La verdad es que tenía ya programado un post sobre los disturbios de ayer en Ferrol, pero a última hora, a medianoche, decidí dar el cambiazo de tema porque dos movimientos que se produjeron en el Gobierno elevaron poderosamente mi prima de miedo, como me imagino que le ocurriría a muchos españoles. El ministro De Guindos salía para Alemania, con el fin de entrevistarse con el titular de finanzas Schaeuble, y la vicepresidenta Santamaría para EEUU, en este caso para verse con el secretario del Tesoro de EEUU, Timothy Geithner, y con la directora del FMI, Christine Lagarde. Ello además de haber batido un récord máximo en la prima de riesgo, 539. Mariano Rajoy se quedaba en Madrid no se sabe si poniéndole una vela a la Peregrina, que es la patrona de Pontevedra, donde hunde sus raíces el presidente del Gobierno. Los entendidos en la materia, al menos algunos, dicen que la intervención está a caer, mientras que el propio titular de Economía quitaba hierro al entender que a corto plazo se podría sostener la situación. Como la confianza en los gobernantes ha quebrado notoriamente, me inclino más a pensar en que estamos al borde del abismo. Y el abismo significará que perderemos soberanía y que seremos unos títeres en manos de Angela Merkel que mueve y seguirá moviendo, pero en adelante con sentido patrimonial, derecho de propiedad, los hilos de nuestro futuro. Reniego del patrioterismo y paso de la manipulación de los símbolos que hacen unos y otros, pero me toca las narices, por no usar otra expresión de mal gusto, pero muy gráfica, perder la dignidad como Estado, como país. Creo que si somos intervenidos, ojalá que no, se va a marcar un antes y un después en nuestra autoestima colectiva con muy negativas repercusiones en nuestros sentimientos, hábitos, comportamientos. Es cierto que esto ya venía ocurriendo desde que se desató la crisis, hasta tal punto que en Italia, por ejemplo, han pasado a gobernar los tecnócratas no elegidos, con lo que ello supone de desnaturalización de los principios democráticos, pero hasta aquí nosotros pensábamos que podríamos salvar los muebles. No obstante, si se produce el embargo como país, los acreedores alemanes nos van a estar tocando la corneta y haciendo marcar el paso, porque las condiciones las van a establecer ellos. Sensación de impotencia, miedo al futuro, cabreo, dignidad herida, todo eso se me pasa por la cabeza. No hay que poner el carro antes que los bueyes, pero las cosas pintan muy mal. Los mercados finalmente parece que nos han desahuciado.
jueves, 31 de mayo de 2012
miércoles, 30 de mayo de 2012
Debajo de la alfombra, mucha tela que cortar
Lo que sabemos de Bankia hasta ahora parece ser sólo la punta del iceberg. Debajo de la alfombra tiene que haber mucha tela que cortar cuando los dos grandes partidos rechazan la idea de una comisión de investigación y cuando Rubalcaba, pillado por las cámaras de televisión, dice que se quiere cargar (expulsar) a una senadora correligionaria porque presuntamente filtró que había división interna en las filas socialistas con este asunto. Qué papelón estamos escenificando de cara al exterior. Nuestra imagen está por los suelos inevitablemente. ¿Y de esta manera se quiere tranquilizar a los mercados? Más, el problema ya no es solo el que dirán y harán los mercados sino la desconfianza que se ha adueñado de una gran mayoría de los ciudadanos españoles. Nadie cree nada. Lo que se dice hoy se desmiente mañana con absoluto descaro. Da la sensación de que caminamos hacia la mayor degradación de nuestra joven democracia. Y no resulta extraño porque hoy nos cuestionamos todo: los graves problemas que envuelven y empañan la imagen del monarca, que es el Jefe del Estado, el juego sucio de la Justicia uno de cuyos últimos eslabones acabamos de comprobar con el caso de C. Dívar, Las patrañas de los políticos, el saqueo de las cuentas bancarias, la debilidad de un Gobierno que, como el anterior, anda a tumbos y no sabe por donde salir, qué excusas poner y a quien echarle la culpa de todo lo que está ocurriendo. El adelanto del cese de Fernández Ordóñez es una muestra más del tíovivo en que se ha convertido el escenario político español. Pienso que estamos empezando a dar pena por ahí adelante, que empiezan a compadecernos . Es muy preocupante todo lo que estamos viendo, escuchando y leyendo. Al día siguiente de que la crisis cese, a este país hay que ponerlo patas arriba, para someterlo a una intensa fumigación que acabe con la plaga de parásitos, despojarlo de hábitos que hieren el olfato y recuperar, en definitiva, el concepto de la política como el arte de lo posible sí, pero también como el ejercicio de un servicio a los ciudadanos y no a la inversa, que es la perversión que estamos sufriendo actualmente. Y, ojo, llevará tiempo reponer la imagen y la credibilidad. Esa es la papeleta que espera a las jóvenes generaciones, si es que a esas alturas no emigraron todos al extranjero.
martes, 29 de mayo de 2012
Serantes: historia de unos papeles desaparecidos
Dicen que siendo Jaime Quintanilla Ulla alcalde de la primera corporación democrática vio un día en una dependencia municipal una balumba de legajos y papeles que le molestaron a la vista y ordenó venderlos. Era la única documentación que obraba en el Concello sobre el Ayuntamiento de Serantes, anexionado a Ferrol en la dictadura franquista, año 1940, con el fin de proporcionarle mayor estatus poblacional a la ciudad naval. No recuerdo los pormenores de esta desdichada decisión, pero estoy convencido de que el doctor y primer edil ferrolano no sabía lo que hacía. Un hombre culto, de un alto nivel intelectual, orador que multiplicaba su presencia en tribunas cívicas y de profesionales de la Medicina, columnista habitual de prensa y publicaciones sectoriales, miembro del primer consejo de redacción de la prestigiosa revista FerrolAnalisis, una persona leída, buen conversador, amante de su ciudad, no podría mandar que se vendiera el archivo del concello de Serantes. Es difícil encajarlo. Digo esto porque no faltó quien especuló con la hipótesis de que Quintanilla Ulla, que tenía cierta vena anárquica aunque actuó siempre bajo las siglas del PSOE, estaba informado de la etiqueta de aquel montante de documentos y que a pesar de ello persistió en deshacerse de lo que realmente era la historia del que fuera vecino ayuntamiento, que abarcaba territorialmente toda la zona rural. Aquellos papeles que acabaron en algún vertedero o vaya usted a saber, hoy para cualquier estudio relacionado con aquel municipio serían una fuente de inestimable valor. Tal vez, lo que nos queda es la hemeroteca de El Correo Gallego, en su etapa ferrolana, periódico en el que , sin haberme detenido porque no era mi objetivo, encontré informaciones varias que reunidas podrían quizás -lo escribo con toda la cautela- servir de base para hacer una aproximación. Lo que sí se recuperó fue la figura del último alcalde republicano, Alejando Porto Leis, asesinado en 1938 por la dictadura, a través de un documental "O segredo da Frouxeira", de Xosé Abad. Allí, en Serantes, nacieron el ilustre escritor y académico, Gonzalo Torrente Ballester (1910-1999) y Juan Farias (1935-2011), otro narrador dedicado en la última parte de su vida a la literatura infantil. Hoy, la mirada, en ese camino emprendido de opinar divulgando, se ha quedado entre nosotros, en nuestra intrahistoria.
lunes, 28 de mayo de 2012
Los deberes de los jóvenes de ayer, hoy pensionistas
Abro con la siguiente interrogante, ¿este era el país con el que soñábamos aquellos que vivimos y protagonizamos la transición de la dictadura a la democracia? ¿Esto era lo que esperábamos cuando exaltábamos los valores de la honestidad, la honradez, la ética, la transparencia, luz y taquígrafos...? Esto, poco tiene que ver con aquella sana euforia que nos permitía contemplar, embargados de entusiasmo e ilusión ,un futuro más justo y solidario y unos partidos políticos con sentido de la responsabilidad y del ejercicio de la política como un servicio a los ciudadanos. Da la impresión de que todo aquel bagaje fraguado en el tardofranquismo se ha quedado en papel mojado. Es verdad que asistimos a una revolución tecnológica que supera todos los precedentes, a la puesta en práctica de la idea de la globalización, que se traduce en un mundo sin fronteras, a una Europa hoy más depauperada que nunca, circunstancias todas ellas que nos obligaron y obligan a cambiar métodos y formas. No es menos cierto que en la actualidad padecemos una severísima crisis que nos hace revisar pensamientos, actitudes y modelos. Pongamos todas las atenuantes que se quieran para dar equilibrio a la aseveración, pero confieso que este, el mundo de la corrupción, de la injusticia social, de la pérdida de valores cívicos, de la hipocresía, del más absoluto descaro para mentir, robar, falsear no era el país que anhelábamos ni tampoco anhela hoy la mayoría de los españoles. Y en la parte que nos toca a los nacidos en la postguerra no valen excusas de herencias recibidas, ni gaitas por el estilo. ¿En qué hemos fallado aquellos que formábamos parte de la ola de la libertad y la democracia, hoy ya con el carné de pensionistas? ¿Hicimos esta generación de la que hablo y en la que me incluyo la necesaria y rigurosa autocrítica? Yo creo que se nos ha ido la mano, seguramente porque nos empeñamos en hacer lo contrario de aquello que entonces criticábamos, que era casi todo y porque no nos dio tiempo a madurar y a reciclarnos ante los cambios sustanciales que sobrevinieron. Tal vez nos hemos aburguesado con las mieles del estado de bienestar y hemos relevado la primera persona del plural por la primera de singular, con un afán desmedido de buscar el enriquecimiento individual a cualquier precio. Es un tema para el debate. Pero urge una regeneración. Es mucha hora.
domingo, 27 de mayo de 2012
El caso Bankia y sus salpicaduras
Que después de oír la barbaridad de miles de millones que hay que inyectarle a Bankia, haya que asistir impávidos al recochineo del nuevo gestor Goirigolzarri cuando dice que todo está bien hecho, que no hay nada que depurar en materia de responsabilidades y que no quiere ayudas a devolver sino ampliación del capital, no cabe duda de que al personal se la ido la olla y, lo peor, con la complicidad de un Gobierno que debería pegar un puñetazo en la mesa y defender con vehemencia el interés público. Si las cosas van tan mal como demuestran los hechos que recurra a la nacionalización y punto pelota. Tenía la intención -ayer lo anunciaba- de elevar el tono de mi discurso periodístico, como terapia contra el derrotismo y el pesimismo, pero, claro, sobreviene la provocación con tal fuerza que obliga a salir al paso, aunque solo sea para abrir la válvula de escape del cabreo y la indignación y acabar jurando en arameo. Los directivos de Bankia hacen rematadamente mal las cosas y luego hay que salir en su auxilio con la fórmula de dar dinero público a una empresa privada para que se reponga y más tarde reparta dividendos, lo que se dice, socializar las pérdidas y privatizar los beneficios. Es que hace falta tener cara dura. Si esto se hace así y la sociedad no reacciona, empezando por los partidos políticos, está claro que navegamos en un barco a la deriva cuya única y desesperada solución vendrá por la vía del rescate y la intervención. Se cumplirá lo de España capital Berlín y bailaremos al son que nos toque la Merkel. Escenificaremos el caso griego y convertiremos la situación en una tragedia con la dignidad de país por el suelo. La pregunta del millón es por qué existe tan poco interés en investigar las causas de la quiebra de Bankia, porque si malo, por la imagen que se pueda dar, es abrir en canal a la entidad y que se conozcan todas las miserias que rodean el caso, peor será de cara al exterior y a los dichosos mercados que se haga tapadera ya que de esta manera levantará todo tipo de sospechas. Se dice también que Bankia es el gran banco del PP, pero las responsabilidades también alcanzarían al PSOE durante su etapa de Gobierno. En suma, esta es la España atrapada por las nefasta actuación de los políticos, que esconde intereses sombríos y luchas intestinas de poder. Una peniña.
sábado, 26 de mayo de 2012
La indignidad de la mentira y la falsedad
Un día puse un tuit diciendo que la hemeroteca era el peor enemigo de aquellos que suelen contar mentiras. Fue bastante retuiteado, es decir, a un sector de tuiteros les gustó la sentencia. Todos los días vemos como los periodistas de los informativos, en las tertulias televisadas, radiofónicas, etc, recuerdan, con imágenes, o en audio, lo que un político dijo en un momento determinado para contrastarlo con lo que posteriormente llega a sostener. Si es grave que hoy diga una cosa y mañana la contraria, es decir, que mienta, tan decepcionante es que las audiencias nos estemos acostumbrando y corramos el riesgo de asumir esta desfachatez, por adjetivarlo de manera benévola, como un fenómeno normal. A diario se incurre en la perversión del lenguaje político, se pierde la ética y la estética en actitudes y comportamientos, se dicen medias verdades, medias mentiras y mentiras mondas y lirondas, se frivoliza en el análisis y el discurso...Esto no puede, no debería seguir así. ¿Habrá cosa más indigna que mentir, falsear datos, cuentas, informes de todo tipo y esto hacerlo con publicidad y alevosía? ¿Habrá algo más depravado que meter mano en los dineros públicos, malgastarlos, utilizarlo incluso para drogas, putas y divertimentos varios? Es verdad que algunos ya lo están pagando con la cárcel, pero esos suelen ser chivos expiatorios ya que las cabezas pensantes, los instigadores intelectuales siguen pisando alfombras rojas, parquet noble, escenarios glamurosos, noches de vino y rosas, mientras España está hecha unos zorros y la UE, una ratonera. Mientras nos movemos en los cinco millones de desempleados y los umbrales de pobreza empiezan a dar titulares cada vez más frecuentes. Crisis económica, crisis de valores, generaciones perdidas, fuga de talentos. Lo peor es que los que no saben como salir del atolladero nos acaban inyectando el virus de la impotencia, nos acaban convenciendo de que o esto o el caos, de que no hay nada que hacer, del sí o sí, en un claro afán de desmovilizar, de evitar la contestación social, de tener a la sociedad atenazada por el miedo, porque todavía pueden ocurrir cosas peores. Triste panorama. Prometo que mañana estaré más optimisma.
viernes, 25 de mayo de 2012
Justicia en tela de juicio
Resulta deprimente ver el panorama general, pero si vamos por partes, es lo mismo. Estos días hemos asistido a una ceremonia de luchas intestinas en el seno del Consejo General del Poder Judicial, que acabó como el rosario de la aurora. Un vocal tuvo el coraje de denunciar al titular Carlos Dívar porque a su juicio estaba malgastando el dinero en desplazamientos a Marbella en donde como presidente del citado órgano nada se le perdía. Otra cosa es que tenga por allí familiares y amigos, pero que se pague los viajes de su bolsillo. El caso, se veía venir, es que una vez que el Fiscal General frenó el asunto, Divar se hace fuerte y convoca a todos los vocales para contarles su versión. Ayer se reunió el pleno del CGPJ y cinco vocales piden la dimisión de Divar, mientras que otros siete piden la de Gómez Benítez. El resultado releva de mayor abundamiento. Ha de tenerse en cuenta, no obstante, que al actual presidente del Supremo lo han elegido los dos grandes partidos, el PP y el PSOE, a sabiendas de sus marcadas señas de identidad. Es decir, Divar es el resultado de una parte abrumadoramente mayoritaria de la soberanía popular representada en las Cortes. Magnífico ojo clínico el de los dirigentes que pactaron el asunto. Primera lección, han de atarse bien todos los cabos antes de tomar acuerdos como el que llevó a C. Dívar al CGPJ. Segunda enseñanza: este hombre que llegó a reconocer los gastos, aunque dijo que eran una miseria, desde luego demuestra que no tiene un alto sentido de la ética y de la moral cívica. Cualquier otro profesional de honestos criterios hubiese presentado la dimisión inmediatamente. En el mundo de la Justicia, lo mismo que en otros ámbitos, especialmente la política, la poltrona crea adicción.Tercera reflexión, la imagen del CGPJ ha quedado seriamente tocada con la consiguiente repercusión en la credibilidad ciudadana. Cada vez se cree menos en las instituciones y eso es un paso hacia la quiebra del Estado de derecho. Allá Carlos Dívar con su conciencia, pero cada vez que un asunto en litigio vaya al Supremo me va a ser inevitable pensar que su sentencia no me merece todo el respeto que debiera.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)