inquebrantable unidad de su temple de acero cerrado a las lisonjas y las ofertas arteras”. Promete que muy pronto será publicada una amplia y completa biografía del hombre, tan justamente honrado en esa noche por el Ateneo ferrolano, leyendo al final una relación de algunas de las obras inéditas y que algún día habrán de ver la luz pública. “Yo me inclino, termina, con devoción y respeto en memoria de un honrado trabajador”.

Sanz: “memoria escrita de gratitud y ejemplo”

Por su parte, el distinguido médico de la Armada, Luis Pérez Carballa, lee unas cuartillas originales de Rodrigo Sanz, abogado, ateneísta e impulsor del agrarismo en Galicia. Empieza diciendo que la galería de vecinos ilustres de Ferrol, tan numerosa de hecho como escasa en escrito, tiene desde hace días una semblanza más que escribir y un hombre más que recordar. “50 años largos de vida activa, como amigo, como médico y maestro de tres generaciones, han distinguido y singularizado en la historia ferrolana su nombre acreedor a perenne recuerdo. Todo ello pide memoria escrita de gratitud y ejemplo”.

Ante los anhelos manifestados por algunos de hacer la biografía de hombre tan singular, dice que el Ateneo debe recoger esos esfuerzos y organizar luego él la síntesis. Trata de su ideología precisando que “era profundamente apasionado como hombre de alma recta violento a veces, pero sin odio ni envidia, tedio ni orgullo, sino siempre por amor profesando el principio de que no se puede amar una cosa sin odiar al que la odie”. Añade que su despego de las riquezas “fue el mismo que han tenido los santos canonizados por la Iglesia”.

 Tratando la faceta de político asegura que si Santiago de la Iglesia no figuró de lleno dentro del ideal socialista fue por pequeñas discrepancias, una especialmente la reclamación de los tres ochos pareciéndole que ocho horas de trabajo por igual en todo oficio y profesión era un simplismo anticientífico e irreal que no podía admitirse. Analizándolo en sus actividades varias, Rodrigo Sanz dice que tenía múltiples sorpresas, citando el caso de la lectura de un drama en prosa que una tarde leyó y que jamás imprimió ni trató de representar. “A pesar, dice, de que era un hermoso drama”.

Termina Sanz repitiendo la frase de Moriarty que Santiago de la Iglesia repetía y citaba frecuentemente y dice que, si es gran verdad que no morimos de todo, “él, en estos momentos se entera de lo que aquí estamos diciendo y sintiendo”. Pide, finalmente, que todos hagan el firme propósito de recordarlo como él lo ha merecido, “dando escrita su vida a los hombres y a los niños ferrolanos, que será darles como ejemplo cuánto de austera, esforzado y luminoso hubo en la vida del morador, que fue del Ferrol nacido en Compostela Don Santiago de la iglesia y Santos”.

Este artículo fue publicado en el supl. Nordesía/Diario de Ferrol, el domingo 27-04-2025

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miércoles, 23 de abril de 2025

El Virgen de Chamorro, un hidroavión para la guerra

 


Es casualidad que publique este episodio en vísperas de la tradicional romería en lunes de Pascua. Elegí este tema porque no dejó de sorprenderme que en plena Guerra Civil se bautizara un hidro avión, capturado a los republicanos, con el citado nombre. A los santos y a la Virgen en sus distintas advocaciones se les imploran milagros y remedios, pero ponerse bajo su amparo para lanzar bombas parece una trágica ironía. Pero no nos pongamos estupendos porque cierto es que también se mata incluso en nombre del Todopoderoso, o del dios que corresponda.

 Me llamó la atención, igualmente, que en el relato de una de las fuentes consultadas -La aeronáutica en la Armada (1917-1987), de M. Ramírez Gabarrús/J.M. Ramírez Galán. Editado por la Empresa Nacional Bazán, 1987- se dice que fue montado en el Arsenal de Ferrol. En esto se cumple aquello de hacer de la necesidad virtud.

Terminaré esta introducción –“entradilla” que decimos los periodistas- precisando que el episodio protagonizado por el Mar Cantábrico y su captura complementan el interés de este nuevo capítulo de las “Curiosidades Ferrolanas”.

“La forma en la que este avión llegó a España en 1937 podría haber sido, sin temor a exagerar, el guion de una gran novela de acción y suspense”, dice Pedro Pérez-Seoane Garau, capitán de navío director de la Biblioteca Central de Marina. Revista de Historia Naval, en un trabajo que titula “La pitillera de “Polo” y el Virgen de Chamorro”. El citado autor relata que en noviembre de 1936, un enigmático letón afincado en Estados Unidos, llamado Robert Cuse, recibió del ministro español de Marina y Aire, Indalecio Prieto, el encargo de comprar en aquel país y en México material de guerra y aviones comerciales susceptibles de uso militar para la República. Era una operación de compra compleja, porque las autoridades estadounidenses veían con recelo el eventual apoyo de su industria a uno u otro de los contendientes en la Guerra Civil española. Tan serio era el compromiso de la Casa Blanca con este estatus de neutralidad que el gobierno estadounidense pidió oficialmente a las empresas privadas que no vendieran material de guerra, lo que se conoció como «embargo moral».

Estrategias de despiste

Para encubrir la operación de compra, esta se hizo a través de la agencia comercial soviética Amtorg, establecida en Nueva York. Se adquirieron finalmente en Estados Unidos dieciocho aviones (uno de ellos, el Fairchild 91, por 60.000 dólares), cientos de motores y repuestos por valor, todo ello, de casi tres millones de dólares. Tras arduas negociaciones internas e internacionales, finalmente Robert Cuse obtuvo, el 28 de diciembre, la necesaria licencia de exportación.

El propio presidente Roosevelt decidió intervenir para evitar la salida de ese material y dio instrucciones a su gabinete a fin de iniciar la reforma, con carácter urgente, de la Neutrality Act (ley de neutralidad) vigente con la finalidad de ilegalizar definitivamente la venta de material bélico a los contendientes en España. Era una carrera contrarreloj y para ello se recurrió a un carguero español en el puerto de Brooklyn, el Mar Cantábrico, cuyo capitán, José Santamaría, aceptó embarcar los aviones, los motores y los repuestos adquiridos con destino a España. “Trabajando sin descanso, día y noche, el día 7 de enero se había logrado desmontar y embarcar ocho de los aviones y uno de los motores de respeto, a pesar de la huelga de estibadores en curso. No había tiempo para más; el Mar Cantábrico debía zarpar sin demora. A las doce del mediodía, la enmienda a la ley de neutralidad ya había sido aprobada en el Senado y se estaba debatiendo en la Cámara de Representantes, donde un único congresista (John Bernard, de Minnesota) se opuso a la propuesta del Gobierno con un larguísimo discurso que, para ganar tiempo, Bernard prolongó hasta que le informaron de que el Mar Cantábrico había salido ya de puerto. La reforma se aprobó por 411 votos contra uno”.

 Maniobras de camuflaje

El Mar Cantábrico completó la carga de material de guerra (munición y cañones adquiridos por el embajador español en México, Gordón Ordás) en el puerto mexicano de Veracruz, de donde zarpó el 19 de febrero rumbo a España. Consciente del elevado valor militar de su carga, el capitán del barco tomó medidas durante el tránsito del Atlántico para evitar que el buque fuese interceptado por la flota nacional a su llegada a la costa española. Y así, la carga en cubierta se cubrió con lonas pintadas; se mantuvo un estricto silencio en radio y, para hacer pasar el carguero por un barco británico, se izó el pabellón inglés y se le pintó en el costado un nuevo nombre, Adda, y en la popa, el nombre de su falso puerto base, «New Castle» (sic). Los servicios de información de los “nacionales” dieron cuenta de todos los detalles y en la mañana del 8 de marzo, el crucero Canarias localizó al Mar Cantábrico en el golfo de Vizcaya. “Tras horas de persecución y varios disparos disuasorios al mercante, poco antes del anochecer su tripulación abandonó finalmente el buque en tres botes que fueron luego rescatados por el crucero Canarias”, añade Garau.

El caso es que esta maniobra sucedió en presencia de cuatro destructores ingleses que acudieron a la llamada de socorro que había hecho el falso Adda, haciéndose pasar por buque británico atacado por uno español. Por fin, el Mar Cantábrico fondeó en Ferrol en la tarde del día 10.

No omitiremos otro peculiar detalle protagonizado por el comandante de Artillería Naval Leopoldo Brage González, al que se le asignó la misión de montar el avión, ponerlo en vuelo y asumir el mando de esta singular escuadrilla de una única aeronave. “Como singular fue también que se le asignara este mando a pesar de no ser piloto, ni tener siquiera el título de observador”. El comandante Brage, destinado desde 1932 en la Aeronáutica Naval, había sabido suplir la falta de titulación aeronáutica con grandes dosis de entusiasmo y pericia, lo que le había granjeado la confianza del mando y su asignación, en 1936, como jefe de aquella escuadrilla de los vetustos Savoia 62 en su base de Marín, Pontevedra. Allí fue donde adquirió gran experiencia, volando en todas las misiones, como observador, una media de 75 horas mensuales. Tras su montaje en Ferrol, el Fairchild 91 fue bautizado como Virgen de Chamorro, en honor de la patrona de la ciudad, como queda dicho.. Llegó a prestar 150 servicios de guerra, acumulando más de 425 horas de vuelo sin ningún accidente grave. Popeye, como solían llamar al Chamorro por su mascota pintada en el casco, siguió en activo hasta que, cuando termina la guerra, ya queda fuera de combate por falta de repuestos. Como características principales cabe señalar que tenía 14,2 metros de longitud y 17 de envergadura; pesaba cerca de 3.000 kg y estaba propulsado por un motor radial Pratt & Whitney Hornet S2E-G, de 750 caballos de potencia, que le proporcionaba una velocidad máxima de 260 km/h. Tenía capacidad para transportar ocho pasajeros, además de los dos pilotos, todos ellos alojados en tres cabinas independientes.

Esta colaboración fue publicada en el supl. dominical Nordesía/Diario de Ferrol, el 20-04-2025

 

lunes, 14 de abril de 2025

Los correos marítimos de los siglos XVIII y XIX: El pulso de Ferrol por evitar la dependencia de Coruña

 

Vapor Alfonso XII, 1875

Por Real Cédula del 14 de mayo de 1514, el Rey Fernando el Católico, que era II de Aragón y V de Castilla, estableció el primer "Correo Mayor de las Indias y de las Islas y Tierra-Firme del Mar Océano descubiertas y por descubrir". Por otra Real Cédula dada en Toledo en octubre de 1525, el Rey Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico, refrendó el cargo de Correo Mayor de las Indias. También se reafirmaron sus funciones y los privilegios anteriormente concedidos, al tiempo que se ordenaba el estricto cumplimiento y respeto de sus disposiciones.

Un Real Decreto emitido por Carlos III en agosto de 1764, establecía la creación de los "Correos Marítimos de Indias", despachados desde España por el puerto de A Coruña. A partir de entonces, el correo considerado no era solamente el oficial, también entraba el correo particular en todos sus aspectos.

Y ¿qué sucedía en Ferrol a esas alturas? No tardaron los notables de la ciudad en emprender acciones que evitara su dependencia de la ciudad coruñesa, aunque el pulso echado tuvo un largo recorrido, con innumerables vicisitudes. Cuenta Montero Aróstegui en su historia de Ferrol que a medida que las necesidades fueron aumentando con la población emergente y con el gran consumo, que ocasionaba el considerable número de buques, tropas, empleados y obreros del Arsenal, fueron también acudiendo diversos comerciantes, mercaderes y capitalistas que fijaron aquí su residencia. Pero el comercio estaba limitado al consumo del pueblo por falta de habilitación, desde que, establecido el riguroso sistema fiscal, se fijaron puntos para este o el otro tráfico y Ferrol se veía en la precisión de abastecerse de todos los géneros en el inmediato puerto de La Coruña, habilitado ya para el tráfico con las Américas en virtud de gracia concedida por el emperador Carlos V en el año 1525.

Agrega Aróstegui que, para evitar los perjuicios que aquella dependencia mercantil causaba a la capital del departamento, “que era entonces el pueblo de mayor consideración de Galicia” y a un puerto como el del Ferrol, “que, por su capacidad, seguridad y limpieza, estaba reconocido por uno de los mejores de Europa”, acudió el Ayuntamiento a S.M. en 18 de marzo de 1778 solicitando la habilitación para el libre comercio. Pero esta petición no halló por entonces respuesta favorable y aunque se repitió en 1788, proponiendo al mismo tiempo el arbitrio para la construcción del nuevo muelle, solo se pudo conseguir por Real Orden de 23 de septiembre del mismo año, la habilitación para la entrada de buques extranjeros que condujesen efectos navales.

Las limitaciones del consumo

El comercio tuvo que limitarse al consumo de los individuos de la plaza, Marina y Maestranza, “pero -insiste el historiador ferrolano-bajo la dependencia del puerto de La Coruña, que era el más próximo, habilitado para el comercio general”.

Inasequibles al desaliento, las negociaciones, por parte de las autoridades locales, prosiguieron por medio del Ministerio de Marina, solicitando la gracia que ya se concediera incluso a puertos como los de Marín y Gijón. Por fin, en virtud de los pasos e influencia que, en la Corte, ejerció Juan José Caamaño, pudo conseguirse en 1797 la habilitación para el comercio extranjero, gracia que después no solo se amplió a la libertad general por Real Orden de 27 de mayo de 1802, sino que a consecuencia del Reglamento del 6 de abril del mismo año, mandando reunir los correos marítimos a la Marina Real, se trasladaron a Ferrol los buques, oficialidad y empleados de aquel ramo que, por espacio de 40 años, habían residido en la vecina Coruña.

No pararon aquí las concesiones, señala Aróstegui, pues, por Real Orden de 19 de junio de 1803, se mandó construir la carretera que, enramando con la general de Castilla, debía poner a Ferrol en comunicación con los pueblos del interior, favoreciendo de esta manera las necesidades y requisitos de un verdadero puerto mercantil. Tal era el deseo que existía en aquella época de dar vida “a la capital del mejor departamento naval de nuestra península” que, al ver el naciente comercio del Ferrol, el halagüeño porvenir que se le presentaba, el cuerpo municipal remitió a Su Majestad una razonada exposición, solicitando el establecimiento de un consulado de mar y tierra extensivo a todos los puertos y pueblos comprendidos en la Diócesis de Mondoñedo, con el fin de proteger y fomentar su agricultura e Industria y Comercio. Pero, en este caso “todas las ilusiones, que los ferrolanos habían formado a la vista de tan brillante porvenir, desaparecieron como el humo con la paralización de las obras de aquella carretera, que se reanudarían más tarde.

El pueblo siguió incomunicado y su comercio tuvo que limitarse al consumo ordinario por no tener medios de ensanchar el campo de sus previsiones. Solo el Arsenal proporcionó a contratas de la construcción naval víveres, maderas y otros artículos, evitando en cierta manera la especulación.

 Nuevo reglamento

Retomando el asunto de los correos marítimos, será preciso añadir que, para continuar con este servicio, el 10 de septiembre de 1809 se firmó un nuevo Reglamento en Sevilla, que estuvo en vigor hasta el año 1827, de acuerdo con el cual, los correos marítimos siguieron dependiendo de la Real Armada. “Fue un período difícil y convulso, con la Guerra de la Independencia contra los franceses en España al principio, y las Guerras de Independencia de las tierras del continente americano y de Filipinas contra la Metrópoli, España, después. Hasta que, en el antes citado año 1827, el inmenso imperio español quedaba reducido a algunas islas en el Caribe y en el Pacífico, y a ellas quedaban reducidos los Correos Marítimos”, subraya Marcelino González Fernández en su discurso de ingreso en la Real Academia de la Mar (22/03/2022).

Tras numerosos avatares y adaptación a las exigencias de cada momento histórico, finalmente, desde 1861 hasta la pérdida de las últimas tierras en el Caribe en 1898, los servicios de correos con aquellas tierras corrieron a cargo de la Compañía Transmediterránea. Y tras las independencias de las últimas tierras españolas en América y el Pacífico, los correos marítimos continuaron amoldados a las nuevas situaciones y a las nuevas reglamentaciones, con acuerdos bilaterales y multinacionales. “Aunque no está de más recordar la 23 regularización del correo a nivel mundial, alcanzada por la Unión Postal General nacida el 9 de octubre de 1874, que en 1878 pasó a llamarse Unión Postal Universal (UPU)”, precisa el mencionado autor, quien termina su discurso de esta guisa:

Supresión de los cañonazos

“Solo resta decir que los Correos Marítimos con las Indias Occidentales, las Américas, han sido muy importantes para las relaciones de todo tipo entre España y las tierras al otro lado del Atlántico, primero como colonias, y después como estados independientes, con los que siempre se han mantenido, o se han tratado de mantener, unos fuertes lazos de amistad, en muchos casos reforzados por la gran cantidad de emigrantes españoles que se iban a "hacer las Américas”.

Y para terminar, la anécdota: La Gaceta de Madrid, equivalente al BOE, en fecha 28 de marzo de 1913, recogía una Real Orden por la que se ordenaba que se suprimiesen las señales del cañonazo que se disparaba cada vez que entraba o salía de puerto el correo marítimo. Entendían las autoridades superiores que dichas señales no tenían fundamento práctico alguno. Cabe suponer que se arrastraba de etapas anteriores como un aviso al contorno.

Este artículo fue publicado en el suplemento dominical Nordesía/Diario de Ferrol en fecha 13-04-2025

lunes, 7 de abril de 2025

El Pájaro de la Marola y Los héroes del Pacífico

                 En la foto, el vapor Comercio, similar al Pájaro de la Marola

Curiosamente, siguiéndole la pista al vapor Pájaro de la Marola (embarcación de pasaje Ferrol-Coruña y viceversa) fui a dar con un acontecimiento singular que también me llamó la atención, como fue el gran recibimiento hecho a la fragata Blanca, que retornaba victoriosa de la campaña del Pacífico en la segunda década del siglo XIX. La euforia popular le adjudicó a la tripulación el apodo de “Los héroes del Pacífico”, de ahí el titular de esta colaboración.

Inicialmente traté de investigar lo del “Pájaro de la Marola”, porque me parecía un hallazgo -el historiador Bernardo Máiz lo registra en su obra As embarcacións de pasaxe das rías galegas, Xerais, 2000- y porque me hizo gracia el nombre.

He observado que, generalmente, se parte del vapor Hércules y de ahí al Comercio, Marqués de Amboage, El Ferrolano y otros. Pues, resulta que el Hércules tuvo como antecesor inmediato precisamente al Pájaro de la Marola y este, a su vez, a los vapores Tigre y León.

Sigamos un orden. Encontré el vapor que me ocupa en la crónica de los festejos celebrados para recibir a la fragata Blanca, crónica publicada en El Buscapié el 04-11-1866.

A remolque del relato periodístico de la época reproduzco […] “Púsose también en marcha el vapor de la carrera Pájaro de la Marola. La barca atravesó a la distancia por frente del muelle y se dirigió a la fragata. Al llegar a su altura un gran resplandor iluminó la bahía. La Blanca y el Pájaro de la Marola se iluminaron con luces de bengala hasta los topes”.

A raíz del recibimiento tributado a la Blanca, la cita del vapor se multiplicó en los distintos medios de alcance local y nacional. En este último caso mencionaremos a título de ejemplo: La Reforma, La España, El Español, La Corona, Alcance, Diario Oficial de Avisos, entre otros.

En el año 1868 advertimos el siguiente aviso: “El vapor Pájaro de la Marola, que hacía el servicio entre La Coruña y Ferrol, ha reanudado sus interrumpidos viajes”. Once años más adelante, en El Correo Gallego de fecha 14 de agosto de 1879, volvemos a ver citado el vapor Pájaro de la Marola, con motivo de las fiestas organizadas para la inauguración del Dique de la Campana. En la página 3 leemos un anuncio: los días 18-19-20 y 21, salida de La Coruña a las 08:00 y 12:00 horas; salida de Ferrol a las 10:00 y 24:00 horas.

En la narración de una especie de cuento “El Trasno”, también en El Correo Gallego (21-01-1897), leo: “No lejos del muelle de la ciudad hallábanse fondeados varios buques de guerra y mercantes sumándose entre estos últimos el Hércules, el ligero y lindo vaporcillo sucesor del Pájaro de la Marola, el Tigre y el León, que diariamente va y vuelve a La Coruña”.

Otra novela “El retorno de Pedro”, del que es autor el médico Díaz Rubio, obra que se sitúa temporalmente entre 1869 y junio de 1918, sobre la emigración, se cita igualmente al Pájaro de la Marola. Por último, en una lista de inscripción de buques publicada en la Gaceta de Madrid se puede leer: “Pájaro de la Marola, antes catalán, vapor con fecha de asiento de enero de 1860, construido en los astilleros de Barcelona que, en octubre de 1866, pasa a La Coruña”. En el trabajo de Máiz Vázquez se cita al armador Requejo y posteriormente Eduardo Seijas Cabral, concreta que se trata de un vapor de 60 metros de eslora y 80 hp “de gran lentitude”. También se dice que fue baja en 1899, si bien el que suscribe lo pierde de vista como vapor de carrera Ferrol-Coruña-Ferrol en 1879.

Como queda escrito y a mayor abundamiento, el Pájaro de la Marola sucedió a los vapores Tigre y León. Ningún dato pude extraer de mis investigaciones acerca del segundo, pero sí tengo algunas notas del Tigre, por ejemplo que en el año 1874 trata de establecer una sociedad por medio de la cual todo aquel que se suscriba con 20 0 10 reales mensuales tendrá derecho a hacer en un mes seis viajes de ida y vuelta a La Coruña, “en popa o en proa” Se deduce que “cohabita” con el Pájaro de la Marola.

El Tigre aparece también en diciembre de 1878 como protagonista de un episodio al soltar amarras debido al temporal, aunque no sufrió daños de consideración. En ese mismo año, en agosto, se anuncia subasta pública del citado vapor, tasado en 40.000 pesetas y al mes siguiente se denuncia públicamente, apelando al capitán del Puerto para que tome medidas, su estado deteriorado, sin botes salvavidas y “con muchos agujeros”, lo que obligó a que se sometiera a algunas reparaciones.

 

Llegada de la fragata Blanca

 

Recién entrada en servicio, la fragata Blanca (foto) participó en operaciones en la Guerra de África y posteriormente en la escuadra que convoyó la expedición del general Prim a México, “pero en donde su papel resaltaría con más fuerza fue durante la Guerra del Pacífico en 1865-66”, señalan Agustín Ramón Rodríguez González y Juan Luis Coello Lillo en el libro “La fragata en la Armada española. 500 años de historia”, editado por la antigua Empresa Nacional Bazán en el año 2003.

Agregan los autores que tras la victoriosa campaña y el duro viaje de vuelta “con una reparadora escala en Río de Janeiro, el 6 de septiembre de 1866 partió la Blanca de vuelta a España, llegando a Ferrol el 19 de octubre, pues era el primer buque de la Escuadra del Pacífico que regresaba a la patria”.

Acerca del recibimiento que se le tributó, varios periódicos locales y nacionales se hicieron eco del episodio, unos con más generosidad de espacio y tipografía que otros. Por ejemplo, La Reforma de Madrid cuenta que unos días después de su arribada, concretamente el 26 se le sirvió al comandante y oficiales, en la Sala de Armas, un popular banquete en el que estaban representadas todas las clases “y al lado de un jefe de alta graduación se veía sentado a un humilde artesano”. Más adelante, el citado periódico señala “ha sido una verdadera fiesta continua. Los nueve días se pasaron en bailes, convites y serenatas”. Cuando de día bajaba a tierra la tripulación, “iban las músicas a recibirla y de todas partes llovían ramos, flores y dulces. Cuando bajaban de noche dos larguísimas hileras de jóvenes del pueblo, confundiéndose fraternalmente todas las clases, la precedían siempre con hachas encendidas”. El cronista de La Reforma hace referencia igualmente a la “noche mágica” protagonizada por la serenata a la veneciana que dio a la fragata el Liceo de Artesanos.

Por su parte, a la tripulación se le rindieron dos convites, uno del Ayuntamiento y otro de la Marina.

En el plano urbano, se improvisaron himnos y barcarolas, se levantaron arcos de triunfo y se construyeron templetes alegóricos. En todas estas actividades “estaba representada La Coruña por el vapor Pájaro de la Marola”. La imprenta del Brigantino se distinguió particularmente por haber adornado la fachada con una iluminación de buen gusto y El Eco Ferrolano por haber tirado un número con letras de oro consagrado a la Blanca, número especial que se repartió entre la oficialidad, autoridades civiles y militares y notables de la ciudad.

La quilla de la Blanca se puso en Ferrol el 4 de abril de 1855, fue botada el 24 de febrero de 1857 y puesta en servicio en septiembre del mismo año. Tras algo más de tres décadas de vida activa, fue apartada del servicio hacia 1889.

 Este artículo fue publicado en el suplemento dominical "Nordesía" de Diario de Ferrol el domingo 06-04-2025