La caseta de baños de San Sebastián, también conocida como la Caseta Real de Baños, era una estructura que permitía a la realeza y a la aristocracia española tomar baños de mar de forma privada y discreta en la playa de La Concha. Construida originalmente en madera y con un sistema de raíles para moverse sobre la arena, fue reemplazada por una estructura de piedra diseñada por Ramón Cortázar en 1911.
En tiempos
de Isabel II era de madera y se movía con raíles y tracción animal. Pues ya
entonces, la maestranza ferrolana se ocupaba de preparar esta caseta, si
hacemos caso a Israel Viana que en el ABC de 17 de julio del año pasado escribe
que la reina Isabel solía bañarse a la 1 del mediodía. Describe la caseta como
un gran pabellón con un elegante tejado, diez ventanas, varias habitaciones,
remolcado y añade “todas las piezas se traían de Ferrol, salvo los raíles
incorporados por la Compañía de Ferrocarriles del Norte”. Precisa, asimismo,
que los trabajos de montaje eran dignos de ver y los observaba con placer la
propia soberana, que descendía a conversar con los operarios y vecinos”.
Posteriormente, en 1887, la regente
María Cristina ordenó construir una caseta más grande que las anteriores, más
bonita y moderna. El edificio, rodeado por una amplia terraza sobre el mar, fue
montado sobre raíles deslizantes, de 60 metros de longitud, que subían y
bajaban al palacete con una máquina de vapor.
He aquí que
el 31 de julio de ese mismo año de 1887, El Correo Gallego anunciaba que había
zarpado rumbo a San Sebastián el vapor de guerra “Ferrolano”, llevando a su
bordo los materiales necesarios para la construcción de la casa de baños
destinada a la real familia. “Dicho buque, subraya la nota, conduce, además, al
personal de maestranza que bajo la dirección del maestro del arsenal D. Felipe
Graña y Lois ha de edificar la referida caseta. Con tal motivo van también dos
individuos de marinería al mando de un contramaestre”. En ese año de 1887 al
que antes se hacía referencia coincide con que se le da el título de Playa Real
al arenal de La Concha
Orden al
capitán general
Igualmente,
al año siguiente (1888) se daba orden al capitán general de este departamento
para que el arsenal dispusiera la preparación de la casa de baños de la real
familia. “El referido baño será conducido a San Sebastián en el vapor
“Ferrolano” y se destinarán a tal efecto un maestro, doce operarios de
maestranza, un contramaestre y dos marineros para la instalación de aquella
caseta en la playa del puerto.
Este
testimonio sobre la caseta, realmente palacete, de la familia real, que deja en
muy buen lugar lo “manitas” que era la maestranza del arsenal ferrolano, tan
loada -nada que sorprenda- por el ilustre Andrés Avelino Comerma, surge cuando
servidor investigaba sobre las casas de baños que había en Ferrol en época
pasada, tema al que ahora me reconduzco.
Las antiguas casas de baños en
Ferrol fueron espacios clave para la salud y el ocio en los siglos XIX y
principios del XX. Uno de los ejemplos más curiosos fue la casa de baños flotante instalada en la dársena de
Curuxeiras en 1886. Esta instalación permitía a los vecinos disfrutar de baños
de mar con agua filtrada y calentada, todo ello en un entorno controlado y
cómodo. En un anuncio fechado en ese mismo año se daba a entender que venía a
cubrir una necesidad desde hace mucho tiempo sentida en Ferrol. Ofrecía “todas
las condiciones de seguridad, comodidad y aseo y la empresa no duda que el
público quedará complacido tanto por las circunstancias expresadas como por la
economía, habiendo atendido para establecer los precios más a los intereses del
público que al suyo particular”.
A la hora de abordar los precios
señalaba:
Billete de entrada con derecho a
baño general, 0,25 pesetas
Baño particular hasta 4 personas,
además de la entrada, 1 peseta
Sabana y toalla 0,25 pesetas.
La campaña se movía en una
horquilla de tiempo entre el 12 de julio a 30 de octubre, plan que, a veces,
sufría variaciones puntuales. Además, para que las familias numerosas pudiesen
obtener mayor economía, la empresa abría desde el día 13 abonos para baños
particulares a precios económicos
He rastreado
los periódicos de la época en busca de la propiedad de esta casa de baños y en
El Correo Gallego, periódico ferrolano, el 21 de junio de 1890 leo el siguiente
suelto:
“Ayer quedó
a flote en bahía, a inmediaciones de la Graña, el barco destinado a Casa de
Baños, propiedad de Mariano Pñieiro. Será fondeado en la punta del martillo,
mismo sitio de veranos anteriores”.
Es más, en
14 de mayo de 1893, en el mismo rotativo, se lee:” La comisión provincial
informó al gobernador que procede, primero denegar la concesión de varios
terrenos de la playa de San Andrés, en la villa de la Graña, solicitada por
Mariano Piñeiro Picallo, para construir una casa de baños y un almacén depósito
de carbón”. El caso fue que esta solicitud colisionaba con la pretensión de la
sociedad Talleres Gil y Cª de construir un dique seco en dicha playa “para lo
cual necesita ocuparla toda”.
El
balneario que no prosperó
En el campo
de las iniciativas, en agosto de 1899, un concejal llegó a proponer la
construcción de un balneario. El redactor (no identificado) señalaba que la
propuesta apuntaba a la “parte de la playa comprendida entre los baluartes que
miran a la Graña y Cabana, respectivamente, esto es, entre los almacenes de
Nicasio Pérez y el no realizado parque de ostricultura”. Y añadía “el
pensamiento en principio no puede ser más simpático y la iniciativa del
concejal es merecedora de plácemes”.
Argumentaba
el periodista que podría parecer mentira que una población de la importancia de
la ferrolana careciese de “un lugar adecuado para satisfacer esa exigencia de
la medicina y de la higiene”. No encontré noticias que diesen continuidad a
esta propuesta.
Conviene
precisar que, aunque me he detenido en la Casa de Baños Flotante, en Ferrol
funcionaron igualmente más instalaciones de este género, entre ellas una que
daba a la calle Real y Magdalena, solar en el que por los años ochenta se
emplazó la firma “Pedregal”.
Estas casas de baños eran parte
de una tendencia más amplia en Galicia, donde se promovía la talasoterapia: el
uso terapéutico del agua de mar, algas y lodos marinos. En Ferrol, como en
otras ciudades costeras, estos espacios no solo ofrecían alivio a dolencias
físicas, sino que también eran lugares de encuentro social y descanso.
Para terminar, un apunte
doméstico. Acerca de las bondades de los aires yodados, recuerdo que algunos
médicos ferrolanos recomendaban los baños en las playas de mar abierto de Covas
(antes Cobas). Puntualmente, tengo en la memoria un ciudadano, que vivía en el
Cantón de Molins, que frecuentaba invierno y verano el arenal de Ponzos
afirmando que la visita iba acompañada siempre del baño, aunque algunos vecinos
que fiscalizaban sus movimientos decían que lo del baño diario era un cuento,
vamos que no era cierto. Se llamaba Ginés.
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