martes, 29 de abril de 2025

El médico y político Santiago de la Iglesia, objeto de una “velada necrológica” en diciembre de 1931

 

Las "veladas necrológicas" son eventos conmemorativos que se celebran para honrar y recordar a personas fallecidas. Estos actos suelen incluir discursos, lecturas de poemas o textos escritos por o sobre el fallecido, así como la participación de amigos y familiares que comparten anécdotas y recuerdos. El objetivo principal de estas veladas es rendir homenaje a la vida y obra de la persona fallecida, y ofrecer un espacio para que los seres queridos puedan expresar su duelo y encontrar consuelo mutuo.

Las veladas necrológicas no están necesariamente obsoletas, de hecho, tienen una presencia actual en diversas culturas y comunidades. Estas ceremonias han evolucionado a lo largo del tiempo, adaptándose a las sensibilidades y necesidades contemporáneas.

En la actualidad, las veladas necrológicas pueden variar significativamente según las tradiciones y preferencias de los participantes. Algunas son formales y solemnes, mientras que otras pueden ser más informales y personales. En algunos casos, se utilizan como parte de rituales religiosos o espirituales, mientras que en otros son eventos laicos organizados por familiares y amigos.

Además, con el auge de la tecnología y las redes sociales, algunas veladas necrológicas han incorporado elementos digitales, como la transmisión en vivo o la creación de memoriales virtuales. Esto permite a personas de diferentes lugares del mundo participar y rendir homenaje al fallecido.

Traigo esto a colación al haber recuperado en los periódicos antiguos un acto de estas características llevado a cabo a la muerte de Santiago de la iglesia y Santos en el Ateneo Ferrolano, del que el fallecido fue un ilustre miembro, acto que convocó a una numerosa y selecta concurrencia. Sucedió en los primeros días de diciembre de 1931. Considero que el relato puede ser de provecho para que conozcamos un poco más a este hombre que, aunque nacido en Santiago, hizo la mayor parte de su vida en Ferrol y aquí fue enterrado.

Antes de continuar adelante, quiero señalar que ya me referí en otra ocasión a este insigne personaje, pero entonces (Nordesía/Diario de Ferrol, 12-11-2023, tuvo que ver con el hecho histórico y puntual que se le atribuye al haber frenado un regicidio en Ferrol. Por cierto, de los hermanos Santiago y Alfredo de la Iglesia se ocupa el ilustre profesor Alonso Montero en el número 35 de FerrolAnálisis, que edita el Club de Prensa de Ferrol.

Balás destaca el perfil del homenajeado

Hecha esta digresión y recuperando el hilo de la velada necrológica subrayar que el primer orador fue Emiliano Balás, presidente de la entidad anfitriona, en nombre de la cual tuvo palabras de agradecimiento para los asistentes. A continuación, entró a analizar la vida fecunda de Santiago de la Iglesia, recordando sus interesantes conferencias en el anterior Ateneo ferrolano, “así como las improvisaciones que provocaban en él la controversia, que eran piezas oratorias verdaderamente tribunicias”, reza la crónica.

Habló también de su trabajo como antropólogo, botánico y entomólogo, así como de su labor en el profesorado, explicando física y química durante largos años en distintas academias particulares y en la Escuela de Artes y Oficios, conocimientos extensos de dichas materias que le llevaron al puesto de director del laboratorio municipal, que ocupaba al ocurrir su muerte.

Masones con Canalejas, entre ellos el primero de atrás,
a la izquierda, es Santiago de la Iglesia
Emiliano Balás alude a sus aficiones a la prehistoria, que le proporcionaron notoriedad entre los arqueólogos de la región, siendo notabilísima interesante y valiosa la colección de objetos históricos reunidos por él durante su época de forense en la circunscripción de Ferrol. Balás analiza igualmente la labor política de Santiago de la Iglesia y sus luchas, aludiendo al momento en que presentado candidato para diputado a Cortes, el pueblo de Ferrol le otorgó sus sufragios, “siendo aplastados e inutilizados por las malas artes que los caciques emplearon en un distrito rural (que no identifica), que hicieron imposible el triunfo rotundo obtenido en la capital del distrito”. Termina de la siguiente manera: “Al rendir este modesto tributo a su memoria y al verme viejo, enclenque y abúlico, pienso en lo efímero de nuestra existencia y exclamo: ¡admirado e ilustre compañero y amigo, hasta luego”.

Otro de los significados intervinientes fue el presidente del Centro Obrero de Cultura, Vázquez Galán, quien destacó del extinto homenajeado la condición de incansable obrero “y de su amor a los trabajadores; la inquebrantable unidad de su temple de acero cerrado a las lisonjas y las ofertas arteras”. Promete que muy pronto será publicada una amplia y completa biografía del hombre, tan justamente honrado en esa noche por el Ateneo ferrolano, leyendo al final una relación de algunas de las obras inéditas y que algún día habrán de ver la luz pública. “Yo me inclino, termina, con devoción y respeto en memoria de un honrado trabajador”.

Sanz: “memoria escrita de gratitud y ejemplo”

Por su parte, el distinguido médico de la Armada, Luis Pérez Carballa, lee unas cuartillas originales de Rodrigo Sanz, abogado, ateneísta e impulsor del agrarismo en Galicia. Empieza diciendo que la galería de vecinos ilustres de Ferrol, tan numerosa de hecho como escasa en escrito, tiene desde hace días una semblanza más que escribir y un hombre más que recordar. “50 años largos de vida activa, como amigo, como médico y maestro de tres generaciones, han distinguido y singularizado en la historia ferrolana su nombre acreedor a perenne recuerdo. Todo ello pide memoria escrita de gratitud y ejemplo”.

Ante los anhelos manifestados por algunos de hacer la biografía de hombre tan singular, dice que el Ateneo debe recoger esos esfuerzos y organizar luego él la síntesis. Trata de su ideología precisando que “era profundamente apasionado como hombre de alma recta violento a veces, pero sin odio ni envidia, tedio ni orgullo, sino siempre por amor profesando el principio de que no se puede amar una cosa sin odiar al que la odie”. Añade que su despego de las riquezas “fue el mismo que han tenido los santos canonizados por la Iglesia”.

 Tratando la faceta de político asegura que si Santiago de la Iglesia no figuró de lleno dentro del ideal socialista fue por pequeñas discrepancias, una especialmente la reclamación de los tres ochos pareciéndole que ocho horas de trabajo por igual en todo oficio y profesión era un simplismo anticientífico e irreal que no podía admitirse. Analizándolo en sus actividades varias, Rodrigo Sanz dice que tenía múltiples sorpresas, citando el caso de la lectura de un drama en prosa que una tarde leyó y que jamás imprimió ni trató de representar. “A pesar, dice, de que era un hermoso drama”.

Termina Sanz repitiendo la frase de Moriarty que Santiago de la Iglesia repetía y citaba frecuentemente y dice que, si es gran verdad que no morimos de todo, “él, en estos momentos se entera de lo que aquí estamos diciendo y sintiendo”. Pide, finalmente, que todos hagan el firme propósito de recordarlo como él lo ha merecido, “dando escrita su vida a los hombres y a los niños ferrolanos, que será darles como ejemplo cuánto de austera, esforzado y luminoso hubo en la vida del morador, que fue del Ferrol nacido en Compostela Don Santiago de la iglesia y Santos”.

Este artículo fue publicado en el supl. Nordesía/Diario de Ferrol, el domingo 27-04-2025

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miércoles, 23 de abril de 2025

El Virgen de Chamorro, un hidroavión para la guerra

 


Es casualidad que publique este episodio en vísperas de la tradicional romería en lunes de Pascua. Elegí este tema porque no dejó de sorprenderme que en plena Guerra Civil se bautizara un hidro avión, capturado a los republicanos, con el citado nombre. A los santos y a la Virgen en sus distintas advocaciones se les imploran milagros y remedios, pero ponerse bajo su amparo para lanzar bombas parece una trágica ironía. Pero no nos pongamos estupendos porque cierto es que también se mata incluso en nombre del Todopoderoso, o del dios que corresponda.

 Me llamó la atención, igualmente, que en el relato de una de las fuentes consultadas -La aeronáutica en la Armada (1917-1987), de M. Ramírez Gabarrús/J.M. Ramírez Galán. Editado por la Empresa Nacional Bazán, 1987- se dice que fue montado en el Arsenal de Ferrol. En esto se cumple aquello de hacer de la necesidad virtud.

Terminaré esta introducción –“entradilla” que decimos los periodistas- precisando que el episodio protagonizado por el Mar Cantábrico y su captura complementan el interés de este nuevo capítulo de las “Curiosidades Ferrolanas”.

“La forma en la que este avión llegó a España en 1937 podría haber sido, sin temor a exagerar, el guion de una gran novela de acción y suspense”, dice Pedro Pérez-Seoane Garau, capitán de navío director de la Biblioteca Central de Marina. Revista de Historia Naval, en un trabajo que titula “La pitillera de “Polo” y el Virgen de Chamorro”. El citado autor relata que en noviembre de 1936, un enigmático letón afincado en Estados Unidos, llamado Robert Cuse, recibió del ministro español de Marina y Aire, Indalecio Prieto, el encargo de comprar en aquel país y en México material de guerra y aviones comerciales susceptibles de uso militar para la República. Era una operación de compra compleja, porque las autoridades estadounidenses veían con recelo el eventual apoyo de su industria a uno u otro de los contendientes en la Guerra Civil española. Tan serio era el compromiso de la Casa Blanca con este estatus de neutralidad que el gobierno estadounidense pidió oficialmente a las empresas privadas que no vendieran material de guerra, lo que se conoció como «embargo moral».

Estrategias de despiste

Para encubrir la operación de compra, esta se hizo a través de la agencia comercial soviética Amtorg, establecida en Nueva York. Se adquirieron finalmente en Estados Unidos dieciocho aviones (uno de ellos, el Fairchild 91, por 60.000 dólares), cientos de motores y repuestos por valor, todo ello, de casi tres millones de dólares. Tras arduas negociaciones internas e internacionales, finalmente Robert Cuse obtuvo, el 28 de diciembre, la necesaria licencia de exportación.

El propio presidente Roosevelt decidió intervenir para evitar la salida de ese material y dio instrucciones a su gabinete a fin de iniciar la reforma, con carácter urgente, de la Neutrality Act (ley de neutralidad) vigente con la finalidad de ilegalizar definitivamente la venta de material bélico a los contendientes en España. Era una carrera contrarreloj y para ello se recurrió a un carguero español en el puerto de Brooklyn, el Mar Cantábrico, cuyo capitán, José Santamaría, aceptó embarcar los aviones, los motores y los repuestos adquiridos con destino a España. “Trabajando sin descanso, día y noche, el día 7 de enero se había logrado desmontar y embarcar ocho de los aviones y uno de los motores de respeto, a pesar de la huelga de estibadores en curso. No había tiempo para más; el Mar Cantábrico debía zarpar sin demora. A las doce del mediodía, la enmienda a la ley de neutralidad ya había sido aprobada en el Senado y se estaba debatiendo en la Cámara de Representantes, donde un único congresista (John Bernard, de Minnesota) se opuso a la propuesta del Gobierno con un larguísimo discurso que, para ganar tiempo, Bernard prolongó hasta que le informaron de que el Mar Cantábrico había salido ya de puerto. La reforma se aprobó por 411 votos contra uno”.

 Maniobras de camuflaje

El Mar Cantábrico completó la carga de material de guerra (munición y cañones adquiridos por el embajador español en México, Gordón Ordás) en el puerto mexicano de Veracruz, de donde zarpó el 19 de febrero rumbo a España. Consciente del elevado valor militar de su carga, el capitán del barco tomó medidas durante el tránsito del Atlántico para evitar que el buque fuese interceptado por la flota nacional a su llegada a la costa española. Y así, la carga en cubierta se cubrió con lonas pintadas; se mantuvo un estricto silencio en radio y, para hacer pasar el carguero por un barco británico, se izó el pabellón inglés y se le pintó en el costado un nuevo nombre, Adda, y en la popa, el nombre de su falso puerto base, «New Castle» (sic). Los servicios de información de los “nacionales” dieron cuenta de todos los detalles y en la mañana del 8 de marzo, el crucero Canarias localizó al Mar Cantábrico en el golfo de Vizcaya. “Tras horas de persecución y varios disparos disuasorios al mercante, poco antes del anochecer su tripulación abandonó finalmente el buque en tres botes que fueron luego rescatados por el crucero Canarias”, añade Garau.

El caso es que esta maniobra sucedió en presencia de cuatro destructores ingleses que acudieron a la llamada de socorro que había hecho el falso Adda, haciéndose pasar por buque británico atacado por uno español. Por fin, el Mar Cantábrico fondeó en Ferrol en la tarde del día 10.

No omitiremos otro peculiar detalle protagonizado por el comandante de Artillería Naval Leopoldo Brage González, al que se le asignó la misión de montar el avión, ponerlo en vuelo y asumir el mando de esta singular escuadrilla de una única aeronave. “Como singular fue también que se le asignara este mando a pesar de no ser piloto, ni tener siquiera el título de observador”. El comandante Brage, destinado desde 1932 en la Aeronáutica Naval, había sabido suplir la falta de titulación aeronáutica con grandes dosis de entusiasmo y pericia, lo que le había granjeado la confianza del mando y su asignación, en 1936, como jefe de aquella escuadrilla de los vetustos Savoia 62 en su base de Marín, Pontevedra. Allí fue donde adquirió gran experiencia, volando en todas las misiones, como observador, una media de 75 horas mensuales. Tras su montaje en Ferrol, el Fairchild 91 fue bautizado como Virgen de Chamorro, en honor de la patrona de la ciudad, como queda dicho.. Llegó a prestar 150 servicios de guerra, acumulando más de 425 horas de vuelo sin ningún accidente grave. Popeye, como solían llamar al Chamorro por su mascota pintada en el casco, siguió en activo hasta que, cuando termina la guerra, ya queda fuera de combate por falta de repuestos. Como características principales cabe señalar que tenía 14,2 metros de longitud y 17 de envergadura; pesaba cerca de 3.000 kg y estaba propulsado por un motor radial Pratt & Whitney Hornet S2E-G, de 750 caballos de potencia, que le proporcionaba una velocidad máxima de 260 km/h. Tenía capacidad para transportar ocho pasajeros, además de los dos pilotos, todos ellos alojados en tres cabinas independientes.

Esta colaboración fue publicada en el supl. dominical Nordesía/Diario de Ferrol, el 20-04-2025

 

lunes, 14 de abril de 2025

Los correos marítimos de los siglos XVIII y XIX: El pulso de Ferrol por evitar la dependencia de Coruña

 

Vapor Alfonso XII, 1875

Por Real Cédula del 14 de mayo de 1514, el Rey Fernando el Católico, que era II de Aragón y V de Castilla, estableció el primer "Correo Mayor de las Indias y de las Islas y Tierra-Firme del Mar Océano descubiertas y por descubrir". Por otra Real Cédula dada en Toledo en octubre de 1525, el Rey Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico, refrendó el cargo de Correo Mayor de las Indias. También se reafirmaron sus funciones y los privilegios anteriormente concedidos, al tiempo que se ordenaba el estricto cumplimiento y respeto de sus disposiciones.

Un Real Decreto emitido por Carlos III en agosto de 1764, establecía la creación de los "Correos Marítimos de Indias", despachados desde España por el puerto de A Coruña. A partir de entonces, el correo considerado no era solamente el oficial, también entraba el correo particular en todos sus aspectos.

Y ¿qué sucedía en Ferrol a esas alturas? No tardaron los notables de la ciudad en emprender acciones que evitara su dependencia de la ciudad coruñesa, aunque el pulso echado tuvo un largo recorrido, con innumerables vicisitudes. Cuenta Montero Aróstegui en su historia de Ferrol que a medida que las necesidades fueron aumentando con la población emergente y con el gran consumo, que ocasionaba el considerable número de buques, tropas, empleados y obreros del Arsenal, fueron también acudiendo diversos comerciantes, mercaderes y capitalistas que fijaron aquí su residencia. Pero el comercio estaba limitado al consumo del pueblo por falta de habilitación, desde que, establecido el riguroso sistema fiscal, se fijaron puntos para este o el otro tráfico y Ferrol se veía en la precisión de abastecerse de todos los géneros en el inmediato puerto de La Coruña, habilitado ya para el tráfico con las Américas en virtud de gracia concedida por el emperador Carlos V en el año 1525.

Agrega Aróstegui que, para evitar los perjuicios que aquella dependencia mercantil causaba a la capital del departamento, “que era entonces el pueblo de mayor consideración de Galicia” y a un puerto como el del Ferrol, “que, por su capacidad, seguridad y limpieza, estaba reconocido por uno de los mejores de Europa”, acudió el Ayuntamiento a S.M. en 18 de marzo de 1778 solicitando la habilitación para el libre comercio. Pero esta petición no halló por entonces respuesta favorable y aunque se repitió en 1788, proponiendo al mismo tiempo el arbitrio para la construcción del nuevo muelle, solo se pudo conseguir por Real Orden de 23 de septiembre del mismo año, la habilitación para la entrada de buques extranjeros que condujesen efectos navales.

Las limitaciones del consumo

El comercio tuvo que limitarse al consumo de los individuos de la plaza, Marina y Maestranza, “pero -insiste el historiador ferrolano-bajo la dependencia del puerto de La Coruña, que era el más próximo, habilitado para el comercio general”.

Inasequibles al desaliento, las negociaciones, por parte de las autoridades locales, prosiguieron por medio del Ministerio de Marina, solicitando la gracia que ya se concediera incluso a puertos como los de Marín y Gijón. Por fin, en virtud de los pasos e influencia que, en la Corte, ejerció Juan José Caamaño, pudo conseguirse en 1797 la habilitación para el comercio extranjero, gracia que después no solo se amplió a la libertad general por Real Orden de 27 de mayo de 1802, sino que a consecuencia del Reglamento del 6 de abril del mismo año, mandando reunir los correos marítimos a la Marina Real, se trasladaron a Ferrol los buques, oficialidad y empleados de aquel ramo que, por espacio de 40 años, habían residido en la vecina Coruña.

No pararon aquí las concesiones, señala Aróstegui, pues, por Real Orden de 19 de junio de 1803, se mandó construir la carretera que, enramando con la general de Castilla, debía poner a Ferrol en comunicación con los pueblos del interior, favoreciendo de esta manera las necesidades y requisitos de un verdadero puerto mercantil. Tal era el deseo que existía en aquella época de dar vida “a la capital del mejor departamento naval de nuestra península” que, al ver el naciente comercio del Ferrol, el halagüeño porvenir que se le presentaba, el cuerpo municipal remitió a Su Majestad una razonada exposición, solicitando el establecimiento de un consulado de mar y tierra extensivo a todos los puertos y pueblos comprendidos en la Diócesis de Mondoñedo, con el fin de proteger y fomentar su agricultura e Industria y Comercio. Pero, en este caso “todas las ilusiones, que los ferrolanos habían formado a la vista de tan brillante porvenir, desaparecieron como el humo con la paralización de las obras de aquella carretera, que se reanudarían más tarde.

El pueblo siguió incomunicado y su comercio tuvo que limitarse al consumo ordinario por no tener medios de ensanchar el campo de sus previsiones. Solo el Arsenal proporcionó a contratas de la construcción naval víveres, maderas y otros artículos, evitando en cierta manera la especulación.

 Nuevo reglamento

Retomando el asunto de los correos marítimos, será preciso añadir que, para continuar con este servicio, el 10 de septiembre de 1809 se firmó un nuevo Reglamento en Sevilla, que estuvo en vigor hasta el año 1827, de acuerdo con el cual, los correos marítimos siguieron dependiendo de la Real Armada. “Fue un período difícil y convulso, con la Guerra de la Independencia contra los franceses en España al principio, y las Guerras de Independencia de las tierras del continente americano y de Filipinas contra la Metrópoli, España, después. Hasta que, en el antes citado año 1827, el inmenso imperio español quedaba reducido a algunas islas en el Caribe y en el Pacífico, y a ellas quedaban reducidos los Correos Marítimos”, subraya Marcelino González Fernández en su discurso de ingreso en la Real Academia de la Mar (22/03/2022).

Tras numerosos avatares y adaptación a las exigencias de cada momento histórico, finalmente, desde 1861 hasta la pérdida de las últimas tierras en el Caribe en 1898, los servicios de correos con aquellas tierras corrieron a cargo de la Compañía Transmediterránea. Y tras las independencias de las últimas tierras españolas en América y el Pacífico, los correos marítimos continuaron amoldados a las nuevas situaciones y a las nuevas reglamentaciones, con acuerdos bilaterales y multinacionales. “Aunque no está de más recordar la 23 regularización del correo a nivel mundial, alcanzada por la Unión Postal General nacida el 9 de octubre de 1874, que en 1878 pasó a llamarse Unión Postal Universal (UPU)”, precisa el mencionado autor, quien termina su discurso de esta guisa:

Supresión de los cañonazos

“Solo resta decir que los Correos Marítimos con las Indias Occidentales, las Américas, han sido muy importantes para las relaciones de todo tipo entre España y las tierras al otro lado del Atlántico, primero como colonias, y después como estados independientes, con los que siempre se han mantenido, o se han tratado de mantener, unos fuertes lazos de amistad, en muchos casos reforzados por la gran cantidad de emigrantes españoles que se iban a "hacer las Américas”.

Y para terminar, la anécdota: La Gaceta de Madrid, equivalente al BOE, en fecha 28 de marzo de 1913, recogía una Real Orden por la que se ordenaba que se suprimiesen las señales del cañonazo que se disparaba cada vez que entraba o salía de puerto el correo marítimo. Entendían las autoridades superiores que dichas señales no tenían fundamento práctico alguno. Cabe suponer que se arrastraba de etapas anteriores como un aviso al contorno.

Este artículo fue publicado en el suplemento dominical Nordesía/Diario de Ferrol en fecha 13-04-2025

lunes, 7 de abril de 2025

El Pájaro de la Marola y Los héroes del Pacífico

                 En la foto, el vapor Comercio, similar al Pájaro de la Marola

Curiosamente, siguiéndole la pista al vapor Pájaro de la Marola (embarcación de pasaje Ferrol-Coruña y viceversa) fui a dar con un acontecimiento singular que también me llamó la atención, como fue el gran recibimiento hecho a la fragata Blanca, que retornaba victoriosa de la campaña del Pacífico en la segunda década del siglo XIX. La euforia popular le adjudicó a la tripulación el apodo de “Los héroes del Pacífico”, de ahí el titular de esta colaboración.

Inicialmente traté de investigar lo del “Pájaro de la Marola”, porque me parecía un hallazgo -el historiador Bernardo Máiz lo registra en su obra As embarcacións de pasaxe das rías galegas, Xerais, 2000- y porque me hizo gracia el nombre.

He observado que, generalmente, se parte del vapor Hércules y de ahí al Comercio, Marqués de Amboage, El Ferrolano y otros. Pues, resulta que el Hércules tuvo como antecesor inmediato precisamente al Pájaro de la Marola y este, a su vez, a los vapores Tigre y León.

Sigamos un orden. Encontré el vapor que me ocupa en la crónica de los festejos celebrados para recibir a la fragata Blanca, crónica publicada en El Buscapié el 04-11-1866.

A remolque del relato periodístico de la época reproduzco […] “Púsose también en marcha el vapor de la carrera Pájaro de la Marola. La barca atravesó a la distancia por frente del muelle y se dirigió a la fragata. Al llegar a su altura un gran resplandor iluminó la bahía. La Blanca y el Pájaro de la Marola se iluminaron con luces de bengala hasta los topes”.

A raíz del recibimiento tributado a la Blanca, la cita del vapor se multiplicó en los distintos medios de alcance local y nacional. En este último caso mencionaremos a título de ejemplo: La Reforma, La España, El Español, La Corona, Alcance, Diario Oficial de Avisos, entre otros.

En el año 1868 advertimos el siguiente aviso: “El vapor Pájaro de la Marola, que hacía el servicio entre La Coruña y Ferrol, ha reanudado sus interrumpidos viajes”. Once años más adelante, en El Correo Gallego de fecha 14 de agosto de 1879, volvemos a ver citado el vapor Pájaro de la Marola, con motivo de las fiestas organizadas para la inauguración del Dique de la Campana. En la página 3 leemos un anuncio: los días 18-19-20 y 21, salida de La Coruña a las 08:00 y 12:00 horas; salida de Ferrol a las 10:00 y 24:00 horas.

En la narración de una especie de cuento “El Trasno”, también en El Correo Gallego (21-01-1897), leo: “No lejos del muelle de la ciudad hallábanse fondeados varios buques de guerra y mercantes sumándose entre estos últimos el Hércules, el ligero y lindo vaporcillo sucesor del Pájaro de la Marola, el Tigre y el León, que diariamente va y vuelve a La Coruña”.

Otra novela “El retorno de Pedro”, del que es autor el médico Díaz Rubio, obra que se sitúa temporalmente entre 1869 y junio de 1918, sobre la emigración, se cita igualmente al Pájaro de la Marola. Por último, en una lista de inscripción de buques publicada en la Gaceta de Madrid se puede leer: “Pájaro de la Marola, antes catalán, vapor con fecha de asiento de enero de 1860, construido en los astilleros de Barcelona que, en octubre de 1866, pasa a La Coruña”. En el trabajo de Máiz Vázquez se cita al armador Requejo y posteriormente Eduardo Seijas Cabral, concreta que se trata de un vapor de 60 metros de eslora y 80 hp “de gran lentitude”. También se dice que fue baja en 1899, si bien el que suscribe lo pierde de vista como vapor de carrera Ferrol-Coruña-Ferrol en 1879.

Como queda escrito y a mayor abundamiento, el Pájaro de la Marola sucedió a los vapores Tigre y León. Ningún dato pude extraer de mis investigaciones acerca del segundo, pero sí tengo algunas notas del Tigre, por ejemplo que en el año 1874 trata de establecer una sociedad por medio de la cual todo aquel que se suscriba con 20 0 10 reales mensuales tendrá derecho a hacer en un mes seis viajes de ida y vuelta a La Coruña, “en popa o en proa” Se deduce que “cohabita” con el Pájaro de la Marola.

El Tigre aparece también en diciembre de 1878 como protagonista de un episodio al soltar amarras debido al temporal, aunque no sufrió daños de consideración. En ese mismo año, en agosto, se anuncia subasta pública del citado vapor, tasado en 40.000 pesetas y al mes siguiente se denuncia públicamente, apelando al capitán del Puerto para que tome medidas, su estado deteriorado, sin botes salvavidas y “con muchos agujeros”, lo que obligó a que se sometiera a algunas reparaciones.

 

Llegada de la fragata Blanca

 

Recién entrada en servicio, la fragata Blanca (foto) participó en operaciones en la Guerra de África y posteriormente en la escuadra que convoyó la expedición del general Prim a México, “pero en donde su papel resaltaría con más fuerza fue durante la Guerra del Pacífico en 1865-66”, señalan Agustín Ramón Rodríguez González y Juan Luis Coello Lillo en el libro “La fragata en la Armada española. 500 años de historia”, editado por la antigua Empresa Nacional Bazán en el año 2003.

Agregan los autores que tras la victoriosa campaña y el duro viaje de vuelta “con una reparadora escala en Río de Janeiro, el 6 de septiembre de 1866 partió la Blanca de vuelta a España, llegando a Ferrol el 19 de octubre, pues era el primer buque de la Escuadra del Pacífico que regresaba a la patria”.

Acerca del recibimiento que se le tributó, varios periódicos locales y nacionales se hicieron eco del episodio, unos con más generosidad de espacio y tipografía que otros. Por ejemplo, La Reforma de Madrid cuenta que unos días después de su arribada, concretamente el 26 se le sirvió al comandante y oficiales, en la Sala de Armas, un popular banquete en el que estaban representadas todas las clases “y al lado de un jefe de alta graduación se veía sentado a un humilde artesano”. Más adelante, el citado periódico señala “ha sido una verdadera fiesta continua. Los nueve días se pasaron en bailes, convites y serenatas”. Cuando de día bajaba a tierra la tripulación, “iban las músicas a recibirla y de todas partes llovían ramos, flores y dulces. Cuando bajaban de noche dos larguísimas hileras de jóvenes del pueblo, confundiéndose fraternalmente todas las clases, la precedían siempre con hachas encendidas”. El cronista de La Reforma hace referencia igualmente a la “noche mágica” protagonizada por la serenata a la veneciana que dio a la fragata el Liceo de Artesanos.

Por su parte, a la tripulación se le rindieron dos convites, uno del Ayuntamiento y otro de la Marina.

En el plano urbano, se improvisaron himnos y barcarolas, se levantaron arcos de triunfo y se construyeron templetes alegóricos. En todas estas actividades “estaba representada La Coruña por el vapor Pájaro de la Marola”. La imprenta del Brigantino se distinguió particularmente por haber adornado la fachada con una iluminación de buen gusto y El Eco Ferrolano por haber tirado un número con letras de oro consagrado a la Blanca, número especial que se repartió entre la oficialidad, autoridades civiles y militares y notables de la ciudad.

La quilla de la Blanca se puso en Ferrol el 4 de abril de 1855, fue botada el 24 de febrero de 1857 y puesta en servicio en septiembre del mismo año. Tras algo más de tres décadas de vida activa, fue apartada del servicio hacia 1889.

 Este artículo fue publicado en el suplemento dominical "Nordesía" de Diario de Ferrol el domingo 06-04-2025

 

 

 

 

lunes, 24 de marzo de 2025

Ángela Ruíz Robles, en el 130 aniversario

 

El próximo sábado, (29 de marzo de 2025), hará 130 años que nació la maestra e inventora Ángela Ruiz Robles, ferrolana de adopción y devoción. Tal es así que quiso enterrarse en Serantes, deceso ocurrido en el año 1975. Amaba la naturaleza, pero, sobre todo, dicen sus hijas, necesitaba el mar.

La maestra e inventora había nacido en Villamarín (León) y tras aprobar la oposición al magisterio fue destinada a Santa Uxía de Mandiá. Ejerció la docencia, además de la parroquia citada, en el Hospicio Municipal y en el grupo escolar Ibáñez Martín. Sin abandonar este capítulo, reseñaré, asimismo, que Ángela Ruiz Robles llegó a fundar la academia “Elmaca” que respondía a las iniciales de los nombres de sus tres hijas, Elena, Elvira y María del Carmen. Este colegio fue pensado para jóvenes que quedaron sin trabajo tras la contienda civil. Vivió una monarquía, dos dictaduras, una república y una guerra civil.

Como datos puramente curiosos, señalaré que en sus primeros años en Mandiá fue amonestada por el alcalde por montar a caballo, postura que era considerada indecorosa para una mujer. Por otro lado, en el 1936 fue objeto de un expediente de depuración por haber firmado una suscripción de 0,50 céntimos para ayuda de maestros presos en la revolución del 34 en Asturias, expediente que luego fue anulado.

Entre sus inventos principales -empezó con un procedimiento taquigráfico- está el libro mecánico, el atlas gramatical y nuevo método taquigráfico. Escribió dieciséis obras, siempre orientadas al objeto de su profesión, la enseñanza.

No abundaré en el aspecto biográfico, resumido con anterioridad y generosamente tratado y circulado a través de documentos de todo tipo, incluidos los audiovisuales con entrevistas y reportajes. Por si ello fuera poco, los ministerios de Economía y Competitividad y Educación, Cultura y Deporte editaron en 2013 el libro “Ángela Ruíz Robles y la invención del libro mecánico”.

 De modo que, para la ocasión, a tenor de la próxima efeméride, se me ocurrió sumarla al espacio de las “Curiosidades Ferrolanas”, afrontando su trayectoria en esta comarca a través de los periódicos de la época, para detenerme en los años que marcan los hitos principales de su trayectoria en los campos de la docencia y, mayormente, de la inventiva.

Actuación del vecindario de Mandiá

Una década después de haber tomado posesión, estaríamos en el año 1929, los vecinos de la parroquia de Santa Eugenia de Mandiá hacían pública una instancia colectiva a las autoridades provinciales del Magisterio, enalteciendo los relevantes méritos de la “docta profesora nacional doña Ángela Ruiz Robles, que, en los 10 años que lleva al frente de la enseñanza, contribuyó eficazmente a la cultura del pueblo”. El relato publicado en el diario local sigue: “La actuación de dicha maestra se extiende a los hogares que visitó con frecuencia después de las horas de clase y pone lecciones a domicilio desinteresadamente sin percibir remuneración. Hoy, gracias a sus desvelos, los jóvenes de esta localidad tienen sólida instrucción y educación esmerada”.

Andando el tiempo -las cosas de palacio van despacio- como unos treinta años más tarde, El 25 de agosto de 1948, El Correo Gallego recogía la noticia: Doña Ángela Ruiz Robles, maestra nacional, Condecorada con la Cruz de Alfonso X el Sabio. Estaba destinada, entonces, en el Hospicio Municipal. El galardón obedecía a una Orden del Ministerio de Educación Nacional. “Con tan preciada distinción, se premian los servicios que a la cultura nacional lleva prestados la señora Ruiz Robles, en la que concurren méritos y circunstancias tan extraordinarias que la han hecho acreedora a tan señalada recompensa”.

 A raíz de esta condecoración, se abre una suscripción con el fin de regalarle las insignias de la citada Cruz entre el Magisterio Nacional y las entidades y personas que con sus peticiones han contribuido a la concesión de tan alta recompensa.

En diciembre de 1949, ya metida en la piel de inventora, pasa unos días en Madrid para obtener la patente de un nuevo ingenio, el del procedimiento mecánico eléctrico y a presión de aire para lectura de libros. La patente lleva fecha de 16 de diciembre actual y está otorgada por el registro de la propiedad industrial. Con ello, Ángela Ruiz Robles podrá dedicarse a la fabricación de libros totalmente distintos de los actuales, los cuales, accionados mecánica o eléctricamente o presión de aire, podrán lanzar fuera de su formato las páginas que traten sobre el tema que se pretenda estudiar. En una entrevista manifestaba que había recibido proposiciones de Washington para explotar la patente de sus inventos en Estados Unidos y en otras naciones.

La imposición de las insignias

Corría el 20 de junio de 1950, cuando los medios de comunicación de la época daban cuenta de la imposición de las insignias de la Cruz de Alfonso X el Sabio a la maestra nacional Ruíz Robles. El acto se celebró en el Ayuntamiento de Ferrol. Las crónicas hablan de la gran relevancia y asistencia de las primeras autoridades, con el acalde Alcántara Rocafort a la cabeza, así como representaciones del magisterio local y otros numerosos invitados que con la corporación municipal llenaban el amplio salón. El alcalde hizo uso de la palabra en términos encomiásticos y dio lectura a la orden de concesión de la apreciada Cruz de Alfonso X el Sabio, entregando las insignias el director del Instituto de Enseñanza Media, Don Joaquín García Álvarez, quien ostentaba la representación del ministro de Educación Nacional y la del rector de la Universidad de Santiago. Obviamente, Ruíz Robles fue objeto de encendidos elogios y esta dio las gracias muy emocionada.

Huelga señalar que Ángela Ruiz Robles estaba muy solicitada para las entrevistas.  El Correo Gallego de 22 de junio de 1950, recogía un diálogo con el periodista Emilio Alcira. Preguntada por su sueldo, manifiesta que gana algo más de 14.000 pesetas en la categoría mayor. Recuerda que en el año 1927 hizo oposiciones restringidas a sueldo y saltó 3 o 4 categorías. Le quedaban a esa altura 16 años de vida laboral por delante. Dice que su mayor deseo siempre fue el evitar sacrificios a la juventud que estudia. “Por eso mis inventos, de la gramática, mapas y otros trabajos. Yo estimo que los muchachos, al salir de sus clases, deben marcharse a jugar y a seguir siendo niños”.

Agrega que trabaja mucho y descansa poco. Subraya que sus compañeros han hecho todo lo posible por ayudarle y les expresa su agradecimiento. Finalmente, precisa que su mayor alegría en aquel momento era la de ser abuela.

El 25 de abril de 1957, un columnista que firma como “Lora”, en la sección “Reflejos” de la contraportada de El Correo Gallego, bajo el título “Una inventora” hace una especie de balance de los éxitos de Ruíz Robles. Recuerda que los aparatos de doña Ángela Ruiz Robles han sido seleccionados entre un millar, “por lo menos”, para concurrir al sexto Salón Internacional de los Inventores de Bélgica. “Sucede que allí, en Bruselas, se le concede a nuestra inventora una medalla de bronce”.

Y Ruiz Robles sigue siendo noticia, en este caso al ser invitada (octubre de 1957) por el comité organizador de la XVII Feria oficial y nacional de muestras de Zaragoza. Para terminar, añadiré que, en la noche del 13 de noviembre de 1958, quedó abierta al público en la capital (Madrid), la exposición del torneo nacional de inventiva e Investigación y la crónica señala: “Entre los participantes, dos mujeres, doña María del Pilar Magret Viñolas, que presenta una máquina para fabricación de mosaicos de mármol y granito artificial y doña Ángela Ruiz Robles que expone procedimientos pedagógicos mecánicos de indudable ingenio”.

Este artículo fue publicado en el suplemento dominical Nordesía/Diario de Ferrol el 23-03-2025

 

 

 

 

Manuel Fernández Flórez, superviviente del “fuego amigo” del Real Carlos y el San Hermenegildo

 


Nos suena mucho Juan Flórez, no tanto su padre, Manuel Fernández Flórez.

“Es hoy el mejor marino de nuestra armada y el único de cuya superioridad no me avergüenzo”, dijo un día el ilustre marino y político Juan Bautista Topete (1881-1885), pocos años antes del fallecimiento de aquel.

“No suena su nombre en homéricas empresas, pero siempre y en toda ocasión dio claras y relevantes muestras de un valor a prueba de una integridad intachable y de una modestia ejemplar”, subrayamos de un apunte biográfico firmado por Manuel Molina.

Este autor dice que nuestro personaje es nacido en Ferrol, dato que, como luego veremos, es desmentido por Mercedes Puyol. Es verdad que ingresó en esta ciudad al servicio de la Armada y haciendo los viajes de prácticas se encontraba cuando sobrevino la invasión napoleónica en España. Entonces pasó a prestar sus servicios en el Ejército de Tierra, donde todo concurso era necesario, y se encontró en numerosas acciones, entre ellas el ataque a la ciudad de Lugo para liberarla de las tropas francesas en 1809.

Vuelto después de la Guerra de la Independencia al servicio de la Armada, navegó en diferentes barcos y surcó todos los mares, acreditándose entonces como experto marino, obteniendo los ascensos reglamentarios hasta el de teniente de navío, siempre en el mar.

Después pasó a desempeñar cargos y destinos en tierra, en los que supo acreditar igualmente toda su competencia y su actitud irreprochable, entre ellos el de director superintendente de la Real Fábrica de Jubia y el de ministro de la Contaduría General del Tribunal Mayor de Cuentas. Cuando fue nombrado para este último cargo, había alcanzado ya la graduación de capitán de fragata, habiendo mandado, entre otros barcos, el Isabel la Católica.

Contrajo matrimonio con Rosa Freire Ríos y de este matrimonio nació Juan Flórez, que tan activa parte tomó en los trabajos para la construcción de la línea férrea de Galicia, habiendo sido alcalde en dos ocasiones de la vecina ciudad coruñesa, en donde una céntrica calle lleva su nombre.

Manuel Fernández Flórez murió en la ciudad de Ferrol y estaba en posesión de la gran Cruz de la Orden de San Hermenegildo y muchas otras medallas y condecoraciones que señalaban otras tantas fechas culminantes de su vida.

José M Albacete en el Almanaque de Ferrol, 1909, recoge un singular hecho histórico que consideramos de interés reproducir.

Se cuenta que Fernández Flórez hubo de correr grave peligro. “Fuese o no persona habitual y fervorosamente religiosa, aunque debemos suponerlo, es lo cierto que en el peligro recuerda siempre el cristiano que hay un cielo donde mirar, un Dios a quien pedir y unos santos a quienes invocar”. José M. Albacete continúa narrando que lo que el superintendente prometió, si se salvaba de morir ahogado, consistiría en erigir una capilla al santo del día. Era esto el 12 de julio en que la iglesia venera a San Juan Gualberto. El superintendente se salvó y la promesa fue cumplida. A esta causa obedeció el que por primera vez apareciera en Xubia la efigie de San Juan Gualberto, nombre que, si bien altamente venerando, no es de popularidad por estas regiones.

Contra lo que afirma Manuel Molina Mera, Mercedes Pujol, en el libro dedicado a su hijo “Juan Flórez. El ferrolano, que dejó atrás la Marola”, señala que el padre de Juan era natural de Cangas de Tineo, hoy Cangas del Narcea, donde nació el 9 de diciembre de 1779 y sentó Plaza de Guardiamarina en Ferrol en 1795.

La tragedia

¿De qué siniestro se salvó Manuel Fernández Flórez? Navegaba en el Real Carlos (foto superior), navío que había participado, como miembro de la escuadra, en la famosa batalla de Brión, cuando, el 12 del mismo mes, inducido por los ingleses, se produjo un enfrentamiento entre dicho barco y el San Hermenegildo, pertenecientes ambos a la escuadra española. Dejemos que el historiador Montero Aróstegui relate lo ocurrido:

“No bastaba que el hambre hubiese afligido a Ferrol en el año 1801. Otras desgracias tuvieron también que lamentar con la desastrosa pérdida de sus hijos. España tendrá siempre que deplorar la catástrofe acaecida en la fatal noche del 12 de julio de aquel año, en que, por una estratagema cobarde y criminal de los ingleses, se han volado en el Estrecho de Gibraltar los navíos Real Carlos y San Hermenegildo, ambos de 112 cañones, los cuales, creyéndose enemigos, se batieron uno contra el otro del modo más encarnizado a las órdenes de sus valientes y desgraciados comandantes, don José Esquerra y Don Manuel Emparan. 

Solo unos cuántos individuos pudieron salvarse de aquella terrible catástrofe arrojándose al mar antes del incendio en un chinchorro del San Hermenegildo y en la falúa del Rey Carlos, dónde pudieron salvarse unos 40 hombres con el guardiamarina Manuel Fernández Flórez, que llegaron a Cádiz en la tarde del 13, medio desnudos y cansados de hambre, de sed y de fatigas. Del San Hermenegildo solo se salvaron otros seis marineros, los cuales cogieron del agua y metieron en el chinchorro al capitán de fragata don Francisco Vizcarrondo, segundo comandante entonces del expresado navío.También se salvó el patrón de la falúa del Rey Carlos, que fue a parar con las corrientes a las playas de Tánger. Estos marinos fueron los que contaron tan horroroso suceso y los tristes coloquios de los comandantes y tripulaciones de ambos buques, cuando estando ya perdidos reconocieron su error”.

El papel de informante

Pero, al respeto de la información del dramático suceso, en el expediente militar, que custodia el Archivo General de la Marina Álvaro de Bazán, en el Viso del Marqués, se conserva el escrito fechado en San Ildefonso el 30 de agosto de 1801, en el que el propio Manuel, de camino a Ferrol informa a Carlos IV de la tragedia ocurrida entre el Rey Carlos y el San Hermenegildo y solicita que le conceda el grado que considerase oportuno. Y dice:

“El suplicante señor es uno de los tres únicos oficiales y guardiamarinas que, por especial providencia, Dios logró salvar la vida. […] Siendo el primero que dio la noticia de la desgracia acaecida, por supuesto, señor, que el exponente perdió todo. […] Habiendo tenido que empeñarse para costear la preciada decencia y tener la honra de presentarse a los pies de vuestra majestad e implorar su real piedad.”

Efectivamente, y con la mayor celeridad, el 1 de septiembre de 1801 el monarca firmaba su ascenso a alférez de fragata.

No obstante, hay que aclarar que su hijo Juan Flórez había nacido dos años antes de este suceso, lo cual supone que su padre observaba previamente devoción a San Juan Gualberto, al que luego erigió la capilla en la Fábrica de la Moneda a cuyo frente siguió hasta su muerte. En ese domicilio familiar vivió con su hijo Juan, cuando este no estaba embarcado y mientras no se trasladó a la vecina Coruña.

Este artículo fue publicado en el suplemento "Nordesía"/Diario de Ferrol el 16-03-2025

viernes, 14 de marzo de 2025

La ronda a las Pepitas podría hundir sus raíces en el siglo XVI, frente a la versión más extendida que data el hecho a finales del XIX

 


Con este hago el número cien de los artículos o colaboraciones englobadas en el título de “Curiosidades Ferrolanas”, sección Historia, que se publica semanalmente en el suplemento Nordesía. Atrás queda aquel “Chamorro, del siglo XVII al XXI”, en doble página, con el que arrancaba el 9 de abril de 2023.

Al tratarse de un número redondo pensé en un trabajo especial, no en la forma, sí en el tema, algo que fuese muy nuestro. Habida cuenta de que todo lo que abordo en las “Curiosidades”, guarda relación directa con Ferrol, no se presentaba tarea fácil así que, después de darle unas cuantas vueltas, me quedé con un acontecimiento próximo en el tiempo y, además, único en el mundo, al menos que se sepa hasta ahora, como es el fenómeno social, cultural, artístico y tradicional de la ronda a las Pepitas en la noche del 18 de marzo.

Y lo celebramos con un titular rompedor, mejor dicho, provocador, si se tiene en cuenta que la generalidad de autores y estudiosos sitúan el origen de la ronda en el último tercio del siglo XIX.

Abro paréntesis, para darme un poco de autobombo, ya que, a lo largo de estos cien artículos, se dieron incluso algunas “novedades”. Se cayó algún “dogma” como que el arroz con leche no fue una idea del clérigo ferrolano Fernández Varela, sino que, incluso, la costumbre data de mucho antes de que naciera este o que el poeta Luis Sipos no era ferrolano sino natural de Viveiro (Lugo) o que la Sociedad Filarmónica Ferrolana se funda en el año 1919 y no en 1949, por citar ejemplos. Pues, vamos al grano.

“Ya en el siglo XVI, en la época del burgo antiguo, antes de que hubiese surgido el barrio de la Magdalena, los ferrolanos del siglo XVI y XVII salían en la noche de San José a cantarle a las mozas solteras coplas medievales acompañadas de vihuelas y zambombas. La costumbre hecha tradición siguió adelante en el siglo XVIII cuando las vihuelas se transformaron en flautas dulces, guitarras y violines y que el fenómeno tomó cuerpo en el siglo XIX merced a la inercia popular”.

Y ¿quién dice esto?, ¿Cuál es la fuente en la que bebo? Nada menos que la firma del periodista, poeta, cronista oficial de la ciudad, el recordado amigo y entrañable maestro de periodistas de mi época, Mario Couceiro, que abordó el asunto en el Ferrol Diario hace ahora precisamente cincuenta años.

Segunda versión 

Como acabamos de ver, Marius también hace referencia a esa segunda versión que sitúa el origen de la ronda en el siglo XIX “en el que nuestros abuelos volvían con algún dinero de Cuba y un bello terno de alpaca, junto con canciones ultramarinas en las que “según las letras más comunes el amor estaba representado por una paloma torcaz”. Añade el ilustre cronista que de todo aquel bagaje importado nos quedamos de manera especial con la habanera, pero también el vals, los danzones, las polkas y las baladas gallegas “sutilmente traducidas al castellano”.

Tirando de su sapiencia y aguda ironía, matiza “Si la segunda versión es la cierta, la tradición de nuestras canciones data de los últimos ochenta/noventa años (Mario escribe esto en 1975) y ha sido importada desde nuestra última colonia americana”. Parece quedar claro, que nuestra fuente se inclina, sin demasiados disfraces en el lenguaje, por la primera versión. Para el debate queda una cuestión de orden cronológico.

Es así que Juan José Rodríguez de los Ríos, un gran melómano, nacido y criado en un ambiente familiar de gran colorido musical, en “Ferrol en noche de ronda” al abordar el origen de las rondallas escribe: […] ”Paralelamente a las sociedades de recreo Tertulia de Confianza -hoy Casino Ferrolano- y la ya citada Liceo de Artesanos, se iban formando grupos de amigos que, preferentemente, se reunían en barberías - donde no faltaba una guitarra colgada de la pared- en las que se entonaban letras con músicas populares. Los grupos que se congregaban en los citados establecimientos iban a tener ocasión de mostrar el resultado de aquellas horas ensayando las canciones, agrupándose en rondallas para ofrecer sus cantos a las mujeres amadas y -posiblemente- sin proponérselo entonces, dar origen a una de las representaciones corales de mayor aceptación popular en Ferrol; La Noche de las Pepitas”. […] Estamos en las últimas décadas del siglo XIX y los incipientes cantores e instrumentistas eran en su mayoría trabajadores de la construcción naval. En ese tiempo el nombre de Josefa estaba bastante extendido entre las familias y novias de aquellos. Sin lugar a duda, alguien relacionado con el movimiento musical propuso rondar y entonar la serenata en la tarde-noche anterior al festivo para descansar y volver al trabajo al día siguiente”. Ahí queda el peculiar relato del origen de la Noche de las Pepitas, según De los Ríos.

Matiz importante

Hay un matiz importante que abordar a la hora de tratar el origen de la ronda, que extraigo de periódicos antiguos y que recojo en un artículo publicado en mi blog “deferrolparaelmundo.blogspot.com” “Acotaciones de un ferrolés”: […]  Si revisamos periódicos de antaño y hablo de la tan citada última década del siglo XIX, las crónicas señalan que "varias murgas recorrieron anoche la población hasta hora bastante avanzada obsequiando a los Pepes y Pepas que están hoy de días" (El Correo Gallego año 1887). Es importante el matiz.  A la sazón, los agasajos se repartían por igual.

Este artículo fue publicado en el suplemento Nordesía de Diario de Ferrol el 09-03-2025